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lunes, mayo 6, 2024

LAS NIÑAS DESECHABLES DE MORENO. Por Juan Cuvi

Qué poco tino el del gobierno: justo el día en que visita el país la relatora especial de Naciones Unidas sobre violencia contra la mujer, decide recortar de la proforma de 2020 el fondo para prevención del embarazo adolescente y erradicación de la violencia contra las mujeres.

En efecto, el lunes 2 de diciembre, la señora Duvravka Simonovic participó en un conversatorio en el cual se analizaron problemas como el acoso sexual, el embarazo adolescente y la violencia estructural contra las mujeres. Al evento, realizado en la Universidad Andina Simón Bolívar, asistieron delegaciones diplomáticas, autoridades nacionales, funcionarias de Naciones Unidas, académicas, organizaciones de mujeres, feministas.

El panorama que presentaron las expositoras es desolador. En el caso del Ecuador, ocupamos el nada halagador penúltimo lugar en América Latina respecto de embarazos adolescentes. A esto se añaden otras cifras alarmantes: cinco de cada diez estudiantes universitarias han sufrido acoso sexual alguna vez en su vida, seis de cada diez mujeres experimentan violencia sexual, 14 niñas menores de 14 años son diariamente víctimas de abuso sexual y resultan embarazadas.

Una de las medidas más acertadas del gobierno de Lenín Moreno, apenas posesionado, fue la eliminación del Plan Familia, ese bodrio moralista y reaccionario con el que Rafael Correa pretendió controlar y disciplinar el cuerpo de las adolescentes. Al menos en ese terreno, el mensaje de Moreno fue alentador. Se esperaba, por lo mismo, una política sobre sexualidad más acorde con los tiempos y con los estándares internacionales.

Por eso resulta contradictorio –por no decir aberrante– que hoy se le quiera pasar la factura de la crisis fiscal a un sector tan vulnerable. Es aun más lamentable que lo haga un Presidente que forjó su imagen pública abanderándose de los derechos de las personas con discapacidad.

Para responder a la tragedia del embarazo adolescente hay que salirse de ciertas obviedades. Por ejemplo, repetir hasta el cansancio que una niña que se embaraza está empeñando su futuro. Eso es totalmente cierto, pero más importante es que las niñas son el presente y deben preocuparnos las condiciones infernales en las que muchas de ellas, y una gran parte de las mujeres, están obligadas a vivir. Y eso tiene que ver con la violencia en general.

No obstante, es obvio que las niñas y las adolescentes atraviesan por situaciones más dramáticas, empezando porque son quienes mayores agresiones y riesgos afrontan. Al respecto, existe información abundante. Por eso es repudiable que el gobierno haya decidido romper la cuerda por la parte más débil. Recortar el presupuesto –de por sí exiguo– para enfrentar este flagelo significa, en buen romance, que el Estado está desechando a miles de niñas y adolescentes.

*Máster en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum – Cuenca. Ex dirigente de Alfaro Vive Carajo.

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