Dos vertientes de consumo produciendo adicciones se advierten en el mundo: las drogas naturales manipuladas y las drogas químicas también manipuladas. Factor común es que sostienen y se sostienen en una industria descomunal que mueve millones de dólares, instalan estímulos a mercados en expansión y se forjan presionando la voluntad de la demanda.
El consumo libre y responsable es una propuesta que surge ante la incapacidad de enfrentar una realidad que se desborda. La reflexión crítica de las adicciones, debe partir de la inflexión dicotómica entre represión y libertad, para formular juicios objetivos a una versión racionalizada que repara más en los efectos que en las causas de la problemática. En el proceso de producción de drogas lo preocupante no es el mercado, en fin de cuentas forma parte de un modelo de acumulación, sino la ausencia del estado controlador. La industria de las drogas que cuenta con un mercado abierto y continúo se sostiene en las leyes liberales de oferta y demanda. El estado, al margen o en beligerancia contra la producción y el consumo, pide su inclusión pero como no puede ser de otra manera, exige su legalización.
La explotación del trabajo en el contexto económico-capitalista es factor a ser tomado en cuenta en el problema. La economía agraria ha sido afectada por “la matriz” productiva de los países productores donde la renta de la tierra se multiplica con la producción de hoja de coca, amapola ¿o café? Los campesinos pobres encuentran mayores beneficios, si abandonan la producción tradicional alimentaria y la desplazan en la dirección de materia prima para las drogas narcóticas o medicinales.
Bien se dice que las drogas son un problema de salud pública, pero mal se ubican en este orden las propuestas que terminan siendo tema y materia de judicialización política. Las drogas, vale decirlo, son una solución y un problema de salud pública, así por ejemplo las drogas farmacológicas son una repuesta al dolor, la infección, la carencia. También las drogas “naturales” como la marihuana, la heroína, la cocaína son asimiladas en la medicina, con un margen adicional, son las mas comunes de “automedicación” en un mundo complejo; el de la salud mental. Pero las drogas se trasforman en un problema por el abuso ya sea como automedicación, medicación inadecuada o sedación perenne. El abuso de consumo no depende estrictamente de la demanda, sino del marketing utilitario que ve ventajas competitivas y mercantilización lucrativa. Todo mercado en descontrol enriquece a unos y deja consecuencias sociales, las drogas no son la excepción. El abuso de la medicación antibiótica ha engendrado un mapa de multi resistencia bacteriana que preocupa al mundo infectado y las drogas estupefacientes someten al martirio a millones de personas aprovechando su vulnerabilidad. La vulnerabilidad en la terrible levedad del ser o para hablar en lenguaje de Foucault la apropiación del cuerpo como la apropiación de la libertad individual, como poder extracorpóreo que toma y ejerce dominio panóptico para controlar el cuerpo sensible y la mente angustiada. Si la voluntad es sometida la libertad pierde esencia.
Consumir drogas lleva al enfermo en el mundo medico o moral, a delegar el control sobre el cuerpo y la mente, será victima del mercado y sus fetiches. Por lo tanto, si preciamos la libertad diremos: la elección de consumir, no es una libre manifestación de la voluntad, la libertad como elección, es ideología liberal que deriva en sufragio. La libertad como discernimiento es estrategia del pensamiento ácrata que se propone la opción del discernimiento amparando siempre la protección a la autonomía. Si alguien elige drogarse, no esta eligiendo libremente porque ya está en la cadena de dependencia a los condicionamientos existentes. Demostrado es, que en la narco dependencia y la farmacodependencia se destruye la autonomía individual y social.
Las drogas encarcelan y otras cárceles esperan ávidas de control: el panóptico, la escuela, las instituciones, la familia incluso. En todos estos casos la limitación a la libertad es obvia. Las drogas en estricto, tienen efecto dual: dan la sensación de alivio y libertad, pero en su nivel de adicción (donde radica el triste y jugoso negocio) desencadenan represión; policial, clínica, cultural, moral. Prohibir o permitir pueden ser caras de la misma moneda, y más en la dimensión de la salud publica. La correcta definición como problema, nos debe llevar a propuestas integrales de prevención, promoción y atención que necesariamente deben incluso considerar la despenalización para trasparentar la realidad y enfrentar la prevalencia del consumo con una visión reduccionista y protectora de la vida, en especial de niños y jóvenes.
