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LA AGRESIÓN PASIVA DE EDUARDO GUDYNAS: UN ANÁLISIS. Por Japhy Wilson, Estefanía Martínez, Thomas Purcell y Carla Simbaña

24 de Noviembre 2015

La tendencia a ofender a otros de manera ambigua e indirecta y después reaccionar con asombro cuando el objeto del ataque responde en rechazo a la ofensa de forma directa, es uno de los rasgos poco agradables de quienes padecen desórdenes de personalidad pasiva-agresiva. De esta manera el individuo que padece esta condición alega ser la parte acusada y cuestiona en tono de consternación y dolor “¿por qué son tan irracionales? ¡Yo nunca quise ofenderlos!”

Parece como si Eduardo Gudynas sufriera una condición de este tipo. En un artículo escrito recientemente por él y publicado en varios websites, acusa a intelectuales radicales latinoamericanos de participar en lo que él llama un “colonialismo simpático” mediante la apropiación de las ideas del marxista británico David Harvey. En una de las versiones de este texto, el párrafo introductorio resalta que Harvey “ha visitado el país varias veces, dictando conferencias y colaborando con el IAEN, tanto animando un grupo de investigación como en la publicación de algunos de sus libros”, para luego plantear que los gobiernos progresistas de Rafael Correa y Evo Morales lo invitan y se apoyan en sus conceptos “para reforzar sus imágenes de radicalidad”.

Como miembros del grupo de investigación “animado” por las ideas de Harvey en Ecuador, naturalmente interpretamos el artículo de Gudynas como un ataque a las actividades de Harvey en Latinoamérica e, implícitamente, a nuestro trabajo. Esta misma interpretación la comparten todas las personas que conocemos y que leyeron el artículo. Por lo tanto respondimos de manera directa aclarando su incomprensión de los conceptos de Harvey, explicando la naturaleza de nuestro trabajo y rechazando la acusación de un “colonialismo simpático”.

Luego de sus ataques disimulados a Harvey, Gudynas responde a nuestro artículo de una manera típicamente pasiva-agresiva, negando que quisiera ofender a Harvey y alegando que, en cambio, ahora es él quien está siendo víctima de una agresión injustificada. Ignorando el tono y contenido general del artículo, se enfoca en una sola frase puesta cuidadosamente bajo advertencia en la cual sugiere que “no estamos frente a un problema con Harvey, sino ante una limitación en nosotros mismos, latinoamericanos”. En nuestra anterior respuesta consideramos sumamente prepotente la acusación hecha contra sus semejantes latinoamericanos, por considerarlos víctimas de un “colonialismo simpático” en su apropiación de las ideas de Harvey. Pero es totalmente deshonesto establecer que su crítica está solamente dirigida en este caso a los “colonizados”, mientras absuelve a Harvey de rol implícito de “colonizador”.

De acuerdo con el autor, esta única advertencia deshonesta es suficiente para demostrar que él nunca tuvo “ningún interés en un enfrentamiento personalizado”, dándole todos los argumentos para protestar en tono de persecución y cansancio, diciendo lo siguiente: “a pesar de todas esas advertencias pasó lo que tenía que pasar: recibí críticas donde insisten en que el foco estaba puesto en cuestionar a Harvey”. Luego de lo cual argumenta que “nuevamente estamos frente a un clásico problema de ‘comprensión lectora’, donde uno dice ‘A’, pero recibe críticas como si hubiera dicho ‘Z’”, planteando que nuestra supuesta utilización de esta estrategia es “muy propia de posturas dogmáticas, y es usada tanto desde tiendas neoliberales (¿?) como desde el progresismo fanático”. A pesar de haber insistido en que él no nos está acusando a nosotros ni a Harvey de colonialismo, se dedica el resto del artículo a atacar nuestro centro de investigación, y concluye repitiendo sus ofensas iniciales en términos menos ambiguos, planteando que “es necesario romper ese tipo de colonialidades y construir una mirada latinoamericana bajo una izquierda independiente”.

