Introducción
La polarización política que Ecuador vivió hasta abril de 2016 se atenuó con el terremoto que afectó a las provincias de Manabí y Esmeraldas, en la región costera. Más de 600 muertos y 3.500 millones de dólares en pérdidas materiales fueron el resultado directo del sismo. Pero el terremoto tuvo también efectos colaterales que incidieron en la coyuntura: acentuó la crisis económica iniciada en 2015, aunque le dio al gobierno la oportunidad de recibir nuevos ingresos por la vía de préstamos internacionales y de iniciar varios proyectos que revelan una alianza consistente del Estado con el capital privado.
Otro efecto se dio en el campo político: se superó temporalmente el clima de polarización imperante, en virtud de la conmoción del país y la labor humanitaria desplegada por la sociedad civil y por el Estado. Esto le permitió al gobierno liderado por Rafael Correa ganar tiempo en un momento preelectoral y tener una nueva oportunidad para relegitimar su gestión y así potenciar la figura de su vicepresidente Jorge Glas como candidato para las elecciones de 2017, mediante su nombramiento como coordinador del operativo de la reconstrucción[2]. Los índices de adhesión al presidente se elevaron, pero Glas se posicionó en torno a 15% en las preferencias electorales, a la par de los candidatos de la oposición Cinthya Viteri (socialcristiana) y el banquero Guillermo Lasso, del partido liberal-conservador Creando Oportunidades (creo)[3].
De este breve recuento de la coyuntura, resaltan varias aristas: la crisis económica y las medidas tomadas por el gobierno, la apertura del escenario preelectoral con varios candidatos y la continuidad o no del régimen construido por la Revolución Ciudadana, pues Correa no podrá ser candidato en los comicios de febrero de 2017. Los sectores de la derecha apuntan no solo a ganar las elecciones, sino también a iniciar lo que llaman la «transición poscorreísta». Para ellos, más que de un cambio de gobierno, se trata de un cambio de régimen, ya que buscan desmontar instituciones y políticas que se construyeron en la última década, para ponerse a tono con el llamado «fin de ciclo» de los gobiernos progresistas en América Latina.
En cambio, Alianza pais se prepara a defender «la década ganada» y a triunfar en las elecciones. Para ellos no se trata de una transición poscorreísta, sino de un recambio presidencial en el gobierno que les permita continuar con las «12 revoluciones», tal como expresaron sus líderes en la última convención de la agrupación el 1 de octubre pasado[4]. Por tanto, surgen varias preguntas: ¿cuál de los dos escenarios se impondrá? ¿Se mantendrá la Revolución Ciudadana o la derecha ganará las elecciones y desmontará el régimen progresista? La crisis económica y el retiro de Correa ¿provocarán la descomposición de la fuerza que ha hegemonizado el país en la última década? La oposición ¿tiene capacidad para ganar las presidenciales o apuntará –ya con un nuevo Parlamento– a una estrategia de «golpe blando» como el que se ha dado en Brasil? En resumen, se pone sobre la mesa la posibilidad o no de que se realice en Ecuador lo que intelectuales de diverso signo ideológico llaman el «fin de ciclo progresista»[5]
En este artículo se identificarán algunos rasgos de la coyuntura mediante dos escenarios posibles: el primero, en torno del fin de ciclo y la transición poscorreísta, y el segundo, de continuidad de la Revolución Ciudadana, con cambios en el régimen bajo la conducción de la propia fuerza gobernante. Antes de examinar estas opciones, se analizarán algunos elementos de la coyuntura y las candidaturas presidenciales de las principales fuerzas políticas.
Salida pragmática y aperturista
Para comenzar, hay que volver a los efectos del sismo de abril. El gobierno desarrolló un plan para construir 1.500 casas mensuales hasta el fin de su mandato, además de entregar una cantidad similar de bonos para la rehabilitación de viviendas afectadas. Se estimó en cerca de 600 millones de dólares la inversión en la reconstrucción tanto de viviendas como de equipamiento colectivo e infraestructura afectados por el terremoto[6].
