Una crítica latinoamericana al capitalismo en tiempos de pandemia.
En este ensayo se busca responder al debate mantenido por una serie de filósofos occidentales que en la publicación polémica “La Sopa de Wuhan” genera conceptos respecto al futuro del sistema capitalista y el modo de vida actual después de la pandemia provocada por el coronavirus.
Me centro en especial en los filósofos Slavoj Žižek (Slovenia) y Byung-Chul Han (Corea), en especial frente a los escenarios sociales, de gobierno y economía opuestos o complementarios, que plantean ambos. La dimensión de las circunstancias que vive nuestro continente amerita una crítica –desde la realidad latinoamericana- a los conceptos planteados por ellos.
Está claro que los discursos y conceptos que los dos filósofos plantean y que están en contra posición tienen un origen eurocéntrico. Esto para nada les quita validez, pero limita la comprensión de la realidad desde lo que se conoce el tercer mundo. Muchas de las razones para estas afirmaciones son desarrolladas en los párrafos siguientes.
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Byung-Chul Han, dice tras la pandemia el capitalismo continuará con más fuerza, mientras que Slavoj Žižek señala que la pandemia le ha dado un golpe mortal al capitalismo. El filósofo esloveno se equivoca al plantear que la pandemia dará un golpe mortal al capitalismo. Es un golpe, fuerte, quizá lo tumbe, pero no mortal. Segmentos que componen el capitalismo como sistema y que lo sostienen se verán evidentemente afectados después de la pandemia porque la humanidad ha debido parar y el aparato productivo de todo el mundo dejó de funcionar. Pero todo lo demás que hace parte del capitalismo: el ejercicio político, la política de salvataje a las industrias, la especulación de la banca, las comunicaciones, la tecnología y la guerra imperial sigue operando y cuando la pandemia termine se reconectará con la producción.
“Se acerca una nueva era de comunismo, una colaboración global que pueda controlar y regular la economía”.
Slavoj Žižek
Es verdad que está afectado, pero no herido de muerte. Esa afectación será distinta dependiendo de la región, el país, la dependencia con el libre mercado que cada nación o país tenga, etc. Tampoco es que continuará con más fuerza como dice Byung-Chul Han. La epidemia ha significado un pare, tomará tiempo retomar la velocidad con la que el tren del progreso venía, pero quizá ya no vaya por la misma ruta. Las contradicciones prácticas, del propio capitalismo, como el libre mercado que requiere subsidios para funcionar serán su propio freno “no habrá subsidio pa ? tanta gente”. Que la industria frene, no significa que cuando caliente motores otra vez, no compre petróleo y mucho para su maquinaria, que la tecnología, ahora apagado se vuelva a encender. Golpe mortal sería que la maquinaria no vuelva a funcionar, pero eso no ocurrirá.
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Slavoj Žižek señala que “se acerca una nueva era de comunismo, una colaboración global que pueda controlar y regular la economía”; mientras que Byung-Chul Han, dice que “viene una era de regímenes autoritarios. El virus ha conseguido que la ciudadanía apruebe mayor vigilancia digital y control policíaco por parte del Estado”. Lo que tendremos después de la pandemia son formas de capitalismo menos uniformes y menos homogéneas, que es la tarea en la que se ha encontrado el mundo industrializado durante el siglo XX.
Homogenizar con el mercado como regulador de todas las relaciones y con ello homogenizar al mundo a través de lo que se conocía como globalización. En esa tarea se han encontrado las nacionales del G8, los multilaterales, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), Banco de Desarrollo de América Latina y organismos como la Organización de Naciones Unidas (ONU). Seguramente esa tarea homogeneizadora se verá muy golpeada después de la pandemia, por el número de revueltas y estallidos sociales por todo el mundo, lo que podría replantear una gobernanza mundial distinta, pero con el capitalismo, no fuera de él, como columna vertebral. En este ejercicio globalizador durante el siglo XX no ha estado exento como instrumento para consolidarse, el autoritarismo, totalitarismo e imperialismo. Han estado presentes como práctica propia del capitalismo, ahí Byung-Chul Han no acierta, porque eso ya lo vivimos en todo el tercer mundo. Todo el siglo XX fue con dictaduras y regímenes totalitarios. Eso no es novedad en el tercer mundo. Después de la pandemia, quizá se perfeccione para perseguir a los pobres que pueden quedarse en casa, pero será más de lo mismo.
