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martes, abril 30, 2024

MIGRACIÓN HUMANA: UN TEMA PARA EL DESARROLLO. Por Tomas Rodríguez León

Las migraciones forzosas y los desplazamientos humanos son  dinámicas del capitalismo global y cada día son  más frecuentes, pero ahora  las perspectivas des coloniales se presentan como colonización  inversa, los pobres colonizando las naciones de más desarrollo  y  los flujos  migratorios  son parte de una nueva industria que juega con los criterios de residencia  o refugio.

Los desplazados por conflictos y  lesiones a los derechos humanos son carne humana en el mercado,  “crisis de refugiados”  para unos, oportunidad para otros (Alemania) todo se gesta en un encuadre  xenófobo y nacionalista.

“El exiliado mira hacia el pasado, lamiéndose las heridas; el inmigrante mira hacia el futuro, dispuesto a aprovechar las oportunidades a su alcance”. Isabel Allende

Refugiados y solicitantes de asilo  se suman a migrantes  que huyen  para proteger  vida y seguridad física, este caos se ahonda porque  el estatuto de refugiado  se confunde con los migrantes irregulares. Esta división entre migrantes económicos y refugiados dispara nuevas  restricciones a la movilidad humana, donde hasta los países  pobres  ensayan  una neo xenofobia  resultado de una percepción de inseguridad laboral que cree que la migración  aumentará las condiciones de precariedad y exclusión

Los migrantes en los países de menor desarrollo  pasan a ser refugiados de  segunda  porque la ayuda de cooperación internacional  es austera por  discriminación de los poderes locales que no aprovechaban sus potencialidades con  programas  de reubicación  socio productiva. Con visión de  desarrollo, los migrantes podrían ser ejes de impulso económico y no amenazas. En el caso venezolano asoman otras consideraciones de curiosa imagen, en función de su nacionalidad. Ecuador  al igual que otros países  de la región ha recibido un flujo importante de migración; colombiana, peruana, cubana, africana etc. pero  solo en el caso venezolano se evidencia repudio, agresión y hostigamiento.

Las duras condiciones en que viven los  venezolanos  despatriados se debe en muchos casos  a  la llegada de  grupos de familias,  factor que cuenta  para la reflexión, porque el  mismo pensamiento de derecha que actualiza  la defensa de la familia, rechaza el flujo migratorio, dejando en claro una posición extrema, que  defiende  a la familia nacional y a la propiedad privada  nacional  desde un discurso cuasi fascista de odio contra la familia extranjera. La  reflexión  sobre la centralidad de la familia y la reunificación filial  de  refugiados no es para nada un tema sensibilizador. El chauvinismo incoherentemente nacionalista resiste a personas históricamente connacionales.

Las relaciones ancestrales de dominación colonial le han sido comunes a los países de Sudamérica y lo retrogrado del pensamiento archí conservador olvida  que el centro de la independencia anticolonial fue precisamente de corte americanista, donde los venezolanos jugaron el papel  magnífico de acompañantes de los libertadores Simón Bolívar y Antonio José de Sucre  contra  la España dominante. Olvidan también que Venezuela, Colombia y Ecuador fueron  un solo país, del cual sobrevive la bandera tricolor.

 Es posible migración y desarrollo

La inmigración ha contribuido al desarrollo de los países receptores por el aporte adicional de  contingentes de fuerza de trabajo. Directa e indirectamente, los migrantes modifican  demografía y  pirámide  poblacional en forma positiva.   No desplazan la mano de obra local,  esto se demostró  a través de  un estudio en  el año 2000 en México, obreros angloamericanos aportaban 70%   al crecimiento económico de Estados Unidos y tan sólo ocho años después, en 2008,  su contribución  se redujo en 7.2 puntos porcentuales, a menos de 63%, reducción de un punto porcentual cada año, en tanto la participación de los migrantes fue inversamente proporcional. Esta diferencia dinámica demostró lo falso de la tesis de que la inmigración desplaza fuerza de trabajo nativa.

La precariedad, bajos salarios, inestabilidad, entre otras razones, abren opciones de complementariedad productiva, pues lleva a que la inmigración llene  vacíos de acción laboral.   (Migración internacional y desarrollo, Canales 2016). De no mantenerse la inmigración  en estados de baja demografía, la economía se vería seriamente comprometida.  La migración y sus efectos   han evitado que la población  de 15 a 49 años  (PEA) se reduzca en casi dos millones de personas entre 2000 y 2008(Canales).

Valorando la contribución de los migrantes al desarrollo,  se establece una correlación   entre  flujo de migrantes como fuerza de trabajo y crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), así, si los inmigrantes representan 5% de la fuerza de trabajo, su contribución sería de 5% al  PIB en los países receptores de migración

Pero el análisis de la migración,   asumiendo un enfoque de derecha racista  o más perversamente de seguridad nacional, deriva a estereotipos  xenófobos. Las posiciones conservadoras  sustentan   su criminalización e impulsan  políticas de control y represión a la movilidad humana.  Alemania  que es el mejor ejemplo de integración económica a los migrantes, plantea “gobernanza de la migración”, demostrando que incluir derechos e intereses de desplazados es beneficioso para la activación económica.

El aporte de los desplazados a la dinámica de la economía y de la reproducción está demostrado y  debería ser debate superado, pero una mentalidad de atraso, mira a una población muchas veces bien  formada, como riesgo amenazante. En otros casos  desde una práctica lastimera ubica los migrantes en condición de refugiados que ahí sí, representan una carga económica par al estado receptor.

