Las migraciones forzosas y los desplazamientos humanos son dinámicas del capitalismo global y cada día son más frecuentes, pero ahora las perspectivas des coloniales se presentan como colonización inversa, los pobres colonizando las naciones de más desarrollo y los flujos migratorios son parte de una nueva industria que juega con los criterios de residencia o refugio.
Los desplazados por conflictos y lesiones a los derechos humanos son carne humana en el mercado, “crisis de refugiados” para unos, oportunidad para otros (Alemania) todo se gesta en un encuadre xenófobo y nacionalista.
“El exiliado mira hacia el pasado, lamiéndose las heridas; el inmigrante mira hacia el futuro, dispuesto a aprovechar las oportunidades a su alcance”. Isabel Allende
Refugiados y solicitantes de asilo se suman a migrantes que huyen para proteger vida y seguridad física, este caos se ahonda porque el estatuto de refugiado se confunde con los migrantes irregulares. Esta división entre migrantes económicos y refugiados dispara nuevas restricciones a la movilidad humana, donde hasta los países pobres ensayan una neo xenofobia resultado de una percepción de inseguridad laboral que cree que la migración aumentará las condiciones de precariedad y exclusión
Los migrantes en los países de menor desarrollo pasan a ser refugiados de segunda porque la ayuda de cooperación internacional es austera por discriminación de los poderes locales que no aprovechaban sus potencialidades con programas de reubicación socio productiva. Con visión de desarrollo, los migrantes podrían ser ejes de impulso económico y no amenazas. En el caso venezolano asoman otras consideraciones de curiosa imagen, en función de su nacionalidad. Ecuador al igual que otros países de la región ha recibido un flujo importante de migración; colombiana, peruana, cubana, africana etc. pero solo en el caso venezolano se evidencia repudio, agresión y hostigamiento.
Las duras condiciones en que viven los venezolanos despatriados se debe en muchos casos a la llegada de grupos de familias, factor que cuenta para la reflexión, porque el mismo pensamiento de derecha que actualiza la defensa de la familia, rechaza el flujo migratorio, dejando en claro una posición extrema, que defiende a la familia nacional y a la propiedad privada nacional desde un discurso cuasi fascista de odio contra la familia extranjera. La reflexión sobre la centralidad de la familia y la reunificación filial de refugiados no es para nada un tema sensibilizador. El chauvinismo incoherentemente nacionalista resiste a personas históricamente connacionales.
Las relaciones ancestrales de dominación colonial le han sido comunes a los países de Sudamérica y lo retrogrado del pensamiento archí conservador olvida que el centro de la independencia anticolonial fue precisamente de corte americanista, donde los venezolanos jugaron el papel magnífico de acompañantes de los libertadores Simón Bolívar y Antonio José de Sucre contra la España dominante. Olvidan también que Venezuela, Colombia y Ecuador fueron un solo país, del cual sobrevive la bandera tricolor.
Es posible migración y desarrollo
La inmigración ha contribuido al desarrollo de los países receptores por el aporte adicional de contingentes de fuerza de trabajo. Directa e indirectamente, los migrantes modifican demografía y pirámide poblacional en forma positiva. No desplazan la mano de obra local, esto se demostró a través de un estudio en el año 2000 en México, obreros angloamericanos aportaban 70% al crecimiento económico de Estados Unidos y tan sólo ocho años después, en 2008, su contribución se redujo en 7.2 puntos porcentuales, a menos de 63%, reducción de un punto porcentual cada año, en tanto la participación de los migrantes fue inversamente proporcional. Esta diferencia dinámica demostró lo falso de la tesis de que la inmigración desplaza fuerza de trabajo nativa.
La precariedad, bajos salarios, inestabilidad, entre otras razones, abren opciones de complementariedad productiva, pues lleva a que la inmigración llene vacíos de acción laboral. (Migración internacional y desarrollo, Canales 2016). De no mantenerse la inmigración en estados de baja demografía, la economía se vería seriamente comprometida. La migración y sus efectos han evitado que la población de 15 a 49 años (PEA) se reduzca en casi dos millones de personas entre 2000 y 2008(Canales).
Valorando la contribución de los migrantes al desarrollo, se establece una correlación entre flujo de migrantes como fuerza de trabajo y crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), así, si los inmigrantes representan 5% de la fuerza de trabajo, su contribución sería de 5% al PIB en los países receptores de migración
Pero el análisis de la migración, asumiendo un enfoque de derecha racista o más perversamente de seguridad nacional, deriva a estereotipos xenófobos. Las posiciones conservadoras sustentan su criminalización e impulsan políticas de control y represión a la movilidad humana. Alemania que es el mejor ejemplo de integración económica a los migrantes, plantea “gobernanza de la migración”, demostrando que incluir derechos e intereses de desplazados es beneficioso para la activación económica.
El aporte de los desplazados a la dinámica de la economía y de la reproducción está demostrado y debería ser debate superado, pero una mentalidad de atraso, mira a una población muchas veces bien formada, como riesgo amenazante. En otros casos desde una práctica lastimera ubica los migrantes en condición de refugiados que ahí sí, representan una carga económica par al estado receptor.
El pensamiento de Donald Trump se puso de moda en un país endeudado con los migrantes (coautores de su condición potencia mundial) y los seguidores de la lógica imperial desde la periferia, repiten una verborrea insostenible de odio racial. Las víctimas, que no son los malos de la película, no pueden ser vistos tampoco como los salvadores y redentores del mundo.
