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domingo, diciembre 22, 2024

Jumandi, curaca de Huarotza

Por Ileana Almeida*

A pesar de su condición de cautivo en Cajamarca, Atahualpa ordenó que se reunieran el oro, la plata y la canela que exigían los conquistadores para liberarlo. Los españoles se habrían enterado que esta, tan preciada en Europa, también crecía en la región amazónica, porque los  indios quijos llegaron a Cajamarca con un gran cargamento de la especie para tratar de salvar al soberano, según Udo Oberem.

El territorio de los quijos comprendía  lo que ahora son los cantones de Napo y Quijos; iba desde las alturas de Papallacta hasta los bosques húmedos de la zona conocida como el país de la canela. Los quijos de las alturas vestían túnicas de lana, que llegaban de ciertas poblaciones vecinas de Quito, mientras que los de la jungla ostentaban sus cabelleras y usaban cortas faldas de algodón. Los grandes curacas lucían capas de vistosas plumas y adornos de oro. 

Este pueblo se había organizado en una serie de curacazgos; parece que el más importante en la zona alta era el de Hatunquijos (que en quechua significa “el principal”), ubicado “más allá de los bosques de Papallacta”. Son conocidos, además, los de Chalpe, Coxqui, Maspa y Huarotza. En clasificaciones lingüísticas actuales se sostiene que hablaban una lengua chibcha-barbacoana; ahora son quichua hablantes y se autodenominan quichuas de Napo (Napo runas). Los incas llegaron a acuerdos con los señores quijos para intercambiar productos, relación facilitada por la amistad de sus jefes principales con curacas de la sierra y aún con familiares de los soberanos del Tahuantinsuyo.

El primer español que se aventuró en el territorio de los quijos fue Díaz de Pineda, que llegó hasta el río Cozanga en 1538, poniendo inicio a una cruel invasión replicada a sangre y fuego. Una y otra vez se sucedieron las insurrecciones contra los abusos de los encomenderos, que exigían el pago de descomunales tributos. Los “pendes”, líderes espirituales, considerados brujos por los intrusos, incitaban a la población a rebelarse y expulsarlos. Entre 1578 y 1579 se dio el levantamiento comandado por Jumandi, curaca de Huarotza. Los sublevados, con los rostros pintados y tocados de plumas, incendiaron las fundaciones hispanas de Ávila, hoy Tena, y Archidona. El alzamiento se transformó en una guerra popular y se decidió que Baeza corriera aquella suerte, pero no se alcanzó tal cometido. La heroica valentía que desplegaron los guerreros quijos no pudo con los arcabuces y cañones, la caballería y los perros entrenados para dar caza a seres humanos. Jumandi y sus lugartenientes más cercanos fueron condenados al escarnio público y la pena de muerte. Este episodio histórico, uno de los primeros contra el poder colonial en América, es anterior en casi tres siglos a las guerras de la Independencia, aunque solo lo conocen algunos especialistas. La historia de los pueblos originarios poco o nada parece interesar a la historia oficial. 

Una y otra vez se sucedieron las insurrecciones contra los abusos de los encomenderos, que exigían el pago de descomunales tributos.


*Ileana Almeida, filóloga, profesora universitaria, investigadora, periodista. Nacida en Ambato, Ecuador. Es autora de varios libros, ensayos y artículos de su especialización. Algunos de sus trabajos han sido publicados en México, Perú, Estonia, España, Alemania.

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