En los últimos días, el gobierno de EE.UU. canta victoria en su objetivo de aislar a Snowden. La cacería se inició oficialmente el viernes 21 de junio, cuando se abrió un juicio en su contra y se le revocó su pasaporte. Snowden logró salir ese mismo día de Hong Kong a Moscú, en cuyo aeropuerto quedó en un limbo, por carecer de documento de viaje. Snowden aparentemente confiaba en el documento expedido por el cónsul de Ecuador en Londres, pero el presidente Correa decidió desautorizar el documento, atribuyéndolo a un error cometido por el funcionario. Rusia dijo que ayudaría a Snowden siempre y cuando deje de “perjudicar a Estados Unidos”. En respuesta, Snowden retiró su pedido de asilo a Rusia. La mayoría de los demás países a los que Snowden solicitó asilo aludieron el mismo argumento legal que Ecuador: “no podemos considerar la solicitud de asilo si no se halla en nuestro territorio”. Y por otra parte, nadie le ofrece el salvoconducto de viaje necesario para que llegue a “nuestro territorio”.
¿Qué es primero: el huevo o la gallina?
El salvoconducto de viaje podría ser expedido por el consulado de cualquiera de esos países en Rusia. No se trata de un asunto legal sin solución. Se trata de un asunto político. Estados Unidos ha lanzado sus pesos pesados tras Snowden. Desde el presidente Obama, el vicepresidente Biden, el canciller Kerry hasta los líderes del Senado y del Congreso, de Nancy Pelosi a Diane Feinstein, al igual que voceros del poder judicial. El brazo del imperio es largo y no se toleran las filtraciones, es el mensaje de Washington a Snowden. Pero el mensaje tiene otros destinatarios: cualquier estadounidense que por razones de conciencia decida revelar políticas secretas de su gobierno que vayan en perjuicio de la sociedad. Para reforzar el mensaje, está el caso ejemplificador que se hizo con el soldado Bradley Manning, torturado, encarcelado y enfrentando un juicio cuyo desenlace podría ser la pena de muerte.
Sin patria e indocumentado
El nazismo para exterminar a los alemanes de origen judío, primero los despojó de su derecho a la ciudadanía alemana, los convirtió en “apátridas”, luego los encerró en guetos y de ahí los pasó a campos de concentración y exterminio. Despojar a una persona del derecho a su nacionalidad, es una vieja táctica fascista revitalizada por las dictaduras militares de décadas pasadas en América Latina. Por su parte, Israel la usó contra el pueblo palestino para despojarlo de su territorio. EE.UU. hizo y hace lo mismo con los denunciantes de conciencia, y existe un ensañamiento particularmente cruel con aquellos que pertenecieron al aparato de inteligencia.
En 1969 Philip Agee desertó de la CIA publicando vastas cantidades de documentos probatorios de la injerencia de la Agencia de Inteligencia de EE.UU. en América Latina y de la complicidad traidora de presidentes, vicepresidentes, jefes de la policía y de las fuerzas armadas de Uruguay, Ecuador, México y otros países latinoamericanos. La respuesta de EE.UU. fue revocar el pasaporte de Agee y hacer que fuera expulsado de un larga lista de países. Agee terminó sus días en Cuba. Su libro Dentro de la Compañía: Diario de la CIA publicado en 1975 expuso a más de 250 funcionarios, compañías de “fachada” de la CIA y agentes en el extranjero. Expuso cientos de operaciones clandestinas de la CIA en lo que representó la mayor filtración en la historia de la agencia. ¿Por qué arriesgó todo para hacerlo? La respuesta quizás resida en una de las entradas del Diario: estando en oficinas de la policía de Montevideo, escuchó quejidos provenientes de la sala contigua. Los quejidos se convirtieron en gritos; alguien estaba siendo torturado. Agee escuchó esa voz durante mucho tiempo… Dijo sentirse “destruido por la culpa”.
Ayer Agee, hoy Snowden
Las revelaciones de Snowden por su parte, expusieron la red de espionaje masivo operada por la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU. (NSA, según sus siglas en inglés) que tiene acceso directo a las redes Facebook, Skype, Apple, Microsoft, Yahoo. Snowden continúa filtrando información relevante sobre el espionaje realizado por el gobierno de EE.UU. Las últimas revelaciones, fueron aún más allá; no se limitó a exponer el espionaje de comunicaciones en Alemania y Francia y el resto de Europa o de las intervenciones de las comunicaciones de la ONU en Nueva York, sino que denunció ataques cibernéticos de la NSA contra sistemas de computación en China.
¿Quién ayudará a Snowden?
Aparte de su aliado natural, WikiLeaks -la organización por la transparencia en la información, que le proporciona asesoramiento legal- no queda en claro si algún estado u organización lo ayudará. Gobiernos, medios e instituciones recibieron la información proporcionada por Snowden, hicieron y hacen declaraciones en contra del espionaje masivo pero… nada concreto en cuanto a otorgarle un salvoconducto de viaje y posterior asilo. Se hizo un silencio atronador, en el mejor de los casos. Puesto que Putin, por ejemplo, no perdió un minuto en poner condiciones para ayudar a Snowden: “Que no continúe perjudicando a Estados Unidos”. (Podríamos parafrasear a Romario diciendo: “Putin cuando calla, es un poeta”.)
La inmensa mayoría de las autoridades de los 21 países que recibieron la solicitud de asilo de inmediato respondieron con negativas, ya sea categóricas (como India, que expresó además su apoyo al programa de espionaje) o aludieron errores o problemas legales. Brasil, por su parte dio la desconcertante respuesta de que “no responderán”. Hasta el momento, entre las escasas reacciones que podrían darle esperanzas a Snowden figuran la del Presidente Maduro, de Venezuela, la del Presidente Evo Morales, de Bolivia, y muy pocas más.
El gobierno de Obama y sus partidarios, al igual que la oposición republicana, no cejarán en el propósito de acallar o destruir al denunciante de conciencia. Si no se produce una fuerte movilización social a favor de Snowden, la cacería continuará. A juzgar por la apatía del pueblo de EE.UU., parece altamente improbable que los estadounidenses se movilicen de manera contundente por la defensa de su conciudadano.
Dadas estas circunstancias, como lo sugirió el presidente venezolano, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) debería hacerse cargo de la protección de Snowden. Al esfuerzo deberían sumarse Amnistía Internacional y otras organizaciones por los derechos humanos.
Si Snowden continuara en el limbo legal de un aeropuerto moscovita, ¡qué falsas sonarían todas esas declaraciones de repudio al espionaje masivo de EE.UU.!