El pensamiento de Donald Trump se puso de moda en un país endeudado con los migrantes (coautores de su condición  potencia mundial) y los  seguidores de la lógica imperial desde la periferia, repiten una verborrea insostenible de odio racial. Las víctimas, que no son los malos de la película, no pueden ser vistos tampoco como los salvadores y redentores del mundo.

La migración proceso social irrefrenable en un mundo globalizado es un recurso extraordinario que bien puede ser crisis u oportunidad. Las trasformaciones demográficas, por el envejecimiento de la población, las asimetrías del crecimiento fruto del reparto imperial del mundo y una concepción occidental de bienestar social  cultural son hechos inevitables que activan la movilidad humana en un mundo postmoderno puesto en marketing por las  sociedades avanzadas.

América Latina vive una contradicción, existe por un lado déficit de trabajo y por otra un déficit persistente de mano de obra, efectos del mal desarrollo. El estancamiento productivo y  las malas condiciones de intercambio que  sumados a una política de inmovilidad  gestada por gobiernos populistas lejos de hacer inserción económica y social, impulsaron la hipertrofia del estado creador de subsidios y  afectaron la producción y el empleo. Pero América latina más que ninguna otra región, posee por sus recursos, potencialidades económicas que podrían  generar  excedentes necesarios para mantener  altos niveles de vida y patrones de consumo  satisfactorios.

Estos recursos pueden ser asimilados por la presencia de migrantes,  dado que los países de la región no adolecen de superpoblación aunque tengan vastos territorios y  recursos, ejemplo  de ello es el Ecuador donde solo el 15%  de su área cultivable es utilizada. La dinámica  de los países receptores no puede ser de misericordia nada más,  sino de oportunidades  a partir de la migración. Con esta premisa, deben considerar que el  volumen migratorio  permite recoger  población laboral que al Estado acogiente no le cuesta su formación.

Ahondando en migración y desarrollo veamos; en  Estados Unidos antes de Trump se presentaron datos de interés: en 1995 había 6.8 millones de inmigrantes latinoamericanos como fuerza de trabajo, representando el 5% del total. Este volumen se incrementó hasta alcanzar los 13.3 millones en el 2012, un  8.6% de la fuerza de trabajo de los Estados Unidos.

En  España, sucedió algo similar; en  1999, la inmigración latinoamericana era  marginal,  se registraban 158 mil trabajadores, representando menos del 1% de la fuerza de trabajo. Para el 2012, la inmigración latinoamericana ya aportaba el 8.6% de la fuerza de trabajo e involucraba a un volumen de casi 2 millones de trabajadores. En los dos casos los migrantes fueron un factor no de crisis sino de superación de la misma, sobre todo en Europa, donde en la  primera década del siglo XXI sin la presencia de la mano de obra barata de Latinoamérica no hubiese sucedido lo que fue una rápida recuperación.

Para citar otro ejemplo, en la migración de mexicanos a los EEUU  en el periodo 2003-2007  se observó que los migrantes habrían generado 494 mil millones de dólares cada año,  equivalentes  a 3.76% del PIB de Estados Unidos.  La transferencia neta de valor que hacen los trabajadores mexicanos a la economía norteamericana representa un monto de 77.7 mil millones de dólares, cifra que contrasta con el monto global de las remuneraciones que perciben los mexicanos en ese país. De no mediar el gran flujo inmigratorio de las últimas décadas, Estados Unidos habría crecido prácticamente la mitad de lo que lo hizo en  ocho años.

La inmigración laboral constituye  en efecto, una presión  sobre el mercado de trabajo, presión que puede ser necesaria o innecesaria, según las directrices de la economía que pueden provocar desplazamiento  o integración de mano de obra  (Borjas, 2001; Martin, 2002).

El aporte  al crecimiento económico se enmarca en los cambios en la dinámica laboral de la globalización de la economía.  La organización del trabajo migrante puede permitir el tránsito a producción flexible;  ansia eterna de las burguesías nacionales que articularían una base productiva nacional hacia la comercialización mundial sin afectación de la mano de obra local, la misma que se vería complementada con la extensión no de la jornada laboral sino de las horas productivas.

Existen ocupaciones residuales  no asumidas  por economías estancadas y tiempos  laborales no incorporados que podrían ingresar al ciclo productivo nativo.  La migración con  sus remanentes  laborales  de  sociedad  en crisis como Venezuela ofertan “excluidos”, prestos a incluirse en  circuitos de producción y reproducción, que podrían  abastecer aspiraciones de naciones con mejores  condiciones de crecimiento.

Incorporar migrantes a empleos informales es un error porque la informalidad esta congestionando, ya las urbes citadinas y más  empleos marginales no solo que desplazan la mano de obra precaria sino que ahondan las rutas de miseria suburbana. Podrían más bien,  estratégica mente organizarse  registros de acuerdo a perfiles profesionales en la población nueva haciendo que el  peso relativo de cada actividad y ocupación generen más actores de producción y por ende más producción

Otros registros son significativos para pensar en una política de migración sostenible: la presencia de personas culturalmente diversas  estimula  formas de relaciones multinacionales con diálogos humanos y económicos,  ellos pueden  generar  empresas conectadas con un mundo más amplio, es decir ayudando a internacionalizar la economía.

La creatividad  importada gratuitamente,  el arte y la literatura que arriban, los  deportistas, la innovación  gastronómica  y otros factores y recursos que desempeñan y fomentan sociedades receptoras activas

Un cambio en la estructura ocupacional de los migrantes calificados podría  incluso estimular por competencia la mano de obra nacional con  ocupaciones directamente productivas: manufactura,  agricultura, pesca y otros para ser  parte de un  proceso positivo como  inversión para el desarrollo. El país además haría  exigencias a la comunidad internacional con aportes  adicionales a la población que se desplaza.

 

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