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martes, noviembre 5, 2024

Un necesario rescate histórico de Atahualpa

Por Ileana Almeida

Los juicios subjetivos que  en  Ecuador y en  Perú se hacen sobre  Atahualpa Inca llevan a pensar  cuán importante es elaborar una nueva visión  sobre el último soberano del Tahuantinsuyo. Más que en una insuficiencia de investigación – puesto que sobre el Inca se ha escrito extensamente- el problema se centra en las ideas y concepciones nacionalistas que no contribuyen a un estudio objetivo del personaje. Desde luego, reconocer al Inca en toda su verdad supone aceptar la existencia del pueblo quechua.

El prolongado coloniaje español veló, en gran medida, el reconocimiento de los quechuas de su propia identidad, a  pesar de que sus ancestros llegaron a conformar un pueblo de larga historia  y grandes logros, expresados en un Estado vigoroso que por medio de alianzas y conquistas  absorbió a  pueblos enteros de menor grado de organización política.

La intromisión española afectó a todo el conjunto social, con inclusión de las élites, y los casos de rebelión armada frente a la  imposición de un poder ajeno, se sucedieron con frecuencia. De la historia del pueblo quechua se conocen apenas ciertos episodios relacionados con los inicios de la conquista hispánica a partir de la ejecución de Atahualpa,  el último inca reinante. Poco se sabe sobre la intervención de Rumiñahui, el más destacado de sus generales, en la recuperación del cadáver del soberano sacrificado en Cajamarca el 26 de julio de 1533.

Son escasas las noticias que dejaron los cronistas de la época sobre la resistencia de Manco Inca, Tupac Amaru y Titu Cusi Yupanqui, hermano y sobrinos de Atahualpa, al invasor español. A pesar de la importancia y el significado históricos de tales proezas, los testigos y los conocedores de estas las ignoraron, consciente o inconscientemente, sumergidos como estaban en la atmósfera ideológica impuesta bajo el signo de la cristiandad, la castellanización y la autoridad del rey de España. No hay que olvidar, además, que la mayoría de los linajes cuzqueños entró en conversaciones con los colonizadores y consiguieron mantener ciertos privilegios como fueron la ratificación de la propiedad de sus tierras y varias funciones sociales de menor importancia.

La inmolación de Atahualpa ha trascendido como símbolo de la ilegitimidad de la Conquista y del sistema colonial implantado en los territorios americanos. A su persona se han dedicado varias publicaciones caracterizadas, casi todas, por una fuerte carga emotiva expresada en reproches por el apresamiento y asesinato de una víctima desarmada e inocente, que había entregado el cuantioso rescate que se le exigió -enormes cantidades
oro y plata-  acumuladas por la élite gobernante del Cuzco durante el tiempo que duró la dinastía inca.

Es casi habitual sostener en nuestros días que ya no hay nada que ofrecer al investigador sobre el tema. No obstante, la crónica de Juan de Betanzos Suma y Narración de los Incas, evidencia lo contrario.

Por este motivo tomaremos como referencia primordial los aportes del mencionado cronista y las circunstancias que le llevaron a sus descubrimientos.  Betanzos tuvo como esposa a la coya Kusi Rimay, viuda de Atahualpa y directamente involucrada en los  acontecimientos  de la época. A ratos parece que ella los “narrara” con tono  íntimo:

Huayna Capac “hizo traer ante él  a su hijo Atagualpa el cual era tan lindo niño que se holgó mucho de    lo ver y dijo que le parescía en las faciones del rosto parescía a su padre Topa Ynga Yupanque.” [1]

Por emparentarse Betanzos con la nobleza cuzqueña, su crónica cobra un alto grado de credibilidad, a más del mérito que hay que concederle por la abundante información que contiene sobre costumbres, sentimientos, creencias, mitos y ritos que conforman el sistema cultural en el que nació y vivió Atahualpa.

En el texto citado podemos enterarnos que Kusi Rimay, bautizada como Doña Angelina, fue destinada por el propio Huayna Capac a ser la piwi warmi, mujer principal y legítima de Atahualpa,  prima de este por parte de los padres y prima hermana porque las madres de los dos eran hermanas. Luego del asesinato del Inca, Francisco Pizarro la tomó como compañera y tuvo con ella dos hijos. Cuando los partidarios de Almagro asesinaron a Pizarro ella regresó al Cuzco y se casó con Juan de Betanzos.

