Dos ancianos Waorani, Ompore y su esposa Buganei, fueron atacados con lanzas en la zona del Yasuní. Vestido con traje tradicional Waorani (Komi), el guerrero con quien los pueblos aislados del Yasuní habían mantenido cierta relación durante la última década, yacía tumbado y atravesado por quince lanzas en el cuerpo. No se tiene una idea precisa sobre quienes fueron o cuantas personas participaron en el ataque, pero debido a la forma de las lanzas se pensaría que se trata de un grupo de indígenas aislados.
No es el primer hecho de violencia que se registra en la zona y en la última década fueron varias las víctimas que perdieron la vida en medio de una lluvia de lanzas. Los atacantes se ocultan en la selva y aparecen en un próximo asalto. Conocemos de testimonios recogidos sobre de la presencia de pueblos aislados en el campo petrolero, conocido como bloque 16. Recientemente, indígenas desnudos identificados como Tagaeiri Taromenane habían llegado hasta la vivienda de Ompore que se encuentra a varias horas de camino internándose en la selva desde la carretera.
Llama la atención que el ataque no fue cometido contra alguno de los trabajadores petroleros o empleados del Parque Nacional Yasuní que se encontraban realizando obras en la comunidad de Yarentaro el día del ataque.
Desde hace algunos años, Ompore relataba las visitas de los Tagaieri Taromenane a su casa tradicional, lo cual no significó ninguna señal de amistad o intención de contacto. Más bien los encuentros estaban enmarcados por una dinámica cultural que mantenían los Waorani antes del contacto. Conversaciones mezcladas de curiosidad por los objetos metálicos o plásticos que el viejo utilizaba, y de su parte el temor a sabiendas que uno de estos momentos podría resultar fatal, debido a que los visitantes no eran familia emparentada y según su testimonio, no estaban “en tiempo de paz”.
Además el anciano waorani mencionó que los Tagaeiri Taromenane le habrían expresado que estaban en “guerra hacia los extraños”, porque provocan ruido y además los habrían atacado. De acuerdo a los relatos de Ompore, podría afirmarse que la tradicional práctica de rechazar y aniquilar a los potenciales enemigos o invasores continua como norma cultural entre los grupos aislados del Yasuní.
Históricamente los conflictos entre los indígenas Waorani y los pueblos aislados han tenido como escenario las disputas territoriales y las venganzas de antiguos ataques que permanecen como vivos recuerdos en su tradición oral. El lugar donde aconteció el último hecho fue escenario de varios encuentros violentos, registrados en investigaciones a través del testimonio de los sobrevivientes.
El fotógrafo Erwin Patzel retrató en la zona del Yasuní a un grupo Waorani recientemente contactado a inicios de la década de 1970, cuando aterrizó en avioneta sobre una precaria pista junto a sus casas y tuvo conocimiento sobre un asalto ocurrido días antes a su llegada. Y fue testigo de la conmoción colectiva que había provocado el choque entre Waorani y grupos que permanecían aislados, posiblemente Taromenane.
Tratándose de pueblos en aislamiento, para lograr su definición y ubicación histórico geográfica conocida hasta el momento, hay que referirse principalmente a la memoria Waorani y a fuentes secundarias: de autores que han trabajado sobre indicios. En el caso de los pueblos en aislamiento del Yasuní, se ha logrado trazar la etno-historia de la trayectoria de “ocultamiento” de los grupos llamados Tagaeiri y Taromenane gracias al trabajo de algunos autores, entre los cuales destaca Cabodevilla (1993, 2000), y a los mismos relatos y testimonios de miembros de la nacionalidad Waorani. También a través de los escasos objetos materiales encontrados en la selva por los Waorani durante sus jornadas de cacería y los obtenidos luego de algún ataque, como son las imponentes lanzas talladas en madera de Chonta y actualmente decoradas con fundas y fibras plásticas que navegan como basura en los ríos del Yasuní.
Los Tagaeiri son un grupo Waorani que se internó en la selva y se aisló debido al contacto impulsado por el Instituto Lingüístico de Verano (ILV). Mantienen, inclusive hasta hoy día, relaciones de parentesco acertadas con Waorani que aun viven. En los años cincuenta sectores fanáticos de iglesias evangélicas norteamericanas realizaron un intenso trabajo para lograr contactos entre los indígenas que permanecían libres en las selvas amazónicas. En el caso del Ecuador, los evangélicos concentraron la mayoría de sus esfuerzos por pacificar, civilizar e integrar a los que posteriormente se los conocería como indígenas Waorani.
