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martes, noviembre 5, 2024

Urgencia tras la crisis: una estrategia pospetrolera

Por Francisco Hidalgo Flor*

El 20 de abril, los países que viven del rentismo petrolero sufrieron un colapso drástico, ese día el precio del hidrocarburo, en los mercados internacionales, fue de –37 dólares (menos 37): los tenedores de petróleo pagaban para que se lo llevaran.

Este acontecimiento es gravitante para países como el Ecuador, con largo historial de rentismo petrolero (casi cinco décadas hemos exportado petróleo crudo e importado derivados), pues nos pone en condición tambaleante. 

De hecho, antes que se expandiera la pandemia a nivel global, a mediados de marzo, ya el precio descendió en precios por debajo de los treinta dólares, por una sobreoferta desde Rusia y Arabia Saudita.

Días después, al iniciar mayo, va dando tumbos en una franja entre los diez y veinte dólares. Pero no es solo colapso en el precio del petróleo, este puede variar, pero probablemente este año no llegará a lo previsto en el presupuesto nacional (de sesenta dólares). Es el derrumbe de la estrategia rentista petrolera: explotación del hidrocarburo y especulación en los mercados de futuro, a costa de la incesante e imparable destrucción de la naturaleza. 

Esto obliga a diseñar un cambio profundo en la economía y modelo de desarrollo del presente y futuro del Ecuador, al igual a otros países aquejados por la petro-dependencia en Latinoamérica. 

Carece de sentido, en el marco de esta crisis humanitaria, mantener la explotación petrolera y el extractivismo como ejes de la economía de cualquier país en el mundo, pues es evidente que su evolución profundiza el deterioro ambiental global, la destrucción de ecosistemas.

Esto es aún más cierto para países como el Ecuador, una nación con importantes diversidades sociales, étnicas, biológicas, ecosistémicas, donde el horizonte debe ser mantener y acrecentar esas diversidades, no aniquilarlas. 

En la pasada crisis que atravesó el Ecuador en el año 1999, a la cual nos vamos asemejando, ya se planteó la urgencia de pensar estrategias pos-petroleras, tanto por la limitación en reservas que posee el país, como por las repercusiones ambientales y humanas. Ya entonces era necesario dejar atrás el rentismo petrolero.

Por eso surgieron propuestas que sorprendieron al mundo por su innovación, como la iniciativa Yasuní: dejar bajo tierra las reservas petroleras ubicadas en esta región de la Amazonia, de alta biodiversidad. Pero fue torpedeada desde una cúpula gobernante desarrollista, obnubilada por el incremento momentáneo en el precio de las materias primas (fase de commodities) y la voracidad por millonarios contratos de megaobras con sobreprecio. 

Ahora en el 2020, cuando se debate sobre vías para enfrentar la crisis, es crucial en las miradas estratégicas para el Ecuador volver a colocar propuestas pos – petroleras como fundamento hacia dentro y hacia afuera del país. Sería muy grave cerrar los ojos y persistir por el sendero extractivista. 

La montaña rusa del rentismo petrolero

El rentismo petrolero ha sido la columna vertebral del patrón de acumulación primario – exportador desde mediados de los años 70 del siglo XX hasta la actualidad, sus vaivenes han sido incesantes, las épocas de prosperidad han estado marcadas por los incrementos de precio y las épocas de desgracia por el derrumbe de la cotización de los hidrocarburos. 

Los intentos por la industrialización siempre fueron débiles, esfuerzos nacionalistas boicoteados por las administraciones estatales ávidas de ganancias inmediatas, incluidas las de la década anterior, y la presión de transnacionales, incluidas las chinas. 

Es pertinente presentar al lector la información sobre evolución de las exportaciones ecuatorianas en los últimos veinte años, veamos el siguiente gráfico, elaborado2 sobre base de datos del Banco Central 3. 