A través de su Crónica advertimos que con los cuatro últimos incas del clan real -Pachacuti, Tupak Inca, Huayna Capaq y Atahualpa- triunfa el poder seglar sobre las pretensiones teocráticas del sacerdocio cuzqueño. Con los cuatro últimos incas se extendió la conquista a los territorios norteños. Históricamente fue un período progresista  en el que los dogmas religiosos se atenúan frente al poder de los líderes militares. En efecto, los éxitos de las acciones armadas contribuyeron a la introducción de  notables  cambios en la administración  y en la política, se dieron avances técnicos y científicos, a la fundación nuevas instituciones, a la construcción de grandes obras arquitectónicas; los templos pasaron a cumplir funciones económicas a más de la religiosa; se organizaron nuevos  centros de gestión [2].

La nobleza inca era numerosa, residía en el  Cuzco central, o en los pequeños asentamientos urbanos vecinos como los de Saño y Oma,  San Sebastián y San Jerónimo actualmente, donde residían algunas de las principales panacas (ayllus urbanos).

El asunto de la panaca es aún poco claro. De acuerdo a varios estudios sobre el matriarcado, podría haber sido en su origen una extensa familia matrilineal que incluía varias  generaciones de hombres y mujeres. Los incas la conservaron haciendo modificaciones importantes. La panaca Inca parece corresponder al concepto del matriarcado temprano. Posiblemente se trataría de “la  gens materna”:

“Un grupo bastante considerable de cuatro o cinco generaciones de parientes cercanos  por la linea materna que se componía de mujeres y hombres con la descendencia de aquellas. La magnitud numérica de semejante familia podía llegar hasta 200-300 personas, habitaba en una casa  o en todo un solar. Un conjunto de varias familias maternas, que componían la gens materna o común, que vivían formando un poblado”. (M.O. Kosven) [3]

Cada panaca contaba con un  gran número de servidores  y poseía extensas  posesiones de tierra y ganados de llamas; tenían acceso al agua de  ríos y fuentes; sus integrantes estaban obligados a cumplir ritos religiosos específicos.

La panaca era una forma ya superada entre los ayllus del pueblo llano, pero en el clan real se conservó como forma de dominio y subordinación social y económica. Sin embargo, la panaca  no permaneció inmóvil. La herencia matrilineal ponía al hombre en una situación dependiente, por esto el Inca, como soberano y hermano  de su mujer, pasó a encabezar la gens  en calidad de jefe de la panaca.

En determinado estadio del desarrollo social, el orden materno de parentesco  hereditario entre los incas,  comenzó a ser desplazado por el paterno, aunque no desapareció del todo.  En tales circunstancias, los soberanos incas se casaban con sus hermanas o primas para que sus hijos fueran al mismo tiempo sobrinos o sobrinos segundos por vía materna.

Para llegar a ostentar la masca paicha (borla simbólica que llevaban los incas sobre su frente como símbolo de poder supremo) se debía garantizar la pureza de sangre del gobernante, lo que implicaba  que tenía que pertenecer a la panaca de su madre.

De todos modos, el inca reinante debía abandonar su panaca  al casarse y fundar una nueva a fin de heredar el poder directamente de su padre.

Siguiendo esta línea de sucesión, el inca reinante, de acuerdo a su criterio, escogía a su heredero, entre sus hijos, al de más cualidades para gobernar, con lo cual se conformaba una monarquía patrilineal. Por demás está decir que el clan real estaba totalmente encerrado en el más estrecho círculo de la nobleza cuzqueña. El status jurídico del Estado, el inca era una persona sagrada ritual, también cumplía funciones relacionadas con el poder y la administración.

