LA MORDAZA VIENE POR LA OTRA ESQUINA
Carol Murillo Ruiz
Las razones fundamentales para que la Ley de Comunicación no se haya votado en más de tres años, no solo se deben a que el oficialismo –en ese tiempo- erró en las líneas básicas que debían sustentar dicha ley, sobre todo en el escenario de un país dominado por la teología de los medios privados, sino a que esos mismos medios, acostumbrados a satanizar cualquier idea que ponga en duda su influencia y sus dogmas comunicacionales, han copado el imaginario de cierta clase media que opina, participa y delibera en los foros abiertos –y restringidos- que el poder mediático, en sus distintas versiones, impulsa y publicita.
Todos sabemos que quienes más se resisten a la Ley de Comunicación no son los políticos opositores que rechazan el proceso político que dirige Rafael Correa, sino precisamente los periodistas y los medios que defienden los negocios de la comunicación. Aunque no sean todos los periodistas ni todos los medios. Pero sí una gran mayoría empotrada en la vieja matriz filosófica de la libertad de expresión.
La noche el miércoles 18 de julio, los noticieros privados empezaron otra vez su diatriba contra la Ley y contra los asambleístas, esta vez del PRIAN, que supuestamente votarían a favor de la “mordaza”. Y, como el tiempo les quedaba corto, también se tomaron el amanecer del jueves 19 de julio en pantallas, redes sociales, radios y diarios con la intención de tutelar y torcer los votos de los opositores. Con un lenguaje apocalíptico y figuras retóricas dignas de mejor causa, los presentadores de noticieros y los radiodifusores del terror, elevaron un paredón para quienes osaran frenar al poder mediático.
El guión es fácil y amarillista: repiten y subrayan nombres y apellidos, sacan páginas enteras de la vida política y personal de varios asambleístas; reportan, amenazan, ironizan, advierten, señalan. No dudan en juzgar el recorrido político de aquellos que pudieran votar a favor de la regulación de los medios…
Y, simultáneamente, si algún otro asambleísta se pronuncia en contra de la Ley de Comunicación, enseguida olvidan su pasado, su historial de traiciones políticas, sus desgracias e infracciones sentimentales, sus cuentas pendientes con la justicia, su pobreza intelectual… ¡y lo entronizan como un adalid de la libertad de expresión!
Y, como si esto fuera poco, cuando no ven un “compromiso” fehaciente de los asambleístas que callan, de los que se hacen los despistados y que poco les importa la comunicación porque sobreviven del atajo, de la carambola, del oportunismo electoral de partidos y organizaciones fugaces, o porque simplemente están ocupados en las corruptelas menores de sus provincias, los medios privados, de golpe, les recuerdan que ellos existen y tienen un lugar en el submundo de la política porque primero pasaron por las cámaras, por las redacciones, por los reportajes, por las entrevistas, por las radios, por las páginas, por los set de televisión… Y ellos, tan cándidos y pragmáticos, tan políticos a fin de cuentas, se asustan, reflexionan, reculan…
No en vano, por ejemplo, le han reclamado a Rafael Correa en innúmeras veces que él existe gracias a los medios privados que un día le dieron chance en su vasto territorio comunicacional… y, por tanto, acaso, les debe todo, y, en vez de andar reprendiéndolos tanto debería pagarles con un poco de amor el mucho amor que le dieron un día…
Por supuesto, Correa no se asusta ni se eriza ni recula. En cambio, los pequeños políticos pequeños, agobiados por la conducta de los medios de echar en cara los favores recibidos, no dudan en revisar sus propias conductas malagradecidas y distraídas… y más en un año electoral en el que todavía nadie ha decidido a quiénes va a candidatizar para los tantos cargos de elección que hay en el país…
Por eso no me extraña que la campaña fugaz y exitosa del 18 y el 19 de julio del poder mediático haya interrumpido -y asesorado- una vez más los cálculos de los asambleístas que no saben ni quieren saber de la libertad de expresión; pero sí quieren verse retratados y halagados en las publicaciones y emisiones de unos medios tan generosos y pluralistas…
Por enésima vez el poder mediático hizo honor a su tradición: utilizar los valores liberales de la comunicación para maquillar sus intereses económicos y sus prácticas políticas.
Por enésima vez cierta clase media, aupada en los radicalismos decimonónicos del liberalismo mediático, sale a gritar que estamos perdiendo libertades y derechos democráticos, y, cuando se les acaba el discurso, no dudan en robarse el refrito de las consignas de los enemigos (socialistas) para decir que todos pensamos con y como ellos, y que todos defendemos la libertad de expresión al “margen de las ideologías”…
Pues no, señores y señoras, no todos pensamos que la libertad de expresión, ese abstracto que oculta los crímenes más tenebrosos que haya conocido la historia social del mundo, es un valor que se encarna en las tribunas del poder mediático y su industria cultural de quinta. No.
En la Ley de Comunicación no está en juego la libertad de expresión. Se deciden, en realidad, algunas reglas y regulaciones para que los medios se inhiban de manipular a las audiencias y, además, dejen de ocultar el ejercicio y el despliegue de su poder político en formatos noticiosos o enlatados de crónica roja que solo conducen y dispersan el miedo colectivo.
Atenti Ecuador: ¡la Ley de Comunicación debe ser votada ya! No a la mordaza que el poder mediático ha puesto a los asambleístas, de cualquier color, que pudieran votar por la vigencia de esa Ley. Atenti Ecuador, la mordaza viene por la otra esquina.
Quito, 19 de julio de 2012.