“Los cobardes son los que se cobijan bajo las normas”.
Jean Paul Sartre
El momento político rememora la obra de Sartre, Las Manos Sucias escrita en 1950, para cuando el “objetivismo estalinista” toma conciencia de su declive y se filtra como pequeña notica democrática una escisión entre las masas obreras y los ideólogos del estado poseedores de la razón objetiva. Bajó la tensión represiva, pero la postura totalitaria post leninista seguirá luego de la muerte de Stalin, asumiendo como necesidad la obediencia de los obreros para que la dictadura del proletariado funcione (sic). El rol del partido como garante, seguirá procurando que ocurra “la hipótesis objetivista; maniobrar a las masas. La certidumbre del jefe le permite tratarlas como objeto” (Sartre).
El símil se presentará y se repetirá en el modelo de socialismo real y en otros esquemas que pretenden actualizar la plataforma “revolucionaria” desde arriba. La acción inescrupulosa del quehacer político y la a-moralización de las decisiones del poder, será una constante. En la novela de Sartre ensuciarse las manos liquidando a un traidor aparente, resulta parte de la lógica determinista que grafica lo insignificante de la moral individual o particular frente a la dimensión mesiánica del paraíso ofertado. En el caso nacional se repite el axioma: internamente la advertencia contra los adherentes es clara: si no están de acuerdo serán calificados de traidores y en cuanto a la oposición, su destino está marcado, el mandato es contundente; nadie debe temer ensuciarse las manos, los oponentes serán declarados enemigos, para lograr los fines que mejor concreten los principios del Partido. “Si la realidad se forja, la pureza de la idea se altera” (Sartre,).
Se veía venir: nada higiénica fue la decisión de negar permiso a los buses de la CONAIE en su marcha contra la minería, aunque el poder y sus adherentes tendrían todos los carros disponibles hasta minutos antes de la marcha de los no insumisos. Ahora es más claro, se descalifica al más calificado de los candidatos de las elecciones seccionales, un buen alcalde de una ciudad intermedia. El pretexto es ridículo el contexto es significativo. El olvido es deliberado, se defiende a la ley y se ofende a la democracia…el pueblo deja de ser dirimente…dirime el tribunal
Explicar la posibilidad de la praxis política en un contexto de fuerzas donde lo que se pretende es la sepultura de la oposición, lleva al razonamiento lógico de que las manos deben asumir el riesgo de ensuciarse. Los intereses de las masas solo pueden ser interpretados por el gran timonel, y las masas deben aceptar la liquidación de cualquier líder central o periférico que amenace la amenaza de los consensos.
Y la izquierda que aun merodea el poder no toma en consideración el atropello de las manos sucias porque lo último que pierde son las esperanzas o porque francamente defiende “espacios de poder”, y la otra izquierda la que luce autenticidad, está intimidada por el chantaje de no ser en lo más mínimo coincidente con la derecha anterior.
Refiriéndose a la eventualidad de apoyar a Mitterrand hombre de izquierda incuestionable, Sartre en la cúspide de la izquierda intelectual decía “no creo que un gobierno de izquierda pueda tolerar nuestra manera de pensar” ¿porqué no pensar sartrianamente frente a un gobierno que de izquierda no tiene absolutamente nada? Y porque no repetir con el autor de la novela, Las Manos Sucias “no veo porque tengamos que dar nuestro voto a gente que solo tiene una idea en la cabeza: la de rompernos la cara”
…Una estrategia de salud pública la higiene de manos salva vidas…