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domingo, noviembre 24, 2024

Yaku en su laberinto

Por Jorge Oviedo Rueda*

Pasado más de un mes de las elecciones generales realizadas en el Ecuador, ya me llamaba la atención de que no hayan salido a la palestra pública los padres de la “victoria” yakusista. Parecía una victoria huérfana de estrategas y genios “cocineros” del despunte espectacular del movimiento indígena, poniendo su prestigio y fortaleza a la altura de los mejores momentos históricos del movimiento. Pero era una falsa impresión. Como setas en el bosque, por allá y por aquí, comienzan a surgir los padres putativos de semejante hazaña. 

Eso no quita, por supuesto, que haya analistas equilibrados que tratan de dimensionar el hecho, tratando de comprenderlo y de sacar las mejores conclusiones. Pablo Ospina, por ejemplo, sostiene que “Si Yaku Pérez no pasa al balotaje, lo más probable es que Pachakutik, la CONAIE y los demás movimientos populares que lo respaldan, llamen al voto nulo. Y será lo más sensato si se quiere avanzar otro paso más en la construcción de otra izquierda”. Si se quiere avanzar, dice, en la construcción de “otra izquierda”.

José Carrera Leite, un autor trotskista, sostiene: “Un desbordamiento de esta dimensión” -se refiere al triunfo de PK-Yaku-. “en un país andino repercute en todos los demás de la región y de América Latina en general. La crisis da espacio para el crecimiento o surgimiento de izquierdas mucho más críticas con el sistema que el “progresismo” desarrollista, depredatorio y conciliador de clases de Correa, Maduro, Lula y Kirshners, haciendo confluencia en esta dirección desde el ecologismo, el feminismo y el movimiento indígena”. “Izquierdas más críticas”, dice, lo que es perfectamente aceptable.

Natalia Sierra, con entusiasmo desbordante, dice que ha llegado la hora de “disputarle al correísmo el monopolio de las palabras “izquierda” y “progresismo”. Y redobla tambores para hacernos dar cuenta que, como Mafalda quería, hay que bajarse de este mundo y construir otro. Lo que solo será posible, dice, si se construye “otra izquierda”. 

Maristella Svampa, desde el Argentina, señala: 

“Si en cambio pasara al ballotage Yaku Pérez, se abriría a un escenario político novedoso e inesperado. Estaríamos frente a la disputa entre las dos izquierdas que tensaron el ciclo progresista latinoamericano, entre 2000 y 2015. Esto es, por un lado, el progresismo realmente existente, que estuvo diez años en el poder (2007-2017) con Alianza País, bajo el férreo liderazgo de Rafael Correa, que persiste en la victimización y da cuenta de una nula voluntad de autocrítica; por otro lado, la izquierda indigenista y ambientalista, que hoy aparece renovada, potenciada por el levantamiento de octubre de 2019, en alianza con nuevos sectores juveniles urbanos (y también con sectores feministas)”.

Otros, como el reconocido pensador Alejandro Moreano, también se alegran del repunte del movimiento indígena que, de ser bien conducido, dice, podría ser la nueva izquierda ecuatoriana. Hugo Noboa Cruz en un artículo publicado en La Línea de Fuego cree que sería muy difícil un diálogo entre el progresismo y “esta nueva izquierda”.

Andrés Cogan Valderrama, desde Chile, sopesa la votación de Yaku Pérez y sostiene que se está rompiendo el binarismo de la derecha empresarial y la izquierda progresista avizorando la superación del conflicto Estado vs. Mercado. También, como los autores citados, cree que está surgiendo una nueva izquierda y que este fenómeno debe ser tomado en cuenta.

Todos ellos, más muchos otros, comentan y baten palmas ante el hecho incuestionable de que en el caso ecuatoriano hay un avance de “otra izquierda.”