La migración proceso social irrefrenable en un mundo globalizado es un recurso extraordinario que bien puede ser crisis u oportunidad. Las trasformaciones demográficas, por el envejecimiento de la población, las asimetrías del crecimiento fruto del reparto imperial del mundo y una concepción occidental de bienestar social cultural son hechos inevitables que activan la movilidad humana en un mundo postmoderno puesto en marketing por las sociedades avanzadas.
América Latina vive una contradicción, existe por un lado déficit de trabajo y por otra un déficit persistente de mano de obra, efectos del mal desarrollo. El estancamiento productivo y las malas condiciones de intercambio que sumados a una política de inmovilidad gestada por gobiernos populistas lejos de hacer inserción económica y social, impulsaron la hipertrofia del estado creador de subsidios y afectaron la producción y el empleo. Pero América latina más que ninguna otra región, posee por sus recursos, potencialidades económicas que podrían generar excedentes necesarios para mantener altos niveles de vida y patrones de consumo satisfactorios.
Estos recursos pueden ser asimilados por la presencia de migrantes, dado que los países de la región no adolecen de superpoblación aunque tengan vastos territorios y recursos, ejemplo de ello es el Ecuador donde solo el 15% de su área cultivable es utilizada. La dinámica de los países receptores no puede ser de misericordia nada más, sino de oportunidades a partir de la migración. Con esta premisa, deben considerar que el volumen migratorio permite recoger población laboral que al Estado acogiente no le cuesta su formación.
Ahondando en migración y desarrollo veamos; en Estados Unidos antes de Trump se presentaron datos de interés: en 1995 había 6.8 millones de inmigrantes latinoamericanos como fuerza de trabajo, representando el 5% del total. Este volumen se incrementó hasta alcanzar los 13.3 millones en el 2012, un 8.6% de la fuerza de trabajo de los Estados Unidos.
En España, sucedió algo similar; en 1999, la inmigración latinoamericana era marginal, se registraban 158 mil trabajadores, representando menos del 1% de la fuerza de trabajo. Para el 2012, la inmigración latinoamericana ya aportaba el 8.6% de la fuerza de trabajo e involucraba a un volumen de casi 2 millones de trabajadores. En los dos casos los migrantes fueron un factor no de crisis sino de superación de la misma, sobre todo en Europa, donde en la primera década del siglo XXI sin la presencia de la mano de obra barata de Latinoamérica no hubiese sucedido lo que fue una rápida recuperación.
Para citar otro ejemplo, en la migración de mexicanos a los EEUU en el periodo 2003-2007 se observó que los migrantes habrían generado 494 mil millones de dólares cada año, equivalentes a 3.76% del PIB de Estados Unidos. La transferencia neta de valor que hacen los trabajadores mexicanos a la economía norteamericana representa un monto de 77.7 mil millones de dólares, cifra que contrasta con el monto global de las remuneraciones que perciben los mexicanos en ese país. De no mediar el gran flujo inmigratorio de las últimas décadas, Estados Unidos habría crecido prácticamente la mitad de lo que lo hizo en ocho años.
La inmigración laboral constituye en efecto, una presión sobre el mercado de trabajo, presión que puede ser necesaria o innecesaria, según las directrices de la economía que pueden provocar desplazamiento o integración de mano de obra (Borjas, 2001; Martin, 2002).
El aporte al crecimiento económico se enmarca en los cambios en la dinámica laboral de la globalización de la economía. La organización del trabajo migrante puede permitir el tránsito a producción flexible; ansia eterna de las burguesías nacionales que articularían una base productiva nacional hacia la comercialización mundial sin afectación de la mano de obra local, la misma que se vería complementada con la extensión no de la jornada laboral sino de las horas productivas.
Existen ocupaciones residuales no asumidas por economías estancadas y tiempos laborales no incorporados que podrían ingresar al ciclo productivo nativo. La migración con sus remanentes laborales de sociedad en crisis como Venezuela ofertan “excluidos”, prestos a incluirse en circuitos de producción y reproducción, que podrían abastecer aspiraciones de naciones con mejores condiciones de crecimiento.
Incorporar migrantes a empleos informales es un error porque la informalidad esta congestionando, ya las urbes citadinas y más empleos marginales no solo que desplazan la mano de obra precaria sino que ahondan las rutas de miseria suburbana. Podrían más bien, estratégica mente organizarse registros de acuerdo a perfiles profesionales en la población nueva haciendo que el peso relativo de cada actividad y ocupación generen más actores de producción y por ende más producción
Otros registros son significativos para pensar en una política de migración sostenible: la presencia de personas culturalmente diversas estimula formas de relaciones multinacionales con diálogos humanos y económicos, ellos pueden generar empresas conectadas con un mundo más amplio, es decir ayudando a internacionalizar la economía.
La creatividad importada gratuitamente, el arte y la literatura que arriban, los deportistas, la innovación gastronómica y otros factores y recursos que desempeñan y fomentan sociedades receptoras activas
Un cambio en la estructura ocupacional de los migrantes calificados podría incluso estimular por competencia la mano de obra nacional con ocupaciones directamente productivas: manufactura, agricultura, pesca y otros para ser parte de un proceso positivo como inversión para el desarrollo. El país además haría exigencias a la comunidad internacional con aportes adicionales a la población que se desplaza.