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martes, noviembre 5, 2024

¿Las izquierdas andan perdidas en un laberinto ajeno?

Por Carlos Villacís 

Es oficial. Ha terminado el plazo determinado por el Consejo Nacional Electoral (CNE) para la inscripción de las candidaturas presidenciales y de asambleístas que participarán en los comicios anticipados del 20 de agosto de 2023, pero parece que las izquierdas ecuatorianas se han quedado sin un candidato que las exprese y les provea de una identidad ética y política, pues, una vez más, se han camuflado entre presidenciables y vicepresidenciables a los que se podría denominar “prestados”.

Vamos por partes.

Ante la imposibilidad de concretar alianzas, las agrupaciones históricas de izquierda (Partido Socialista, Unidad Popular –ex Movimiento Popular Democrático- y facciones de Pachakutik) se han replegado alrededor de la candidatura de Yaku Pérez, que se ha definido alejado de esta tendencia[1]. Yaku forjó su propio movimiento –Somos Agua- resultado de su ruptura con Pachakutik, organización que lo auspició en la carrera presidencial de 2021, cuando quedó en tercer lugar, detrás del actual presidente de la República, Guillermo Lasso, y del candidato de la Revolución Ciudadana –entonces Unión por la Esperanza, UNES-, Andrés Arauz. Este hecho es significativo, dado que los partidos históricos de la izquierda nunca fueron los primeros convidados a ser parte del frente que impulsa Yaku, sino que se juntó de inicio con una organización ideológicamente indefinida, apadrinada por Gustavo Larrea, colaborador cercano del ex Presidente Lenín Moreno. Además, el Partido Socialista, embarcado casi a última hora, ha marcado una errática línea política con sorpresivas alianzas con neoliberales y extremistas de derechas, como fue el caso de César Montúfar en las elecciones presidenciales de 2021 y Pedro Freile en las elecciones seccionales de 2023. ¿Cómo entender estos movimientos de fichas?

Por el otro lado, está el autodenominado progresismo de la Revolución Ciudadana (RC), cuya línea de trabajo en los diez años de gobierno de Rafael Correa (2007-2017) se divide en tres fases o momentos: el primero, más radical y coherente con las acciones de su origen plural de izquierdas, que incluyó la redacción y aprobación de la Constitución de Montecristi; el segundo que empezó tras la revuelta policial del 30 de septiembre de 2010 y marcó un inicial distanciamiento con el proyecto original como estrategia para recomponerse orgánicamente y superar el intento de desestabilización; y, el tercero, derivado de la decisión en 2013 de permitir el inicio de la explotación petrolera en la reserva del Yasuní, lo que definitivamente lo distanció de un amplio abanico de organizaciones sociales, populares y ecologistas, lo que más adelante se afianzó con los conflictos surgidos con organizaciones feministas, por temas como el aborto. Luego vino la degeneración de la estructura política reflejada en la traición ejecutada por Lenín Moreno y el Trujillato[2].

La pérdida de la conducción de la propia organización por parte de los principales cuadros de la RC (fin de Alianza PAIS) y el paso a la resistencia experimentado entre 2017 y 2023, ha llevado a esta agrupación a coexistir y tranzar a conveniencia con los poderes neoliberales, como el gobierno de Lasso (ejemplo: la aprobación de las reformas tributarias de diciembre de 2021) o con los socialcristianos (ejemplo: acuerdo para impulsar el juicio político en contra del Primer Mandatario, mismo que abrió las puertas a la “muerte cruzada”). Su objetivo es la acumulación de fuerza con miras a las verdaderas elecciones, las de 2025. Con toda esta trayectoria, no está demás preguntarse si RC es una organización de izquierda, si el progresismo es una variante difícil de definir desde la izquierda o si es una socialdemocracia radicalizada, pero no radical. Esta discusión rebasa el presente artículo.

En este contexto, es justo cuestionarse si la categoría histórica de izquierda (en singular o en plural) está vigente o si es el momento de empezar a dotarle de nuevos contenidos, porque los actuales parecen ya no ser suficientes para entender las dinámicas de quienes reclaman ser parte de este punto cardinal político. Esto porque, desde el punto de vista electoral de la democracia liberal vigente, parecería que las izquierdas orgánicas ya no producen personajes o líderes candidatizables, sino que estos vienen “prestados” desde otras corrientes afines o cercanas, pero cuyo origen no está en este sector.

Revisando la historia de las candidaturas presidenciales de los últimos 44 años (1979-2023) este fenómeno no es nuevo, pero parece definir los procesos de esta tendencia, lo cual explicaría parcialmente las dificultades para mantener un proyecto nacional-popular que sea creíble y trascendente. Al mirar con detenimiento este historial es posible visibilizar cómo progresivamente las izquierdas han ido renunciando a la posibilidad de construir líderes presidenciables propios, tal vez inspirados, en parte, por la necesidad de ampliar sus expectativas políticas y sus posibilidades electorales.