Raúl Zibechi, aporta: “Aunque los movimientos anti-patriarcales y anti-coloniales han desplegado sus alas en las últimas décadas, los resultados en la cultura política hegemónica aún son muy débiles. Los medios de comunicación no hegemónicos y las izquierdas siguen reflejando, en sus coberturas y discursos, la enorme dificultad para trascender las formas más tradicionales de dominación”.  

A ninguno de estos analistas se les ocurre ubicarse por arriba de las izquierdas seculares, todos consideran que esas izquierdas han cometido errores y que su tiempo histórico ha pasado sin pena ni gloria y que lo racionalmente político es criticar, analizar, rectificar, aportar con ideas frescas nacidas de la interpretación creadora de nuestra realidad para enrumbar la lucha de nuestros pueblos. No hacen tabla rasa de nuestras izquierdas, ni de nuestras luchas, ni de nuestras tradiciones, ni pretenden sacar de la copa de un sombrero de mago a esa nueva izquierda, apelando a la debacle civilizatoria que, cual un hoyo negro cósmico, se traga fatalmente todo lo bueno y lo malo de nuestra vida, sino que proponen un debate para encontrar los caminos que nos conduzcan a nuevos y más seguros puertos. 

Hay, sin embargo, una corriente que así lo pretende y es la que, lamentablemente, dice estar detrás del repunte del movimiento indígena en el Ecuador. Tal pretensión no puede pasar desapercibida, porque la izquierda latinoamericana estaría cometiendo un craso error.

Dicen que enfocan los problemas del mundo y de la región desde lo que ellos llaman la “filosofía tetrádica andina” que viene a ser “un giro ontológico y epistémico a lo propuesto por el mundo occidental” o, “un segundo paradigma pues la izquierda y la derecha son parte de un mismo patrón constitutivo” convirtiéndose en “un cuestionamiento a los mitos fundantes y a toda la estructura que configura el auto denominado “sistema occidental”, lo que significa un “cuestionamiento a todas las teorías e instituciones creadas históricamente por el helenismo hasta nuestro tiempo, esto es, el Estado, la democracia, el sistema de partidos políticos, la economía extractivista, la justicia, la religión, la educación, el desarrollo, etc.”. 

Ni más, ni menos. Una especie de talibanismo epistémico que pretende refundar la vida de la sociedad humana sobre la base del “pensar-sentir” desplazando el “logos” o principio fundante de la civilización occidental. Nada simple, nada elemental, nada sencillo. Es algo que tiene que ver con el regreso de la magia y la refundación de este mundo mal hecho que, para colmo de la humanidad, cual un mitológico uróboros ha comenzado un cruento proceso de autofagia.

Esta corriente de pensamiento está representada en el repunte electoral de Yaku Pérez Guartambel y se autoproclama la “nueva izquierda” del Ecuador. Es la que reclama el darle contenido a una izquierda que “está más allá del capitalismo y del socialismo” una “tercera posición” que viene de las mismas raíces andinas.

Breve crítica a la ontología del vitalismo andino

Atahualpa Makarios Oviedo Freire es uno de los “ideólogos” de la filosofía “tetrádica andina” o vitalismo. Toda su filosofía cabe en una cáscara de nuez, porque se reduce a sostener que todo cuanto fue creado después de la disolución de la comunidad primitiva estuvo equivocado, ergo, no queda otro camino que arrasar con todo y construir, sobre esas ruinas, un nuevo tipo de sociedad que no puede erigirse si no es sobre la estructura de una nueva gnoseología, la misma que tiene que ser rescatada de la forma de vida que tuvieron los pueblos ancestrales o precolombinos. El resto a este núcleo de pensamiento es puro relleno, erudición insustancial, ego acrecentado o simplemente gadejo, ganas de joder, como decía mi abuela. 

Esa es la piedra angular del llamado “vitalismo andino”, todo el resto es “crítica a la crítica crítica” de todo lo creado por la epísteme occidental de raíz griega, romana, hebrea o musulmana, dicho de otra forma, estamos obligados a ser “químicamente puros” si queremos tener derecho a la existencia.

