09 de mayo 2016
Cuando Milton Friedman era acreedor al premio Nobel de Economía, la doctrina del shock empezaba a ponerse en vigencia en distintas latitudes del planeta. La Doctrina del Shock era, ni más ni menos, que provocar conmociones a fin de “organizar adecuadamente la economía”. Lo que en buen romance significaba, tras la violencia provocada, otorgar manga ancha a los empresarios a fin de que pongan a funcionar las leyes del mercado, aquéllas que supuestamente de modo automático lo regulan.
Naomi Klein lo señala cuando afirma: “Friedman creía que cuando la economía estaba muy distorsionada, la única manera de alcanzar el estado previo era infligir deliberadamente dolorosos shocks. Sólo una ‘medicina amarga’ podía borrar esas distorsiones”[i]. La medicina incluía mancharse de sangre las manos. Así, cuando en Indonesia, hacia 1965, el general Suharto dio al traste con los proyectos reformistas de Sukarno y, auspiciado por la CIA, tomó el poder, Robert Martens, funcionario de la embajada de los EE.UU. en Yakarta y tras un proceso de erradicación paciente (léase asesinatos) de cuadros de la izquierda indonesia, declararía: “En realidad fue una enorme ayuda para el ejército. Probablemente mataron a mucha gente, y probablemente yo tenga sangre en las manos, pero no fue del todo malo. Llega un momento en el que tienes que golpear con fuerza en el momento decisivo”. (Ob. Cit.).
Pero la doctrina del Shock no sólo es aplicable para el fundamentalismo neoliberal, provocando intencionalmente el shock. Es factible ponerla en práctica cuando se producen catástrofes naturales. En EE. UU. George W. Bush la aplicó cuando New Orleans fue asolada por un huracán, el Katrina, en 2005. Ciudad bajo el nivel del mar, New Orleans sufrió terrible inundación con pérdida de vidas y bienes. El Presidente norteamericano aprovechó la ocasión para privatizar escuelas del Estado o no reabrirlas. Población mayoritariamente negra, no merecía clemencia.
Ahora, en Ecuador, el shock vino de la Naturaleza. El terremoto del 16 de abril resulta la oportunidad propicia para el asalto de la empresa privada a los bienes del Estado. Es cuando los empresarios de la oposición claman por la privatización de las empresas estatales, dizque para destinar los fondos recaudados, a la reconstrucción de las provincias devastadas por el sismo. El señor economista Rafael Correa Delgado, Presidente de la República y líder del “socialismo del siglo XXI”, acoge el pedido del neoliberalismo de viejo cuño: venderá Sopladora, la tercera hidroeléctrica del país, el banco del Pacífico y, probablemente, la compañía de aviación TAME. Ya se subastó el Hotel Quito, propiedad del IESS y de los trabajadores y empleados afiliados a esa institución de seguridad social. ¿Qué ocurrirá cuando Sopladora pase a manos privadas? Que los nuevos dueños impondrán las tarifas que a bien tengan a los usuarios. (Aun sin necesidad de privatizar las eléctricas, el señor Macri, flamante mandatario argentino y fiel discípulo de los Chicago Boys, los discípulos de Friedman, ha elevado las tarifas de la electricidad en el 300%).
Claro que estas medidas, abiertamente privatizadoras, tienen antecedentes en Ecuador. En los 5 últimos años el gobierno vendió el ingenio azucarero, La Troncal, al grupo peruano Gloria hoy llamado EQ2, y, vía tercerización, privatizó la limpieza, la seguridad y la alimentación de los hospitales de la seguridad social, por citar sólo algunos ejemplos. Es el abreboca de lo que vendrá luego, cuando en las elecciones de 2017 advenga ese viejo neoliberalismo o continúe el de nuevo cuño. Las señales están dadas. Y es el triunfo de la embestida del capitalismo globalizado que vuelve, tras sus fracasos y una resistencia, aún dispersa, de los pueblos, al ataque empresarial corporativo.
Algún teórico y capo del neoliberalismo declaró, hace poco, que ante el fracaso de la estrategia de acabar con el control estatal y la regulación del mercado, se debía poner al Estado al servicio del proyecto neoliberal. ¿Lo empieza a implementar el economista Correa con las privatizaciones ad portas?
Ya clamarán los corifeos gubernamentales afirmando que la catástrofe natural lo demanda. Lo vienen haciendo cuando justifican la elevación del IVA, proyecto de ley que está por aprobarse en la Asamblea. Callan u otorgan respuestas evasivas cuando la ciudadanía exige reducir el tamaño del Estado y su burocracia inflada. El “socialismo del siglo XXI” es incapaz de gravar con impuestos a los que más tienen, a los acaparadores, a los monopolios, a los banqueros y empresarios prósperos que, a decir del propio presidente, nunca, antes de su gobierno, obtuvieron tantas ganancias como ahora.