Año Candidatos Presidente y Vicepresidente Partido o movimiento % votación
1979 René Maugé / Aníbal Muñoz Unión Democrática Popular (UDP) –Frente Amplio de Izquierda (FADI) 4,73%
1984 René Maugé / Humberto Vinueza FADI 4,26%
Manuel Salgado / Elías Sánchez PSE 0,84%
Jaime Hurtado / Alfonso Yáñez MPD 7,33%
1988 Jaime Hurtado / Efraín Álvarez Frente de Izquierda Unida: MPD yFADI 5,03%
Frank Vargas Pazzos / Enrique Ayala Mora UPP agrupando a APRE, PSE y LN 12,63%
1992 Gustavo Iturralde / Edison Fonseca FADI 0,46%
Fausto Moreno / Carlos Carrillo MPD 1,95%
León Roldós / Alejandro Carrión PSE 2,58%
Frank Vargas / Alfredo Larrea Acción Popular Revolucionaria Ecuatoriana (APRE) 3,15%
1996 Juan José Castelló / Lenín Rosero MPD 2,35%
Freddy Elhers / Rosana Vinueza Pachakutik-Nuevo País 20,61%
Frank Vargas / Leonardo Vicuña APRE 4,93%
1998 María Eugenia Lima / Ricardo Ramírez MPD 2,53%
Freddy Elhers / Jorge Gallardo Movimiento Ciudadano Nuevo País 14,75%
2002 Lucio Gutiérrez / Alfredo Palacio PSP – Pachakutik 20,64% (primera vuelta)

54,79% (segunda vuelta)

2006 Luis Villacís / César Buelva MPD 1,33%
Luis Macas / César Sacoto Pachakutik 2,19%
Marcelo Larrea / Miguel Morán Alianza Tercera República 0,43%
Rafael Correa / Lenín Moreno Alianza País, PSE-Frente Amplio 22,84% (primera vuelta)

56,67% (segunda vuelta)

2009 Rafael Correa / Lenín Moreno Alianza PAIS (apoyo de PS-FADI, MPD y Pachakutik) 51,99%
Diego Delgado / Ménthor Sánchez Movimiento Integración y Transformación Social 0,63%
2013 Alberto Acosta Espinosa / Marcia Caicedo Unidad Plurinacional de las Izquierdas (MPD y Pchakutik) 3,26%
Rafael Correa / Jorge Glas Alianza PAIS 57,17%
2017 Paco Moncayo / Monserratt Bustamante Acuerdo Nacional por el Cambio: ID, Pachakutik, Unidad Popular 6,71%
Lenín Moreno / Jorge Glas Alianza PAIS 39,36% (primera vuelta)

51,16% (segunda vuelta)

2021 Andrés Arauz / Carlos Rabascall Unión por la Esperanza: Centro Democrático y Fuerza Compromiso Social 32,72% (primera vuelta)

47,64% (segunda vuelta)

Yaku Pérez / Virna Cedeño Pachakutik 19,39%

Fuente: Varias páginas. Elaboración propia.

Como se observa en esta tabla, se pueden distinguir dos momentos claramente diferenciados al postular candidatos desde los partidos y movimientos de izquierda.

El primero, que se extendió entre 1979 y 1992, relacionado con una especie de “pureza ideológica”, caracterizado por el surgimiento de cuadros presidenciales de entre las filas de las propias organizaciones. Aquí se distinguen dos fases: una primera donde la cualidad de la coherencia ideológica es asumida como un valor (1979-1984), la que tuvo su mejor resultado en 1984, con el 7,33% obtenido por Jaime Hurtado, del Movimiento Popular Democrático (MPD). Una segunda fase, en la que sin intentar salir de la tendencia de izquierdas y con apego a la coherencia ideológica, se buscó un candidato popular en la coyuntura y que se autodeclaró como de la tendencia, como fue el caso de Frank Vargas Pazzos, líder de las revueltas militares en contra del socialcristiano León Febres Cordero. De hecho, una parte importante del partido de Vargas Pazos, la Acción Popular Revolucionaria Ecuatoriana (APRE) se conformó con algunas organizaciones de izquierda, entre ellas facciones del MIR, y tuvo el apoyo electoral de Liberación Nacional (LN), una escisión del Frente Amplio de Izquierda (FADI). El porcentaje de respaldo del 12,63% se explica porque nucleó el descontento de izquierda contra el autoritario Presidente neoliberal entonces en el gobierno. Sin embargo, la poca consistencia ideológica hizo que tanto la candidatura de Vargas Pazos como la acción de las organizaciones que lo apoyaron siguieran un proceso de implosión política que arrojó a muchos de sus cuadros “al otro lado”. El mismo Vargas Pazos acabó como Ministro de Gobierno del roldosista Abdalá Bucaram, en 1996, y binomio de Jacobo Bucaram, del Partido Roldosista (PRE), en 2002. Otro ejemplo de esto fue la candidatura vicepresidencial de Alfredo Castillo, uno de los dirigentes del FADI y del LN, junto al empresario Álvaro Noboa, en 1998.

