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martes, abril 30, 2024

Ecuatoriana, residente en Italia, cuenta como enfrentan al covid-19

La Línea de FuegoTexto y fotografías de Andrés Lasso Ruales*

“Cuando llegamos a nuestro hogar del iN’s Mercato junto a mi esposo después de una larga jornada de fila y de espera, en casa nos esperaban nuestros hijos con guantes, mascarillas y con dos lavacaras de agua y cloro. Ambos nos recibieron las provisiones y comenzaron a lavar los dos carritos de las compras. Nosotros procedimos a quitarnos los zapatos y ha desinfectarlos, después nos lavamos las manos, y nos colocamos de nuevo guantes para el proceso de desinfectar los alimentos”.

Así fue el 17 de abril de 2020 cuando Ana y su esposo llegaron de compras. Ambos son ecuatorianos y junto a sus dos hijos residen en Roma hace diecinueve años. Ese día la pareja decidió ir a un abasto más pequeño y no al Todis que es el súper-mercado más grande del barrio donde residen: Torre Angela, que se ubica al sudeste de la ciudad de Roma, zona que colinda con  la región de Torre Spaccata y la calle Torrenova.

“Cuando nuestros hijos terminaron de desinfectar los carritos, procedimos a quitar todos los productos de las fundas y colocamos en una base que habíamos preparado con cloro, para comenzar la limpieza, nos hemos colocado guantes nuevos y otra vez los tapabocas. Luego purificamos todas las fundas y productos, las verduras crudas por ejemplo colocamos en bolsas pre-confeccionadas y después de haber limpiado absolutamente todo, vamos al cuarto donde está la lavadora, nos quitamos la ropa y la lavamos a sesenta grados, y de ahí nos vamos para las duchas. Como verás seguimos las normas al pie de la letra”.

La mayoría de habitantes que puebla esta zona periférica romana son de la tercera edad, al frente del edificio donde vive la familia ecuatoriana existe un colegio de monjas y en el barrio también residen una gran cantidad de migrantes de la parte norte de África, de Bangladesh, de  Libia, de Siria, de China, de Rumania, y de Albania.

Según Ana, en la mitad del siglo XX, los barrios del anillo que rodean a la ciudad de Roma estaban habitadas por campesinos. Y aclara que ellos fueron los que reconstruyeron la capital italiana en los años cincuenta después de la Segunda Guerra Mundial.

“Acá los edificios se construyeron sin veredas” –dice Ana-.

La familia ecuatoriana vive en ese condominio desde 2006, el predio fue construido por un italiano que residió en Venezuela en los años setenta, Torre Angela cierra la parte central de la capital italiana. En el edificio también viven estudiantes extranjeros y debajo de su apartamento una familia china. Al mes pagan más de mil euros de arriendo.

La Línea de Fuego

Ana trabaja como niñera de dos niños ítalo-ingleses en el centro de la ciudad eterna y recién tiene contrato fijo desde 2018. Mientras que su marido es obrero. Él fue el primero en migrar de suelo ecuatoriano, después viajó ella. Decidieron vivir en Italia porque su primer hijo en Ecuador fue diagnosticado con el síndrome Prader-Willi, y los médicos ecuatorianos le indicaron a la joven pareja que su niño no iba a poder estudiar ni trabajar. Hoy vive en Roma y el joven tiene 26 años y es perito agrónomo. Su segunda hija todavía estudia en el colegio y quiere ser etnóloga.

Pregunta: ¿Cómo fueron los primeros años en la capital italiana sobre todo para conseguir el empleo?

Ana: Para obtener documentos en Italia es muy complicado, para nosotros fue difícil. Por ejemplo, uno de los requisitos es aprobar un examen de lengua y cultura italiana. Y me parece que muchas ecuatorianas y ecuatorianos han tenido dificultad con esa prueba, y también creo que es compleja para cualquier extranjero. Cuando yo llegué en el 2001 encontré a muchos compatriotas en situaciones calamitosas. La supervivencia cuando eres extranjero es vital, por eso, cuando nosotros llegamos fuimos autodidactas, y desde el primer día tratamos siempre de estar bien informados para que no abusen de nosotros. 

Los migrantes acá son la última rueda del coche porque la mayoría vienen a realizar trabajo operario, el empleo que no hace el italiano y por eso somos considerados como de estrato bajo, bueno, pienso que en la mayoría de países europeos se puede observar ese prejuicio no sólo con los sudamericanos.

Entonces, imagínate antes de la pandemia para nosotros fue igual de duro, estamos acostumbrados al esfuerzo y al sacrificio. A este confinamiento lo tomamos como una lección de vida.

P: ¿Cómo era su cotidiano antes de covid-19 y cuántas horas trabajaban?

