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sábado, mayo 4, 2024

ORGANIZARSE, ES COMENZAR A VENCER. Por Carlos Pástor Pazmiño

Una clásica consigna de la lucha popular dice que: ?organizarse… es comenzar a vencer?. Ella puede ser coreada de viva voz, mientras la multitud camina indignada y aguerrida por causa de políticas públicas decretada por los gobiernos de turno. La consigna viene resonando como eco en las calles del país durante los últimos 12 años, plenos de administraciones corruptas, botarates y autoritarias, de casi los mismos actores históricos políticos y económicos que dominan la sociedad.

Por más de una década el Estado ecuatoriano ha permanecido capturado por las élites económicas rentistas e intermediarias como: Pronaca, Nirsa, La Favorita, El Rosado, Reybanpac, Agripac, Ales, Grupo KFC, Consorcio Nobis, El Juri, Banco Pichincha, La Fabril, entre otros.

La concentración del poder en estas corporaciones es enorme. Por cerca de una década, tras bastidores, estos grupos manejaban la política económica del país. Correa se preocupaba de cuidar las formas ideológicas, para mantener su discurso e imagen de progresista; el discurso “izquierdista” de la “revolución ciudadana” no solo que escondía los rasgos de una personalidad autoritaria, sino que constituyo una campaña ideológica de mistificación. Moreno, por el contrario, desde la conformación de su primer gabinete ministerial, entregó los sectores estratégicos directamente a los grupos económicos, a las Cámaras y al globalismo norteamericano.

Mientras se fortalecía la convivencia del gobierno con fracciones de las clases empresariales, y  bajo el discurso de las llamadas ?Alianzas Público Privadas? y las “mesas de diálogo”, la derecha política tradicional del país, (históricamente vinculada con los importadores, agroexportadores, bancos y medios de comunicación masivos), tomó protagonismo, y ganó espacio público e influencia en la gestión política. Se destaca el poder del representante de la oligarquía porteña, Jaime Nebot quien, junto con su heredera en la alcaldía de Guayaquil, Cinthya Viteri, han venido modelando y pautando la agenda de Moreno, mientras se organizan para las presidenciales del 2021. Mientras tanto, se evidencia la contradicción con Lasso, que pulsa por la hegemonía de la burguesía financiera sobre la burguesía agroindustrial y comercial.

Con el respaldo de la derecha organizada en diversos partidos políticos, grupos económicos, los medios de comunicación, pero principalmente, con el soporte del FMI (léase Estados Unidos), Moreno con conciencia de sobra, emitió el Decreto 883 que elimina el subsidio a los combustibles, incluso los del transporte masivo como el diésel, lo que irremediablemente genera la subida del precio de los productos básicos. La subida del precio de los combustibles fósiles vuelve más rentable la producción de agrocombustibles, promoviendo los monocultivos energéticos, principalmente caña de azúcar para elaborar etanol. Es de preverse procesos de acaparamiento de tierras, agricultura por contrato de pequeños cañicultores, más contaminación del suelo, los falsos discursos sobre aporte del agro a disminuir la huella de carbono.

No cabe duda que el gobierno de Moreno replica los vicios de la tradicional partidocracia dedicada a desviar los recursos públicos en beneficio de los que ya tienen más dinero, sirviendo a los sectores económicos que concentran la riqueza, alejados del interés general, enloquecidos por el acaparamiento de tierra, agua, mercados etc.

El mismo Decreto 883 reduce los aranceles de importación a computadoras, celulares y demás artículos tecnológicos, lo cual beneficiará directamente a los grupos económicos importadores como El Juri, El Rosado, La Favorita etc. Lo que pasa es que Ecuador se reprimariza y debe seguir el salto tecnológico-productivo impulsado por el capital transnacional y el proceso de achicamiento industrial en busca de bajos salarios y regulaciones laborales desfavorables, incluyendo la expansión de la producción de servicios. La decisión de favorecer al sector productivo empresarial con la eliminación o reducción de aranceles para maquinaria, impulsa la modernización de la agricultura empresarial, fortaleciendo el viejo modelo, con énfasis en la exportación.