Gráfico 1: evoluciones de exportaciones ecuatorianas 2002-2019 (en miles de dólares Fob)

La Línea de Fuego

Analicemos la evolución desde inicios del siglo XXI para acá de las principales exportaciones que tiene el país: petróleo crudo, productos primarios sin petróleo, industrializados. 

La línea de la evolución de las exportaciones de petróleo crudo se asemeja a una montaña rusa con caídas graves en los años 2002, 2009, 2015 y elevaciones notables en 2008, 2013 – 2014 (el mejor año es 2013 con exportaciones por un monto de 13.400 millones); para el 2019 las exportaciones de petróleo crudo cayeron y apenas alcanzan a 7.000 millones de dólares (casi la mitad de su mejor momento); superado por la línea del valor de las exportaciones de primarios no petroleros (camarón, banano, flores) que llegó a 9.120 millones de dólares (este fue su mejor año, seguido por el registro del 2018 con 9.100 millones). Cabe señalar la línea de la evolución de las exportaciones de industrializados (derivados de petróleo, elaborados productos del mar, manufacturas de metales) se mantiene constante (su mejor año fue en 2012 con 5.400 millones) ahora se mantienen en tercer lugar con 4.100 millones de dólares. 

Para este 2020 es muy previsible la debacle de las exportaciones petroleras, pero también caerán las de primarios e industrializados, probablemente volveremos a niveles de quince años atrás. El conjunto del patrón primario – exportador cruje por todos sus costados. 

Añadamos la complicación que deviene de la dolarización, por lo tanto un país carente de política monetaria. 

Es hora de romper la continuidad que arrastramos desde fines del siglo XIX, de boom cacaotero a boom bananero luego a boom petrolero. Es un espejismo apostar a un supuesto boom minero por venir. Sería el peor error estratégico del Ecuador. Es imprescindible volver a pensar en un Ecuador pos – petrolero y pos – extractivista. 

El país demanda verdaderas estrategias de política pública, no remiendos de coyuntura, dar un giro y colocar en otros andariveles las dinámicas de la producción, del trabajo, de la alimentación, de la preservación ambiental, que a la par generen equidad e inclusión.  

Pensamos en andariveles de una sustentabilidad productiva aliada con el trabajo y con la naturaleza, de una alianza entre el campo y la ciudad, de una descentralización y desconcentración que potencie zonas internas. Hablamos de transformar la relación entre mercados locales y nacional, la necesidad de una articulación entre producción regional y producción nacional, modelo de industrialización ligada a la generación de empleo, modelo de agricultura ligada a la alimentación de los sectores populares, alimentos sanos y frescos, potenciar a territorios indígenas, montuvios, afrodescendientes, que contengan a la población a nivel de parroquia, de cantón, de provincia, disminuir los rangos de la emigración. 

De allí que un pilar de la estrategia pos – petrolera es colocar a las agriculturas familiares y campesinas en un rol clave de la reproducción de la vida, redistribuir tierras, agua y mercados, garantizar el acceso y tenencia de pequeños y medianos productores. Que a los sin tierra, que a las mujeres y jóvenes rurales, se les abra nuevas opciones para sostener las agriculturas en las provincias del interior. He ahí una de las claves. 

“Los intentos por la industrialización siempre fueron débiles, esfuerzos nacionalista boicoteados por las administraciones estatales ávidas de ganancias inmediatas”.


*Francisco Hidalgo Flor es profesor de Sociología Agraria en la Universidad Central del Ecuador e investigador de Sipae.


La Línea de FuegoReferencias:

2 Elaboración: Sipae, agradezco el apoyo de María Quizphe y Eliana Anangonó para la recolección de datos y elaboración del gráfico.

3 Fuente: Estadísticas del Banco Central del Ecuador; consultar en: https://contenido.bce.fin.ec/documentos/PublicacionesNotas/Catalogo/Anuario/Anuario32/IndiceAnuario37.htm

 

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