En el año 2012 ya tuve un acercamiento con esta forma de pensar y con su autor. La verdad no por mi interés, sino porque él me contactó interesado en un artículo que entonces publiqué en la página editorial de La Hora de Quito. Su comentario fue una aprobación a un criterio mío expresado en el sentido de que el correísmo de entonces estaba confundiendo el Vivir Bien occidental con el Sumak Kawsay ancestral. En esa ya lejana conversación con este “filósofo” me quedó claro que la crítica irracional a los fundamentos de la cultura occidental no sólo que estaba profundamente equivocada, sino que entrañaba un peligro práctico de incalculables consecuencias. 

Motivó una respuesta escrita que cito para demostrar que las objeciones a esta forma de pensar son de vieja data y que si no han aflorado en nuestro medio ha sido por indiferencia, quemeimportismo intelectual o falta de preparación teórica de nuestros intelectuales y de los líderes políticos. El 2 de julio de 2012 yo daba respuesta a una carta enviada por Makarios Oviedo en los siguientes términos:

“Lo que pensamos y sentimos tiene su origen en ellas (matrices griega, romana, hebrea y musulmana) y la conducta del hombre de occidente obedece a sus imperativos.” 

“Los europeos “descubren” América a finales del siglo XV. El ser social europeo, para entonces, estaba íntegramente conformado por los rasgos del individualismo y el egoísmo. La conquista y colonización de estas tierras fue una empresa privada pro-capitalista que se apropia de las tierras y somete al ser humano. Destruye, entierra y olvida todo aquello que a los seres de estas tierras le había servido para hacer su vida durante milenios y le impone, como única alternativa, el individualismo social y el egoísmo personal.” 

“Cinco siglos de esa cultura dominante han actuado para anular el ser social pre-colombino, tanto más si se considera que desde el siglo XIX imperan las leyes expansivas y absorbentes de la economía capitalista, cuya hegemonía absoluta ha perfilado un individuo egocéntrico, narcisista y depredador que no entiende más razones que las de la libre empresa y el lucro individual. Ese producto (el ser) está enlatado en todo el continente y se lo visualiza con más claridad en las grandes urbes de la actual civilización (Nueva York, Sao Paulo, Buenos Aires, México DF., etc). 

¿Crees que a ese ser le puede llegar el mensaje del vitalismo tetraléctico o del Sumak Kawsay precolombino? Si no es para esas masas, ¿para quién, entonces, pensamos y actuamos? ¿Para minorías aisladas?, ¿élites iluminadas?, ¿pequeñas capillas de iniciados? No estaríamos, entonces, pensando en salvar a la humanidad, sino a unos pocos afortunados. Y no se trata de eso”.

“La Historia de Occidente, con ser invasiva y prepotente, ha impedido durante quinientos años que se conozca la esencia de las civilizaciones americanas. Ellas definieron una vida de respeto y cercanía a la naturaleza, entendiendo sabiamente que lo que a ella le hicieran, se estaban haciendo a sí mismos. Definieron esa forma de vida en el marco de una práctica civilizatoria diferente, con conocimientos científicos y tecnológicos amables con su entorno y de fina intuición conservacionista. Esa es, precisamente, la esencia original de estas civilizaciones que ahora tiene que servir de soporte a una nueva propuesta de cambio social y económico, requisito necesario para ver surgir un nuevo tipo de ser social, opuesto al ser social individual y egoísta (hombre mecánico) que nos trajo la cultura de Occidente”.

