ENTREVISTA
SLAVOJ ŽIŽEK: EL FILÓSOFO DE LA ANARQUÍA
Víctor Lenore Periodico El Pais <www.elpais.com>
Se nutre por igual de Rousseau, Kafka o David Lynch. El venerado pensador de la era pospop visita el Festival de las Letras de Bilbao con sus provocativas reflexiones.
Una vez pregunté a un amigo filósofo cuál era la importancia de Slavoj Žižek en el pensamiento contemporáneo. Su respuesta fue esta: “¿Recuerdas aquel episodio de Los Simpson en el que Bart se presenta a delegado de clase? Su contrincante, el típico alumno aplicado, siente que va a perder y recurre a la campaña negativa usando el eslogan ‘Con Bart llegará la anarquía’. Simpson contraataca haciendo suya la frase ‘¡Con Bart llegará la anarquía!’. Algo parecido pasa con Žižek”. El profesor esloveno tiene un discurso adictivo donde se mezclan política, psicoanálisis, lucha de clases, taquillazos de Hollywood y algún chiste grueso. Una estrategia efectiva para devolver la filosofía al público masivo que podremos comprobar el jueves 7 de abril en su visita al Festival Internacional de las Letras que organiza AlhóndigaBilbao.
“No soy un ingenuo, ni un utópico; sé que no habrá una gran revolución”
EP3. En su libro El acoso de las fantasías (1997) explica que los medios audiovisuales pueden emborronar nuestra percepción de la realidad. ¿Qué opina de la aparición de la redes sociales?
Slavoj Žižek. Muchos se quejan de que Twitter o Facebook son comunidades artificiales, sucedáneos de la interacción humana cara a cara. Yo celebro estas comunidades artificiales; te permiten escapar de tu lugar asignado en la sociedad. Imagina vivir en un país como Arabia Saudí. Yo me sentiría liberado usando Twitter.
EP3. Muchos medios atribuyen a estas redes un papel importante en movimientos de protesta actuales. ¿Está de acuerdo?
S. Z. Me interesan más otras cosas. Por ejemplo, los conceptos de posible e imposible. Hoy cualquiera con dinero puede viajar al espacio, cada mes anuncian descubrimientos contra algún tipo de cáncer, incluso se habla de avances para alcanzar la inmortalidad. Al mismo tiempo, en cada telediario, salen políticos y economistas explicando que no hay dinero para mantener la Seguridad Social. Vivimos una época que promueve los sueños tecnológicos más delirantes, pero no quiere mantener los servicios públicos más necesarios.
EP3. ¿Qué postura toma frente a esto?
S. Z. No estoy en contra del capitalismo en abstracto. Es el sistema más productivo en la historia. Me considero comunista, aunque el comunismo no sea ya el nombre de la solución, sino el del problema. Hablo de la lucha encarnizada por los bienes comunes. Las corporaciones intentan privatizar los recursos naturales, la biogenética o los conocimientos. El capitalismo actual se mueve hacia una lógica de apartheid, donde unos pocos tienen derecho a todo y la mayoría son excluidos.
EP3. Su último libro, Living in the end times (2010), explora nuestra negativa a aceptar que el mundo está al borde del colapso. ¿Qué nos impide tomar verdadera conciencia?
S. Z. Nos gustan las respuestas sencillas. En vez de pensar sobre la estructura del sistema, nos refugiamos en cuestiones morales. El anticapitalismo es muy popular entre las grandes estrellas de Hollywood. Todos están en contra de alguna compañía que explota niños o que contamina el medio ambiente. Hacen estas cosas para calmar su conciencia individual. Me opongo por completo a lo que suele llamarse estilo de vida ecologista. Hablo de la gente que recicla, tiene paneles solares y compra comida orgánica. Leí hace poco un informe que demuestra que si todos siguiéramos esas pautas de consumo provocaríamos una catástrofe, ya que los artículos ecológicos son mucho más caros de producir.
EP3. ¿Cuál es la alternativa?
S. Z. La solución que ofrecían era que la mayor parte posible de la humanidad viviera apiñada en grandes ciudades. Así, todos los servicios serían más baratos. El sueño de todos de la casita en el campo o en las afueras puede acabar en cataclismo.
EP3. ¿Hay que replantearse todo?
S. Z. Hay que ser más hedonistas. El problema es que no nos centramos en lo que realmente nos satisface. Estamos atrapados en una competición malsana, una red absurda de comparaciones con los demás. No prestamos suficiente atención a lo que nos hace sentir bien porque estamos obsesionados midiendo si tenemos más o menos placer que el resto. En estos casos extremos, me gusta recurrir a los clásicos. Por ejemplo, Rousseau. Él veía el egoísmo como algo saludable. El único límite que ponía es que no es legítimo preferir el bien propio si causa un mal a otros. Los capitalistas actuales son fanáticos religiosos que defienden sus beneficios aunque traigan la ruina para millones de personas.
EP3. ¿Qué movimientos sociales sigue?
S. Z. No está todo tan mal como pintan mis libros. Me han sorprendido las revueltas en el norte de África. Europa nunca ha creído que los árabes fueran capaces de hacer una revolución democrática a gran escala, independiente de valores religiosos. Ahora mismo estoy en Londres y tenemos una huelga masiva en la educación superior. El Plan Bolonia es una catástrofe. La derecha quiere suprimir las humanidades. En vez de pensadores, quieren convertirnos en expertos que cumplan los encargos que las élites plantean. Me parece importante defender que los grandes problemas nos conciernen a todos. La derecha debería estar en contra del Plan Bolonia. Convertir la Universidad en una empresa es mucho más peligroso para Europa que el fundamentalismo islámico.
EP3. Ha dicho que si pudiera viajar en el tiempo escogería el siglo XIX para poder ser alumno de Hegel.
S. Z. Él demostró que cuando persigues una cosa se puede convertir en la contraria. En Occidente queremos libertad y dignidad, pero estamos dispuestos a abolirlas en nombre de esa misma búsqueda. Otro ejemplo: tenemos más poder que nunca sobre la naturaleza, pero nunca hemos estado más expuestos a catástrofes ecológicas.
EP3. ¿Cuál es el objetivo de sus libros?
S. Z. Me encanta una anécdota, seguramente apócrifa, de la Primera Guerra Mundial. Un puesto militar alemán escribe un telegrama a sus aliados austriacos: “Aquí la situación es seria, pero no catastrófica”. La respuesta dice : “Aquí la situación es catastrófica, pero no seria”. Esta última frase define nuestra época. Nos cuesta tomar en serio la debacle a la que nos enfrentamos. No soy un ingenuo, ni un utópico; sé que no habrá una gran revolución. A pesar de todo, se pueden hacer cosas útiles, como señalar los límites del sistema. Muchos sabemos que unas cuantas reformas no van a sacarnos del atolladero.
EP3. Es conocida su habilidad para explicar el concepto más denso con una metáfora de la cultura popular. ¿Qué contenidos pop le interesan más ahora?
S. Z. Me gustan las nuevas teleseries. Los Soprano o Mujeres desesperadas me parecen demasiado pretenciosas. The Wire, en cambio, fue un diálogo con los espectadores sobre problemas urbanos. En realidad mi favorita es Héroes. Trata de un grupo de marginados, cada uno con un poder distinto, que se unen para fabricar una sociedad alternativa. Hay que encontrar nuevas formas de conciencia.