El sismo acentuó la crisis económica producida por la baja del precio del petróleo y, dado que la economía de Ecuador está dolarizada, por la valorización del dólar desde 2015. Sin embargo, en una estrategia de comunicación que de alguna manera le dio resultados, el presidente evitó calificar el fenómeno como «crisis» y afirmó que se trata de una «ralentización» de la economía. Si bien en agosto reconoció que el primer semestre fue «malo», anunció que el segundo semestre «mostraba cierta recuperación».
Pero a pesar de las declaraciones del presidente, la población sintió los estragos de la crisis en forma de desempleo, reducción de ingresos y cierre de comercios. La restricción de los gastos e inversiones del Estado –factor central del crecimiento en la última década– se notó inmediatamente. Y, de este modo, la economía se situó como principal preocupación de las familias ecuatorianas. La crisis produjo intranquilidad y hasta descontento, pero no despertó una reacción masiva de la población. Es probable que esto se deba a que las familias tienen reservas y una base lograda luego de una década de movilidad social ascendente, lo que les permite sostenerse en un periodo de recesión. En esta ocasión no se decretaron los típicos paquetazos de aumento de la gasolina y los pasajes, que produjeron las movilizaciones que condujeron a la caída de varios gobiernos en el periodo neoliberal. Por cierto, se han dado pequeñas marchas y se extendió la inconformidad, que se expresó en gritos como «¡Fuera Correa, fuera!» en el Estadio Olímpico Atahualpa, cuando se jugaron los partidos de las eliminatorias del Mundial de Fútbol; no obstante, cerca de la mitad de la población sigue confiando en la gestión del gobierno y en la figura del presidente[7].
Correa tomó varias medidas para recaudar fondos para la reconstrucción, como la ley que recoge aportes solidarios de la población, el alza a 14% del impuesto al valor agregado (iva), la privatización de activos públicos por al menos 1.500 millones de dólares[8], la aprobación legislativa de alianzas público-privadas, así como la firma de créditos por 800 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional (fmi). También, en 2016, como parte de la apertura al capital minero, se puso en marcha la construcción del proyecto aurífero Río Blanco en la parroquia Molleturo en el Azuay y se abrió la explotación del campo cuprífero Mirador y del campo aurífero Fruta del Norte, en la provincia de Zamora. Por otra parte, el gobierno recibió créditos externos por 1.500 millones de dólares de China y 2.000 millones por colocación de bonos. Además, se concluyeron las negociaciones para el tratado de libre comercio (tlc) con la Unión Europea, se abrieron otras para la firma de uno similar con Corea y se firmaron dos convenios para la construcción del puerto de aguas profundas de Posorja por 1.500 millones de dólares con la empresa dpworld, de capital dubaití –en asociación con Nobis, propiedad de la millonaria ecuatoriana Isabel Noboa– y para mejorar Puerto Bolívar, el llamado “Puerto Cobre”, que servirá para la exportación de los minerales del sur del país, con la empresa Yilport, de Turquía[9].
En resumen, la crisis y el sismo han configurado un escenario en el que se profundizó la política pragmática del gobierno en convergencia con el capital privado, a través de varios proyectos estratégicos (dos puertos, dos campos mineros y múltiples créditos), lo que revela un giro hacia una asociación mayor del Estado con el gran capital, para lo cual se retomaron las relaciones con el fmi y la banca transnacional y se reinició una política de apertura comercial. La diferencia con otros países claramente neoliberales es que el Estado sigue siendo protagonista. ¿Será esto un rasgo de un modelo de desarrollo estatal-privado con perspectivas hacia el futuro? Aún no se sabe. La presión de los organismos financieros internacionales está al orden del día y es evidente que, como sostiene el economista Walter Spurrier, «hay otras iniciativas que quedarán para el próximo gobierno, al que le corresponderá ser más pragmático, trátese de un gobierno continuista o de oposición»[10].
Proceso preelectoral
Siendo prioritario el tema económico, el proceso preelectoral entró de lleno en la coyuntura, pues en los meses de julio a octubre las agrupaciones políticas se posicionaron en vistas a la lid presidencial y parlamentaria de febrero de 2017. En las diversas corrientes –la oficialista, la de derecha y la de centroizquierda– se situaron los líderes que disputaban el liderazgo. En la primera, la disputa se dio entre Jorge Glas y Lenín Moreno, mientras que en la derecha la disputa es entre Jaime Nebot y Cynthia Viteri, del Partido Social Cristiano (psc), por un lado, y Guillermo Lasso de creo, por el otro. En la centroizquierda se posicionó el general Paco Moncayo.