“Sumak Kawsay no tiene, en realidad, traducción. Así como el hombre actual para vivir bien tiene que garantizar ingresos suficientes que le permitan consumir lo que la industria pone a su alcance, el Sumak Kawsay precolombino era la condición natural del ser en un mundo en el que no necesitaba consumir nada artificial para existir. Era un tiempo en que el ser humano podía dialogar con las estrellas y estar en contacto con los elementos de la naturaleza, sin que su presencia la alterara y no era un diálogo en una sola dirección, sino que los elementos también le hablaban materializándose en frutos, agua pura, nieve, tierra fértil, fuego creador y poderoso. El Sumak Kawsay era el concepto de civilización en que nuestros ancestros vivían sin esfuerzo, sin necesidad de definirlo teóricamente; así como ahora el Buen Vivir occidental es el concepto de civilización en que la inmensa mayoría de la humanidad vive o aspira a vivir por derecho propio. A estas alturas del desarrollo de la sociedad occidental, ni el uno ni el otro, son conceptos de civilización que pueden existir de forma independiente o yuxtapuesta”.

“La sociedad humana está cayendo por el abismo y sólo estamos esperando el golpe final. La ciencia occidental se engaña y engaña a la humanidad sosteniendo que sólo ella está capacitada para evitar la tragedia. Es como el ojo que ve, pero no puede verse.”

“Es en este punto donde el Sumak Kawsay tiene la palabra. Quinientos años después se levanta como una alternativa posible.”

“Pero, amigo” -le decía-, “¿puedes imaginar al ciudadano de Buenos Aires, Nueva York, México DF, Sao Paulo e inclusive al del mismo Quito, Santiago, Caracas, ¿asimilando el Sumak Kawsay en su estado puro? Ni la más convencida mentalidad pudiera hacerlo, salvo que estuviera fuera de la realidad. Las sociedades concretas del Sumak Kawsay son nada más que recuerdo histórico penosamente rescatado. Están en el pasado como muestra de lo grandiosos que fueron nuestros ancestros y como prueba real de lo brutal que fue el proceso de la conquista y colonización europeas; pero es imposible reeditarlas, reconstruirlas o volverlas a edificar. Nada en la Historia se puede restaurar como si fuera un viejo edificio derruido, la Historia para adelante sólo nos permite construir lo nuevo. Y lo nuevo en América tiene que ser fruto de la fusión de nuestros ancestros con la teoría revolucionaria más avanzada surgida en el seno de la sociedad capitalista: el socialismo”.

“Sumak Kawsay o socialismo es un falso problema; Sumak Kawsay vs. Socialismo, igual. Nada ensambla tan perfectamente como el Sumak Kawsay ancestral con el socialismo revolucionario moderno. El motor político del Sumak Kawsay civilizatorio es el socialismo revolucionario”. 

“El socialismo, como ideología occidental, es revolucionario. Su propuesta subvierte las bases de la civilización capitalista: eliminar la propiedad privada sobre los medios de producción”. 

“El fracaso del llamado “socialismo real” no invalida su propuesta, así como la degradación del mundo actual no invalida la propuesta moral del cristianismo. Un mundo sin propiedad privada sobre los medios de producción, sí es posible”.

“El Sumak Kawsay pre colombino descubrió esta verdad antes de Marx y no como constructo o teoría, sino como forma de vida. Sumak Kawsay es vivir en armonía con la naturaleza. Lo que el ser humano le hace a la naturaleza, se hace a sí mismo”.

“La abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción que el socialismo propone, de inmediato pondrá al ser humano en armonía con su entorno. No hay, por lo tanto, contradicción entre las dos concepciones”.

“Por el contrario, hay unidad, con la ventaja que el socialismo adapta al Sumak Kawsay a la modernidad, convirtiéndolo en base real de la nueva propuesta civilizatoria e impidiendo que se convierta en una utopía”.

“Esto es el Socialismo Americano. Una propuesta incluyente, que, emergiendo del seno de la Historia, abarca la innegable realidad del mestizaje americanoA excepción de Norteamérica, de México a la Patagonia, somos pueblos mestizos”. 