El segundo momento es totalmente distinto, pues está marcado por un progresivo abandono de la militancia como cualidad para elegir el candidato en beneficio de ampliar alianzas buscando personajes externos a las organizaciones, los cuales hayan manifestado aparente cercanía al sector. El primer paso en esta dirección la dio el entonces naciente Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik (MUPP), que eligió como su abanderado en los comicios de 1996 al conductor de televisión Freddy Elhers. Posteriormente vino el turno de Lucio Gutiérrez, con quien Pachakutik llegó al gobierno, para salir de allí a los pocos meses tras la gran traición. Tras su caída y el gobierno interino de Alfredo Palacio, vino el turno de Rafael Correa, quien aglutinó tras suyo a prácticamente todas las izquierdas, considerando que nunca fue un militante de ninguna de las agrupaciones y más bien se creó un movimiento a la medida de su proyecto, al que denominaron Patria Altiva i Soberana (PAIS, más adelante Acuerdo PAIS y Alianza PAIS).

En este punto es necesario aclarar que esta estrategia, la de buscar nombres externos para abanderarlos en nombre de las distintas izquierdas, en sí misma, no es inviable en un contexto de democracia en construcción. Sin embargo, la historia ha dejado una lección: el problema ha sido la ausencia, desde el punto de vista ético, de una real capacidad de discernimiento al momento de elegir estos cuadros presidenciales. Este poco entendimiento estratégico explica la traición de Gutiérrez; los cambios adrenalínicos de bando hacia el neoliberalismo de algunos de sus cuadros, como el de exalcalde de Cotacachi y dirigente histórico del movimiento indígena y Pachakutik, Auki Tituaña, que estuvo a punto de convertirse en vicepresidenciable del banquero Guillermo Lasso; las contradicciones de Correa y su legado, el correísmo; el servilismo de Julio César Trujillo; los inescrutables movimientos de Yaku; el estrepitoso fracaso de Pachakutik en la Asamblea Nacional disuelta con la muerte cruzada aplicada por Lasso y la facilidad con la que algunos de sus representantes manejaron un doble discurso (“si roban, roben bien” o “a mí no me van a venir a ofrecer de ‘pasa cafés ‘, a mí me dan un ministerio completo o nada”, entre otras perlas).

Este contexto es suficientemente confuso como para obligarles a las izquierdas militantes y sus adherentes y simpatizantes, a repensarse y construir de mejor manera sus líneas rojas antes de proponer candidaturas o alinearse en torno a alguna de ellas. ¿Se saben cuáles son las líneas rojas del Partido Socialista que apoya a Césas Montúfar o Pedro Freile? ¿Se conoce cuáles son las líneas rojas de Pachakutik, muchos de cuyos integrantes se han convertido en memes que reflejan un estado de corrupción? ¿Es fácil de determinar cuáles son las líneas rojas del correísmo y la Revolución Ciudadana, una organización cuyo mayor pecado es no tener la capacidad de autocrítica que les permita reconocer que hubo situaciones de corrupción que han manchado y marcado la imagen de las izquierdas y el progresismo ante los ojos y la decepción de muchos ecuatorianos?

Es momento de reflexionar si se quiere que en el futuro se mantenga un proyecto político, social y popular creíble desde las izquierdas. Tal vez esto que ahora se plantee abra las puertas a un posible tercer momento, en el que las lógicas de expresión política de las izquierdas en tiempos de campañas electorales, adquiera una dimensión más ética y comprometida con la coherencia ideológica y con las expectativas de los más, de los marginados y excluidos, de los disidentes y los desiguales, de los nadie, de los pobres, de los afectados, de los desplazados. El reto esta planteado.

La pérdida de la conducción de la propia organización por parte de los principales cuadros de la RC y el paso a la resistencia experimentado entre 2017 y 2023, ha llevado a esta agrupación a coexistir y tranzar a conveniencia con los poderes neoliberales, como el gobierno de Lasso (ejemplo: la aprobación de las reformas tributarias de diciembre de 2021) o con los socialcristianos (ejemplo: acuerdo para impulsar el juicio político en contra del Primer Mandatario, mismo que abrió las puertas a la “muerte cruzada”).


[1] Entrevista a Yaku Pérez, diario La Hora del 9 de junio de 2023. Enlace: https://www.lahora.com.ec/pais/yaku-perez-entrevista-plan-gobierno-ecuador-unidad/

[2] El Trujillato hace referencia a las acciones impulsadas en 2018 por el entonces presidente del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (Cpccs), Julio César Trujillo, cercano a Pachakutik, las cuales incluyeron el nombramiento de autoridades en instituciones clave con el fin de desplegar procesos políticos y judiciales en contra del expresidente de la República, Rafael Correa, y un amplio grupo de sus colaboradores, a todos quienes se les agrupo en el denominado “correísmo”.


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1 COMENTARIO

  1. Dos puntualizaciones: Correa nunca fue de izquierda, su plan hace 14 años y ahora es neofascista y lo unico que busca es crear una nueva oligrquia y atornillarse del poder para siempre y por eso quiere una nueva constituyente.
    Dos: Lasso no es neoliberal, poner impuestos no es neoliberal, solo es fondomonetarista.

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