Había una vez un país llamado Ecuador

Por Hugo el búho

Había. Ya no hay. Tengo 15 años y estamos en el año 2038. Sabes que mi papá me contó que en el año 2024 todavía existía un territorio geográfico que, a pesar de miles de problemas, pobreza, corrupción, etc., seguía viviendo. Hasta que, de a poco, fue desapareciendo hasta encontrarnos con lo que somos ahora: un remedo de país, peor que Haití, sin energía eléctrica, con 100 crímenes diarios, miseria, desempleo por todos lados y cinco millones de ecuatorianos más que han migrado desde el 2021. Se nos fueron tantos, tantos. Y muchos de ellos se murieron en el camino.

Había un país. Ya no hay.

Y también me contó que quienes causaron esta tragedia nacional fueron sus llamados hombres de bien, aquellos caballeros de alta alcurnia que se vanagloriaban de su riqueza (banqueros y empresarios), seres que nos comieron con el cuento de que como son ricos ya no tienen por qué robar. Que ellos sí son eficientes y saben administrar. Que solo los inmorales y muertos de hambre roban. Que ellos hicieron millones de la nada. Que gracias a su espíritu de superación lograron estar en las cumbres; y que, por supuesto, el pobre es pobre porque quiere.

Éramos un país. Hoy no somos nada.

¿Y sabes qué es lo más triste? Que seguimos votando por los mismos millonarios. Seguimos creyendo que ellos son los iluminados. Ellos fueron los que, a propósito, dejaron quebrar las empresas públicas del Estado y las refinerías y las centrales eléctricas. ¿Y sabes por qué? Porque el sueño húmedo de todos estos empresarios, sin ninguna visión de país, es vender al sector privado todo lo que huele a público. Nos quisieron convencer que lo público es malo, malísimo; y que solo lo privado nos sacará de la miseria. Y lo paradójico es que dos de su misma clase acabaron con sus amigos empresarios. No ves que, por no planificar, hacer mantenimiento de las centrales hidroeléctricas, invertir en ellas, colapsaron, y nos cayeron los apagones todos los días de nuestra vida.

Fuimos un país. Quizás nunca seremos uno.

Y te cuento que nos hacían creer que íbamos a ser como Venezuela (un país con severas crisis económicas en ese entonces) si votábamos por los progres o la izquierda. Y resulta que Venezuela siempre tiene luz. Nosotros vivimos a oscuras, volvimos a las velas, nos asaltan y secuestran en la mañana, y nos matan en las noches. Les entregaron lo poco que quedaba de país a los grupos delincuenciales, a las mafias que hoy trabajan para ellos.

Todavía recuerdo que jugábamos en las noches; hoy ya ni en las mañanas.

Mi papá me contó que teníamos una prensa que sólo se miraba frente al espejo. Que no fue capaz de hacer periodismo, sino propaganda constante por quienes les pautaban en sus medios. Muy pocos se salvaron de caer en la trampa y se mantienen dignos, críticos, haciendo su labor. Fueron medios que se volvieron expertos en hacernos odiar a los nuestros. Nos hicieron creer que los malos eran los pobres, los indígenas, los sindicalistas, los obreros, las feministas, los sectores populares.

Hoy, que ya no somos un país. Hoy, que sabemos que los que nos llevaron a la ruina viven felices en Miami, con sus paraísos fiscales, sus piscinas, sus autos, sus compras. Hoy, intentamos construir otro país. Uno en el que tengamos cabida todos; uno en el que gobiernen ellas, porque ellos nunca pudieron. Hoy, sin embargo, no dejo de maldecir con todas las fuerzas a todos aquellos que nos destrozaron. No nos vamos a olvidar de los Noboa, los Lassos, los Nebotces, los Paula Romos y todos sus acólitos de tinta, cámara y micrófono. Nunca. Por lo menos nos quedará la memoria.

Por lo menos eso. Ojalá.

Imagen tomada de la web.