“Cambiar de vida será ir recordando lo que el impacto de la conquista y colonización nos hizo olvidar y añadiendo esos viejos recuerdos a las experiencias positivas de nuestra vida moderna, para de esa forma construir la nueva civilización americana, sud americana.”

“El Sumak Kawsay es parte integrante del Socialismo Americano”.

“No es indigenismo, tampoco socialismo a secas. Es una nueva forma de vida”.

En otra carta, fechada el 2 de julio del mismo año, le decía: “toda tu obra es como una maravillosa máquina diseñada para volar a la que se te ha olvidado ponerle el motor de la política. Ingenuamente dices “es mejor caminar por sí mismos” con lo cual cierras toda posibilidad al acuerdo y a la discusión creadora que, cuando es consciente y racional, da lugar a un sincretismo creador”. 

Luego de lo cual Atahualpa Makarios Oviedo Freire rompió relaciones personales conmigo y nunca quiso volver a discutir. Derivó a cultivar la amistad de mentalidades mal o poco formadas teóricamente, como la de Yaku Pérez Guartambel para llenarlas del contenido que a él le convenía, no a la Historia, ni a la realidad de nuestras necesidades teórico-políticas.

La nueva izquierda del Ecuador

Nueve años más tarde de este cruce de misivas, este Oviedo comienza a hinchar el pecho diciendo que está detrás del repunte político del movimiento indígena representado en la figura de Yaku Pérez Guartambel. Sin poder escapar a los conceptos que cualquier “filósofo”, por elemental que sea, sabe que son un reflejo de la realidad que vivimos, se refugia en la definición conceptual de que representan a la “nueva izquierda” en el Ecuador. Nueva izquierda que parece salir de la nada conceptual, porque está más allá de la izquierda histórica, más cerca del más allá metafísico que del más acá real y objetivo. Una izquierda que, según este bárbaro Conan andino, hunde sus raíces en una epísteme imaginada pero imposible de comprobar en la realidad histórica actual por la sencilla razón que se corresponde a sociedades desaparecidas hace más de quinientos años.

Esta “nueva izquierda” es la que pretende desconocer la realidad histórica de la izquierda latinoamericana en estos últimos años del siglo XXI, porque una cosa es analizar los errores cometidos, señalar sus limitaciones, plantear nuevas alternativas, superar los errores y otra desconocer la historia a título de que las “matrices” de la cultura occidental están equivocadas. Una “solución de continuidad” de la Historia en los términos que plantea este nuevo fundamentalismo andino no puede ser aceptada salvo que se tenga conciencia de que su realización práctica en la Historia significaría un genocidio cultural que exterminaría de raíz la cultura blanca-mestiza que, durante quinientos años, ha sido parte de nuestra vida. 

Esta es la “nueva izquierda” de raíz andina que proclama y defiende el pachamamismo radical de Yaku Pérez Guartambel. Me temo que ni él mismo lo sabe. Ha demostrado tan poca formación teórica que no queda otra que sostener que detrás de él se encuentra una legión de filósofos trasnochados e irresponsables que se han dado a la tarea de inventar una “nueva izquierda” sólo para satisfacer su agigantado ego.

¿Cómo, si no, explicar el odio con que atacaron la candidatura del progresismo en la última campaña electoral? No era para tanto, la derecha lassista se ahorró el trabajo. Derrocharon imaginación y dejaron claro que detrás suyo la embajada yanqui y los intereses del capitalismo corporativo mundial movían los hilos. La pregunta que se cae de la mata es: ¿así se construye una “nueva izquierda”? ¿cómo creerles si están más cerca de la derecha que de un nuevo y renovador proyecto de izquierda? 

A diferencia de Bolivia, donde un pachamamismo equilibrado entendió que había que estar dentro del progresismo evista y no fuera de él, aquí en el Ecuador el pachamamismo andino se propuso arrasar con todo, no dejar ídolo con cabeza ni piedra sobre piedra. 