«¡A rey muerto, rey puesto!» es la frase típica sobre los gobernantes que son sustituibles en el poder, pero ese no es el caso de Correa. El capital político de Alianza pais se acumuló en la figura del actual presidente durante una década y su liderazgo se afirmó no solo en una corriente de descontento ciudadano contra la partidocracia, sino también en un proceso inédito de concentración del poder en el Ejecutivo, el Legislativo, el Judicial, el Electoral y el de Control, así como en el movimiento Alianza pais, una estructura piramidal y electoral tejida desde el Estado y controlada desde arriba. Todo esto convirtió al presidente en un personaje casi imprescindible; sin embargo, dada la prohibición de la reelección, cualquier posibilidad pasaba por una reforma de la Constitución.
La oposición vio en ello una oportunidad para exigir la consulta popular, de forma que el «No» uniera a las fuerzas contrarias al gobierno para impedir una enmienda constitucional que facilitara la reelección. Pero el movimiento gobernante hizo una maniobra y optó por reformar la Constitución sin acudir a la reelección inmediata. El propio Correa se pronunció en el sentido de que no se presentaría: «El país debe descansar de mí y, sinceramente, yo también debo descansar un poquito del país»[11].
Con ello se evitó una nueva confrontación con la oposición. Con las nuevas reglas de juego, el sector gobernante se vio ante la necesidad de escoger su candidato para 2017: Correa y su círculo gobernante apostaron por Glas, el actual vicepresidente, quien ha sido una pieza clave en el núcleo duro del sector «pragmático», el «brazo derecho» de Alianza pais. Este círculo, bajo la conducción de Correa, ha ido concentrando el poder detrás del trono y ha tomado las principales decisiones en el Estado, especialmente sobre las áreas estratégicas, mediante el ordenamiento de las leyes que se debaten en el Legislativo y el control de la Justicia luego del referéndum constitucional de 2011. Además detenta el poder en la maquinaria mediática del régimen, ya que nombra al personal directivo de los organismos de control e incluso afirma una dirección vertical de Alianza pais, bajo la mano dura de su operadora Doris Soliz.
Glas es un cuadro técnico sin mayor carisma, que ha ido ascendiendo en el poder con el beneplácito de Correa por su eficacia para atraer inversiones y hacer negocios con la República Popular China. Desde al menos un año atrás está en las pantallas promovido por la publicidad gubernamental y en abril fue encargado de coordinar la reconstrucción en la Costa, una vitrina donde debía mostrar su capacidad ejecutiva. Los resultados arrojados por las encuestas no le alcanzaron para posicionarse como el candidato capaz de garantizar una victoria ante los candidatos de derecha, pero sí para ser elegido nuevamente como candidato vicepresidencial.
La candidatura presidencial recayó entonces en Lenín Moreno, quien ocupó la vicepresidencia en los primeros mandatos de Correa (2007-2014) y dejó una imagen positiva por su labor hacia personas con discapacidad, valorada tanto dentro del país como en el exterior, a punto tal que fue nombrado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como enviado especial de ese organismo para Discapacidad y Accesibilidad. Además, tiene formación en administración pública en la Universidad Central, centro de estudios donde participó en las filas de la izquierda. Luego de sufrir un accidente que le provocó una discapacidad, se convirtió en un motivador profesional y escribió diez libros de animación para grupos y empresas.
Moreno ha tenido dos ventajas que han catapultado su popularidad: por una parte, su liderazgo en la política social, campo destacado de la gestión del gobierno, y por otra, su carisma. Es un personaje que despierta simpatías de los votantes más allá de los partidarios convencidos de ap y aparece como un cuadro político conciliador, con un estilo diferente del liderazgo confrontativo de Correa. Por ello, no es de extrañar que en todas las encuestas alcance al menos 40% de intención de voto[12], lo que le permitiría –si no hay novedades en el camino– ganar las elecciones.
