LOS NUEVOS SALVAJES Y LA VIEJA CIVILIZACIÓN
José Proaño
Durante los últimos dos años los medios de comunicación recogen una nueva noticia, la aparición de indígenas que viven aislados del resto de la sociedad, la historia y del desarrollo. Casas hechas de hoja ocultas en los extensos bosques amazónicos y en el seco Chaco paraguayo, hombres mujeres y niños pintados enteramente el cuerpo de rojo y otros de negro fueron la imagen de portada. Es verdad!! Aún existen pueblos indígenas “sin contacto”, anunciaron los medios, luego que varios presidentes sudamericanos negaron públicamente su existencia y acusaron a los antropólogos, ONGs y organizaciones indígenas de inventarse pueblos que han permanecido ocultados durante siglos y continúan rechazando la integración con la sociedad nacional.
En su mayoría los grupos aislados son parte de otros pueblos que fueron forzados al contacto durante el siglo pasado. En su dinámica de rechazo a la integración, optaron por ubicarse en zonas de difícil acceso y alejados de los centro poblados. El último grupo contactado de indígenas Ayoreo en Paraguay fue en el año 2004, debido a los hostigamientos de misioneros, y en el Perú en el año 2006 indígenas Mastanahua fueron contactados por las mismas razones por la denominada “The Pioner Mission”, evangélicos norteamericanos que continúan con sus intenciones de civilizatorias y cristianización. en el año 2003, en Ecuador, alrededor de quince indígenas Taromenane fueron ajusticiados debido a las presiones de madereros ilegales dentro del parque nacional Yasuní. La configuración de sus territorios actualmente ha cambiado drásticamente, debido a la expansión de la frontera extractiva y de colonización, lo cual ha conllevado muchas amenazas para su vida y sobrevivencia.
Existe también el término de pueblos indígenas en contacto inicial, que es utilizado sobre todo en países como Brasil y Perú, principalmente, que hace referencia a los pueblos que por distintos motivos han salido para establecer contacto con sus parientes o con poblaciones cercanas, motivados por escapar de la violencia de otros grupos aislados e indígenas contactados, madereros, empresas petroleras y represas, enfermedades y pandemias, y contacto forzado desde las misiones religiosas y el Estado.
Las imágenes publicadas en los medios que muestran a pueblos fotografiados desde el aire, y además existen otras evidencias y señales que demuestran su presencia en las selvas. Sobre todo han sido encontradas o recogidas por poblaciones vecinas, en su mayoría campesinos e indígenas, que colindan con sus territorios que mantienen encuentros, choques con los grupos aislados.
Ecuador no es la excepción, en el país existen dos pueblos plenamente identificados y hasta gozan de derechos constitucionales, son los Tagaeiri y los Taromenane. Los primeros son parientes de los afamados guerreros Waorani, durante décadas han rechazado el contacto y resistido la arremetida misionera evangélica que sometió a la gran mayoría de de sus parientes durante la década de 1960. Los Taromenane son otro grupo, cultural y lingüísticamente cercano a los Waorani, pero contra quienes han mantenido una permanente guerra por ocupación y control de vastos territorios dentro de lo que se conoce como Parque Nacional Yasuní.
Durante décadas ambos pueblos resistieron a los distintos intentos de civilización y permanente afán de contacto de parte de misiones religiosas, compañías petroleras, turistas aventurados, periodistas e incursiones militares. Muchos de quienes participaron en estas contiendas, hallaron la muerte atravesados por las filosas y dentadas lanzas con las que los últimos guerreros de la selva siguen protegiendo y delimitando lo que consideran su territorio.
Los desafíos
La aparición de los pueblos aislados para los Estados y el resto de la sociedad, no solo significa un nuevo reto para lograr medidas de protección adecuadas que les permita a estos pueblos perpetuarse, sino que la discusión debe ser afrontada ahora desde una civilización que tiene la posibilidad de demostrase a sí misma que es capaz evitar un nuevo genocidio y asumir las garantías para estos pueblos como un desafío social.
Los pueblos indígenas aislados, actualmente han sido reconocidos como sujetos con derechos por los Estados, las Naciones Unidas y diferentes instancias nacionales a internacionales, así como por las organizaciones indígenas. Recientemente el Alto Comisionado de las Naciones Unidos para los Derechos Humanos ha expedido un documento de directrices de protección para los estados sudamericanos con presencia de grupos aislados. La permanente denuncia sobre las violaciones a las que estos pueblos están sujetos ha resultado en distintos esfuerzos para entender quiénes son estos pueblos, dónde habitan, por qué siguen rechazando la integración, qué tipo de garantías podrían resultar eficientes, qué instituciones serían las encargadas de vigilar que no se vulneren sus derechos, son algunas de las preguntas que buscan respuestas en diferentes marcos legales.
Los desafíos para lograr una eficiente protección pasa primeramente por reconocerles un territorio enmarcado en los derechos colectivos o garantías que amparan los demás pueblos indígenas. El derecho a la soberanía alimentaria, a permanecer en situación de aislamiento y garantizar su autodeterminación, respetar su voluntad de establecer relaciones con quienes lo consideraran, seguridad para su integridad física y psicológica son los aspectos más importantes a desarrollar con las particularidades culturales que cada pueblo o caso lo demande.
La discusión
Hablar sobre quienes no quieren o pueden tener un diálogo resulta complicado. Los estudios etnográficos y territoriales realizados obedecen normalmente a los intereses de quienes los promueven, existen informes de empresas petroleras que niegan su existencia, instituciones estatales que manipulan información de acuerdo los intereses de cada gobierno. Los realizados por organizaciones que defienden los derechos indígenas, que aun carecen de fondos y experticia para llegar hasta los lejanos lugares y sostener un trabajo permanente con las poblaciones locales vecinas a los aislados.
El panorama no es muy halagador. Los recientes publicaciones demuestran un permanente acoso, escaso espacio territorial, padecimiento de nuevas enfermedades. Si los Estados responsables no asumen a cabalidad sus compromisos para la protección, no se puede ser optimista sobre el futuro de los nuevos salvajes que aparecen en las portadas de los periódicos. Una vieja civilización intolerante con sus propios principios y derechos, aún no logra darse la oportunidad de salir triunfante ante el nuevo desafío de permitir a estos grupos una oportunidad de ser y existir por fuera de su modelo de desarrollo.