Atahualpa y su esposa y prima Cusi Rimay pertenecieron a la panaca de Pachacuti Inca Yupanqui, el más célebre de los reyes incas. Betazos  dice que

Atahualpa era hijo de una señora deste Cuzco, llamada Palla Coca de la linea Ynga Yupangue y rima segunda de Guaynac Capac y bisnieta de Ynga Yupangui, al padre de esta llamaron LLapcho y era nieto de Ynga Yupangue e hijo de uno hijo suyo, y estos fueron los padres y abuelos de Atagualpa y este estaba emparentado y propincuo al deudo y linaje de Capac Aillo, que ellos dice que era el linaje de Ynga Yupangue y Guascar era hijo de una mujer que llamaron Ragua Ocllo de la nación de los de Hurin Cuzco. [4]  

 El cronista Sarmiento de Gamboa aporta un dato muy revelador: “Iñaca panaca-Capac ayllu”,  corresponde al Inca Pachacutik que  tenía sus tierras en San Jerónimo”  [5]

Sobre estas bases se puede inferir que Atahualpa no solo perteneció a la panaca de Pachacuti, sino que nació en el territorio de esta, es decir, en Oma, el actual barrio cuzqueño de San Jerónimo.

 A esto se suman otras evidencias. En 2008, se descubrió un magnífico templo incaico en San Sebastián, pueblo vecino a San Jerónimo. Los arqueólogos del Instituto Nacional de Cultura de Perú (INCP) han determinado que, por la semejanza que tiene con el Cori Cancha del Cuzco, debe haber sido construido bajo la  dirección del propio Pachacuti. Esta referencia abona a lo  que sostiene el cronista Bernabé Cobo en su Historia del Nuevo Mundo (1653), acerca de que los restos de Mama Anahuarque, esposa de Pachacuti, estaban enterrados en aquel sitio.

Varios descendientes de las antiguas panacas cuzqueñas, que hubieran entrado en línea de sucesión y que potencialmente hubiesen podido heredar la maska paicha, aún viven en San Jerónimo y en San Sebastián y llevan los nombres de los incas de los que descienden.

Hasta los años ochenta del siglo pasado, vivía en San Jerónimo,  en un gran terreno que daba a la plaza, y que podría haber sido anteriormente parte de una panaca inca, vivía una  de las representantes de las más antiguas familias cuzqueñas, Irene Atau Yupanqui Pachacuti, a quien se respetaba y admiraba por considerar que era la última descendiente de Pachacuti [6].

 Los nombres del clan real se repetían una y otra vez y eran privativos de la nobleza cuzqueña.  Los llevaban el padre y los hijos, como el de Wallpa. También hay algunos que se repiten  de generación en generación como Atau. Asimismo hay nombres que ostentan hombres y mujeres, como Tupac  (Tupa o Tuta).  La madre del último inca, según datos de los cronistas no fue la Coya, reina y esposa de Huayna Capac, sino una noble señora, Tupaj Coca Palla [7], que lo acompañó en las acciones guerreras de las provincias del norte.

La cultura de los incas estaba orientada al futuro, sus nombres eran al mismo tiempo predicciones y  profecías  de lo que iba a suceder con la persona que los ostentaba. Se ponía especial atención en los nombres que se asignaban a los soberanos porque estaba en juego el destino que tendrían. Así, Atau designa a quien tendría “suerte favorable en la guerra” y Wallpa tiene el significado de hacedor, de fundador y creador. (Etimológicamente  wallpa viene de ave cazadora). Atahualpa entonces podría traducirse como “ilustre y destinado a la gloria en el combate”.

Por esta manera de entender la realidad Hayna Capac llevó a su hijo Atahualpa con él.

“Como presupusiese Guayna Capac de ir a la provincia de Quito luego lo puso por obra… y dejando el   recaudo que le parescío que bastaba para la guarda y conservación de su ciudad se partió della llevando consigo cincuenta mil hombre de guerra y así mismo llevaba consigo a su hijo Atagualpa, el cual era en aquel tiempo de edad de trece años…y dejó en el Cuzco a su hijo Guascar e a los demás hijos e hijas, qué al presente tenía”. [8]

Como Huayna Capac observaba que el joven Atahualpa tenía cualidades especiales para llegar a ser un gran guerrero, lo mantuvo a su lado hasta el final de sus días. Atahualpa hizo sus primeras armas a órdenes de los  generales del ejército de su padre, Chalco Chima, Quizquiz y Rumiñahui, consolidando su vocación militar en las batallas contra los caranquis  y los cañaris.

