01 de Noviembre 2016
La expresión “muerto de hambre” no es un simple exabrupto, o una frase más, o algo sin historia, o una locución sin contexto, como creen algunos. Tampoco se puede leer literalmente como hizo el pelagato Roberto Aguilar, quien cree que son “injustas” las críticas a Macarena Valarezo, y de que fueron “malinterpretadas” sus declaraciones, coincidiendo de una u otra manera con la derecha.
No es la primera vez que se escucha esta expresión, es algo que se lo ha oído muchos años en varios contextos, solo que ahora le salió públicamente a un político. Es un enunciado que se lo ha soltado por doquier y que principalmente sintetiza la concepción que tienen las élites sobre los pobres o sectores hambreados. Es un concepto de quienes tienen un cierto nivel de poder, especialmente económico, y que suelen repetirlo a diario dentro de sus círculos. Todo lo cual, se sintetiza en aquel atrasado axioma de que el pobre es el responsable de su pobreza, de que ésta no obedece o no es causada por los ricos, sino por el contrario, los pobres tienen algo gracias a ellos o de si es que no hubiesen los ricos se morirían de hambre los pobres.
El “muerto de hambre” tiene varios contextos y situaciones, bajo el cual se suelta o se califica de esta manera a alguien. Principalmente tiene que ver con el cuestionamiento a quienes quieren ser como ellos o en referencia a quienes aspiran llegar a sus círculos, y a los que consideran que no tiene las condiciones o las características para integrarlos, ya sea por su presencia física, por su apellido, por su extracto social, por su formación o creencias, por su nivel social, o por la forma en cómo se han enriquecido, etc.
El “muerto de hambre” es también alguien que reclama y exige sus derechos, que pide mejores condiciones de trabajo o mejoras salariales, a lo cual, el hambreador que siempre está acostumbrado a pagar poco pues cree que el trabajo no merece ser pagado mejor, termina calificando a las exigencias como un despropósito o algo desmedido, y dando como respuesta de que son unos “muertos de hambre”. Es muy típico que especialmente se refieran a quienes hacen trabajos de tipo manual, como el doméstico, la jardinería, la albañilería, recogedores de basura, etc. Trabajos que justamente no quieren hacer los hambreadores, que los desprecian y que consideran que está bien para indios, cholos, negros, pobres. Es decir, desprecian esos trabajos en sí mismos, por ende, no pueden ensuciarse sus finas y delicadas manos, y es un favor el que hacen con los “muertos de hambre” dándoles al menos ese trabajo. Por ejemplo, las empleadas domésticas tienen ahora un derecho igual al que otros trabajadores y para las damas de sociedad es una exageración y por ende son calificadas de “muertas de hambre” por exigir “tanto”.
Lo que quiere decir que detrás de esta expresión -muy común en nuestro medio- hay racismo, discriminación, menosprecio, homofobia, y todo cuanto significa el colonialismo, el cual se ha vuelto más fuerte y más violento en estos tiempos civilizados y desarrollados. Con la crítica y resistencia de una serie de movimientos populares que cuestionan el patriarcapitalismo, se ha exacerbado el miedo y la ira de las élites que temen perder a sus sirvientes y que les toque hacer a ellos lo que no quieren hacer.
En concreto, el “muerto de hambre” tiene que ver con aquella noción de que los ricos son los que generan las fuentes de trabajo, que son ellos los que permiten que los pobres -al menos- tengan un plato en su mesa. Es decir, son ellos los salvadores y bienaventurados del pobre, y sin ellos el “muerto de hambre” se moriría de una vez por todas. Cuando es al revés, si no hubieran los muertos de hambre no habría quien les trabaje para que se hagan más ricos. El muerto de hambre entrega toda su vida al servicio de los patrones por un miserable sueldo, el que solo les alcanza para seguir subsistiendo y para poder seguir trabajando para al hambreador. Ergo, quien no es empresario es “muerto de hambre”.
De ahí el contexto de la frase de Macarena Valarezo que asegura que el empresario como ya es rico no va a robar. Algo perenne también dentro del discurso conservador y que se ha repetido en muchas ocasiones electorales. Lo mismo se soltó con León Febres Cordero, diciendo que como era rico se aseguraba de que no robaría, por lo que había que votar por él con total confianza. Entonces, no es simplemente que se le chispoteó a Valarezo –como diría el chavo- sino que hay todo un historial y toda una condición racial, colonial, clasista, patriarcal, inmersa e inmanente en los discursos y los dichos de los hambreadores.