Ana: Yo trabajaba nueve horas y mi esposo ocho. Mi horario de ingreso a la casa donde trabajaba era a las diez hasta las siete de la noche y regresaba a casa a las ocho y media.

Cuando la vida era normal me levantaba a las cinco de la mañana para cocinar el desayuno y el almuerzo para mi familia. El refrigerio del medio día me llevaba a mi trabajo, igual mi esposo, mientras que mis hijos cuando regresaban a nuestro hogar de sus clases se calentaban la comida.

La rutina diaria era así, yo volvía tarde y mi esposo igual, pero merendábamos en familia. Los sábados mi esposo también trabajaba, pero después del almuerzo intentábamos visitar museos, si bien toda Roma es una ciudad museo, nos distraemos y aprendemos bastante. La vida social que tenemos es más familiar.

P: ¿Explícanos como es el seguro médico en Italia, es fácil para un ecuatoriano y un extranjero conseguirlo?

Ana: Los italianos y los residentes a primera instancia tenemos al médico de la familia, si se complica pasaríamos a las instituciones públicas y tendríamos que comunicarnos con un número especial, para que en caso de emergencia nos vengan a recoger de nuestra casa.

Acá la salud pública o el seguro social está ligado al trabajo, si la persona tiene empleo tiene seguridad social, cuando obtienes documentos con permiso de estadía y de residencia, se te descuenta de tu sueldo una fuerte cantidad por el hecho de contar con salud pública y con el médico de familia.

Si como extranjero tienes residencia no pagas nada, obviamente en mi opinión los tiempos de espera son una manipulación y negociado, porque por una cita esperas de seis a ocho meses, si necesitas que sea rápido tienes que buscar doctores por tus propios medios.

También lo positivo es que hay un seguro para menores de edad, o situación de personas de riesgo o de vulnerabilidad.  Y cuando tus papeles están en trámites te dan un ticket de un cierto monto porque si tienes un problema urgente te pueden atender en emergencias, pero no sirve para tratamiento largo.

Pero cuando vino el covid-19 todo esto cambió, por ejemplo, la mamá de un amigo se rompió el fémur y es una persona de la tercera edad, por el colapso de los hospitales tuvo que recuperarse en casa.

P: ¿Relátanos como fue para ti y tu familia el ingreso al confinamiento en Italia en Roma?

Ana: Nosotros comenzamos el aislamiento social a partir del 12 de marzo, ese día fue el cierre completo de todas las actividades comerciales en Roma, pero en el norte fue donde se dieron los primeros casos exactamente en la provincia de Lombardía. Ahí por ejemplo empezaron el confinamiento paulatino a finales de febrero. Cuando se presentaron los primeros afectados comunitarios mis hijos como estudiantes ya entraron en aislamiento una semana antes que nosotros.

Al pasar los días, uno sabe, lee y ve que los psicólogos dicen que vamos pasar días buenos y malos. Acá lo que intentamos desde que comenzó el confinamiento es respetar el espacio del otro, o sea, compartimos en familia, jugamos o hablamos de lo que está pasando, pero también le damos oportunidad a la individualidad, por suerte, siempre fuimos una familia lectora entonces tanto mis hijos como mi esposo y yo, nos podemos pasar tranquilamente algunas horas  del día leyendo.

Otra cosa fundamental es que cuando algún miembro de la familia se levanta con el pie izquierdo porque tuvo una pesadilla, está un poco irritado, y eso pasa a grandes y a chicos, cuando sucede ese comportamiento intentamos ser solidarios y no hostigar al otro.  Por suerte, en nuestra casa existen espacios comunes donde cada uno está con su individualidad. ¡Ojo! no siempre la soledad es mala consejera, ella también ayuda a meditar.

P: ¿Cómo está el brote en Roma y en tu barrio o zona sudeste?

Ana: La ciudad de Roma tiene más contagiados y ahora estamos preocupados, porque en zonas aledañas existen centros de ancianos que son más vulnerables. Y como pasa en todo el mundo, uno no lee o mira noticias no sólo de Italia, pero es obvio que las cifras que dan los gobiernos no son claras. Pero la mayoría de la población que ha fallecido en territorio italiano son adultos mayores. Cerca de acá hay unos vecinos que nos comunicaron que hay más de sesenta contagiados hasta el momento en nuestra zona.  

Otro ejemplo, es en el barrio de la Romanina donde trabaja mi esposo que queda a quince minutos de acá, y que también es una zona industrial, ahí había un edificio público desocupado, y ahora alrededor de unas setenta personas ocuparon ese predio. Ahí se detectaron algunos casos de coronavirus, y obviamente la declararon zona roja.

En ese barrio ya abrieron actividades en horario reducido y del 100% de los empleados está asistiendo el 30.

P: ¿Según tú cómo enfrentó la crisis sanitaria la alcadesa romana, Virginia Raggi?

