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miércoles, mayo 1, 2024

Afganistán, el fracaso de las potencias occidentales

Por Hugo Noboa Cruz

¿Qué tan lejos estamos en occidente de los talibanes de Afganistán? Hoy nos horrorizan, sobre todo por la inminente amenaza a los derechos de las mujeres, que algún respiro parece tuvieron en los últimos años; aunque ello no justifica la ocupación del país y el mantenimiento de un gobierno títere por parte de Estados Unidos en coalición con otras potencias militares y económicas, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. O antes, la ocupación soviética.

De ninguna manera es justificable el grave atentado contra los derechos de las mujeres, como de ningún sector social, ni en Afganistán ni en ningún país del mundo. Pero en occidente (nosotros los andinos, occidentalizados a la fuerza) nos rasgamos las vestiduras, vemos las cosas con la lente que nos conviene, nos indignamos de otros atentados, pero no vemos los nuestros.

Para nadie es desconocido que fue el gobierno de Estados Unidos, a través de sus agencias y aparatos de seguridad, el que alimentó la carrera armamentista de los talibanes, en la época en que aún existía la URSS, para tratar de derrocar con esa ayuda al régimen pro-soviético de Babrak Karmal inicialmente y luego de Najibulá (que sustituyó a Karmal) que se había instalado tras la polémica invasión de tropas de la URSS en Afganistán en 1979. El asedio al régimen afgano a través del muyahidín de varias nacionalidades, especialmente pakistaníes y sauditas (entre los que empezaba a forjarse el liderazgo de Osama Mohammed bin Laden), armado por Estados Unidos, llevó a la ex URSS a tratar de encontrar una salida negociada a través de Naciones Unidas, pero EE.UU. prefirió siempre la vía militar.

En febrero de 1989, luego de las negociaciones de Ginebra, las tropas soviéticas se retiraron de Afganistán. Pero tanto URSS como EE.UU. mantuvieron un apoyo velado a las facciones nacionales que asumieron diferentes posiciones. El país estaba más dividido que nunca. Ante los pronósticos de su pronto derrocamiento, Najibulá se mantuvo en el poder hasta 1992, a pesar de la caída de la ex URSS. Pero Afganistán estaba ya sumida en una guerra civil y en un caos, alimentado desde las potencias que se involucraron; y, agravado con la nueva invasión del año 2001, está vez de la coalición liderada por Estados Unidos.

A la distancia, Afganistán parece ser un estado fracasado, resultado del experimento de EE.UU. y otros países europeos, así como a su momento, de la ex URSS. En gran medida EE.UU. ayudó a montar el régimen talibán, que hoy vuelve luego de dos décadas. El costo de las acciones anticomunistas de Estados Unidos lo paga el pueblo afgano y en especial las mujeres.

Reagan y Talibanes/La Línea de Fuego
En 1982, Reagan se reúne en la Casa Blanca con líderes Taliban, en el marco de las acciones armadas contra los soviéticos y sus aliados en Afganistán

Afganistán es un experimento más de las potencias occidentales para tratar de mantener su hegemonía geopolítica por sobre los acuerdos internacionales y la supuesta mediación que deberían ejercer las Naciones Unidas. No importan las graves consecuencias en los pueblos. Ya probaron no tener ningún remordimiento cuando explotaron las bombas atómicas sobre la inocente población civil de Hiroshima y Nagasaki en 1945, a pesar de que la guerra mundial estaba terminada con la caída del nazismo un año antes, en mayo de 1944. Y lo volvieron a hacer tantas veces, quemando con napalm a niños, mujeres y hombres del valeroso pueblo vietnamita que resistía a la invasión de tropas norteamericanas, o cuando intervinieron sin ninguna razón justificada, directa o indirectamente, en Irak, Libia o Siria, causando no solo la muerte y enorme desastre en los pueblos de esos países, sino en el patrimonio cultural de la humanidad. Y los ejemplos de invasiones y agresiones se multiplican por decenas, la base militar de Guantánamo en Cuba es un símbolo de ello.

Así que no somos muy diferentes de los talibanes afganos o pakistaníes. No solo por las atrocidades que ha cometido y sigue cometiendo el imperio dominante en el mundo, sino por otras miserias cotidianas. Acaso no es una acción execrable ejecutar a personas detenidas, muchas de ellas posiblemente inocentes, aunque no sea en público y después de un sermón religioso islamista, con hiyab o burka la víctima; pero más “civilizadamente” con sillas eléctricas o inyecciones letales, después de la confesión con un sacerdote católico.

¿Acaso no es talibán oponerse a la educación sexual con autonomía de la iglesia y otros poderes? o ¿a los derechos de las mujeres, incluidos los sexuales y los reproductivos, en pleno siglo XXI y en sociedades occidentales “civilizadas”? Por algo las militantes feministas corean la consigna “saquen sus rosarios de nuestros ovarios”.

Acaso no es ser talibán el acaparar riqueza y someter a amplios sectores de la población mundial a la más grande miseria, a la desnutrición y la muerte de millones de niños, mientras se desperdicia millones de toneladas de alimentos diariamente.

Ahora, con la llegada nuevamente del régimen talibán a Afganistán, no solo se presenta la incertidumbre de hasta donde pueden retroceder los derechos de las mujeres afganas, que requieren urgentemente de toda la solidaridad internacional posible. Sino que también se abre un posible nuevo escenario de correlación de fuerzas políticas y económicas. La República Popular de China, Rusia y Pakistán se han apresurado a dar muestras de apertura hacia el nuevo régimen talibán, y debe haber en ello una intencionalidad geopolítica; pero esperemos sea también un puente para garantizar derechos de las mujeres y otros sectores de la población.

Afganistan mujeres bajo régimen Talibán/La Línea de Fuego

El fracaso de EE.UU. en Afganistán es un hecho, ha caído su régimen títere (al que algunos consideraban más peligroso que un gobierno talibán) y sus aliados militares han tenido que huir por el mismo “Puente de la Amistad” por el que salieron las tropas soviéticas en 1989 hacia Uzbekistán.

Parece que continuamos aún en la prehistoria de la humanidad. Enviamos naves exploradoras a Marte. Vivimos un inusitado desarrollo tecnológico. Pero no somo capaces de resolver el pleno respeto a los derechos humanos y de la naturaleza, el respeto a la autonomía de los pueblos.

La República Popular de China, Rusia y Pakistán se han apresurado a dar muestras de apertura hacia el nuevo régimen talibán, y debe haber en ello una intencionalidad geopolítica; pero esperemos sea también un puente para garantizar derechos de las mujeres y otros sectores de la población.

 


 Referencias:

1 Diego Cordovez, excanciller y diplomático ecuatoriano en NN.UU. que cumplió un destacado papel en las negociaciones de los acuerdos de Ginebra que facilitaron la retirada de tropas soviéticas de Afganistán, narra esos procesos de negociación en “Afganistán: rezago de la Guerra Fría”. Revista del Centro Andino de Estudios Internacionales, No. 3, e UASB/CEN, Quito, 2002.

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