“Con el sueldo no me alcanza para nada, todo es: paga, paga, paga”, dice Felipe, azuayo de 23 años, después de haber decidido irse a EE.UU. Lo toma como una aventura. Ha conversado con varios migrantes, coyotes; se sabe los trámites, las frases que ha de decir, lo que ha de comprar, y a quien acudirá. En sus ojos brilla el entusiasmo. Se muestra optimista.
El filósofo político nazi, Carl Schmitt, estableció en Teología Política la continuación entre soberanía y Estado de Excepción (2009). Giorgio Agamben critica a los juristas y expertos en derecho porque nunca consideraron al Estado de Excepción como un problema jurídico, sino como una cuestión de hecho (quaestio facti); de este modo explicaron que el estado de necesidad del Estado de Excepción no puede tener forma jurídica. El Estado de Excepción fue colocado junto a la guerra civil, la insurrección y la resistencia en la grieta de la indecibilidad de lo jurídico y lo político. El Estado de Excepción, expone Agamben, se convierte en la contradicción de la forma legal, porque suspende los derechos (Agamben, 2019). El Estado de Excepción abandona la vida en manos de las leyes. El gobierno de Hitler fue un Estado de Excepción de 12 años, concluye Agamben, y esta práctica pasó a los Estados democráticos modernos.
Las grandes transnacionales tuvieron múltiples crisis, pero al final de 2020 terminaron con grandes repuntes económicos. Se readecuaron las fuerzas económicas y el conjunto de las farmacéuticas mundiales se insertaron políticamente en los lugares centrales de los gobiernos. Por el contrario, algunas empresas productoras de materias primas y sus derivados como el petróleo aún no salen de su shock económico. El tercer y cuarto trimestre de 2020, Ecuador produjo alrededor de 550 mil barriles de petróleo diarios a 38,94 dólares por barril, es decir el precio de producción. Ecuador ha subido la producción de petróleo entre 60 y 80 mil barriles diarios, a pesar de que esto significa una gran pérdida económica.
A pesar de las predicciones de un recrudecimiento de los contagios y las muertes por las fiestas navideñas, de la aparición de una nueva cepa del virus de covid-19 y de la incertidumbre sobre la eficacia, los tiempos, los efectos secundarios y la universalización de las diferentes vacunas en curso, todo el mundo habla, predice y desea la era de la pospandemia.
Creo que lo más fuerte del año 2020 son las imágenes de la pandemia presentadas crudamente por los medios de comunicación: los mercados chinos con animales enjaulados para ser servidos en los comederos y una mujer sosteniendo de un ala al murciélago que devora; los ancianos de los asilos aterrorizados por un virus invisible y olvidados de sus familiares; los muertos en las calles de Guayaquil, cubiertos con sábanas como sudarios; los indígenas huyendo por los chaquiñanes de las montañas. Pero, como esperanza, la gente vacunándose, por miles, que pronto serán por millones.
A lo largo de la historia del pensamiento reconocemos nuestra levedad y en un rito anual deseamos buena suerte a todo el mundo, pero el deseo prolífico empieza a estrellarse al día siguiente. Con el pasar de los siglos, el discurso de la historia, es el del tiempo. Sus siluetas marcan el paso sutil de la dimensión fundamental del existir humano.
Los diseños y estilos eran de las más diversas afecciones, la necesidad convertida, una vez más, en la producción insaciable del deseo expresado en estilosos cubrebocas.
Lo digo de frentón: los trabajadores no deben renunciar a su dignidad a pretexto de la crisis económica y política que afronta el país en toda su institucionalidad. Tampoco pueden estar sujetos a la volatilidad emocional de sus superiores, quienes en algunos casos normalizaron la verbalización de la violencia como rutina cotidiana de relacionamiento, pero también de discriminación entre una élite intelectual y sus simples operarios, quienes habitan a la sombra del anonimato laboral.
La pandemia cuestiona con severidad los pilares de la democracia occidental y cristiana. Las heridas que la epidemia deja en el cuerpo político y social exponen la incapacidad de recuperación económica del mundo capitalista, por pérdida de la confianza en los gobernantes y por su extravío descomunal para enfrentar los desafíos de la reciente realidad. Los andamiajes del Estado sufren descomposición pandémica con alaridos liberales en retirada, repliegue casi criminal que no salva vidas. Pero los partidos comunistas gobernantes, manejan el momento con su buena práctica social disciplinaria.
Por Jaime Chuchuca Serrano*
Cuanto más decadente y autoritario es un sistema, más inclementes son los suplicios, torturas y penas para los pueblos. Son inenarrables...
El año veinte del siglo XXI transcurre con la primera “pandemia global” –valga la tautología- que afecta a la especie humana. El SARS-CoV2 es el protagonista y ocasionó una peste de tal propagación, que todas las anteriores no alcanzaron. Ha demostrado suficiente poder para enfilar a la humanidad en un largo, doloroso y conflictivo tiempo. Aunque no tendrá la mortalidad de la precedente, la “gripe española”, se ha catalogado como “la emergencia sanitaria más importante de los últimos tiempos”(1).
El 82% de los hogares considera mala o muy mala la respuesta del gobierno a la emergencia sanitaria, entre los aspectos que relievan: tardanza en la respuesta (51%); comunicación deficiente (49%); descoordinación con los GAD (48%); gestión hospitalaria (33%); no han hecho nada (32%); y, nunca llegó la ayuda (23%).
Por Tomás Rodríguez León*
Se comprende mejor la situación pandémica si se reconoce la relación de los sistemas locales con las agencias internacionales de salud,...
Las urgencias fiscales priman por sobre otras urgencias, como las sanitarias. Y las condiciones impuestas desde la lógica fondomonetarista, tanto como diversos miedos e incluso posiciones dogmáticas, centradas por ejemplo en sostener a la dolarización como un objetivo nacional, bloquean la construcción de alternativas creativas, sobre todo sustentadas en profundos criterios de solidaridad.