22 de Abril 2016
Ivan Illich es quizá uno de los pensadores menos apreciados y, al mismo tiempo, relevantes para un mundo cada vez más sometido por la tecnología, la profesionalización, y la homogenización y sus consecuencias negativas para el ser humano. Después de cincuenta años sus escritos no pierden su brillo, su capacidad de asombro.
En el mundo moderno, concluyó Illich en su análisis de la salud pública[i], la gente y la sociedad en general pierde autonomía frente a la agresividad de la tecnología y la capacidad de los gremios médicos de influir de forma negativa en las políticas públicas. Argumentó que la medicalización de eventos naturales de la vida, como el nacimiento, con frecuencia provocó más daño que bienestar y efectivamente convirtió a mucha gente en ‘pacientes’ de por vida.
Son los ‘expertos’, dijo el austriaco, quienes ganan terreno, mientras la gente deja de poco a poco de confiar en su capacidad de vivir de forma saludable, en el potencial de su propio cuerpo de sanarse e incluso en el valor de las prácticas ancestrales.
No se trata por tanto de descartar la modernidad y volver al pasado, sino de reconocer la importancia de los costumbres y saberes humanos que desde tiempos inmemoriales nos han servido para evitar riesgos y acompañar a los enfermos. Como muchos reconocen, lo tradicional y los lo ‘moderno’ no son incompatibles sino complementarios. Un ejemplo de lo último es el trabajo de las parteras.
La Ley de Parto Humanizado
Hace poco la Presidenta de la Asamblea Nacional, Gabriela Rivadeneira, presentó en un foro público su anteproyecto de Ley de ‘Parto Humanizado’. ¿A quién se le ocurriría estar en contra? A primera vista, nadie. Las mujeres claramente tienen derecho de escoger su propia forma de dar a luz; el embarazo no es una enfermedad, y no debe ser visto como tal por los médicos aun cuando hay riesgos, riesgos que en general pueden ser evitados con un mínimo de atención; las mujeres embarazadas merecen un trato humano en los hospitales (donde ocurren más del 95% de los nacimientos en el área urbana)[ii] y hay que frenar el abuso de la cesárea, una consecuencia nefasta de la privatización de la medicina. En el proyecto hay positivos, sin duda. El inconveniente, sin embargo, es que ningún aspecto de la ley sale del contexto de la modernidad: es una genuflexión más ante la importancia de la profesión y sus logros.
¿A qué llegamos con estas observaciones? La intención no es denigrar la redacción y promulgación de algo evidentemente es necesario[iii], sino decir que al proyecto le falta elementos importantes: uno de ellos es reconocer el valor de las prácticas ancestrales, es decir, de las parteras. Lo que contribuyen ellas es el elemento humano del parto y es muy difícil imaginar que se puede promover el ‘parto humanizado’ sin las parteras o poder replicar adecuadamente su papel en un hospital o clínica.
Las Parteras
Al contrario de la observación generalizada, la partería, el acompañamiento de una mujer antes durante y después de dar a luz, es la profesión más más antigua del mundo, y se supone por tanto que Adán fue el primer partero. Lastimosamente este milenario oficio, que es mucho más que un mero ‘trabajo’, sigue perdiendo estatus dentro de un sistema de salud que enfatiza lo moderno. Las parteras sobreviven, eso sí, pero principal aunque no exclusivamente en el campo, donde los servicios de salud son menos extendidos. Ellas incluso son un factor importante en la vida de las comunidades indígenas, donde la población femenina es doblemente castigada por el mayor analfabetismo y la pobreza. Todo, por supuesto, el resultado del racismo.
Como lo explica una partera, su oficio va“… mucho más allá de hacer dar a luz, es la consejera cuando alguna cosa pasa dentro de una familia, es la que ayuda a traer al niño ante, durante y después del parto. También está viendo que el niño tenga buena crecimiento, que tenga buena alimentación…” [iv]
Las parteras incluso gozan de un estatus dentro de las comunidades que va más a allá de su papel principal. Son una fuente de conocimiento, y ayudan a preservar las tradiciones y la vida social comunitaria, lo que muchas veces las convierten en integrantes fundamentales para la definición de presupuestos participativos. Muchas veces incluso juegan un papel preponderante en los comités de salud comunitaria.
“… muchas de las parteras son miembros y parte de los cabildos, son presidentas, otras son vicepresidentas, o sea siempre están, siempre las ven como líderes y siempre están involucradas con el trabajo de la comunidad…”
Pero hay más. La obligación de apoyar a las parteras antes que marginarlas es respaldada por un análisis llevado a cabo en el 2015[v] que desagrega el declive de la mortalidad materna desde 2011 según el nivel de instrucción y etnicidad. Lo que pone en evidencia es que la mortalidad en mujeres con ninguna instrucción o primaria no baja sino aumenta, y la brecha entre ellas y las mujeres que llegaron a la secundaria creció de una relación de 2,35 x 100.000 en el 2010 a 5,32 x 100.000 en el 2013.
