Latinoamérica no solo comparte culturas similares, con una fuerte presencia de los pueblos originarios milenarios, de los europeos venidos en diferentes momentos y circunstancias, de los pueblos africanos que han enriquecido nuestra identidad, de pueblos de todos los rincones del mundo, del lejano y cercano Oriente. Comparte también una triste historia de dictaduras civiles y militares, de cuerpos represivos que usan los mismos patrones de tortura y de exterminio.
La imagen que la mayoría de los ecuatorianos tiene de los indígenas es ajena y lejana. La palabra indígena apenas se ha pronunciado en los discursos de los presidenciables. Sin embargo, los antepasados de los indígenas han existido en el territorio ecuatoriano durante miles de años y ahora sus descendientes sobreviven con su propia personalidad y problemas. La deteriorada imagen que se ha forjado de ellos se origina en la injusticia de los tiempos coloniales, en la usurpación de tierras, la negación de las culturas y el desconocimiento de las lenguas, y en la explotación económica y ecológica.
A pesar de las predicciones de un recrudecimiento de los contagios y las muertes por las fiestas navideñas, de la aparición de una nueva cepa del virus de covid-19 y de la incertidumbre sobre la eficacia, los tiempos, los efectos secundarios y la universalización de las diferentes vacunas en curso, todo el mundo habla, predice y desea la era de la pospandemia.
Octubre se ha convertido en un mes simbólico para Latinoamérica y Ecuador por al menos tres acontecimientos importantes: la invasión, despojo y genocidio de los indígenas americanos a partir de 1492, a nivel de nuestra región; la independencia de Guayaquil de 1820; y, los asesinatos de Octubre de 2019, a nivel de nuestro país.
¿A qué nivel actuar? ¿A qué escala se cambia el mundo? Entrevista con el filósofo y activista Miguel Benasayag.
Por Amador Fernández-Savater
Eldiario.es
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