Slavoj Žižek se equivoca en el tema del comunismo, haciendo un recuento, después de la gran pandemia mal llamada “Gripe Española” 1918- 1920. Surgió no sólo el comunismo como modelo social y económico en Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y significó que el mundo se divida en dos hasta finales de siglo; también consolidó el capitalismo como sistema global y sus fases superiores el fascismo y el imperialismo, ambas autoritarias, ambas criminales. Después de esa pandemia (1918-1920), las monarquías no dejaron de existir, se fortalecieron, en especial, en la vieja Europa, aguantaron todas las epidemias y todas las guerras. Aunque el resto del mundo aún se pregunta ¿para qué sirven? ningún filósofo topa el tema.
Está claro que el virus no acabará con las monarquías, no lo hizo antes, no lo hará en el 2020. Los reyes, las reinas, los títulos nobiliarios todavía muy presentes en Europa son el sostén y la garantía de existencia del capitalismo, no sólo por las fortunas, sino también por la manera como se articula una sociedad de clases, con estratificación y selección y cómo se administra esa estratificación de tal forma que nunca se vea amenazada la fuente de autoridad y poder. Capitalismo no es sólo hegemonía económica, sino sobre todo hegemonía de pensamiento y en eso la monarquía lleva siglos de práctica.
En este continente no se explica este sistema sin la monarquía. Surgió impulsado por monarcas y aún se mantiene impulsado por ellos. El capitalismo no en la bolsa de valores europea, sino en Buckingham, la Moncloa o Mónaco. Ninguno de los dos filósofos hace referencia a esto que resulta fundamental cuando hablamos del fin del capitalismo europeo. Los campesinos y la guillotina en Francia y el pueblo tomando el palacio de Invierno y disparando al Zar, nos enseñan cómo se hace para acabar con monarquías y el capitalismo. No con virus, ni pandemias, han sobrevivido a ellas por más de mil años.
“Viene una era de regímenes autoritarios. El virus ha conseguido que la ciudadanía apruebe mayor vigilancia digital y control policíaco por parte del Estado”.
Byung-Chul Han
Concuerdo con Slavoj Žižek en la idea central de su planteamiento, “una era de comunismo”, haciendo referencia a que formas de resistencia social, novedosas, radicales y convocantes surgirán por todo el globo. La pandemia deja en soletas las economías locales y familiares, eso provocará estallidos. Pero eso no necesariamente es instaurar el comunismo. Algo por fuera del capitalismo, no necesariamente es comunismo, deberá ser algo distinto y mejor.
Pensando desde nuestro continente, en el 2019 Latinoamérica vivió un despertar de luchas sociales, Ecuador, Chile, Colombia, Haití y Panamá se levantaron contra el neoliberalismo. Pero eso con todo lo digno que fue, no alcanza para una revolución. Byung-Chul Han tiene razón cuando plantea que “el capitalismo no colapsará, sino por una revolución humana”. El mundo tiene condiciones para que sus sociedades busquen cambios. Tengo esperanza en la humanidad, en que podrá conducir esta efervescencia social hacia la construcción de un mundo distinto.
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Slavoj Žižek, dijo que “el virus derribará el populismo nacionalista que busca cerrar fronteras y fomentará la cooperación mundial. La globalización del mercado destruyó la capacidad de los países para fabricar respiradores y mascarillas”; mientras que Byung-Chul Han, dijo el virus logrará lo que el terrorismo no pudo conseguir, el estado de excepción pasará a ser la situación normal. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte, cada uno se preocupa de su propia supervivencia”.
