(Los códigos morales y penales del poder)
“El momento en que se percibe que era según la economía de poder, más eficaz y más rentable vigilar que castigar. Este momento corresponde a la formación, a la vez rápida y lenta, de un nuevo tipo de ejercicio del poder”
Michel Foucault
Los Códigos Penales asoman detestando a la libertad. Los hechos antisociales definidos por el estado tienen rostro de orden, y el encierro será medio de guarda y custodia para el silencio. En nuestra edad media ecuatoriana, el poder desde ya, garantiza la política carcelaria sin límites, y el recurso del terror tendrá también marca registrada. Un depurado método monopólico para que el microcosmos de la cárcel proyecte la sumisión disciplinaria como sueño dorado de la ley a toda la sociedad.
La cárcel se vende como necesidad, como oferta de seguridad para consumo del ciudadano que por temeroso renuncia a la vida libre. Pero los más elegibles para la mazmorra, son los revolucionarios de siempre, los terroristas que tiran piedras, porque revolucionan desde abajo, desde lo infantil que nunca más será consentido. La peor amenaza para el orden y la seguridad “revolucionaria” son los revolucionarios marxistas porque la revolución no es más un fenómeno social, sino una intención oficial que se nutre y se recrea en relaciones de dominación. Hasta la justicia social es una dominación enérgica del poder postmoderno.
Cercar, marcar, domar, someter a suplicio, u obligar a ceremonias cifradas en signos de victorias perpetuas, forman parte del nuevo constructo donde la relación Cuerpo-poder se ofrece a la sociedad con una abultada creación de leyes y establecimientos específicos de formas de propiedad, hasta del cuerpo biológico y no tan solo del cuerpo social. Por ello, es sintomático que mientras se impulsa el código penal y se generan sentencias carcelarias, se usa el cuerpo de la mujer en su forma literal o simbólica y se exponen los derechos de la piel y la identidad; el derecho al placer dejara de ser un disfrute real o deseado para ser un reconocimiento legal en tanto que la plataforma de liberación de la mujer ya no es lucha contra el poder, sino búsqueda de su ejercicio en la misma plantilla de relaciones oscuras de dominación.
Se insiste mucho en un rol sanador a la hora de la remedición histórica, la sociedad toda es un paciente y por lo mismo debe comportarse como tal: a expensas del acto dramático de la sanación quirúrgica o mágica. El cuerpo de paciente a ser sanado, martirizado o funcionalizado, es un objetivo especifico de la trasformación deseada, y este mismo discurso va desde lo general a lo particular. Se castiga por el bien ¡por tu propio bien¡ (como lo recuerda Foucault. a las víctimas de la tortura también se los llamaba pacientes y el acto de escarnio debería ser público y festejado). Las consecuencias de las relaciones de poder no se hacen esperar: movilizarse es un acto kinesico no volitivo y limitado, solo estimulado por las necesidades del ejercicio de subordinación, si alguien se moviliza en contra será reprendido a prontitud. El estado organiza el área, traza fronteras, marca territorios a fin de controlarlo todo en vigilancia eficaz. La hegemonía del proceso es urgentemente totalitaria y la primera sanción es la uniformidad, por ello no se admite otras izquierdas, otras formas de hacer revolución, otras feminidades. El bendito SUMAK KAWSAY es nuestra simbólica nomenclatura criolla
Como arquitectura de control, la sociedad panóptica hará del cuerpo y sus tiempos, ritmos incesantes de movilización inmovilizada.
Padecer o ejercer poder son disyuntivas aparentes. Hay quienes creen que su adherencia les garantiza salir sin aflicciones y se auto complacen ante la idea ficción de democracia participativa, creyendo que ejercen el poder. La minoría crítica que sabe acerca de padecimientos temporales, estará obligada a recuperar las consignas no hacia el poder sino contra su estructura y en esa recuperación volverá la revolución a tener su esencia.
“Cuatro puertas hay abiertas
al que no tiene dinero
el hospital y la cárcel
la iglesia y el cementerio”
Daniel Santos