La proposición, con valor de verdad y considerada evidente, que sostiene, reproduce y eterniza el capitalismo es aquella que establece como puramente técnica la relación de la existencia humana con la naturaleza. La técnica en su significado más amplio dice de la capacidad humana de intervenir en la naturaleza y manipularla en atención a las necesidades de su reproducción. Esta capacidad humana supone, desde la raíz griega téchne, un conjunto de procedimientos sistemáticos que se utilizan para el fin de transformar la naturaleza en función de los requerimientos de sobrevivencia humana. Hasta aquí debe quedar claro dos cosas: 1. la relación técnica define al humano como sujeto y a la naturaleza como objeto de su acción transformadora o interventora. 2. Esta relación establece o condiciona un jerarquía que ubica lo humano por sobre lo natural, en la medida en que lo natural aparece como medio e instrumento de la necesidad humana.Con esta explicación se entiende que si se absolutiza la cualidad técnica de la relación humano-naturaleza, en la medida en que se la propone como axioma, necesariamente se desemboca en un ejercicio de dominación instrumental sobre el medio natural que acoge lo humano, y sobre la dimensión natural de lo humano.
Es sin duda este poder de dominación el que ha conducido a la humanidad a la actual crisis ambiental, tanto a nivel social como ecológico, en razón de que las fuerzas productivas se han convertido, por efecto de esta lógica, en fuerzas destructivas. En atención a esta amenazante realidad provocada por el desarrollo industrial, es una urgencia humana repensar la relación con su naturaleza interna y externa. La estrecha y precaria mirada de la economía capitalista, tanto en su momento de producción cuanto en su momento de consumo mercantil, no admite que se cuestione el dominio técnico de la naturaleza, por lo que esta urgencia es tarea de los seres humanos. Para este propósito, es necesario que recuperemos la política como ese espacio que se abre entre nosotros y nosotras para decidir nuestro destino común.
Intentando provocar la apertura de este espacio entre los comunes, me atrevo a decir, como muchos otros y otras ya lo han dicho, que es posible pensar que la relación con la naturaleza es cualitativamente múltiple, lo que no quiere decir que hay varios tipos de relaciones entre la vida humana y la naturaleza. Si se sostiene lo último, esto es, varios tipos de relación humano-naturaleza, se diría que junto a la relación técnica se encuentran otras relaciones, lo cual nos conduce nuevamente a un ejercicio de fraccionamiento que fácilmente podría volver a establecer una jerarquía en los tipos de relación, donde la técnica pronto estaría nuevamente en el centro dominante. La idea que propongo para debatir es que la relación con la naturaleza tiene múltiple posibilidades, en la medida en que es cualitativamente plural.
La idea de que la relación con la naturaleza es cualitativamente diversa intenta proponer que no es posible fragmentar dicha relación, en atención a sus múltiples posibilidades, cualidades o dimensiones, sino que hay que vivirla en esa multiplicidad. Esto supone que la dimensión técnica de la relación necesariamente estará alterada por las otras dimensiones de la relación, lo que dice de su imposibilidad de constituirse como central y menos como absoluta. Lo que quiero decir es que, vivir la multiplicidad de las dimensiones de la relación con la naturaleza implica la imposibilidad de una estructura jerárquica entre ellas, pues se implican y se alteran haciendo de la relación una experiencia amplia y compleja. Esta expansión de la relación humano-naturaleza es sin duda la expansión del ser humano, la posibilidad de su propia pluralidad como existencia.
Avanzando en este diálogo, me permito señalar otras posibles dimensiones de esta relación. Es un hecho de nuestra experiencia sensible que existe una dimensión sagrada, lúdica, estética y erótica con la naturaleza, que han sido oprimidas por el imperio de la técnica. Hay sin duda horizontes culturales y civilizatorios que han experimentado estas otras dimensiones, sin que esto quiera decir que no hayan vivido la dimensión técnica. Se entiende que al igual que las otras dimensiones la técnica es parte de la relación humano-naturaleza, al contrario de lo que la visión de la ciencia instrumental plantea. Desde la mirada de la dominación técnica parece que las otras dimensiones no existen o, al menos, se las considera secundarias, apreciación que desde la mirada de la diversidad dimensional no es posible.
Para esta primera reflexión voy a tratar de describir lo que podría ser la dimensión erótica con la naturaleza, entendiendo claro está, que no se encuentra separada de las otras dimensiones.Diré que esta dimensión “exige” poner el cuerpo en la relación, pues ésta no es posible sin que nuestra propia dimensión corporal, cargada de sensaciones, se ponga, se sitúe, se disponga, se entregue al otro-otra naturaleza. Este entregarse supone entrar en comunión-placer-satisfacción corporal-sensible con la naturaleza; lo que dice de otra experiencia distinta a la experiencia de la manipulación técnica, donde nuestra dimensión corporal en su relación con la naturaleza no está dispuesta al placer sino al displacer de la fragmentación distante del ejercicio instrumental. El encuentro corporal erótico del ser humano con la naturaleza permite ponernos en común, no solo con la naturaleza exterior, sino con ella en nosotros. La dimensión erótica de la relación hace posible que nos recuperemos como corporeidad deseante, y, en esa medida, no separada de una psique, un espíritu, un alma condenadas a vagar como ideas desquiciadas buscando un cuerpo inerte donde guarecerse.
Como dije anteriormente las dimensiones de la relación se cruzan y se alteran, en razón de esto ladimensión erótica necesariamente alterar la dimensión técnica de la relación y por lo tanto modela la situación económica.En este sentido,las sensaciones libidinales no suceden a una estructura técnica-económica, sino que la atraviesan. Así, el entrecruzamiento de las múltiples dimensiones de la relación humano-naturaleza hace por ejemplo que “el acto de sembrar constituya la consumación del incesto con la ´madre tierra´” (Subirats; 1975: 138). Yo diría que el entrecruzamiento de las dimensiones de la relación humano-naturaleza, específicamente de la técnica y la erótica, hacen que el acto de transformar la naturaleza constituya la culminación de un encuentro amatorio entre seres,el mismo que liquida la relación sujeto-objeto. Si esto acontece por el cruzamiento de la dimensión erótica con la técnica, imaginémonos lo que puede acontecer en el entrecruzamiento de todas las dimensiones de la relación.Puedo, al menos, suponer que el carácter represivo del trabajo, provocado por el dominio técnico sobre la naturaleza, terminará, en la medida en que el cuerpo quedará liberado para encontrarse consigo mismo en que tanto espíritu, por medio de su encuentro y puesta en común con la naturaleza. Así también debo suponer que la explotación y agresión contra la naturaleza ya no será posible, lo que no quiere decir que no la transformemos, sino que esa transformación nos transformará en seres más respetuosos, más dignos, más naturalmente culturales.
Notas
Subirats, Eduardo. 1975. Utopía y Subversión, Ed. Anagrama, Barcelona.