No contento con esto, Lenin Moreno, reduce a la mitad el impuesto a la salida de divisas, es decir, alienta a los grupos económicos a sacar sus capitales hacia las guaridas fiscales, estos beneficios se dan, al poco tiempo de que el gobierno perdonara $4.295 millones en deudas por impuestos a estos mismos grupos y se endeudara en $4.200 millones con el FMI.

El resultado de la aplicación de estas medidas, casi siempre, es que la clase obrera, campesina, indígena, mujeres o jóvenes, son los que ponen el sacrificio, el sufrimiento y los muertos en las calles. Las marchas de protesta, de los grupos indígenas, campesinos, obreros, estudiantiles, de mujeres y otros expresan el descontento del pueblo, cuyas condiciones de vida empeoran a diario.

El gobierno durante los 11 días del levantamiento ha actuado violentamente con bombas lacrimógenas a no menos de 20 mil personas, incluyendo niños, niñas y personas de la tercera edad. Según el cuarto informe de la Defensoría del Pueblo del 11 de octubre de 2019, se registra desde el 3 de octubre, día que inició el levantamiento indígena y popular 1.070 personas detenidas, 5 personas asesinadas por el Estado represor y 855 heridos. Todo esto bajo las órdenes directas de autoridades brutales; María Paula Romo, Ministra de Gobierno y Oswaldo Jarrín, Ministro de Defensa. Estos dos personajes nefastos, moralmente tóxicos, serán recordados por los siglos de los siglos como enemigos del pueblo.

Frente a la continuidad de este proceso de terrorismo de Estado, nuevamente se han alzado en resistencia miles de voces a nivel nacional, con el grito digno y claro ?ni Moreno, ni Correa, ni Nebot, ni Lasso?. Cada una de estas derechas disfrazadas de “democráticas” o simplemente derechas, promueven un círculo vicioso: minifundista o productor campesino sin tierra y desprovisto de agua para riego; sin información y sin mercado justo; dependiente de kits agropecuarios contaminantes;  obreros explotados sometidos a un salario mínimo mensual de $394, insuficiente para cubrir la canasta básica de $719.18; mano de obra precarizada; jóvenes endeudados hasta el cuello para conseguir una formación; jóvenes con títulos bajo el brazo, pero sin oportunidades de trabajo; desempleados expulsados  por la automatización de las tareas;  mujeres campesinas agredidas en sus roles por la privatización de las semillas; mujeres que no pueden decidir sobre sus cuerpos para tener o no un hijo, aunque sea consecuencia de una violación, etc.

Todo esto, detrás de un renovado discurso de generar emprendimientos, donde los emprendedores exitosos son los modelos de egoísmo a seguir, por haber acumulado y diversificado sus capitales, y ?gracias? al trabajo duro, su esfuerzo y su perseverancia. Ya casi no se habla de economía solidaria, solo de individualismo competitivo. Se olvida que, bajo la globalización neoliberal, cualquier emprendimiento puede dejar de existir por los cambios en el contexto; se exigen competencias digitales, gestión de la información, articulación en red; acumulación de conocimientos, etc. Esa educación formativa no llega a los grupos jóvenes del campo.

Un trabajador o campesino promedio empieza su jornada a las 4h am la hora del ordeño en el campo, mientras que un obrero llega a su casa entre las 20h y 21h de la noche. Son estos sectores que se ven obligados a trabajar el doble del tiempo a cambio de menos salario, y claro, lo hacen por miedo a perder el empleo, miedo a no encontrar otro empleo, miedo al hambre, etc. Los campesinos del Ecuador han sido dominados históricamente, o sujetos, por relaciones que sistemáticamente han impuesto sobre las comunidades el sentimiento de inseguridad.

En el Ecuador del presente el trabajo casi no vale nada, ha sido al extremo precarizado; numerosos jóvenes, tanto hombres como mujeres tienen muy pocas perspectivas de inserción laboral, en cualquiera de los sectores. Es falso que las propuestas de ajuste de Lenin Moreno y FMI vayan a cambiar la situación estructural de inestabilidad laboral e inequidad social.

