02 Mayo 2012
Si la ética comúnmente es definida como un conjunto de normas que tienen por objeto el regulamiento libre y racional del comportamiento humano dirigido hacia el fin superior de la felicidad; la ética del capital implicaría un conjunto de normas dispuestas para regular el comportamiento humano en pos de alcanzar la felicidad en el marco del sistema capitalista. Naturalmente habría que preguntarnos si esto es posible.
El capitalismo básicamente es un ordenamiento social y político con expresiones económicas y culturales precisas. Conceptos de diversa índole (propiedad privada, trabajo asalariado, industria, mercancía, mercado, precio, ganancia, libertad jurídica, industria, tecnología, crecimiento, desarrollo, progreso, etc.); acuñan este sistema que se asienta en la explotación del trabajo humano y de la Naturaleza. Ni el salario cubre en todos los casos, todos los costos de la reproducción de una vida digna, ni todos los costos de los “recursos naturales” cubren efectivamente la reproducción de los mismos (por lo menos de aquellos que se pueden reproducir).
Al parecer comienza a calar –aunque tenuemente- el concepto de que no se puede explotar indefinidamente a la Naturaleza, pues ello es insostenible. Pero ¿será posible explotar indefinidamente al ser humano? Quizá la lógica de dominación y la explotación ha variado en algo en el capitalismo del siglo XXI, tornándose más confortable y aceptable, pero aunque ya no haya lucha explícita, ¿quién puede dudar que la diferencia de clases sociales sigue presente?
Esa diferencia, es la que en unos casos produce abundancia extrema, y en otros casos escases, o para ponerlo en otros términos, pobreza y riqueza. Por lo que en caso de que exista una “ética del capital”, esta debería enseñar 3 cosas básicas: 1) A los pobres, a ser felices siendo pobres o tratando de ser ricos, 2) A los ricos, a ser felices siendo ricos o siendo aún más ricos, 3) A todos, a que, -diga lo que se diga (incluidos los ecologistas)-, el sistema capitalista es el único sistema donde todos podemos ser felices
En los países en donde el capitalismo es la viva expresión: Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Italia, España, Grecia y Alemania, las protestas ciudadanas son cada vez más frecuentes y consistentes ante la pérdida de sus derechos y logros sociales alcanzados, mientras los índicadores económicos ubican al 1% más rico de esos países, banqueros y demás, aún más rico, en miles de millones de dólares y euros respectivamente.
Es lamentable que por montones de dinero concentrado en el 1%, el escenario tenga que ser de malestar social, una constante de crisis económica y social en casi todo país cuyo régimen es el regido por la democracia representativa como también el monárquico, a diferencia de los dos únicos representantes cuyo régimen es el de la democracia directa o participativa: Islandia y Suiza.
Esto lleva a concluir que la mala o buena situación social en un país se reduce a la mala o buena administración de los recursos públicos, en donde resulta positivo a la organización el ejercicio de la voluntad y capacidad social, que incluye la administración de sus recursos y del fruto de sus esfuerzos, después de todo, son los que financian todo: burocracia, educación, salud, obras públicas, seguridad, armas, robos y despilfarros públicos, todo. Una actividad social que acredita derechos, deberes, responsabilidades, despierta, que expande el estado de consciencia.