Hay que señalar que detrás de esta pugna está el lugar que ocupan estos dos personajes en el aparato del régimen. Y allí es evidente el poder de Glas en la coordinación de los sectores estratégicos –electricidad, comunicación, petróleo, minería–, perla de la corona del Estado ecuatoriano. Si hay alguna fuente de poder económico y político en Ecuador, manzana de la discordia de las elites rentistas en los últimos 50 años, es precisamente el área de los sectores estratégicos, en la que hoy se encuentra asentado Glas.
Pero pese a la voluntad de Correa, la popularidad de Moreno es notoria. Y ya desde hace rato se vienen moviendo las fichas en Alianza pais: aparecieron actores que estaban formando una nueva constelación en torno de Moreno: activistas, legisladores, alcaldes, ministros y organizaciones sociales intentaron desertar silenciosamente del control férreo de Correa y configurar una coalición algo diferente de la que promovía el presidente. Pero poco lograron estos actores hasta que el propio Correa y el aparato correísta decidieron el binomio para febrero de 2017. Alianza pais sabe que no puede arriesgar su continuidad y necesita cuidarse las espaldas; un triunfo de la oposición le puede costar caro, pues la derecha –ya lo ha demostrado en Argentina y en Brasil– regresa afilando sus colmillos, lista para deshuesar al grupo gobernante. Por ello, Correa cedió la candidatura a Moreno, siempre que Glas fuera el candidato a vicepresidente, tal como se confirmó en la convención de Alianza pais de inicios de octubre.
Por su lado, la derecha no logró un acuerdo en las candidaturas. Por una parte está el movimiento creo, que se mueve en torno de Lasso, ex?presidente del Banco de Guayaquil y uno de los hombres más ricos del país. Líder conservador y miembro del Opus Dei, Lasso quiere aparecer como un político moderno, tolerante, democrático y, sobre todo, emprendedor, que va a sacar al país de la crisis económica. En los últimos meses lideró la campaña «Compromiso Ecuador», iniciativa de aglutinación de fuerzas opuestas a Correa y a las enmiendas constitucionales que hubieran facilitado su reelección.
Lasso se hizo conocer en las elecciones de 2013, cuando logró 22% de los votos frente a Correa –quien ganó en la primera vuelta– y obtuvo cierta adhesión en el país de movimientos locales y firmar un acuerdo con el movimiento Sociedad Unida Más Acción (suma), del actual alcalde de Quito, Mauricio Rodas. En realidad, Lasso está en campaña desde hace varios años. Su candidatura representa a un sector del empresariado, pero Lasso no tiene experiencia en cargos públicos y presenta una desventaja que puede resultar fatal para sus ambiciones presidenciales: es banquero en un país en el cual la población recuerda el feriado bancario de 2000, el congelamiento de los ahorros y los costos de la dolarización. Hoy Lasso aparece estancado en las encuestas ante la pujante candidatura de Moreno.
Por otro lado está el psc, aliado con el Movimiento Cívico Madera de Guerrero, bajo la conducción de Jaime Nebot, quien ha mantenido una alta popularidad como alcalde de Guayaquil por más de una década. Nebot logró atraer a movimientos como el grupo Concertación, filo demócrata cristiano. Detrás de este frente aparece la mano experimentada de Jaime Durán, el inefable asesor de Mauricio Macri en Argentina y estratega de lides presidenciales.
Esa coalición se está fraguando con la meta de ocupar curules en la Asamblea Legislativa y prepararse para una confrontación con el régimen en una «vía ecuatoriana» de «restauración conservadora», siguiendo los ejemplos de la derecha en Brasil, Argentina y Venezuela, que han tenido estrategias diferentes para sacar al progresismo de los respectivos gobiernos. Pero esta fuerza no tiene proyección ganadora, pues su candidata, la asambleísta Cynthia Viteri, se mueve en torno de 10% de las preferencias[13].
Sectores de oposición de izquierda han confluido en el Acuerdo Nacional por el Cambio. Allí están Unidad Popular, de raíz maoísta, con base en organizaciones de maestros y estudiantes; el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik (mupp), vinculado al movimiento indígena[14]; Centro Democrático, del prefecto de la provincia del Guayas Jimmy Jairala –con base en la Costa– e Izquierda Democrática, partido que recuperó su personería electoral y que tiene raíces socialdemócratas. Este acuerdo presenta como candidato al general Paco Moncayo, quien lideró las tropas ecuatorianas en el último conflicto con Perú y luego fue alcalde de Quito. Si bien el lanzamiento de la candidatura de Moncayo lo ha posicionado en torno a 10%, no está claro si tiene capacidad de crecer en el futuro inmediato[15]. También hay que preguntarse si esta coalición tiene un proyecto coherente que garantice su unidad para intervenir a mediano plazo en el escenario político.
Escenarios
Como se señaló inicialmente, se pueden establecer dos escenarios[16]: el primero, una transición poscorreísta, y el segundo, la continuidad de Alianza país. La condición para el primer escenario es que la oposición gane las elecciones y muestre capacidad para desplazar el entramado institucional erigido por la Revolución Ciudadana y cambiar de régimen político. Tiene a favor su triunfo electoral en las 20 ciudades más importantes en las elecciones regionales de 2014, los efectos posibles de la crisis económica y un relativo agotamiento del modelo neodesarrollista centrado en el Estado. Hay también denuncias sobre actos de corrupción y síntomas de desgaste del discurso revolucionario[17]. Para varios analistas, la salida del líder del proceso es un hito clave que apunta a la transición poscorreísta[18].
En varias ocasiones los actores impulsaron iniciativas para desgastar al gobierno: la derecha buscó un camino «a la venezolana» con las marchas de las banderas negras contra la ley de impuestos a las herencias en abril de 2015. Pero, aunque hizo retroceder al gobierno sobre este proyecto tributario[19], ese camino de confrontación no cuajó, entre otros factores, por la llegada del papa Francisco, quien bendijo el camino de justicia social practicado por el gobierno. Luego, líderes de izquierda como el socialista Enrique Ayala lanzaron la propuesta de convocar a una nueva Asamblea Constituyente para derogar la Constitución, pero tampoco tuvieron respaldo, pues ello implicaría un ambiente de desestabilización del gobierno actual. Posteriormente, creo impulsó la oposición a las enmiendas que buscaban abrir el camino para la reelección de Correa, pero esta iniciativa quedó neutralizada con el retiro del presidente como candidato.
La crisis económica aún no se ha convertido en una bandera política que provoque un vertiginoso desgaste del gobierno, entre otras razones porque convertir un hecho económico en una causa de lucha contra presuntos responsables es un proceso complejo. Sectores de la población sienten preocupación por la economía, pero no necesariamente atribuyen al gobierno la responsabilidad sobre la coyuntura actual. Si bien el gobierno ha realizado un ajuste, Correa ha logrado, con crédito interno y externo, solventar los baches en la balanza de pagos y en el déficit fiscal y sobre todo mantener el flujo de caja para el pago de los servidores públicos. Como se dijo antes, pese a la crisis, el gobierno no se desgastó catastróficamente en estos dos últimos años, entre otros factores, porque revirtió los efectos del terremoto de abril de 2016 y porque la oposición tuvo dificultades para unirse en un solo frente.
El otro factor que podría entrar en juego es la salida de Correa. Generalmente, los autores que analizan los populismos dan un lugar central al papel del «caudillo» en la conformación del movimiento político y en particular analizan el proceso de la Revolución Ciudadana desde el rol de Correa[20]. En este caso, lo que no toman en cuenta la vigencia de algunas banderas de la Revolución Ciudadana, la adhesión de la población al actual presidente y la popularidad del candidato Lenin Moreno,.
Algunas personas dudan de que este candidato tenga capacidad para liderar el gobierno. Moreno parece estar consciente del desafío que tiene como sucesor de Correa, tal como manifestó en una de sus declaraciones: «He respetado al señor presidente de la República mientras ha ejercido su mandato, exigiré igual que todos los ecuatorianos respeten mi mandato»[21]. Hasta hoy Moreno ha aceptado las condiciones impuestas por el actual presidente y es evidente que la designación de Glas como integrante del binomio implica tener un colaborador inmediato que pertenece al círculo correista. Habrá que ver si Moreno logra autonomía en caso de llegar a la Presidencia.
Un factor clave en la hegemonía de la Revolución Ciudadana ha sido el manejo de la maquinaria comunicativa del gobierno. Este ha sido un elemento decisivo en el mantenimiento de la popularidad de Correa, quien logró su punto más alto en torno a 75% en marzo de 2013[22], aunque desde entonces ha declinado. Habría que ver si Moreno logra renovar el liderazgo, ampliar alianzas y refrescar el discurso de la Revolución Ciudadana, que se ha desgastado en estos últimos años.
Por otra parte, la disputa en el campo político implica la construcción de un discurso contra hegemónico. La derecha ha levantado las banderas de la defensa de las libertades, la división de poderes y el cuestionamiento a la corrupción, tiene a su favor los medios privados de información y cuenta con un grupo de periodistas e intelectuales que han atacado los puntos débiles de la Revolución Ciudadana. Sin embargo, la oposición aún no logra quebrar las banderas de redistribución, la identidad ciudadana y el discurso antagónico contra los banqueros y la partidocracia, ni unificar un bloque político tras sus planteamientos.
Dada esta situación, es posible que Moreno sea el próximo presidente. En este caso, el plan B de las corrientes de derecha es fortalecerse en el Parlamento, acumular fuerzas –tanto en la institucionalidad como en la calle– para propiciar el desgaste del régimen e intentar una maniobra posterior que desbanque a Alianza pais[23]. Es posible que la oposición no haya tenido suficiente tiempo para articular a los diversos sectores y constituir una fuerza que facilite ese giro. Pero lo está intentando y espera su turno, seguramente, una vez que se posesione el nuevo presidente.
El segundo escenario es el del triunfo del binomio de Alianza pais. El núcleo duro de la base social del movimiento gobernante se ha mantenido en torno de 30% del electorado durante la década de gobierno y a este porcentaje se debe sumar una franja de quienes simpatizan con Moreno. Para ganar en la primera vuelta, el ex-vicepresidente necesita 40% de los votos y una ventaja de diez puntos porcentuales sobre el segundo. Si pasa a la segunda vuelta, el escenario se le puede complicar en la medida en que se unan tras el otro candidato todas las fuerzas de la oposición.
Para el análisis hay que tomar en cuenta que Alianza pais se mantiene como la primera fuerza a escala nacional. El movimiento gobernante tiene gran capacidad de convocatoria y sostiene un aparato electoral con múltiples recursos desde el Estado. Hay, sin embargo, obstáculos que deberá superar el oficialismo: en primer lugar, están los grados de libertad del candidato, pues debe diferenciarse de la fuerte imagen que proyecta el actual presidente y mostrar que es un personaje capaz de abrir nuevos rumbos, sumar aliados y atender nuevas demandas de la población. Un segundo factor es la debilidad de Alianza pais para integrar las listas de candidatos a la Asamblea, debido al desgaste de los líderes y caciques locales; y es posible que no logren una mayoría parlamentaria. . Un tercer factor se vincula a las cartas bajo la manga que tiene la derecha, y que esta soltando en la campaña, como denuncias de corrupción de Petroecuador que ya involucró a tres ex gerentes de la principal empresa estatal. El cuarto factor es el discurso defensivo del oficialismo, que insiste en que Ecuador ha vivido «la década ganada» y no logra renovar su mensaje.
Pero los problemas de Alianza pais no se ubican solo en el corto plazo. Pese a la obscura sombra del binomio, el oficialismo tiene un buen candidato a Presidente y puede ganar en los comicios, pero a mediano plazo tiene el reto de administrar el Estado en un periodo de vacas flacas, lo que conlleva presiones de múltiples actores, desde los grupos populares que quieren mantener las políticas sociales[24] hasta el poder transnacional y los empresarios que exigen un ajuste más radical.
A esto hay que sumar las tensiones internas de la fuerza gobernante: Moreno ha planteado en la campaña una «mano tendida» y es probable que, desde la Presidencia quiera ampliar alianzas y bajar el discurso confrontativo que su antecesor. No le será fácil, empero, conciliar con el heredero de Correa: un Jorge Glas que tiene el poder de las áreas estratégicas.
Cabe destacar que el gobierno ya dio un giro hacia el pragmatismo en las políticas económicas. El propio Correa se distanció del horizonte poscapitalista planteado en la Constitución de 2008 y en la primera fase «nacional popular» de la Revolución Ciudadana. Desde hace varios años y cada vez con más fuerza, se fue afirmando una política que busca la alianza del Estado con el gran capital. Esto implica que ya hemos asistido a una reforma dentro de la revolución para que esta resulte más confiable a los grupos empresariales, pues hay grupos monopólicos que tienen puentes y negocios con el Estado y que seguramente no están interesados en desestabilizar a un gobierno que les ofrece orden y seguridad a sus inversiones.
Comentarios finales
En resumen: es probable que el segundo escenario se imponga y que Alianza pais tenga posibilidades de mantener el gobierno, aunque con dificultades. Algunos hablan de un «fin de ciclo» de los regímenes progresistas, con una connotación fatalista del «fin de la Historia», pero este enfoque es más un deseo que una categoría que ayude a entender el proceso y los cambios en la correlación de fuerzas.
No hay por ahora un sujeto popular movilizado que tenga potencialidades de enfrentarse al gobierno progresista[25], ni una elite empresarial unificada, ni una derecha que haya logrado articular una estrategia de cambio de régimen con resultados a corto plazo. Tampoco las fuerzas rivales de la Revolución Ciudadana logran conciliar las banderas ecologistas de la izquierda radical y las banderas de la democracia liberal que plantea la derecha.
Aparece una Alianza pais adaptada a las circunstancias, abierta de manera pragmática al capital privado, negociando con intereses trasnacionales, con un fuerte aparato político y económico a su servicio y que busca mantenerse en el poder con un candidato que tiene un alto capital electoral. Los beneficios logrados por la población en una década de movilidad social ascendente hacen que las banderas de la redistribución que levanta la Revolución Ciudadana sigan teniendo recepción en la población. Lenín Moreno podría asegurar un cambio de estilo de gobierno, pero no está claro si tendrá la capacidad de renovar un proyecto que ya reveló limitaciones.
NOTAS
[1] Artículo publicado primero en Nueva Sociedad 266 noviembre-diciembre 2016
[2] S. Ortiz Crespo: «Ecuador: sismo, conmoción y ¿segunda oportunidad? Análisis de coyuntura posterremoto», opinión, mayo de 2016, en Nueva Sociedad, <www.nuso.org/articulo/ecuador-sismo-conmocion-y-segunda-oportunidad/>.
[3] «Entre el 53% y 54% quieren un presidente con ‘mano dura’, según Informe Confidencial» en El Comercio, 3/8/2016.
[4] «Revolución del conocimiento; la económica y productiva; social; política agraria; ecológica; de justicia, seguridad y convivencia; de la juventud; la ética; urbana; de los territorios; cultural y la de la soberanía y la integración». «Alianza pais propone 12 revoluciones en su plan de gobierno para el período 2017-2021» en El Tiempo, 2/10/2016.
[5] Para distintas perspectivas sobre el fin de ciclo, v. Massimo Modonesi y Maristella Svampa: «Luchas sociales y horizontes emancipatorios» en La Izquierda Diario, 10/8/2016; Felipe Burbano de Lara: «En medio de la tormenta perfecta: agonía de la Revolución Ciudadana y retiro del caudillo» en Ecuador Debate Nº 97, 4/2016; Atilio Borón, y Paula Klachko: «Sobre el ‘post-progresismo’ en América Latina: aportes para un debate» en Rebelión, 24/9/2016.
[6] «Cifra proyectada para reconstrucción tras el terremoto en Ecuador podría aumentar» en Andes, 6/6/2016.
[7] La calificación de la popularidad del presidente consta en varias encuestas con porcentajes parecidos a los que establece Perfiles de Opinión. Paulina Recalde: «Perfiles de Opinión. Intención voto: Lenín Moreno (48%), Guillermo Lasso (12%), nulo (11%), Cynthia Viteri (9%), en blanco (8%), Paco Moncayo (8%)», audio en Ecuadorinmediato, 13/10/2016.