Es injusto, indigno, reprochable, contrario a los derechos humanos, aplicar políticas públicas que excluyen a miles y miles de ciudadanos, en nombre de las ganancias de minorías selectivas. La precariedad del trabajo significa sufrimiento en la vida cotidiana y produce vulnerabilidad, desprotección, sufrimiento emocional, permanente inestabilidad familiar, agotamiento.

¿Ustedes creen que Isabel Noboa, Patricio Arosemena, Luis Baker, Colín Armstrong, Carlos Artigas, Francisco Alarcón Alcívar, Roberto Aguirre Román, Juan Carlos Serrano, o los Wright, o los Czarninski, madrugan? Lo que no nos dicen de estos “casos exitosos”, son sus vínculos directos con las élites políticas que hacen que sus capitales incrementen y diversifiquen.

Desde mi propia experiencia. Mi madre, una mujer que ha trabajado durante más de treinta y cinco años como docente en un colegio público. Luego de tantos años de pie, los problemas de várices se hacen más evidentes, Ha entregado su vida a la enseñanza y quizás nunca pueda recibir una jubilación digna para sus últimos años. Así como mi madre son muchos los docentes que no pueden cobrar su jubilación, que en el mejor de los casos serán unos $60 mil o $70 mil dólares luego de una vida entera de trabajo dura y de servicio. Mientras que un asambleísta, capacitado o no, mediocre o no, corrupto o no, gana $4.500 dólares mensuales, eso en apenas 4 años es $216.000 dólares. Esta cantidad es muchísimo más alta que lo que un docente llega a cobrar por jubilación. Esta situación no es justa, no es digna y por esto también nos levantamos y resistimos.

El neoliberalismo implantado por Lenin Moreno ha generado una estructura de  producción y empleo centrada en la dinámica del mercado y la competencia, para garantizar las ganancias del capital empresarial, mediante medidas perversas donde buena parte de la sociedad deben ser excluidas. El Ministerio de Inclusión Social – Berenice Cordero – habla de compensaciones de $ 15 dólares para los vulnerables que produce la crisis gestada por el FMI.

En este contexto, la mayor parte de estas empresas niegan sin ningún disimulo el derecho obrero a la sindicalización y arrojan a la calle a quienes cometan la osadía de organizarse. El mismo Ministro del Trabajo – Andrés Vicente Madero Poveda- vocero de la oligarquía, no se cansa de ningunear a los sindicatos nacionales organizados en el FUT, al igual que el Ministro de Agricultura lo hace con los campesinos e indígenas organizados en la CONAIE. El trato despectivo y racista se percibe claramente, además, en el discurso de Nebot que dijo ?que los indios se queden en el páramo?.

El Correísmo no tiene la fuerza social para haber organizado todas las protestas en las calles de Quito, Cuenca y las demás provincias. Hay un movimiento espontáneo, autoorganizado por el sentimiento de injusticia y exclusión, y vemos a diversos sectores que se movilizan por sí mismos, auto-convocados. Son llamados por su indignación ante las medidas y el modelo empresarial. Pero así mismo podemos observamos a Correístas que intentan capitalizar el momento, como es el caso de Pabón, Rivadeneira o Hernández. Pero los sectores organizados FUT, CONAIE, frente popular y todos los otros, están muy claros sobre con quienes no se pueden aliar.

Las derechas políticas, el poder económico, tienen estrategias subjetivas sutiles para subirse en los procesos.  Quieren que Correa aparezca como la única figura legítima de oposición de la “izquierda”, para que otros líderes provenientes de los sectores populares no puedan llegar a ser opciones reales para la presidencia en el 2021.