En esta parte ambos tienen la razón mirando desde Europa, la individualización, el estado de excepción y los populismos que los dos filósofos mencionan estarán presentes en la etapa post pandemia, que no sabemos cuánto dure. No será igual en todos los países de Europa, pero además hay que considerar varios factores que matizarán estos aspectos por ellos señalados.
Después de la pandemia todos los Estados Nación estarán tan golpeados económicamente, que costará tiempo para construir fuentes de empleo y resolver las demandas sociales. Esta complejidad lo analizo desde tres aspectos que tanto Slavoj Žižek como Byung-Chul Han no toman en cuenta en su análisis: una, las afectaciones en la democracia social; dos, se consolidarán actorías por fuera del orden y la norma; y tres el orden mundial basado en las grandes potencias deberá ser repensado. Todo ello marcará un capitalismo distinto al que conocemos y generará condiciones para subvertir ese orden, veamos por qué:
Democracia social es verdad que el mundo debe prepararse para enfrentar muchos estallidos sociales. El hambre aumentará y eso es un motor para rebeliones de diverso tipo. En América Latina, el continente más desigual, campesinos, obreros, mujeres, indígenas, maestros, estudiantes y amas de casa se tomaran las calles reivindicando el cambio de modelo, de políticas sociales, de condiciones laborales, respeto a los derechos, sanción a los corruptos, etc. Eso es un hecho. Lo que está por determinar es la dimensión del estallido y la capacidad que tendrán los Estados para conducirlo.
Sin embargo, hay que hacer una lectura respecto al continente para entender hasta dónde puede llegar el descontento. El voto y la Democracia en América Latina cumplen la función distractora de las sociedades. Las elecciones son una bomba que disminuye la presión social y en ocasiones la desaparece o disimula. Ecuador, Chile y Bolivia en el 2020 enfrentan procesos electorales y la mayoría de países tienen referéndums para alcaldes o diputados. La ilusión democrática es sólo eso, una ilusión. Esa ilusión cumple un rol clave en el manejo de los descontentos, apacigua y adormece la posibilidad de cambio. Por un lado tendremos las condiciones para grandes revueltas y luchas sociales y cambios, pero por otro tendremos también el escenario adormecedor.
Esta es una verdad, también hay otra y muy importante, que nuestro continente está vivo más allá de los procesos electorales y la política formal, hay procesos de democracia real que atraviesan todos los territorios y las culturas, que son autónomos, que son legítimos, son ancestrales o muy contemporáneos. Los movimientos sociales de mujeres, los ambientalistas, los indígenas y los estudiantes son los protagonistas de esos procesos. Persisten a pesar de la desigualdad, de la violencia del sistema. Están ahí resistiendo desde la existencia. No han sido derrotados. Son los estandartes de la esperanza. Son la primera línea.
Actorías por fuera del orden y la norma. El crimen organizado transnacional controla una economía sin principios, el dinero sucio, es dinero obtenido con la lógica de mercado y acumulación capitalista. Al poseer importantes recursos acumulados son las únicas estructuras que estarán presentes con fuerza, capaces de ofrecer empleo y suficiente liquidez para invertir a quién se lo solicite. Seguramente se convertirán en un colchón para las economías a nivel local, nacional y transnacional. Claro que eso no es gratis, implica compartir control con las economías y democracias “supuestamente lícitas”. Las mafias rusas, italianas, japonesas y de New Orleans tendrán un rol clave en sostener la economía post pandemia.
“La cuarentena obligada y masiva es una acción extrema que da cuenta que no hay medidas de protección diseñadas por el Estado para evitar el contagio”.
