Waorani acusados de terrorismo
Días atrás un artículo en la prensa informaba sobre las acusaciones de terrorismo que pesan sobre algunos indígenas de la Nacionalidad Waorani. Durante el pasado diciembre, la falta de cumplimiento de los acuerdos que mantienen con una empresa petrolera habría desatado el descontento de la comunidad que enfrentó, una vez más, al ejército que llego para proteger a la compañía. El saldo fue enfrentamientos entre indígenas, militares y guardias privados de la empresa. Los Waorani, como cultura guerrera, doblegaron al personal armado, que debió ser liberado bajo la actuación de autoridades.
Esto ocurrió en las comunidades de Tiwino y Bataburo. Ambos asentamientos fueron creados por influencia de empresas petroleras, y han sido escenarios de violentos enfrentamientos entre Waorani y los distintos extraños que han terminado su suerte ante un desencuentro con los Wao. En los últimos años, algunos trabajadores petroleros, indígenas Kichwa y un grupo de indígenas aislados Tagueri Taromenane fueron objeto de la fuerza de los guerreros de Tiwino.
Los Waorani, se definen como guerreros y hasta el presente viven conforme sus códigos y prácticas culturales y en medio de una compleja relación con la modernidad y el Estado. No fue sino hasta la década de los años cincuenta del siglo pasado que esta nación permanecía libre del contacto con la sociedad ecuatoriana. Fueron los misioneros evangélicos quienes trataron de colonizar y pacificar, a través de la doctrina cristiana, a este aguerrido grupo que vivía aislado en la selva.
Esta nacionalidad se considera estar emparentado simbólicamente con el Jaguar, y los poderosos colmillos del felino son representados en su cultura a través de las afiladas lanzas con las que han defendido su territorio y que hasta el presente forman parte de su vida. Es inconcebible pensar una casa Waorani en la que no hay lanzas.
En su cultura el jefe guerrero de un grupo familiar esta destinado a proteger su territorio y su familia ante los extraños, y esto es lo que sucede cada vez que las comunidades Waorani se deciden por hacer un reclamo a las petroleras. La contaminación ambiental, las nuevas enfermedades, la explotación laboral, la pérdida de territorio, el forzoso proceso de aculturación son algunos de los problemas que los Waorani afrontan actualmente. El escenario en donde se encuentran los indígenas y las petroleras no ha cambiado el los últimos años, y por el contrario, se proyecta más conflictivo.
El Estado casi nada ha hecho para lograr entender la riqueza de su cultura y las necesidades actuales de los Waorani. Luego del contacto y de más de treinta años de convivir en medio de uno de los escenarios más hostiles del territorio ecuatoriano como son las zonas petroleras, escasos han sido los avances en crear condiciones culturalmente apropiadas para conllevar el reciente contacto con esta nación indígena.
Esta nación padece los estragos del colonialismo. Primeramente su cuidado y atención fue encargada a los misioneros norteamericanos, quienes los congregaron a vivir en un protectorado. Años más tarde el Estado comprometió a las petroleras a través de un convenio, para que asuman el desarrollo de la educación, salud, transporte, entre otras necesidades de estos flamantes ciudadanos.
Las negociaciones entre las compañías y los indígenas, se dan por lo menos en dos distintos niveles. El de los “acuerdos” de entendimiento que logran ofrecer los petroleros con el afán de lograr las firmas sobre el papel, y con los cuales pretenden bajar la tensión que su presencia provoca en el territorio, a través de ofrecimientos.
Y por otro, la relación cultural de permanente rechazo / aceptación que los Waorani mantienen hacia los distintos actores presentes en su territorio. Pero estos convenios reflejan el inicio de un nuevo fracaso, la firma de alguno, no necesariamente significa que las partes lo hayan acordado y mucho menos entendido de la misma manera. Posiblemente la lógica Waorani es la de recuperar algo que las petroleras les deben por saquear recursos en su territorio. Mientras que para la compañía es una especie de permiso para hacer lo que le de la gana en los lugares donde opera.
Actualmente el Estado regula a través de proyectos las dádivas de las empresas para comunidades afectadas por operaciones petroleras, pero en la práctica esto ha debilitado aún más estas desgastadas relaciones. A los Wao se les privó de un importante espacio actuación y re afirmación de poder que antes mantenían sobre sus territorios.
De manera arbitraria y sin comprender las complejas relaciones de gestión de los recursos naturales que los pueblos indígenas mantienen en sus territorios, se les ha quitado la capacidad de actuar sobre lo que consideran como suyo. Ya no pueden, ni tampoco deben exigir a la compañía lo que consideran un derecho por compensación. Las comunidades referidas han expresado desconocer los alcances de los nuevos proyectos resultados de la inversión directa del Estado.
¿A quién le sorprende un conflicto entre indígenas y compañías transnacionales? Me atrevería a decir que únicamente las distintas instituciones del gobierno. La conflictividad social que ha reinado en la Amazonía petrolera, no les es ajena a los Waorani. Cada cultura indígena de la selva ha sorteado distintas maneras de afrontar a los nuevos invasores en sus territorios. Los Wao continuarán afilando lanzas, porque esa es su cultura, y no tienen por qué dejar de hacerlo. Las casas de cemento, los antibióticos, la energía eléctrica, inclusive la educación enajenante que reciben, no han logrado acabar con la autarquía que les garantizó su libertad durante milenios.
La redacción de estas líneas tiene la intención de ayudar a entender quienes son estos estos nuevos acusados de terroristas. Estoy pensando en mis amigos que viven con sus familias en las comunidades junto a los campamentos petroleros. Disculpen, pero estas personas no son los desnudos de los libros de fotografía o los que muestran las presentaciones del proyecto Yasuní ITT. Ni tampoco las fotos, que de manera abusiva, las utiliza la Secretaria de Hidrocarburos para promocionar los acuerdos entre petroleras e indígenas.
Cabe mencionar que hace algunas semanas la carta de una representante Waorani circuló a través de correo electrónico, pidiendo al ministro encargado que retire su foto de la promoción de la XI Ronda Petrolera, porque nadie le ha perdido permiso para utilizar su imagen públicamente. Y que además menciona que las compañías petroleras nada bueno han ofrecido a los Waorani y que por el contrario causaron mucho daño a su pueblo y su cultura.
La nota de prensa sobre las acusaciones legales, menciona que la gente de Tiwino han dado plazo hasta el 15 de marzo para que se archive la causa de terrorismo que pesa en su contra. ¿Y si esto no sucede? ¿Actuaran nuevamente los Waorani, conforme a su justicia tradicional? Pero además,¿Puede o debe la justicia archivar este proceso? Me pregunto si la acusación de terrorismo y sus posibles consecuencias es la solución a los problemas entre los indígenas y las petroleras ¿Cómo responderá y actuará el Estado Purinacional, ante este pedido puntual de los guerreros Waorani?
Mantener las demandas de terrorismo en contra de quienes han sido víctimas históricas de la violencia y abandono, ratifica el colonialismo con que se asumen las relaciones interétnicas en el país. Ahondar el conflicto, y tratar de resolver los problemas a través del miedo y la cárcel, con seguridad no es una lógica que funcione ante esta cultura guerrera. Los Waorani continuaran reclamando lo que les corresponde por derecho y deben hacerlo. Con seguridad los conflictos van a continuar y posiblemente con mayor intensidad si alguno de ellos es juzgado y reclamado por la justicia ordinaria.