El movimiento indígena fruto de más de 500 años de resistencia una vez más asume las luchas colectivas junto a obreros, mujeres, jóvenes y demás sectores populares. Durante estas jornadas de resistencia hemos visto como han seguido de pie los árboles que Transito Amaguaña y Dolores Cacuango sembraron, dirigentes con vocación y voluntad de cambios estructurales como: Yaku Pérez, Leónidas Iza, Jaime Vargas, Nayra Chalán o en el sector obrero la CEOLS y la CEDOCUT  entre otros y otras. Hemos visto como los campesinos y campesinas alimentan el país, como los obreros sostienen al mundo, como los de abajo nos unimos en la resistencia.

Ninguna injusticia social o agresión ambiental cometida por el gobierno de Moreno es denunciada por los medios de comunicación, o investigado por la prensa, ya que sus políticas reafirman el proceso de ampliación del neoliberalismo, como forma del capitalismo.  En las calles no luchamos únicamente contra un sistema económico injusto, sino también contra un sentido común, la subjetividad programada, que la van marcando los principales canales y radios del país, mientras la policía y los militares tiran a matar a la sociedad civil, Teleamazonas, Ecuavisa Gamavisión y todos los otros canales pasan shows de canto, baile o la virgen de Guadalupe. O las radios solo ponen reguetón. Por ello, para informarnos es necesario ir a las redes sociales, que han creado una importante red de acción política.

Compañeros, compañeras rompamos cerco mediático, el monopolio de estos grupos económicos, ni un centavo de nosotros, los del pueblo, para ninguna de sus empresas, ni un solo voto a sus políticos, ni perdón y menos olvido para todos los que estuvieron detrás del Correato. Que este levantamiento popular no quede en manos o sea capitalizado por ninguna de las derechas.

Que este levantamiento sirva para re-pensarnos y re-construirnos como sociedad desde otro sentido común, un sentido común anti-colonial, anti-patriarcal, anti-corporativo. Las luchas de hoy, son los derechos de mañana. Juntos rompemos el miedo a la brutal agresión de la policía y los militares, no pueden encarcelarnos a todos, no pueden matarnos a todos.

*Ecuatoriano, militante de las luchas populares. Politólogo, especialista en Cambio Climático, Maestro en Relaciones Internacionales, doctorando en Estudios Latinoamericanos UASB-E. Investigador agrario y miembro del grupo de trabajo “Desarrollo Rural: Estudios Críticos” DE CLACSO. Coordinó el Taller de Estudios Rurales de la UASB-E. Ha publicado varios textos sobre estas problemáticas. Contacto: carlospastorequidad@gmail.com

 

 

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PENSAMIENTO CRÍTICO
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3 COMENTARIOS

  1. Un artículo bien estrucurado pero ingenuo, si hay dirigentes indígenas correistas que le están haciendo el juego a Correa y algunos son tontos útiles del correismo . Pero en sus conclusiones no presenta ninguna opción para salir del entuerto salvo el “anti-” todo, le pregunto al autor, a favor de que está?

  2. La estrategia del terror sometió Quito
    La violencia se regó por toda la capital. Hordas de manifestantes armados patrullaron los barrios imponiendo su ley.
    Roberto Aguilar /
    Quito /
    13 oct 2019 / 00:20

    Vandalismo. Grupos de vándalos aprovecharon el camuflaje de la movilización de los indígenas para provocar el caos en Quito.
    Vandalismo. Grupos de vándalos aprovecharon el camuflaje de la movilización de los indígenas para provocar el caos en Quito. (Reuters / Archivo)

    La pesadilla se hizo realidad. Las escenas de los colectivos chavistas aterrorizando a la población de Caracas, dueños absolutos de las calles, saqueando y vandalizando, se trasladaron ayer a Quito. Fue una jornada de terror. La violencia, que se había concentrado en los sitios tradicionales de las manifestaciones (el casco colonial, las inmediaciones de la Asamblea, ciertas vías estratégicas…) se regó ayer por toda la ciudad. Hordas de militantes y mercenarios, armados con palos y piedras, patrullaron los barrios en furgonetas y camiones, rompieron vidrios, golpearon vehículos, atracaron tiendas, gasolineras y micromercados, lanzaron neumáticos en llamas desde los puentes a los carros que circulaban por debajo, intentaron asaltar las fuentes del agua potable y amenazaron a la ciudad con privarla de ese servicio, invadieron un hospital en Carcelén, destruyeron infraestructura pública, veredas, paradas de buses, postes, semáforos, tumbaron árboles, lanzaron bombas molotov y dispararon petardos con armas de fabricación casera…