La inequidad es más evidente aún al incluir el factor de la etnicidad. Se pone de manifiesto que la mortalidad materna es mucho más alta entre mujeres indígenas, afro ecuatorianas o negras: el promedio para los dos años para las indígenas fue 117,1 y 186,5 x 100.000 las negras. Para las mujeres montubias, mestizas o blancas, la razón de muerte materna se encontró entre 27,2 y 48,6 x 100.000.
Hay motivos claros, por tanto, para no solo reconocer a las parteras como un elemento fundamental de la salud de las mujeres indígenas y de las comunidades, sino para promoverlas y fortalecer su trabajo al incorporar de formar real, no solo en papel, como parte integral del sistema médico. Existen las herramientas legales para hacerlo.
La Constitución y el Buen Vivir
La Constitución del 2009, Art. 363 (4) habla de la responsabilidad del Estado de “Garantizar las prácticas de salud ancestral y alternativa mediante el reconocimiento, respeto y promoción del uso de sus conocimientos, medicinas e instrumentos.” Al mismo tiempo el Art. 362 estipula que “La atención de salud como servicio público se prestará a través de las entidades estatales, privadas, autónomas, comunitarias y aquellas que ejerzan las medicinas ancestrales alternativas y complementarias…” Para rematar el Artículo 25 de la Ley Orgánica de Salud insiste en que “Los integrantes del Sistema Nacional de Salud promoverán y respetarán el conocimiento y prácticas tradicionales de los pueblos indígenas y afro-ecuatorianos, de las medicinas alternativas, con relación al embarazo, parto, puerperio, siempre y cuando no comprometan la vida e integridad física y mental de la persona.”
Por desgracia estas disposiciones y recomendaciones parecen haber caído en saco roto. La desatención no debe sorprender dado que en la sociedad en general, y en la profesión médica en específico, hace falta una visión más integral de la salud que facilita y no obstaculiza lo que promueve la legislación. Es cierto que en la ley de Parto Humanizado de Gabriela Rivadeneira existe un saludo a la bandera en cuanto a la interculturalidad, pero la triste realidad es que en su proyecto el oficio de partera no es reconocido ni promovido sino invisibilizado.
Sin duda la omisión se debe a que el aspecto intercultural ha sido relativizada dentro del Ministerio de Salud, que parece considerar a las parteras como ‘una ayuda’ pero solo en el contexto de atención en centros de salud. Incluso las intervenciones del Presidente Rafael Correa y de la ex Ministra de Salud, Carina Vance refuerzan la idea de que los partos atendidos por parteras pueden complicarse, lo que nos lleva a pensar que habrá más posibilidad de muerte materna. No existen datos para sostener el argumento.
Lo que sí existen son datos del mismo Ministerio de Salud Pública (2011)[vi] que revelan que en la última década, 7 de cada 10 muertes maternas se produjeron en un establecimiento de salud.
La profesión médica
Las parteras gozan de una legitimidad humana milenaria y su incorporación como elemento fundamental del sistema de salud es una necesidad. Pero hay fuerzas en contra. La primera, como Illich predijo hace décadas, es la tendencia hacia la profesionalización de la vida, y de ahí el poder de los gremios médicos de influir en la política pública y, a veces hasta sin intención, despreciar lo antiguo o lo que no consideran moderno o avanzado.
Dice Dr. Raúl Mideros, médico, ex partero, y actualmente docente universitaria:
“La lógica del modelo funciona en términos de lo que la profesión, el especialista, sabe y lo que la mujer desconoce. El a priori es que la mujer y su biología sabe menos que un especialista y su título.”[vii]
Por su parte Ivan Illich explica que:
“La empresa moderna de la medicina representa el intento de sustituir lo que previamente hacía la herencia genética y cultural de la gente”[viii]
De ahí llegamos a la segunda, la cuestión del lucro. La ley de Parto Humano pone hincapié en el crecimiento peligrosa de la cesárea (por cuestiones económicas) y la necesidad de restringirla, y aquí vale preguntar si la relativización de las parteras algo tiene que ver con el mismo fenómeno. Puesto de otra manera, debemos preguntar ¿en qué medida influye en las políticas del Estado el afán del sector privado de incrementar las ganancias? Sin datos fehacientes sobre el número de partos en establecimientos privados es difícil tener una idea clara de la cantidad de dinero en juego, pero sí sabemos que el costo de un parto normal en Quito promedia unos US $2.500[ix]. Si tomamos en cuenta que a nivel nacional el número de niños nacidos en clínicas privadas en el 2014 fue 64,342[x] se puede apreciar que la cantidad en cuestión no es nada despreciable.
La intención no es, desde luego, sugerir que lo único que importe a los médicos privados sea el lucro, como se menciona arriba su visión moderna de so oficio pesa bastante, si no que la inquietud relacionada con el alto nivel de cesáreas y sus elevados costos (mil dólares más que un parto natural) sí introduce un elemento de duda. Habrá que descartar o confirmarla.
Conclusiones
La modernidad está de moda en el Ecuador, y por tanto resulta necesario esforzarnos para alcanzar la tierra prometida a través de la tecnología y la profesionalización. Puede haber algo de verdad en esa noción. En el área de salud, por ejemplo, salvo para la gente acomodada los servicios podían ser clasificados en general de ‘deficientes’. No obstante, promover la profesionalización y ceder frente a la presión del gremio médico sin reconocer el valor de las tradiciones y el conocimiento ancestral equivale actuar con exceso de celo.