En nuestro continente, las pandillas que dominan importantes sectores de Brasil en las favelas, o las Maras en Centro América (Salvador, Honduras) que cumplen los roles que el Estado no logra cubrir. En la pandemia estas bandas organizadas administran, regulan, “ponen orden”, son juez y son Estado en importantes áreas de estos países, cuidan que la gente no salga. Lo hacen para evitar el golpe de la pandemia en sus áreas de control, también organizan la provisión de alimentos planificando saqueos. Cuando termine, tendrán más territorio y legitimidad que los gobiernos. En México los carteles ya controlan gran parte del territorio, de la política, del gobierno y la banca. No les será complicado continuar con ello, pues poseen los medios para hacerlo. Los líderes mafiosos ya mantenían el distanciamiento social, hacen todas sus actividades en secreto, por ello no les afectará mantenerse así.
En Colombia el crimen organizado ya viene gobernando desde hace dos décadas a través de elecciones fraudulentas que incluyen asesinatos a los oponentes, compra de votos, descarado robo de fondos públicos y fraudes electrónicos. En un país con presencia estatal casi inexistente, el crimen organizado gobierna en los territorios. La diferencia después de la pandemia y de todo el desgaste de la mafia en el poder, es que ya no ganarán las elecciones. Asumirá otro el gobierno, con diferente perspectiva política, con formas distintas de gobernar; pero la violencia y el narcotráfico como estructura económica se mantendrá, seguirán gobernando el crimen organizado.
Ecuador es la bodega y lugar de despegue de la mayoría de cargamentos que salen a USA y Europa. Para las mafias les interesa que este país siga así, incluso aumentarán el tránsito y los cargamentos por lo que implica aumentar la infraestructura, redes, seguridad, cohecho y sobre todo silencio que se compra con billetes o balas. La dolarización del Ecuador contribuyó a convertir el dinero nacional producto del narcotráfico, a billetes verdes producto del narcotráfico, pero “limpios”. Para el crimen organizado, este país es lavadora y bodega a la vez.
El neoliberalismo como etapa del capitalismo que legitima el mercado y el individualismo, traicionó a quienes dieron lo mejor en su vida defendiéndolo, quienes trabajaron para un estado de bienestar, con la pandemia el neoliberalismo, los desecha. Terminan en fosas comunes como en Nueva York o Guayaquil. Ya le fueron útiles para hacer crecer la brecha social, para que las clases en el poder se amplíen, para que el sistema se mantenga. Ahora les entregan cajas de cartón como despedida. Todo esto provoca que la población desconfíe del sistema y que el crimen organizado resulte atractivo, porque es trabajo bien pagado. Incluso resulta necesario para mantener los sistemas democráticos de algunos países.
El orden mundial deberá ser pensado. Desde hace algunas décadas, los Estados más poderosos se auto proclamaron la voz moral y de orden para el resto del mundo, por ser las naciones cuyas economías son las más grandes de todo el planeta. Pero con la llegada de la pandemia a estos países, primó el ¡Sálvese quien pueda!
Los ocho países más ricos (G8) Estados Unidos, Japón, Rusia, Italia, Francia, Alemania, Canadá y Reino Unido también son los más contaminados y el foco de la pandemia. Sus sistemas de salud privatizados y al vaivén del mercado han dado vergüenza y los gobiernos han manejado de manera desastrosa la crisis. Canadá y Rusia, son la diferencia.
El 80% de los recursos está en el 1% de la población, así no hay equilibrio posible. Concentran recursos, territorios, fuerza política, fuerza armada, todo producto del capitalismo. Este desbalance es la amenaza. Pensar en una forma de disminuir esa acumulación, no es la respuesta, la respuesta es que no haya acumulación. Se habría podido evitar que el golpe les llegue tan fuerte y en especial a Estados Unidos, si muchas naciones tuvieran los medios para amortiguar el golpe, es decir, cuidar, atesorar y proteger la acumulación, fue lo que realmente los golpeó. Durante la pandemia la concentración de recursos científicos, médicos, políticos, económicos y tecnológicos en muy pocas naciones no garantizó nada, no detuvo el virus ni los inmunizó.