Durante las décadas de los años sesenta y setenta, los misioneros lograron, con el apoyo logístico de las empresas petroleras, reubicar y agrupar a la mayoría de los grupos waorani. Mediante cientos de viajes en helicópteros y con el acompañamiento de militares ecuatorianos, fueron forzados a vivir agrupados dentro de una reserva. Los Waorani que se resistieron al contacto se internaron en las zonas donde habían vivido desde décadas atrás. Se trataba del grupo liderado por el guerrero waorani de nombre Tagae, los Tagaeiri, que en lengua waorani ( Wao Tededo) significa gente de Tagae.
Es probable que a este grupo de indígenas Waorani que se internó en la selva, se le sumarían otros que rechazaron el contacto con la sociedad nacional, y mantienen una condición de aislamiento y rechazo hacia extraños en su territorio hasta el presente. Por esta razón, el término Tagaeiri tiene que ser considerado más un instrumento que puede servir a los observadores externos para categorizar la situación de los pueblos en aislamiento, que una categoría que corresponda perfectamente a la realidad de los mismos. Al utilizar el término Tagaeiri, se refiere posiblemente a diversos grupos liderados por los descendientes del jefe fundador del clan y sus hermanos. Con toda probabilidad es otro el nombre con el cual, hoy día, estos clanes se refieren a ellos mismos.
La definición del grupo Taromenane es por lo contrario más controversial debido a que para los Waorani se trata de un grupo desemejante del propio. Distinto pero similar, otro pero igual, según las mismas definiciones de los Waorani al momento de definir a los Taromenane. Cabodevilla, (1990) afirma que se trata de un grupo entre los Waorani que se ha separado de los demás al inicio del siglo veinte, cuando la mayoría de los clanes wao había dejado su territorio tradicional en la actual frontera con el Perú para remontar a las cabeceras de los ríos Yasuní y Tiputini, apoderándose del territorio de los indígenas Zápara. Según esta hipótesis, los Taromenane se quedaron en cambio en los territorios sobre la actual frontera con el Perú. El relativo aislamiento de los Taromenane hacia los demás clanes explicaría la deriva lingüística y de ciertos rasgos de su cultura material.
Sobre la relación que los dos grupos tendrían en la actualidad entre si, hay diferentes hipótesis. Una primera, soportada por el testimonio de una muchacha tagaeiri raptada por el clan waorani de la comunidad de Tiwino, mencionó que los Tagaeiri habrían sido asimilados (mediante guerra) por los Taromenane, los cuales se habrían quedado con mujeres Tagaeiri y matado a los hombres del grupo. Esta hipótesis asume que los Taromenane (o algunos de ellos) abandonaron sus territorios fronterizos y chocaron con el grupo de los Tagaeiri ubicados hacía el oeste.
Otra hipótesis es que los dos grupos siguen existiendo separados, manteniendo relaciones de alianza, enfrentamiento, o las dos cosas alternativamente, según los patrones tradicionales flexibles que definen las relaciones de alianza/ guerra en la cultura waorani.
Los ataques presentes en la memoria colectiva waorani, se refieren a otros grupos cultural y lingüísticamente cercanos. El término Warani hace referencia a los potenciales enemigos, reconocidos como parte de lo que podría denominarse una “gran nación Waorani”, dentro de la cual existían disputas internas y la guerra era la principal institución social que organizaba la vida antes del contacto. En investigaciones anteriores referidas a los pueblos aislados del Yasuní resaltó el término Warani para definir a otros grupos de pueblos aislados conocidos como Taromane, Oñamenane e Ihuene.
Taromenane warani nani (los Taromenane son otros), Warani, “Otros”, en la lengua wao define una alteridad (un potencial enemigo), que no llega a ser la alteridad absoluta. A diferencia de la palabra Cowodi, que lo utilizan para denominar a todo aquel que no es Waorani. Es el término utilizado para referirse a otras culturas indígenas o campesinos, trabajadores petroleros o madereros. Antes del contacto el término Cowodi era utilizada para denominar a la gente que se “comía” los Waorani (Proaño – Colleoni, 2008).
A diferencia de las disputas históricas mantenidas entre los pueblos del Yasuní, los ataques acontecidos desde la década de 1970 en su mayoría ocurren en los límites del territorio Waorani y dirigidos en contra de los “Cowodi”. Los registros sobre asaltos a campamentos y trabajadores fueron episodios propios del ingreso de compañías petroleras a una selva que durante siglos fue utilizada exclusivamente por los pueblos del Yasuní. Ya en la última década se dieron más de cinco ataques a madereros que se internaban hasta lugares muy apartados conocidos como “territorios Tagaeiri”.