La Crónica de Betanzos incluye un dato muy significativo: cuando Huayna Capac estaba próximo a la muerte, nombró “señor” a Atahualpa, pero este se rehusó  a aceptar el título. Entonces se escogió a Huascar y se ordenó que se lo hicieran saber a este a través de las postas que se dirigieron al Cuzco.[9]

Huayna Capac hizo de Tomebamba (actual Cuenca) su nueva capital, donde decidió dividir el reino entre sus hijos: Huascar fue elegido sucesor y Atahualpa gobernador de las provincias del norte, con sede en Quito. La decisión de Huayna Capac se debió a que el Tahuantinsuyo (cuatro regiones unidas) de acuerdo al esquema tradicional, con centro en Cuzco, resultaba ya demasiado grande y fuera de la concepción mítica tradicional ; dispuso, también, que los territorios norteños debían formar dos panacas adicionales.

Esta afirmación de Tom Zuidema (1989), está basada en la Crónica de Murúa (1962; t.11, cap.7)  que sostiene que el norte del territorio se formó con dos provincias o suyus, que se añadieron a los cuatro suyos tradicionales del Tahuantinsuyo. Seguramente estas decisiones tienen que ver con la negación de Atahualpa de rehusarse a aceptar el título de Inca. Los señores de la nobleza cuzqueña, que representaban el pensamiento conservador y continuista del sacerdocio, ciñeron  a Huascar con la borla real y le nombraron Tupa Cusihualpa Inca. Mientras tanto Atahualpa  retornó de Tomebamba a Quito, y siguió a la provincia de los pastos para pacificarlos, venciéndolos en una gran batalla en sus propios dominios.

Huascar, descontento con la decisión de dividir el Tahuantinsuyo, empezó a organizar su propio ejército para irse en contra de su hermano y disputarle el poder sobre las tierras norteñas.

Se ha tratado de desvirtuar el derecho de Atahualpa al trono, pero en un análisis histórico neutral y objetivo, se constata que la preparación bélica de los generales Chalcochima y Quizquiz y Rumiñahui, su disposición combativa y sus métodos bélicos superaban a los de Huascar, que fue tomado prisionero en la batalla de Quipaipán y llevado al Cuzco.

“Atahualpa fue a Caranque para organizar su estrategia contra aquellos pastos. Construyó ahí un palacio para recibir a su prometida Cusirimay de manos del hermano de la ñusta y, como era costumbre, el día de la boda tomó la borla sagrada y se la puso en la cabeza, coronándose sapa inca con la presencia de muchos señores del Cuzco y de las provincias quiteñas. Residió dos meses en el palacio,  pero “los que dicen que Atahualpa naciera en ella (Caranque) se han informado sinistramente porque él nació en el Cuzco y de allí fue al Quito con su padre como ya la historia se ha contado.” [10]

La coronación de Atahualpa, considerando los acontecimientos previos y las figuras históricas que intervinieron en ellos, tiene un alto grado de autenticidad y trascendencia. Los generales Chalco Chima y Quizquiz, que obtuvieron sucesivas victorias en los territorios de Huascar, recibieron la noticia  de la coronación de Atahualpa con gran alegría, pues así se ponía fin a la guerra que protagonizaron los dos hermanos.

Los señores que estuvieron presentes en la imposición  de la borla real le pusieron el nombre de su famoso bisabuelo, Caccha Pachacuti [11], que significa: llegar a ser como Pachakuti Inca Yupanqui, para augurarle que sería el “segundo soberano que revoluciona el mundo”.

En resumen en el presente estudio pretendemos reconstruir algunos momentos históricos que contesten a las polémicas que surgen alrededor de la figura de Atahualpa. Hay datos fundamentales que llevan a considerar que:

  1. Atahualpa perteneció a la panaca Hatun Ayllu, de Pachacuti Inca, del cual fue su biznieto directo; por lo tanto Atahualpa tenía derecho al trono. El parentesco y la herencia se consideraban por línea materna.
  2. En la época de Atahualpa se daba una transición del régimen matrilineal al patrilineal, por eso el último inca tomó como esposa a una prima hermana suya, de la panaca de su antepasado (Pachaquiti) para que su hijo fuera hijo y sobrino al mismo tiempo.
  3. A la luz de los acontecimientos se puede señalar que el lugar del nacimiento de Atahualpa, se localiza en Oma, actual San Jerónimo, dada que las tierras de la panaca de Pachacuti estuvieron en la región de Saño y Oma, pueblos urbanos del Cuzco.
  4. Es legítimo afirmar que el nombre Atau Wallpa (Hacedor y Venturoso en la guerra) le predestinaba a ser un jefe guerrero.
  5. Su madre, que perteneció a la panaca de Pachacuti, fue una noble del Cuzco llamada Tupak Coca Palla, nombre que corresponde a su alta posición social.
  6. Apelando a los datos proporcionados por los cronistas podemos inferir que Huayna Capac quería añadir dos suyos al esquema tradicional del Tahuantinsuyo, para incluir las provincias quiteñas conquistadas.
  7. Se menciona aquí el carácter progresista del período correspondiente a los últimos incas desde Pachakuti a Atahualpa, que fueron gobernantes y guerreros, en contraste con el régimen tradicional del poder marcado por las ideas religiosas del sacerdocio cuzqueño.  

Se ha tratado de desvirtuar el derecho de Atahualpa al trono, pero en un análisis histórico neutral y objetivo, se constata que la preparación bélica de los generales Chalcochima y Quizquiz y Rumiñahui, su disposición combativa y sus métodos bélicos superaban a los de Huascar, que fue tomado prisionero en la batalla de Quipaipán y llevado al Cuzco.

______________________­­­­­­­

*Ileana Almeida, filóloga. Profesora universitaria, investigadora, periodista. Nacida en Ambato, Ecuador. Es autora de varios libros, ensayos y artículos de su especialización. Algunos de sus trabajos han sido publicados en México, Perú, Estonia, España, Alemania.


Notas al pie: 

  1. Betanzos, Juan de. Suma y Narración de los Incas. Transcripciones, Notas y Prólogo de María del Carmen Martín Rubio. Atlas, Madrid, 1987
  2. Almeida Ileana. Cultura Inca-quechua. El Comercio, 10 de julio, 2021.
  3. M. O. Kosven , en Pershits, Abram. El Matriarcado, ilusiones y realidad. Revista de Ciencias Sociales, Nº2 (68). Academia de Ciencias de la URSS, Moscú, 1987, pp. 168
  4. Betanzos op.cit. pp.194
  5. Escalante, Carmen y Valderrama, Ricardo. Ayllus Incas, tierras del sol y agua del Huanacauri en Sucso Aucaille,San Jerónimo. Explicación al Cuadro Nº2. Antropológica.Vol. 38, nº 45, Lima
  6. Almeida Ileana, Irene Atau Yupanqui. Diario el Comercio 2020 (mirar archivo)
  7. Betanzos. op.cit. pp. 194
  8. Betanzoa, op.cit. pp. 193
  9. Hernández Astete, Francisco. Las panacas y el poder en el Tawantinsuyo. Bulletin del’ InstituteFrançais de´ Études Andines, 37 (1) 2008, 29-45
  10. Betanzos, op. cit. pp. 199

 

Bibliografía adicional

-Almeida, Ileana. Historia del Pueblo Kechua. Abrapalabra editores, Quito, 1999.  Editorial  Abya Yala, Quito, 2005

Dunbar Temple, Ella. Atahualpa Cuzqueño. Tesis doctoral. Revista Universitaria Nº12, Universidad de Trujillo, 1952 pp. 32-43

-González de Holguín, Diego. Vocabulario de la lengua general de todo el Perú llamado lengua Quichua o del Inca. Ediciones y Prólogo de Raúl Porras Berrenechea. Lima, Perú. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1952

-Lara, Jesús. Diccionario Queshwa-Castellano;  Castellano-Qeshwa. Amigos del libro, La Paz Bolivia

-Oberem, Udo. La familia del Inca Atahualpa bajo el dominio español. Instituto  Otavaleño  de Antropología IOA. Colección Pendoneros,  Nº 20, Otavalo, 1981

– Masson Vadim. La época de las Primeras Civilizaciones. Revista Ciencias Sociales Nº3 (69. Academia de Ciencias de la URSS. Moscú. 1980

 -Yakobson, vladimir  y otros.  El Estado y el Derecho en Oriente Antiguo. Revista Ciencias sociales Nº 3(61). Academia de ciencias de la URSS, Moscú, 1985, pp. 192


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