Además de que es falso este argumento, pues el rico quiere cada vez ser más rico y busca hacerlo legal o ilegalmente. Saben cómo hacerlo sin que queden rastros o huellas, por eso se conocen solo pocos casos, como por ejemplo, el del expresidente Martinelli de Panamá, un hombre muy rico y que ahora está acusado de grandes casos de corrupción. O el caso del empresario brasileño Odebrecht que ha sobornado a muchos gobiernos para obtener jugosos contratos. Ningún rico se salva, por uno u otro lado, y principalmente porque el sistema está hecho y legitimado para que unos pocos sean los beneficiados del gran juego del monopolio creados por ellos mismos. Así de simple.
Entonces, si Valarezo fuera coherente con su pensamiento tendría que apoyar a Alvaro Noboa que es mucho más rico que Lasso, para asegurar un gobierno empresarial de éxito. Bajo esa idea el Ecuador y el mundo solo necesitan de empresarios para que todo esté de gloria y triunfo. Por ello seguramente Valarezo estará apoyado al gran magnate empresarial Donald Trump.
Todo esto deja ver en claro que Macarena Valarezo es una fiel representante del pensamiento hambreador, de quienes se creen los predestinados a dirigir todo, pues ellos son los que crean todo. Sin estos salvadores el pueblo no es nada, el pueblo es hambruna. Esto, no significa validar a cierta izquierda mesiánica y paternalista que también se creen los salvadores desde el otro lado. Senti-pensamos, que nadie salva a nadie; si no nos salvamos todos, nadie se salva en particular. Tal como vemos con el cambio climático que no reconoce a pobres ni ricos.
Pero lo irónico y paradójico de Valarezo, es que con el argumento de que los empresarios no roban, ella inconscientemente se dice “muerta de hambre” pues no es rica ni empresaria ni tiene el nivel económico que tiene Lasso. Y lo mismo pasa con todos los que la han apoyado a ella y los que están con Lasso.
Y esto es lo más triste, que este discurso retrógrada pega en mucha gente del pueblo y ellos mismos repiten este argumento. Hay quienes son sumisos, esbirros, felipillos con los patrones hambreadores, por lo que votarán por Lasso o por Cynthia Viteri. Ésta última, también proveniente de extractos medios pero que ha asimilado el discurso neoliberal de que solos los ricos salvan a los pobres. Y justamente eso se verá en la campaña electoral que se avecina, pero dicho de otra manera: los “muertos de hambre” se han enriquecido en el gobierno correista y hay que castigarlos votando por los benefactores.
Obviamente que ha habido el aprovechamiento directo e indirecto por los nuevos ricos del correismo pero la salida no es ir al otro lado de lo mismo, como ha sido la historia repetitiva del Ecuador. Veamos, si algo el pueblo ha despertado y “al menos” no vota por los hambreadores de la derecha y por los ex “muertos de hambre” del correismo.
En todo caso, queda claro que sí hay los muertos de hambre por causa y creación de los hambreadores y que cuando éstos exigen cambios, el hambreador inmediatamente le acusa de “muerto de hambre” y le pone en su sitio para que no se atreva a dejar de serlo, para de esta manera siga sirviendo de por vida al hambreador y con ello nunca deje de ser muerto de hambre. Amén.
Y Ud. por quién votará? O se lavará las manos como Poncio Pilatos?
Yo, con Acuerdo por el Cambio
A como esta establecido, el ritual electoral legitima el subordinamiento del pueblo a las autoridades supuestamente elegidas y digo “autoridades supuestamente elegidas” porque, con tanto antecedente negativo, tal vez es la mayoría la que no esta de acuerdo con ninguno de los candidatos para que, sin tomarles en cuenta en absoluto por espacio de 4 o 5 años (tiempo durante el cual se la pasarán maniatados, refunfuñando) administren el arca fiscal a discreción y encima, hasta decidan a voluntad el destino social, de manera que ahí hay gato encerrado, una suerte de establecido craso error de organización social, si bien de eso se trata, eso es la democracia representativa.
Lo justo, lógico, sensato, etc., es que los que trabajan y llenan el arca fiscal la administren y de forma permanente decidan sobre su destino, lo que significa masivo buen trato psicológico, practicar con la voluntad y el talento, superación colectiva, etc., al menos tengan la oportunidad de escoger esta posibilidad cuando en el ritual electoral. Por principio y tratándose de libertad, justicia, dignidad, etc., elegir entre sistemas de poder (democracia directa Vs. democracia representativa), una saludable y divertida experiencia social a la altura del ser humano, que de constar en la constitución y la ley, refuerza los principios de los valores humanos, de sociedad y civilización.