Habría sido diferente si las naciones aledañas soportaban el contagio en mejores condiciones, con sistemas de salud adecuados, con vacunas y sin bloqueos. Pero la acumulación como principio ordenador del capitalismo está llevando a esas economías a una crisis inminente. Todas las Multilaterales (FMI, BM) ya lo advierten y la propia Unión Europea no sabe qué hacer al respecto. Todo esto se agravó para el G8 y la Unión Ruropea cuando sus miembros acusan unos a otros en no prestar ayuda cuando lo necesitan, otros se roban las mascarillas, insumos médicos, hacen espionaje industrial, se amenazan, etc. Estados Unidos aparece ahí como el mayor timador, engañando a los países que producen estos insumos, amenazando, profundizando bloqueo económico, entre otros. Muestra abiertamente toda la prepotencia de la que es capaz como nación.
Para la post pandemia, el G8 acumula una gran pérdida de legitimidad. Nada de lo que han promovido ha servido para crear sociedades y continentes que se auto ayuden. Ningún postulado sirvió. Lo que les juntaba era potenciar el capital y el mercado. El problema es que cuidan lo acumulado, pero eso no detiene el virus. El capitalismo se mostró en estos países, con todas sus garras y su brutalidad. Al final el que sobrevive se queda con todas las mascarillas.
Después del mal ejemplo que ha dado el G8 durante la pandemia, ni ellos mismo están convencidos de merecer ese rol auto proclamado de la voz moral y de orden que la humanidad necesita. Eso entonces es una brecha para pensar formas que irrumpa y subviertan con des-orden.
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Como corolario de este debate filosófico, con esta pandemia hemos sido testigos de la letalidad de la privatización de todas las áreas de la vida: la salud, la educación, el ocio, etc. Privatizar es un arma de destrucción masiva que causa millones de bajas y consecuencias permanentes a los humanos y la naturaleza. Cuando todo está privatizado, la salud es un privilegio diseñado para pocos, no un derecho humano que los Estados deben garantizar.
La cuarentena obligada y masiva es una acción extrema que da cuenta que no hay medidas de protección diseñadas por el Estado para evitar el contagio. Estar encerrados es la muestra de la incapacidad del aparato llamado Estado para evitarlo. Recluirse en su casa, porque aparentemente ese siempre será “un lugar seguro” no es la política adecuada, es llevar el estado de emergencia al lugar íntimo, al espacio de ejercicio de la vida. Así la vida convive con el miedo y están los aparatos de poder como Ejército y Policía para hacer que se cumpla.
El Estado al mandar a la casa al ciudadano lo traicionó, al igual que lo hizo al permitir que el neoliberalismo administre la vida. En teoría, el espacio de lo público, es un espacio de seguridad, las luchas feministas en contra de la violencia de género a lo largo del continente, han dejado claro que el Estado fracasó en garantizar espacios seguros, eso lo convirtió en el violador en el camino. La pandemia confirmó, que el Estado perdió la calle, lo público. Afuera es el espacio del libre mercado, de la salud pagada, de la seguridad pagada, de la privatización como arma de destrucción masiva. Queda demostrado a nivel planetario que el rol garantista del Estado, por creer que el libre mercado es la solución, fracasó. Los efectos de la pandemia son la oportunidad para cambiar.
Cada Estado aporta de manera distinta al desastre, pues cada estado se bañó más o menos de la “frescura neoliberal” disfrazada de democracia, que trató de desmantelar toda su capacidad instalada: todos los servicios, todo lo público y todo lo humano para dársela a los vaivenes del mercado como empresas locales y multinacionales y la regulación de la vida a través de la oferta y demanda. Después de la pandemia, cada estado deberá limpiar su propio desastre. Limpiar en este caso significa desprivatizar las áreas que el Estado entregó a la lógica del mercado, empezando por la salud. Desprivatizar para ejercer el rol para el que existe. No es nacionalizar empresas, que es algo que también habrá que hacerlo, es retornarlas a lo público. Todo esto para que lo público sea el espacio seguro, el espacio de la vida. Lo público y el Estado, post pandemia, dos temas que hay que aun debatir.
* Antropólogo, académico, investigador social. Centro de Investigaciones antropológicas desde el Austro (Ceiana).