Ana: Las medidas de la Raggi fueron oportunas, pero faltó la visión para evitar el contagio en los transportes públicos por ejemplo desde que empezó el brote en Italia el metro, los colectivos de la ciudad siguieron circulando con regularidad. Lo único que se cerró en Roma fueron los comercios no necesarios y los colegios. El confinamiento fue paulatino. Por suerte, nosotros tenemos todo en nuestro barrio. Y respetamos obviamente por seguridad y la de los demás lo que se requiere que hagamos cuando salimos a la calle como el uso de mascarilla, guantes y después la desinfección de la ropa. Nosotros salimos una vez por semana.

P: ¿Y cómo es la situación con los vecinos, se han juntado, han formado un comité de apoyo, ha existido unión?

Ana: Cuando comenzó todo al frente de mi casa había una señora que ponía música a las seis de la tarde, pero ya no lo hace. Acá cada uno hace su vida, el italiano no es muy sociable, es educado, saluda, pero cuida bastante su privacidad.  Por ejemplo, al frente hay un colegio de monjas y es inmenso, pero ellas no han abierto sus puertas o han organizado algún trabajo caritativo para la comunidad. Nada de nada.

Creo que la gente del barrio ha permanecido en su casa. Porque hasta el momento no hemos escuchado ambulancias.

P: ¿Cómo es la situación de los ecuatorianos con respecto al covid-19, sabes si existen muertos o si son pacientes asintomáticos, y cómo ha sido el papel que ha desempeñado la embajada o el consulado del Ecuador en Italia?

Ana: Son más o menos ciento y cincuenta mil ecuatorianos residentes en Italia, según el embajador son más de sesenta ecuatorianos contagiados y algunos muertos, no tengo la cifra oficial, me parece que ahora aumentó.

Acá en Roma debe haber alrededor de cincuenta y cinco mil ecuatorianos que trabajan fijos, esto quiere decir puertas adentro, o sea, la situación de muchos compatriotas es que viven en cuarentena con gente que no es su familia, sus jefes. Ahora existe un alto número de estudiantes que vinieron con becas del gobierno de Moreno, pero según me cuentan ya son tres meses que no reciben su pensión, no sé si arreglaron, ojalá que sí.  

Por ejemplo, una joven amiga muy querida trabaja puertas adentro y mantiene en Ecuador a su madre y hermanos, con el brote del covid-19 en nuestro país, la chica estaba desesperada por un posible cierre de los bancos ecuatorianos.

P: ¿El covid-19 trajo la muerte a nuestras pantallas de móviles y de ordenadores, ustedes como la enfrentan para que cualquier miembro de su familia no se deprima?

Ana: La situación es muy triste al menos en el norte de Italia. Algunos de nuestros amigos tienen familiares en esa región, y fue penoso escuchar testimonios de cómo murieron sus parientes adultos mayores que estaban internados en asilos. Primero esos centros se comunicaban con ellos para indicarles que estaban bien, o sea nunca se dieron cuenta de la magnitud del virus. Después se volvían a contactar para indicarles que sus parientes estaban agonizando y muchos no podían ni despedirse de sus seres queridos porque se encontraban aislados. A esas ancianas y ancianos les tocaba morir en soledad, algunos tuvieron la oportunidad de ser despedidos en forma virtual, otros no.

Bueno, pienso que Italia es un país que está acostumbrado a grandes catástrofes. Acordémonos que en el siglo pasado sufrió dos guerras mundiales. Yo conocí una adulta mayor a la cuál cuidaba y ella sufrió tragedias inmensas, por ejemplo, me contaba como los alemanes perpetraban las casas y les quitaban todo. En ese sentido el pueblo italiano está preparado. Por eso, con mi familia ahora aceptamos esta nueva condición con humildad y sabemos que hay que aprender a sobrellevarla de la mejor manera posible.

“La situación es muy triste al menos en el norte de Italia. Algunos de nuestros amigos tienen familiares en esa región, y fue penoso escuchar testimonios de cómo murieron sus parientes adultos mayores que estaban internados en asilos. Primero esos centros se comunicaban con ellos para indicarles que estaban bien, o sea nunca se dieron cuenta de la magnitud del virus. Después se volvían a contactar para indicarles que sus parientes estaban agonizando y muchos no podían ni despedirse de sus seres queridos porque se encontraban aislados. A esas ancianas y ancianos les tocaba morir en soledad, algunos tuvieron la oportunidad de ser despedidos en forma virtual, otros no”.


*Andrés Lasso Ruales, cronista ecuatoriano que ha vivido en  Brasil y Argentina. Máster  en Políticas Ambientales y Territoriales de la UBA. Experto en el genocidio armenio y estudioso de la otredad.

 

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