Que manda a decir el mente brillante del Secretario de la Educación Superior, un tal Alejandro Ribadeneira, que los wambras de gana quieren estudiar en la Universidad. Dijo lo siguiente, palabras más, palabras menos: “Verán, hoy en día las empresas, los negocios solo buscan gente que tengan una competencia profesional bien acreditada (qué también querrá decir), antes que gente que tenga título de maestría o doctorado”.
¡Elé, tóma, elé! En buen romance, afirma el dos dedos de frente, ¿para qué estudiar en la Universidad?, ¿para qué tanto título?, ¿para qué pensar? A hora lo cool es quedarse de bachiller como un Presidente que no quiero decir quién es pero que sabe conjugar a la perfección el verbo evadir: yo evado, tú evades, él es Presidente, o algo así. Un pueblo no puede aspirar a ser más que su Presidente. ¿Dónde se ha visto semejante afrenta al jefe de Carondelet? Estudiar está bien, pero de ahí, en estos tiempos, buscar un título universitario ya es de gente perdedora.
Por lo tanto, bachilleres del país, a buscarse algún instituto o cursitos que por ahí aparecen. No hace falta más gente en las Universidades públicas; tienen el mal gusto de llenarse de pobres, lo que da una mala imagen internacional al país. Otra cosa es estudiar en Universidades privadas, donde nadie habla de política y todos se aman por el bien del país.
Ya saben, wambras. Se acabó la titulitis. Según el Secretario Ribadeneira, cualquier bachiller puede progresar y ponerse un banco o emprender algún negocio de jugo de naranjas, sánduches con cola o pinchos. Por ahí siempre aparecen ideas innovadoras. Podrían ir donde el alcalde y proponerle pintar murales en las Universidades públicas donde Pikachu les motive a dejar los estudios y, mejor, dedicarse a cursos de coaching, emprendimientos ecológicos, ventas autosustentables, negocios competitivos off shore. Ya depende de su meritocracia autopersonal.
Así que, si hoy se quedaron 92.000 estudiantes sin cupo en las universidades, tranquilos, mañana serán 200.000, pasado, medio millón. Y así por fin, lograremos que los ecuatorianos se enrumben en la senda del progreso que el sonrisa de cajero automático, sueña. O mejor, que papá y mamá les demuestren que les aman. Endeudarse de por vida por pagarles Universidades privadas es lo más sublime que pueden hacer por el futuro de sus hijos. Solo necesitan una tarjeta que sonría en diferido y todos contentos.
¡Se acabó la titulitis, wambras! La titulitis para los pobres. Que los pobres hagan cosas de pobres. ¿A quién se le ocurre que deban ser más de lo que nunca fueron? Ideas de comunistas, nomás. ¡Loor al Secretario Senescyt!
Así que, si hoy se quedaron 92.000 estudiantes sin cupo en las universidades, tranquilos, mañana serán 200.000, pasado, medio millón. Y así por fin, lograremos que los ecuatorianos se enrumben en la senda del progreso que el sonrisa de cajero automático, sueña.
FOTOGRAFÍA: Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación