En la realidad, por dentro y por fuera, incluso en sus hilos más finos que la componen, perder para a veces ganar, es una acción subversiva, peligrosa, por solidaria y amorosa. Sí, una acción amorosa que rompe la manera en que comprendemos la competición, en la dimensión del deporte, del juego y de la vida. Un espacio naturalizado para la disputa, para la exhibición y la ganancia siempre. El pez grande se come al pequeño y así, nadie está preparado para dejarse ganar.
Entonces el gesto de dejarse ganar, dar la ganancia, entregar el primer puesto es una fractura, dentro de la comprensión de nuestros límites en los espacios que nos conforman, un ataque al sistema en el que se mueve el mundo, un golpe de frente al individualismo, a la habitual forma en que resolvemos nuestras pequeñas batallas. ¿Qué construyen las pérdidas? también subjetividad y sobre todo mirada crítica, fuera de lo normalizado, sentidos diferentes a los otorgados por la sociedad.
¿Por qué no exhibimos nuestros lados débiles, frágiles o sencillamente amorosos? Porque quien no habla de ganar en este mundo no tiene mucha cancha, son más valorados los stand up de la felicidad, los libros de autoayuda y los posteos en redes que celebran la buena onda, síntomas que resumen la época que vivimos, el camino por el que transitan nuestros nuevos lectores de pantallas y, por eso, de realidades.
¿Qué significa no ganar?, pues desde ahora y para los ecuatorianos promedio, nos resignifica libertad, seguridad, autonomía, otras narrativas de los sueños y metas cumplidas; significa que es posible responder a ritmos personales y emotivos que la sociedad desconoce, mejor dicho oculta, borra, silencia, arrincona.
El éxito es sencillo, hasta hay guías para todo tipo de éxito, lo consigues en el Instagram, si ya has leído tal o cual libro acerca de cómo ordenar tu cuarto, y de qué te dicen los objetos cuando los pegas al oído; trucos, tips, recetas. Estamos preparados para ganar, nos enseñan obedientemente a aceptar el significado de la ganancia, soñamos con ser ganadores, con el éxito, el reconocimiento; y algunos optimistas, incluso, sueñan con la gloria.
¿Cómo no desconfiar de lo que entendemos por correcto, cuando en una competencia de ciclismo, la más importante, un ecuatoriano del Carchi nos rompe la lógica con la que nos movemos día a día, de qué se trata el fracaso y la solidaridad?. ¿Entonces qué tienen que hacer juntas esas dos condiciones repelidas y asustadoras, para las que nunca nos han preparado?
El triunfo es un modelo que justifica la existencia. ¿Y a fracasar nos enseñan? No, aprendemos en la marcha, nunca nos dicen que el fracaso es aprender a caerse como posibilidad real y concreta, humana. Cuando Richard Carapaz dejó pasar a su compañero de equipo Ineos, Micha Kwiatkowski, a la meta en una etapa del Tour de France ¿qué estamos mirando los demás?, El campeón del Giro de Italia 2019 en su cuenta de Facebook nos explica: “El ciclismo es un deporte de EQUIPO y ganar así es muy especial, Micha Kwiatkowski ha sacrificado muchos triunfos individuales para el equipo y estoy muy emocionado por él!”.
Solidaria porque Micha Kwiatkowski a pesar de haber sido campeón varias veces, por ejemplo en el Mundial de Ruta del 2014, en el Tour de France participó como gregario en la etapa 18, y su función es trabajar para el líder como lo ha hecho por 10 años, en grandes vueltas, tal vez sin pensar en sus deseos o posibilidades, solamente, continuando un trabajo y estrategia de equipo.
¿Qué ganó Carapaz? Posiblemente nada, para el registro devorador de datos, fue el Líder de la Montaña del Tour de France 2020, por algunos días; el segundo latinoamericano en coronar la Col de Madelaine, uno de los puertos más duros del Tour; el vicecampeón de la Vuelta a España 2020, a solo 24 segundos del primer puesto. Pero además logró pasar a la historia, sí, a la historia del ciclismo, del deporte en su país, y de las grandes cosas, esa dimensión donde no se cuentan los triunfos, sino las satisfacciones.
“Estamos preparados para ganar, nos enseñan obedientemente a aceptar el significado de la ganancia, soñamos con ser ganadores, con el éxito, el reconocimiento; y algunos optimistas, incluso, sueñan con la gloria”.
*Natalia Enríquez es comunicadora social, máster en Estudios de la Cultura – Políticas Culturales. Es madre de un niño de 6 años, tiene un gato negro y ama la literatura, tanto que piensa que su vida es una ficción.
Fotografía: Fb Richard Carapaz / premiación Vuelta a España.