Con la primavera de las movilizaciones latinoamericanas también se configuró el fascismo. Así como una cárcel se construye de varios materiales, el fascismo fue aliando los microfascismos existentes en las sociedades: élites y clases autoritarias, machismos, racismos, militarismos, violencias paramilitares, mafias, xenofobia, sectas religiosas ultraconservadoras, ignorancia y partidos de ultraderecha, con la consabida persecución ideológica y manipulación mediática de masas.
El bloque fascista tiene una formación global: el crecimiento de la ultraderecha en Europa, la victoria de Donald Trump y el anuncio de su candidatura para la reelección, la presidencia de Jair Bolsonaro, el intento de formar Estados paralelos con ayuda internacional como el de Juan Guaidó, el derrocamiento de Evo Morales, el golpe de grupos religiosos conservadores y el financiamiento internacional de sectas, partidos y líderes de ultraderecha en Latinoamérica. Un indicador más es la expansión de las guerras de baja intensidad en medio oriente y el crecimiento de la carrera armamentística del imperialismo.
El riesgo del fascismo no ha sido revelado solo por las izquierdas latinoamericanas, hasta el FBI de los EE.UU. pone a los grupos fascistas en segundo lugar de peligro, después de los narcotraficantes.
El uso de la violencia armada de los Estados (ecuatoriano, chileno, colombiano, boliviano, brasileño) contra los pueblos movilizados, jóvenes, trabajadores, mujeres, campesinos e indígenas; el asesinato y mutilación ocular de cientos de personas; la intimidación mediática, la destrucción de comunidades, la colonización y la concentración militar en las reservas naturales para el extractivismo, son elementos del Estado neoliberal que se conjugan en la gramática autoritaria del fascismo.
Los golpes discontinuos a la oposición política, el camuflaje social del militarismo tras el gasto en “seguridad”, pero asimismo la distracción con el pan y circo, el sistema de bonos y las prebendas, han bajado el nivel de la incursión violenta del fascismo y su intensidad.
El ingreso de Nayib Bukele al congreso de El Salvador con las fuerzas armadas, al grito de los “sin vergüenzas” y “mafias” deben aprobar el crédito para el equipamiento bélico, demuestra la fragilidad política que se mantiene en Latinoamérica.
Las familias de la mafia política, como en la zaga El Padrino de Mario Puzo, no se han acabado, sino modernizado.
“El uso de la violencia armada de los Estados (ecuatoriano, chileno, colombiano, boliviano, brasileño) contra los pueblos movilizados, jóvenes, trabajadores, mujeres, campesinos e indígenas; el asesinato y mutilación ocular de cientos de personas; la intimidación mediática, la destrucción de comunidades, la colonización y la concentración militar en las reservas naturales para el extractivismo, son elementos del Estado neoliberal que se conjugan en la gramática autoritaria del fascismo”.
*Abogado, licenciado en Filosofía y magíster en Sociología. Actualmente, docente de la Universidad de Cuenca.
Los fascistas tradicionalmente han tenido fuerzas de choque como las camisas negras de Mussolini, las camisas pardas de Hitler, los colectivos chavistas y los guardias indígenas de Jaime Vargas.