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domingo, diciembre 22, 2024

LA DISIDENCIA IMPURA Y LAS MALDADES DEL PODER. por Tomas Rodríguez León

“No hay razón para buscar el sufrimiento, pero si éste llega y trata de meterse en tu vida, no temas; míralo a la cara  con la frente bien levantada”.

Friedrich Nietzsche

 

El poder es una relación y no una abstracción moral, porque  existe  como dominio y no como catequesis. Abordamos la reflexión  cuestionando  los vínculos políticos, ideológicos o culturales  de sometimiento, para repudiar la  subordinación. Así pretendemos una ruta hacia la libertad.

La maldad como crueldad  no como pecc?tum, es resultado de omisiones éticas (no necesariamente morales convencionales) o efecto  de apropiación de los sujetos como objetos  fácilmente ausentables. El poder es cruel porque necesita serlo y la ética del estado  requiere marcar territorio entre los que se incorporan, los que  deben estar fuera y los potencialmente aliados o enemigos. No escatimará esfuerzos a la hora de sacralizar el patíbulo aun contra sus hijos de sangre. Sorprende por ejemplo, hasta para nosotros que creíamos que el estado populista amaba a los pobres, aunque odiaba a la clase obrera, el  hecho acaecido y reciente: luego del consenso electoral, a los pobres más pobres se los descarta, expresando  su insignificancia social, ¡Se los desaloja!

Eva Duarte ya advertía los riegos  del populismo de caer en la entramada fascista de la época,  para  evitarlo promovió una base social desde la clase obrera y una ideología hacia la izquierda. Pero en su último mandato Perón y su mujer empoderada, Isabel, hacen de enlace entre el populismo decadente y la llegada del fascismo, porque cuando el  estado populista  asume el rol disciplinador contra su base social, que son los pobres,  se advierte una nueva transición. Los pobres  rebeldes pasaran al bando de los “otros” y deberán ser ausentados.

El  ausentamiento del “otro” se expande  y los otros  de turno, son ahora los excluidos,  quienes  tradicionalmente demostraron ser poco disciplinables y al momento de la cosmética social, por añadidura, afean la imagen de modernización.  Fueron funcionalmente útiles  pero son  al momento  estructuralmente peligrosos, y dados a la anarquía (también Hitler asesinó  en la noche de los cuchillos largos a las leales  tropas de asalto por su nivel de autonomía y por su dudosa disciplina).

Provocar  dolor  deliberado es una necesidad para tomar distancia  y anular el desorden, se agrega como valor  un componente estético: invisibilizar la miseria escandalosa con sus conductas inestables  y sus malos olores. Pero no es solo  maquillaje, la ruptura estructural debe descomponer las virtudes morales (liberales) construidas en siglos (justicia –  libertad) y proponer un concepto de justicia monopólica (estatal-monopólica –presidencial) que discrimine lo bueno lo malo y lo feo. Hasta el ejercicio de la violencia se monopoliza, si un estudiante tira piedras es terrorista, si se destruyen 400 casas humildes con tractores, es casi una ternura.

Debe  reinterpretarse  la política en  un  nuevo Estado de derecho  asestando duros golpes al pensamiento distinto y no solo diferente. El pensamiento  distinto puede ser el popular, casi un sentimiento, en tanto el pensamiento diferente es el esencial, el que se sitúa en el movimiento critico. No es de asombrarse entonces, la cruel sintonía entre los golpes dados  a los intelectuales y  el ruido  concomitante de la  destrucción de las  casas de los más humildes

El encarnizamiento terapéutico al disidente necesita coros de histeria y otros silencios  uniformes. Vemos a quienes  en defensa del poder  hacen vivas a la cárcel, hurras al martirio y se alegran del sufrimiento, en tanto callan frente al llanto de niños y mujeres sin techo. Eso es maldad perversa.

La racionalidad económica  capitalista impera, es la única racionalidad liberal que sobrevive. En justicia a esa racionalidad se comprende que quienes no deben sufrir  son los inversores y patrones, no importa si evaden impuestos, si saquearon al país, si son o fueron corruptos, ellos son en ultima instancias los aliados naturales frente a los verdaderos enemigos: la izquierda infantil, el indigenismo infantil, el ecologismo infantil. (Nótese el énfasis  despectivo contra lo infantil.) Un nuevo horizonte de  ideales morales  que desecha  las  utopías sociales anteriores, requiere golpear a la  disidencia minimizada  e infantil[1] porque nace como un constructo    metodológico, único y verdadero. En el fondo el verdadero enemigo es el marxismo (categoría científica y social) y los marxistas deben sufrir, deben ser desconsiderados, aminorados, insultados. La golpiza al académico marxista es un merecimiento, cumple el perfil.

La insuperable maldad  tragicómica del poder en su coctel de perplejidades:  un día santifica al hombre  que diplomáticamente patea   a dos mujeres, en otro amanecer consciente que  tres mujeres asuman el poder parlamentario (la libertad y el poder se excluyen y no existe peor atentado al pudor de la libertad que darle jerarquías de mando a una mujer, sobre todo a la mujer, porque es de asquear que sus reivindicaciones necesarias se aplaquen con cuotas de dominación) y asoma  un día atroz,  se  sentencia  a una luchadora y maestra por sabotaje y terrorismo. La maestra cumple todos los requisitos para que el poder se ensañe contra ella: Mujer, comunista, pobre y disidente. Cosa curiosa, en las redes sociales son más las mujeres adheridas al poder que los hombres  festejando  la sentencia. Las mismas mujeres silentes  frente a dos damas limeñas estropeadas.

La actitud del ser humano libre  es por ahora no callar pero sobrevivir es una urgencia. El paso de  la postura de indignación a la respuesta inteligente sigue siendo la mejor opción y claro, aunque no suene muy ortodoxo es necesario que la jerarquía del pensamiento se solidarice políticamente con los más humildes.

 

 

lalineadefuego
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PENSAMIENTO CRÍTICO
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1 COMENTARIO

  1. Sobrevivir es una urgencia, pero no se logrará con “respuestas inteligentes” que consoliden cada vez más la omnipotencia. El único límite para lo que haya que decir es la cortesía y eso, no por un derecho, sino por personalidad de quienes aunque sea a la larga, hemos comprendido que el improperio es una pobre manifestación del mismo mal que supuestamente se quiere combatir.
    Palabras claras, precisas, oportunas, gráficas y no exentas de humor, que nos permitan vislumbrar valientemente el futuro que nos espera si seguimos en las mismas, tal como el resto del artículo, eso es lo que necesitamos.
    Lo contrario haría parecer que estamos “con el rabo entre las piernas” y eso sí que no: ¡Preferible muerto que morido!

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