    Y en el epicentro del apocalipsis, el edificio de la Contraloría General del Estado, secreto objetivo de la revuelta, ardía en llamas luego de haber sido saqueado y destrozado. Varios kilómetros al norte, prendieron fuego a las antenas de Teleamazonas. Luego marcharon hacia Ecuavisa. Solo el estado de queda y la militarización de la ciudad los detuvo.

    Y mientras el terror se apoderaba de Quito y se multiplicaban los llamados a la paz provenientes de todos los sectores de la sociedad y de la política, el dirigente correísta Virgilio Hernández arengaba a los suyos desde su cuenta de Twitter para radicalizar la protesta. “#GeneralizarLaLucha”, etiquetó, “para evitar que la represión se concentre en El Arbolito”. O sea: abrir más frentes. Conformar juntas populares, convocar a los comités barriales y salir a la calle. Columnas de humo se levantaban desde todos lados y él, pequeño y sangriento Robespierre falto de lecturas, pedía más.

    Fue entonces cuando Salvador Quishpe, dirigente histórico de Ecuarunari, estalló al fin. La víspera, él había entregado a un representante de la ONU una propuesta de diálogo firmada por el propio presidente de la Conaie pero, casi de inmediato y contra toda lógica, fue desmentido y desautorizado por la dirigencia. Ayer, ante los micrófonos de FM Mundo, dio rienda suelta a su descontento: “A esta altura del tiempo -dijo- me temo que la movilización no está bajo el control del movimiento indígena, está bajo el control del correísmo”. Y mencionó nombres. Habló de los integrantes del colectivo Mariátegui, universitarios talibanes que, durante el gobierno anterior, fueron comprados con cargos públicos para servir como fuerzas de choque. Mencionó al decano de Comunicación de la Universidad Central. Dijo que hubo presiones. Dijo que hubo dinero.

    La declaración de Quishpe vino a confirmar, por primera vez desde una fuente interna, lo que se sabe desde el día 1: que este es un intento de golpe de Estado correísta. El primer indicio fue la inaudita velocidad con que se montó la cosa. Porque un levantamiento indígena es un proceso demorado que implica un complejo mecanismo de toma de decisiones en las comunidades y una ardua tarea de levantamiento de fondos y de organización logística. Hasta dos meses ha tardado la Conaie en otras ocasiones para organizar una marcha hacia Quito. Esta, por lo visto, estaba preparada. El segundo indicio fueron los saqueos de empresas florícolas y lecheras al sur de la capital, un hecho inédito en la historia reciente de las movilizaciones indígenas. El tercero, el intento de asalto al edificio de la Contraloría, el lunes, que dejó perfectamente claros cuáles eran los móviles reales de la revuelta.

    Lo que ocurrió ayer fue el desenlace de este libreto. Las hordas de violentos tomaron el control. Quito constató al fin en qué consiste el trabajo de bases del correísmo: en el empoderamiento de lumpen proletarios para servir de fuerzas de choque y aplicar la estrategia del terror. Los que recibieron entrenamiento militar a cargo de Rodrigo Collahuazo para repeler manifestaciones (porque el correísmo entrenó civiles para reprimir civiles); los que organizó y azuzó Ricardo Patiño en un constante trabajo de años… El Ecuador temía y sospechaba de su existencia. Ayer, finalmente, salieron a la luz en un estallido de furia. Y sometieron Quito.

