Fui a ver un torneo de kick boxing, un deporte de contacto donde los peleadores y peleadoras se dan golpes de puño y está permitido dar patadas. El lugar: el Coliseo del sindicato de choferes de Santo Domingo de los Tsáchilas. Allí se realizan habitualmente torneos de indoor futbol, festivales musicales y ahora, kick boxing. Fugazmente viajo al pasado y recuerdo los bailes de fin de año con orquestas de música tropical que tenían en su repertorio música colombiana, salsa, boleros, pasodobles y música ecuatoriana. Desde fuera el coliseo ya no es tan visible como antes por el crecimiento de edificaciones en la avenida Chone.
El torneo consiste en el enfrentamiento de boxeadores que pertenecen a distintos clubes y empiezan por las categorías inferiores con combates que solo son de dos rounds. Los contendientes llevan guantes, bucales, protectores de cabeza, y canilleras. Una esbelta modelo en bikini anuncia los rounds y un árbitro está allí para que se cumplan las reglas. Tras los primeros combates me doy cuenta que el momento decisivo son los primeros quince o veinte segundos cuando se dan golpes a una velocidad impresionante. Luego la pelea sigue menos acelerada pero con golpes y patadas que pueden ser paralizantes y sangre ocasional en la cara. De hecho, en el segundo round, los peleadores están fatigados y en alguna pelea alguno de los contendientes queda lesionado y el árbitro detiene la pelea. Algunos bajan del ring con ayuda y cojeando. Un detalle extraño: los bucales son de uso compartido, después de cada pelea se devuelven y los lavan con agua antes de la siguiente pelea.
También hay combates entre mujeres. Unas boxeadoras un poco subidas de peso se golpean sin mucha convicción, pero al segundo round están quemadas y sus golpes parecen ir en cámara lenta, en un clinch chocan sus vientres. Después siguen las peleas de boxeadores de mayor categoría, son más altos, con mayor musculatura, más técnicos en los golpes y las peleas duran tres rounds. Estaba en los graderíos a unos veinte metros del ring y escuché el sonido de los golpes. Miré unas diez peleas y preferí irme. Me cuentan que hubo unos diez combates más y que dos terminaron en kao.
Había unos trescientos espectadores, la mayoría de ellos, amigos y parientes de los boxeadores. Infiero que el kick boxing, cuyo remoto origen es el box tailandés, se ha estado desarrollando en ambientes urbanos donde la típica bronca a patadas y puñetes que se podía ver en la calle, se pone en escena en un cuadrilátero como el espectáculo de una violencia regulada, claro que con peleadores que adoloridos procurarán recuperarse para los próximos combates.
Es lo que había pensado como propuesta para los casos de conflictos entre países, ahí que se enfrenten los magnates, presidentes, congresistas y militares de los bandos en conflicto, por ellos mismo decidido.
Situación preferible y más civilizado que el uso de armas de todo calibre en donde los pueblos se ven involucrados y pagan el alto precio con sangre, dolor y extremo sufrimiento, aparte de que eso financian, sin haber sido consultados, sin haberlo decidido.
No es broma, si las personas asumieran su responsabilidad por sus decisiones y actos, en prístina justicia así debería ser y si no se da, sería debido al arrastre de caducas normas y conceptos que resguardan a los ubicados en los altos estratos del sistema piramidal local como a los últimos en sufrir las consecuencias de las atrocidades que como norma se presentan en todos los conflictos y guerras, mientras los verdaderos autores intelectuales permanecen ocultos a la luz pública, operan a control remoto.