La solidaridad demandada al pueblo –el que paga el IVA- no es demandada a los poderosos. Ellos merecen estímulos para “generar empleo”. Los columnistas de la prensa “independiente” aplauden las medidas del gobierno, abierto a la empresa privada. Y claman por la ratificación del Tratado de Libre Comercio con la UE, tratado firmado ya por el gobierno nacional y que espera la ratificación del parlamento europeo. El Tratado viola la Constitución del Estado ecuatoriano y conducirá a la muerte de la soberanía alimentaria y la soberanía nacional. De otro lado, desde dentro y fuera del país se llama a la inversión privada para “reactivar” la economía de Manabí y más provincias afectadas por el sismo. Inversión que, sobre todo venida de fuera, comporta el desplazamiento de la pequeña empresa turística nacional, vía montaje de grandes hoteles a la medida de Acapulco o Cancún.
Cuadro que configura una realidad dolorosa cuya única respuesta debe ser la organización popular, la resistencia a la agresión a los derechos laborales y a la economía popular; y la iniciativa para implementar, desde la base social, una economía colectiva, solidaria. Como solidaria ha sido la inmediata respuesta de todo un pueblo para con sus hermanos y hermanas agobiados por la catástrofe.
i] Naomi Klein. La doctrina del Shock. Pág. 80. Edit. Paidós. 2007.
La actual ola privatizadora de Correa es una consecuencia del excesivo dispendio y endeudamiento externo e interno (que fácil sobrepasa los 50000 millones de dólares). Entonces como no tiene liquidez, subastará las hidroeléctricas y probablemente los venderá a los que las financiaron, es decir a los chinos. Es decir, es una consecuencia de la imprudencia en las políticas económicas de Correa, para nada de izquierda, desde el principio.
Aún antes del terremoto, en la carta de Lenin Moreno del 30 de marzo 2016 (hoy aparentemente pre-candidato sepultado de AP) a la secretaria ejecutiva de su movimiento, Doris Soliz, señala claramente el proyecto del correismo: “El Estado ha instalado una infraestructura sobre la cual le corresponde ahora operar al sector privado”. Ver punto 11, página 3 de esta carta http://www.elcomercio.com/uploads/files/2016/04/01/CARTA_LENIN_MORENO_A_DIRECTIVA_AP_MARZO_2016.pdf
Este artículo es muy parecido al que publique en blog con muchos días de anticipación
http://jaimechuchuca.blogspot.com/2016/04/el-terremoto-y-la-doctrina-del-shock.html
Vista la normativa que se ha creado hay que notar los siguientes efectos que se pueden notar a simple vista:
1.- Que el supuesto destino del aumento del IVA se convierte en estímulo para el dinero electrónico, que al permitir reclamar el 4% del impuesto pagado con ese instrumento, puede convertir todo lo que se recaude por ese concepto, en un subsidio a la electronización de los pagos, lo que induce a la pregunta: ¿Por qué tanta desesperación para llegar al dinero electrónico? Las explicaciones gubernamentales no son suficientes y no pueden ocultar la desviación desde la solidaridad hacia esos objetivos no explicados.
2.- La venta de los activos debe incluir el precedente de que su valor patrimonial no es el precio de venta, sino lo que quede después del pago de los pasivos generados en su formación o construcción, por lo que el ingreso previsible, desde luego, inferior al que se propone por el legítimo derecho al regateo, aportaría poco o nada al erario nacional. Peor aún, con la capacidad de negociar de que se ha hecho gala en los últimos casi 10 años, no extrañaría demasiado un precio inferior al valor de los pasivos (aunque si indignaría mucho, pero eso no es muy importante que digamos).
3.- Es interesante que se busquen los responsables de las construcciones colapsadas por no haber acatado las Normas Ecuatorianas de Construcción, pero esa referencia es válida solo para las construcciones realizadas después de la expedición de esas Normas, que si no estoy muy equivocado, no pasan de tres años, pues las leyes no son retroactivas. Parece, pues, más prudente emprender el proceso de reconstrucción YA,
En ese contexto y escuchando los llamados a la inversión (extranjera, no faltaba más) tampoco sorprendería mucho que se produjeran expropiaciones para ofertar espacios a esas inversiones, pero eso sería una ofensa mayor al afectado pueblo costanero; Es de esperar que ello no suceda, sino que por el contrario, se organice a la población para que se elaboren proyectos sustentables, que no ofrezcan empleo, sino trabajo de y para beneficio de esos ecuatoriano.
¿Más sinceridad? Sí, hace falta.