La docente de danza y teatro, Lídice Robles, vuelve a las tablas luego de la parada obligada por la crisis sanitaria por covid-19. Lídice regresa a interpretar a una de las grandes, Édith Piaf, a través de La Niña de la Casa del Diablo, un monólogo sobre la vida, deseos, luchas, canciones, amores y sinsabores de “la gorrión” de Francia. La obra dirigida por el dramaturgo Leonardo Ramos, se estrena este viernes 20 de agosto, en la sala de artes escénicas Espacio Vacío, en Quito.
Édith Piaf (Édith Giovanna Gassion) nació en Paris en 1915 en medio de la Primera Guerra Mundial y tuvo una niñez poco “normal”. La madre de Piaf, cantante y artista de circo, la abandonó al nacer y Édith vivió unos años con su abuela materna, quien luego la entregó a su padre, quien se enlistó en el ejército francés en 1916. Al punto de ir al frente, su padre la llevó a donde su madre (la abuela paterna), operadora de un burdel. Allí, las prostitutas ayudaron a cuidarle. De los tres a los siete años, Piaf fue supuestamente ciega como resultado de una queratitis. Según uno de sus biógrafos, recuperó la vista después de que las prostitutas de su abuela reunieran dinero para acompañarla en una peregrinación en honor a Santa Teresa de Lisieux. Piaf afirmó que esto fue el resultado de una curación milagrosa.
A pesar de ese inicio poco prometedor, las demás dificultades que sufrió durante su vida, logró convertirse en una de las cantantes más famosas del siglo 20, y su canción Non, je ne regrette rien (No, no me arrepiento de nada), grabado en 1960 cuando Francia se encontraba en una grave situación interna por su ocupación de Argelia, la canción se convirtió en himno no solo en su país natal sino en el mundo entero. Sin embargo, la fama de Piaf solo creció con el estreno del filme La vie en Rose, (La Vida en Rosa) en 2007; el nombre de la película se debe a una canción popular de Piaf, cantada por primer vez en 1946. Piaf o “La gorrión” es hasta hoy un símbolo de resistencia y triunfo de una mujer en un mundo hostil.
¿De dónde salió la idea de la obra?
En el año 2019, tuve la oportunidad de darle vida a este personaje por primera vez. Le tomé cariño, y respeto, y cantar sus canciones me marcó para siempre. Aun así, sentí que estaba en deuda con ella, que había sido injusta al no abordar su historia más allá de lo que todo el mundo conoce. Sentí que quería volver a vivirla desde otros lugares más profundos, encontrar su poética. Así en el año 2020, con esta idea recurrentemente en mi cabeza, decido crear un monólogo en su homenaje. En seguida pensé en mi querido amigo Leonardo Ramos, trabajamos juntos por algunos años y siempre admiré su trabajo y su sensibilidad. Le conté lo que quería, me entendió y accedió a ser el director de la obra y al final, también escribió maravillosamente la dramaturgia. Luego llegó la pandemia, el proyecto se detuvo hasta noviembre del 2020, finalmente, siendo parte de la residencia de creación de la Sala de Artes escénicas Espacio Vacío, logramos culminar el montaje en agosto de 2021.
¿Qué relevancia tiene para ti, Édith Piaf?
Para mí es un símbolo de lucha, de libertad, de pasión. Feminista entrañable cuando aún ni siquiera surgía el término, llena de amor, generosidad y valentía, discreta pero segura de sí misma, un ser lleno de poesía y resiliencia. Me inspira tanto. Sentí miedo al verla como un personaje tan lejano a nuestra cultura, pero luego entendí que ella es “universal y eterna” como lo escribe Leonardo en una de las escenas. Mi interpretación es un homenaje a todo lo que representa, más allá de su fama.
Siendo Édith francesa ¿qué nos puede decir a nosotros aquí o en América Latina?
En Ecuador no la conocen tanto, tengo la ilusión de que la obra despierte curiosidad en el público, sobre todo en los más jóvenes, que la escuchen, que sepan de ella. Es un ícono francés, pero también mundial, fue una mujer totalmente libre, cuestionadora, fuerte, surgió en las calles, se sobrepuso a dolores muy profundos, terminó recorriendo el mundo con sus canciones, en todas partes la recibieron y la acogieron, ella, como la esperanza, nos pertenece a todos. Sus mensajes nunca fueron discursos pretensiosos, se comunicaba cantando y escucharla sigue siendo mágico. Aún sin saber quién es, casi todo el mundo puede tararear “la vie in rose”, ella está aquí, su legado es inmenso.
“No, nada de nada. No, no me arrepiento de nada. Se paga, se barre, se olvida. ¡No me importa el pasado!”
–Non, je ne regrette rien.
Más información:Cuándo: Viernes 20 y sábado 21 de agosto de 2021 Hora: 19h00 Dónde: Sala de artes escénicas Espacio Vacío, en la Ulpiano Paez y Patria esquina (por el puente del Guambra) Entrada: 10 dólares general |