Tal es así que el “filósofo” Makarios Atahualpa Oviedo Freire en innúmeros artículos se ocupa de desentrañar la “rivalidad” que encuentra entre los líderes del movimiento indígena ecuatoriano, denostando a aquellos que, según él, están cerca de un acuerdo con el progresismo y calificando de lúcidos a aquellos que se muestran contrarios a él. Su afán de notoriedad llega al extremo de cuestionar un criterio favorable a ese  acuerdo expresado no sólo por un intelectual de la talla de Boaventura de Souza, sino por toda una intelectualidad latinoamericana que se ve interesada por encontrarle contenido a una izquierda que la vislumbran más a la izquierda del progresismo latinoamericano definida como ecologista y antiestractivista, sin que esto quiera decir, ni de lejos, que hay que decapitar la corriente de la izquierda posible latinoamericana que, con sobra de méritos, se ha buscado un sitial en la Historia. Fieles a su concepción, ellos son partidarios de una realidad que está más allá de la derecha y de la izquierda, del capitalismo y del socialismo, del bien y del mal, de lo claro y de lo oscuro. Un nuevo paradigma, dicen, que no es ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.

El mestizaje no es la prevalencia del uno sobre el otro, menos el desprecio del diferente y mucho menos solo la miscegenación de las razas, es la consideración, en igualdad, de la identidad de cada pueblo que vive en un mismo territorio históricamente determinado, el respeto a sus tradiciones y costumbres y la incorporación, no traumática, de sus formas de vida a las relaciones de la macro comunidad. Durante quinientos años se ha irrespetado esos principios, a estas alturas no se trata de desechar los elementos añadidos a la vida de nuestra comunidad nacional, sino de integrarlos en un armonioso sincretismo cultural, económico y social respetando la identidad de cada nacionalidad y aceptando el resultado que se va dando del inevitable contacto que existe entre nuestra multidiversidad. Ñukanchik Socialismo lo viene proponiendo desde cuando la crisis sistémica de la izquierda ecuatoriana hizo imposible llenar este vació teórico. Nadie se ha hecho eco, tal vez la aceptación acrítica de esa supuesta “nueva izquierda” es la que nos está llevando, peligrosamente, tras de un espejismo.

Sin pretensiones de ninguna clase, pero esto es lo que hay que debatir sin aceptar, acríticamente, las tesis vacías de una supuesta “nueva izquierda” que no sabemos de dónde viene, pero si sabemos va construyendo un laberinto del cual, en poco tiempo, solo podríamos salir matándonos entre nosotros.

¿Y la intelectualidad ecuatoriana?, ¿los líderes indígenas?, ¿los líderes políticos?, ¿los maestros?, ¿los líderes de opinión?, ¿los influencers?, ¿los analistas?, ¿los líderes populares?, ¿los ecologistas?, ¿los profesionales? Creo que todos tenemos la obligación de opinar y aportar a un debate que va más allá del odio que se pueda tener por un proyecto o un líder político determinado, porque se trata de construir, con los elementos que la realidad nos ofrece, la nueva y auténtica izquierda ecuatoriana y latinoamericana.

“A diferencia de Bolivia, donde un pachamamismo equilibrado entendió que había que estar dentro del progresismo evista y no fuera de él, aquí en el Ecuador el pachamamismo talibánico andino se propuso arrasar con todo, no dejar ídolo con cabeza ni piedra sobre piedra”.

*Jorge Oviedo Rueda, ensayista, historiador, profesor universitario y editorialista.

Fotografía: Archivo campaña Yaku Pérez

 

 

 

 

 

 

 


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PENSAMIENTO CRÍTICO
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1 COMENTARIO

  1. El articulista sostiene aunque no lo dice explicitamente que el correismo es “progresismo” y es de “izquierda”, cabe recordar que los nazis a quienes se asemeja el correismo se llamaban a si mismos “nacional socialistas”.

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