[8] Jorge Wated: «Venta de activos por usd 1.500 millones irá para la reconstrucción» en El Comercio, 13/10/2016.
[9] Otras medidas han sido la reducción del gasto corriente; la aplicación de salvaguardias (…) la regularización excepcional de la jornada de trabajo, cesantía y seguro del desempleo, y el proyecto de Ley para el Equilibrio de las Finanzas Públicas. (Puga, 2016).
[10] W. Spurrier: «Mr. Dolarización» en El Universo, 17/7/2016. Steve Hanke, un gurú que estuvo detrás de la dolarización, aplaudió que esta se mantenga pero advirtió que las políticas públicas del gobierno referidas al control sobre el sector financiero, a las inversiones y el comercio internacional son contrarias a la dolarización y traerán malos resultados. Alberto Dahik, ex?vicepresidente y autor de las reformas de los años 90, propuso un paquete de medidas dirigidas a retomar la liberalización de la economía y el sector financiero, privatizar las empresas públicas, restringir el gasto fiscal y desregular la economía. W. Spurrier: «Respiro en agosto» en El Universo, 14/8/2016; César Augusto Sosa y Mónica Orozco: «Alberto Dahik presenta un plan liberal de 18 meses para superar la recesión», entrevista en El Comercio, 3/8/1016.
[11] «Correa admitió que está cansado de ser presidente de Ecuador» en Panam Post, 25/5/2016.
[12]«Entre el 53% y 54% quieren un presidente con ‘mano dura’, según Informe Confidencial» en El Comercio, 3/8/2016.
[13] C.A. Sosa y M. Orozco: ob. cit.
[14] El gobierno ilegalizó al gremio de maestros –la Unión Nacional de Educadores (une)– e intentó quitar el local de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (conaie), además de haber desmantelado las instancias «corporativas» donde tenían influencia las dos organizaciones en el Estado.
[15] P. Recalde: ob. cit.
[16] A cinco meses de los comicios y sin que varias coaliciones hayan completado los binomios presidenciales y las listas parlamentarias, es difícil dibujar escenarios más precisos.
[17] S. Ortiz Crespo: «La Revolución Ciudadana: límites de la hegemonía», ponencia presentada en el iii Congreso Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales, Flacso, Quito, 26 a 28 de agosto de 2015.
[18] Ver F. Burbano de Lara: ob. cit.
[19] Es soprendente que este proyecto ha haya sido retomado a pocas semanales de los comicios presidenciales. Como dice la gente “con estos amigos, para que enemigos”
[20] Ver ibíd.; Carlos de la Torre: De Velasco a Correa. Insurrecciones, populismos y elecciones en Ecuador, Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora Nacional, Quito, 2015. Una crítica a la visión “escolástica” y unilateral puede encontrarse en José Villaroel: «La intermediación como práctica sociopolítica de los sectores urbano marginales de Guayaquil en el contexto de la Revolución Ciudadana», tesis de maestría en Sociología, Flacso Ecuador, Quito, 2015.
[21] «Enrique Ayala Mora: ‘En mayo se debe convocar a una Asamblea Constituyente’» en Ecuadorinmediato, 16/8/2016.
[22] Habitus Quantum situó la popularidad de Rafael Correa en marzo de 2013 con 75%.
[23] Un periodista de derecha, José Hernández, recalca que un obstáculo a la unidad de la oposición es la necedad y la nostalgia de las corrientes de izquierda, que no asumen una postura «democrática moderna» para adherirse a la derecha. J. Hernández: «Moncayo, líder de otro frankenstein criollo» en Cuatro Pelagatos, 19/10/2016.
[24] Se han dado señales de reducción del gasto y desmantelamiento de entidades como el Ministerio de Inclusión Económica y Social.
[25] M. Modonesi y M. Svampa: ob. cit.
Es sorprendente y jocoso que el autor de esta nota todavía se refiera al gobierno de Correa como “progresista” y a Moreno como “carismático”. No presenta la realidad de la crisis que atraviesa el pueblo ecuatoriano y la idea que predomina en este mismo pueblo de que Moreno no es más que un “alcahuete” de la corrupción .