    No sirvió que la Conaie, a través de distintos comunicados, tomara distancia de las pretensiones correístas y se desligara de los hechos de violencia cuando, en la práctica, les servía de soporte. Y con la Conaie, una multitud de militantes, académicos, intelectuales de izquierda; medios de comunicación comunitarios; organismos de derechos humanos que, al servicio de organizaciones y actores políticos, han perdido todo sentido de la neutralidad y han contribuido a desprestigiar y comprometer la gran causa de los derechos humanos, que es la causa de la democracia. Todos ellos llevaron el enfrentamiento a las redes sociales, a la comunicación alternativa, y jugaron en este episodio trágico un papel preponderante: difundiendo noticias falsas para exacerbar los ánimos; armando la palabra y manipulando el lenguaje hasta extremos en que toda posibilidad de interlocución se volvió imposible, cerrando los ojos ante la violencia callejera y cargando las tintas en la represión del Gobierno contra un supuesto pueblo indefenso y desvalido.

    ¿Excesos policiales? Los hubo y fueron documentados hasta el hartazgo, en particular los casos de detenciones violentas en las que los miembros de la fuerza pública continuaban golpeando con brutalidad a personas que ya se habían rendido, levantaban los brazos o se tendían en el suelo y no ofrecían resistencia al arresto. Un procedimiento intolerable que la ministra María Paula Romo venía justificando desde hacía meses. Y lo peor: los inexplicables ataques a los centros de acogida que servían de refugio a mujeres y niños indígenas que llegaron (porque las movilizaciones indígenas son así) acompañando a los marchantes. El martes, el desalojo del parque El Arbolito con una inusitada cantidad de gases lacrimógenos fue brutal, fue innecesario y fue inédito. El miércoles, el ataque a las universidades trajo más de lo mismo.

    Pero de ahí a centrar los focos en esa represión cuando el país y la ciudad asisten a la aplicación sistemática de una estrategia política basada en el terror y en la violencia, hay una gran distancia mediada por la miopía política, la militancia ciega, la ingenuidad o el oportunismo. Más aún considerando la permisividad que demostró la fuerza pública en algunos episodios. Porque en ningún país del mundo una multitud de manifestantes es capaz de entrar a saco en la sede la Asamblea Nacional, en medio de un estado de excepción, para colmo, sin que el Ejército o la Policía disparen un solo tiro. Y eso ocurrió el martes. Y cuando finalmente fueron repelidos y desalojados, como tenía que ser, con gases lacrimógenos y uso de fuerza persuasiva (ninguna víctima se reportó de esa jornada), los medios de comunicación militantes, los activistas de derechos humanos, los intelectuales de Twitter, clamaban a los cielos: “Represión, represión, horror, horror”. Una victimización gratuita (pero rentable) y una incomprensión absoluta de cómo funcionan las cosas en un Estado de derecho, en el cual, si la fuerza pública detenta el monopolio de la violencia, es para ejercerla. Y si un manifestante lanza piedras o dispara petardos, tiene que estar dispuesto a salir averiado. Y sin quejarse. “Masacre en Quito”, “Nos están matando”… Las muletillas y etiquetas utilizadas por los militantes en las redes sociales no solo eran incendiarias sino mentirosas.

    Y ese es el panorama que el país tiene por delante: un lumpen proletariado violento y empoderado que ya probó la gloria de tomarse una capital. Una militancia urbana dispuesta a cerrar los ojos y avalar cualquier barbarie mientras sea en servicio de su causa. Un aparato organizacional de defensoría de derechos humanos sin la menor credibilidad. Un “periodismo militante”, si tal cosa es posible, posicionado y fanático. Esta crisis se superará. Pero ese grado de descomposición de la izquierda ecuatoriana seguirá pesando sobre el futuro.

    Revelación

    Salvador Quishpe estalló al fin: “A esta altura -dijo- me temo que la movilización ya no está bajo el control del movimiento indígena, está bajo el control del correísmo”.

    Utilizados

    No sirvió de mucho que la Conaie, en sus comunicados, tomara distancia de las pretensiones y la violencia correístas cuando, en la práctica, les ha servido de soporte.
    El Expreso

  3. Loable su arenga: “Que este levantamiento popular no quede en manos o sea capitalizado por ninguna de las derechas”, creo que debe estar tranquilo, ya fue capitalizado por los depredadores correistas…!

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