Las parteras y son una importante fuente de este conocimiento tradicional, y su papel dentro de las comunidades indígenas donde el porcentaje de partos domiciliarios es alta (69% en el 2005[xi]). Por ende, su papel dentro del sistema nacional de salud debe entenderse no solo como parte de una estrategia para disminuir la mortalidad materna, sino también como un recurso calificado para garantizar el derecho a la salud: el derecho de la mujer de decidir dónde y cómo dar a luz; el de la partera de ejercer y mantener su saber; y el de la comunidad de no perder ese recurso.
Es necesario que la profesión médica empiece a ver a las parteras con otros ojos. Hay que incorporarles plenamente en el sistema de salud pública u la forma más sensata de hacerlo sería capacitar a las parteras, con énfasis en cómo resolver las emergencias obstétricas. Para ello la partera debe tener acceso a la medicación necesaria y saber usarla, situación que ayudaría a resolver la complicación de la hemorragia post parto. Al mismo tiempo el Estado debe garantizar el acceso a sangre segura y un sistema de emergencia funcional en todo el país. En la urbe ya existe lo que se necesita para que las parteras funcionen de manera eficaz y segura, y no solo en las clínicas, es en el campo donde las parteras son a veces el único recurso, que se necesita mayor esfuerzo.
NOTAS
[i] Némesis Médica Ivan Illich 1974
[ii] El mal trato recibido por algunas mujeres en las clínicas y hospitales es reconocido y hasta cuenta con su apodo: ‘violencia obstétrica’ Claro está, no se puede meter a todos en el mismo costal, diciendo que esta clase de tratamiento esté generalizado. Pero generalizado o no, sí existe: los gritos; las burlas; la discriminación y humillación a la mujer, sobre todo a la indígena; la prohibición de recibir visitas y de estar acompañada durante el parto y, hasta ser culpadas por resultados adversos. Según una partera de Cotacachi “… te dicen: ¡aguántese! A mí me dijeron: así no ha de haber estado diciendo cuando abrieron las piernas…” (Documento de análisis para definir el rol de las parteras en la reducción de la muerte materna y neonatal y su relación con el parto en casa. Xavier Maldonado)
[iii] No es el primer intento de introducir una ley relacionada con el parto. En el 2009 la asambleísta Lourdes Tibán presentó su propia proyecto de ley. No fue aceptado por la Asamblea, pero Tibán volvió a presentarla en abril de este año en el contexto del debate actual. https://www.google.com.ec/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=2&cad=rja&uact=8&ved=0ahUKEwjX95jG2cDMAhVMNT4KHZlhALUQFggjMAE&url=http%3A%2F%2Fppless.asambleanacional.gob.ec%2Falfresco%2Fd%2Fd%2Fworkspace%2FSpacesStore%2F58850768-9a70-44c8-bc5e-8d12ecd6112f%2FInforme%2520Primer%2520Debate%2520Tr.%252089162.pdf&usg=AFQjCNG2QwUKsuoeHVudTtQWkPY2gh1a-Q
[iv] Documento de análisis para definir el rol de las parteras en la reducción de la muerte materna y neonatal y su relación con el parto en casa. Xavier Maldonado.
[v] Hugo Noboa, Informe no publicado.
[vi] Henríquez, y otros, 2011
[vii] Entrevista Dr Raul Mideros 14 Abril 2016
[viii] Némesis Médica Op. Cit.
[ix] El parto por cesárea desborda los límites de la OMS en Ecuador. El Comercio, 15 de Noviembre 2015. http://www.elcomercio.com/tendencias/parto-cesarea-oms-salud-nacimiento.html
[x] Nacidos vivos http://www.ecuadorencifras.gob.ec/documentos/web-inec/Poblacion_y_Demografia/Nacimientos_Defunciones/Publicaciones/Anuario_Nacimientos_y_Defunciones_2014.pdf
[xi] Basado en la encuesta ENDEMAIN (CEPAR, 2005)
La Gabriela tiene su lado humano, de seguro está con las parteras, sus asesores varones son los diablos. En la ley de cultura sus asesores mujeres hicieron una brillante ley; pero los y las serruchos de la asamblea le están boicoteando esta ley. GABRIELA PRESIDENTA
Hay mucho por hacer, lo importante es que se ha dado el primer paso, visibilizar y socializar el trabajo que venimos haciendo, es necesario fortalecer a través de capacitación continua, de incorporar posgrados sobre la salud sexual, manejo de las emergencias obstétricas, etc, que se eleve a política pública, y que en estamentos donde se siguen toman decisiones unilaterales sin tomar en cuenta la participación verdadera del proceso como somos las mujeres, parteras, la sociedad, la academia, la Federación de Obstetrices, el ministerio para ir articulando tener una mirada mas humana que por naturaleza corresponde.
Continuar y lograr cambios es el trabajo que se debe realizar. Felicito a la presidenta de la Asamblea lidere el tema y consolide el proyecto.