En el año 2009 una familia campesina fue emboscada dejando nuevamente víctimas mortales, y esta vez la muerte de Ompure y Buganei. Estos sucesos se han dado entre los límites de la frontera extractiva y lo que los pueblos aislados consideran su territorio. Cabe recalcar que el lado sur, a lo largo de la cuenca del río Curaray, no ha padecido de esta aguda situación de choques con is poblaciones allí asentadas. Parecería ser la expansión de la frontera agrícola y extractiva es una constante característica de los lugares en donde ocurren las arremetidas de los indígenas aislados del Yasuní.
El rechazo a los extraños, sean Cowodi o Warani define la autodeterminación como pueblo que mantienen los Tagaeiri Taromenane. Están en guerra porque así han respondido culturalmente a la presencia de extraños. Resulta especulativo pensar desde una relación de causa – efecto el hecho de un ataque. Son múltiples las motivaciones culturales, territoriales o las venganzas históricas y recientes, que podrían entremezclarse al momento en que estos pueblos decidan un nuevo asalto, y no se debe entender desde una lógica ajena a su cultura, lo que fuera su motivo.
La presencia de empresas petroleras en la zona provoca ruido y presencia de extraños en el Yasuní, pero es aventurado pensar que los ataques tienen una sola explicación y que responden únicamente al malestar provocado por los invasores. En el caso de Ompure, un anciano que hablaba el Wao Tededo, que vivía de manera muy tradicional en la selva y mantenía cierta relación con los indígenas aislados, desencaja en la dinámica demostrada en los últimos eventos ocurridos en contra de extraños o Cowodi. Cabe tomar en cuenta la dinámica cultural propia que ha caracterizado a la nación Waorani y los grupos emparentados culturalmente. Por un lado la necesidad de mantener y dar continuidad a su cultura, y por otro la posibilidad para que los miembros se ratifiquen como guerreros en su territorio, y ante su grupo y los extraños. Entendiendo estas actitudes como propias de los Waorani antes del contacto.
El proceso de pacificación impulsado por los misioneros ha calado en muchas de las comunidades Waorani que mantienen relación con las iglesias. Pero la idea de asaltos y venganza se mantiene viva aun, como sucedió en el año 2003 cuando un grupo Waorani, que ya vive en contacto desde hace pocas décadas atrás, decidió vengarse de los Tagaeiri Taromenane asesinando más de una veintena de personas. Estos hechos, junto al último sucedido en la comunidad de Yarentaro obligan a reflexionar sobre una cultura que pese a su contacto a con la modernidad y ciertos valores de la sociedad nacional, continúa y seguirá actuando acorde con sus costumbres. Las diversas respuestas culturales a través de las cuales los Waorani afrontan paralelamente a su tradición y al nuevo mundo, obedecen al accionar propio de una nación indígena con reciente contacto, para quienes los pueblos aislados representan y recrean las relaciones previas al encuentro con la sociedad nacional.
No pretendo hacer apología de los ataques ocurridos, pero se debe hacer un gran esfuerzo por comprender la compleja relación histórico – cultural entre pueblos del Yasuní, y entre éstos y la sociedad envolvente, caso contrario los hechos de violencia, ya fuera de contexto como la masacre del año 2003 o venganzas de las poblaciones y familias afectadas, son un escenario de preocupación. Es imprescindible el desarrollo de marcos adecuados de protección, pero a la vez el ser conscientes que en la práctica y ante posibles nuevos ataques, estamos confrontados a una civilización que no reconoce nuestros códigos sociales, y mantiene la necesidad de reafirmarse ante los “Otros” como una cultura guerrera y un pueblo indígena que se halla molesto ante las violaciones de lo que consideran su espacio.
La adopción de medidas de protección para las poblaciones que viven en zonas de influencia de los pueblos aislados son de carácter urgente. Y así también la delimitación y garantías para los territorios en donde viven e interactúan los grupos Tagaeiri Taromenae. Las Naciones Unidas, a través de las Directrices de Protección para Indígenas aislados y en Contacto Inicial y además la Comisión Interamericana de Derechos Humanos han recomendado la adopción de medidas adecuadas para la protección de estos grupos. La constitución de Ecuador también les reconoce derechos a través del Art. 57, y es una deuda pendiente del Estado garantizar su integridad y autodeterminación, y el derecho al territorio sobre el cual estaría vedada toda actividad extractiva.
Qué necesario artículo para dar contexto a esta trágica matanza. Estos cuerpos son de la gente que el infame ministro Pástor dice que no existen. Territorios intangibles son territorios que no se tocan. ¿Qué es lo que resulta difícil de entender en ese concepto para las águilas extractivistas del gobierno?