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viernes, mayo 3, 2024

ANTONIO CABALLERO Y LA INSURRECCIÓN. Por Jaime Chuchuca Serrano

Antonio Caballero y Góngora, parte del Consejo del Rey, fue propuesto por Carlos III, Rey de España, como arzobispo de Santafé de Bogotá y autorizado por el Papa en 1777. A dos años del nombramiento, el 5 de marzo de 1779, llegó a Nueva Granada.

Mientras Europa estaba en medio de pugnas internas; el Imperio español tambaleaba y declara la guerra a Inglaterra. Las movilizaciones e insurrecciones se sentían en toda América.Los vientos de la independencia soplaban duro. Apenas en 1776 tuvo lugar la independencia de EEUU (mismo año en que se publicaba la Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones de Adam Smith).

Los ingresos del reino habían bajado considerablemente. Los funcionarios españoles no encontraron otra salida que subir los impuestos para fortalecer el erario real: impuesto de Alcabala, impuesto para la Armada, para la Flota Naval, para la agricultura, ganadería, artesanía y el comercio. La población se sublevó ante la progresiva miseria que se generaba.

En medio de una visita pastoral a Santafé, Mariquita, Honda, Tunja y Socorro, el arzobispo presenció nuevas protestas en marzo de 1781. Llegado a Bogotá,Caballero ordenó oraciones públicas y prescribió a los sacerdotes de su diócesis controlar a los súbditos con sermones y prédicas. El gobierno del virreinato no pudo aplacar a los insurgentes, las tropas virreinales fueron parcialmente derrotadas.

El 12 de mayo de 1781, Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, quien encabezaba la Audiencia, citó a Caballero a la capital para participar en una comisión de diálogo con los rebeldes y así restaurar lapaz para el imperio. El arzobispo tomó el control del gobierno. En Zipaquirá llegó a un acuerdo con los insurrectos y las Capitulaciones de la sublevación el 7 de junio de 1781. Días después todos los que encabezaban la insurrección fueron descuartizados, asesinados y apresados. Mientras Caballero calmaba los ánimos en el gobierno y en el púlpito. A la muerte del virrey Juan de Torrezal Díaz Pimienta, quizá envenenado por el mismo Caballero, este último fue nombrado virrey.

“Si levantan el paro, se retiran los impuestos”., dijo el arzobispo de Santa Fe Caballero y Góngora, a los sublevados en 1781, pocos días antes de ser descuartizados.

*Abogado, licenciado en Filosofía y magíster en Sociología. Actualmente, docente de la Universidad de Cuenca.

 

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