Para estricto análisis de salud publica y epidemiologia, debemos partir de una realidad terrible; existe un rezago inexplicable de promoción de la salud mental, una deuda lacerante en la atención sanitaria en patologías con curvas epidémicas como: depresión, bipolaridad, maltrato… que son factores de riesgo para el consumo. El ministerio de salud pública, no tiene en la principal región problema un solo hospital psiquiátrico, y el único existente es privado JBG. No existen centros de rehabilitación del estado, la iglesia evangélica tiene mayor número de “clínicas de rehabilitación” que el MSP, las áreas de atención primaria no cuentan en su mayoría con psicólogos y psiquiatras. Entonces, desde esta perspectiva sería hasta irresponsable asumir niveles de despenalización, sino existe la repuesta socio sanitaria para asumir las consecuencias de la promoción, la prevención y la atención a las victimas de las adicciones. El estado situado en su línea editorial de política publica, cree que a base de propaganda sin límites puede desarrollar factores protectores para amparar una iniciativa que requiere mayores niveles técnicos en su estructuración.
Esta claro, el discurso moralista no debe tener cabida y debemos reconocer que las leyes prohibicionistas estatales no han protegido la salud. Las leyes han sido cómplices de topos y criminales negocios que dan como resultado ciudadanos no-violentos en la cárcel, uso continuo y creciente de drogas y crecimiento del negocio de armas. El fortalecimiento de la Guerra Contra las Drogas, fortaleció tráfico y consumo, México es ejemplo. Una política inteligente, como la del presidente Mujica en Uruguay, tiene futuro desde la perspectiva sanitaria porque trasparenta la realidad, controla el mercado, garantiza la calidad (los pobres reciben la peor basura, la cachaza neurodestructiva) y ataca los factores de riesgo desde una dimensión de fortalecer los factores de protección controlada.
Una conclusión clave, el uso de drogas le cuesta a los norteamericanos $110 billones al año, el 97% de este dinero es el costo de las agencias que trabajan en hacer cumplir la ley, las cárceles, etc. El modelo norteamericano que se ha venido aplicando, oculta el problema, mantiene a los adictos lejos del sistema de salud, aumenta el contagio de enfermedades, y destruye futuros. Es el modelo de mercado negro con ganancias y violencia que debe cesar. Para salvar vidas y reducir el sufrimiento relacionado con las drogas, la política hipócrita de guerra contra las drogas debe ser sustituida por la acción ciudadana de apoyo mutuo para las victimas. El gobierno debe formular políticas de salud orientando estrategias plurales de valoración técnica humanística que enfatice las preferencias y prioridades en protección integral a la infancia.
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Los seres humanos somos propensos a los hábitos y el alto índice de drogadicción, violencia y etcéteras en las sociedades, son un claro indicativo de que algo anda mal en los condicionamientos sociales, asunto que necesariamente esta asociado al maltrato psicológico aplicado.
La medida tomada de legalizar ciertas drogas es un paliativo que en algo va a colaborar con la intención de salud mental pero la medida que va a incidir contundente es la entrega de masivo buen trato psicológico y esto, directamente tiene que ver con el ejercicio de la voluntad y capacidad social en lo cotidiano del desarrollo social.
La imposición de criterios y afines son enfermizos y si el desenvolvimiento social ha de ser saludable, la voluntad y la capacidad de las y los ciudadanos tienen que ser valoradas porque son elementos que facilitan autoestima, despiertan consciencia, responsabilizan, los valores y derechos se potencian, en fin, son del bando positivo.
En sus intimidades las personas saben que es así -a escala familiar y social- pero su práctica rompe con la inercia establecida, provoca disturbios, incomodidad, parte difícil que de ser socialmente superada, el desenlace eminente es inminente. Tengas un buen día,