En el transcurso de sus dos artículos, el autor entonces ha efectuado la clásica maniobra pasiva-agresiva en la cual se ofende a alguien y, después de recibir la merecida respuesta, actúa como si fuera víctima de un ataque injustificado, mientras repite la misma ofensa que niega haber realizado inicialmente. Es evidente que no tiene sentido intentar mantener un diálogo racional en esta clase de circunstancias. Sin embargo, dada la amplia difusión que ha tenido este debate y las implicaciones políticas de nuestras diferentes posturas, es necesario corregir algunas de las falacias más graves en su último artículo, y las limitaciones políticas y teóricas que este nuevamente revela.

Queremos dejar claro que aquí los autores estamos hablando a título personal y no bajo el nombre de CENEDET ni del IAEN.

Gudynas nos acusa de leer ‘Z’ cuando él ha dicho ‘A’. Pero es él quien es culpable de utilizar esta estrategia de confusión discursiva. Tomen como ejemplo la acusación acerca de lo poco que Harvey tiene que decir sobre la cuestión ecológica, a pesar del hecho de que él ha escrito un libro entero sobre el tema (Justicia, Naturaleza y la Geografía de la Diferencia) y de que “la relación del capital con la naturaleza” está identificada como una de las tres contradicciones más peligrosas de sus “diecisiete contradicciones del capitalismo”. (Al respecto es importante hacer notar que a pesar de afirmar que la presencia de Harvey en Latinoamérica brinda apoyo ideológico a las políticas “extractivistas”, su único ejemplo concreto acerca del involucramiento político de Harvey en la región es su firma de una carta de oposición a la explotación del petróleo en el Yasuní ITT).

La insistente interpretación de la ‘A’ como si fuera ‘Z’ lo lleva además a decir que nuestro artículo “no descansa tanto en las cualidades de las ideas de Harvey” sino en atacar su propia teoría del extractivismo. Esto a pesar del hecho de que la mayor parte de nuestro artículo está claramente enfocado en la explicación de la teoría de Harvey de la acumulación por desposesión, en contra de su lectura simplista de esta como si fuera una mera repetición de la teoría de la acumulación primitiva de Marx. En lugar de responder a nuestro argumento, simplemente repite su postura inicial. Aunque en esta ocasión fundamenta su interpretación de Harvey en un argumento supuestamente parecido del teórico italiano del sistema-mundo, Giovanni Arrighi. Cabe mencionar en este contexto que Gudynas sólo abstrae de la obra de Arrighi lo que le interesa para su propio juego confuso. Cuando Arrighi et al. hacen referencia a los términos de acumulación primitiva y acumulación por desposesión en el texto citado por Gudynas, aclaran que son conceptos diferentes y que sólo para el argumento de ese artículo los van a tratar como si fueran sinónimos. Gudynas, sin embargo, se atreve a afirmar con base en esto que otros autores como Arrighi “plantean posiciones similares a las de mi artículo”.

Tomando su propio argumento sobre el “colonialismo simpático” y aplicándolo a su utilización de Arrighi, cabe preguntarse si ¿acaso no es este un claro ejemplo ‘colonial’ de un académico latinoamericano buscando legitimar sus argumentos a partir de citas tomadas de intelectuales europeos? Con respecto a esto último, es interesante resaltar que, en contraste con los varios rechazos de su ataque a Harvey, el único intelectual que ha apoyado a Gudynas ha sido el ecologista y anti-marxista español Joan Martínez-Alier. Martínez-Alier inicia reprochando al uruguayo que su artículo es “demasiado breve y poco analítico” antes de atacar a Harvey argumentando que él “ha mantenido silencio […] sobre la propuesta del Yasuní ITT… Caramba (¿?)”. Esto, a pesar del hecho de que, como ya hemos anotado, Gudynas reconoce el activismo de Harvey al respecto en el mismo artículo que Martínez-Alier está supuestamente defendiendo. Todo lo cual nos lleva a creer que, con amigos “simpáticamente colonialistas” como Martínez-Alier, para qué enemigos.

Pero volvamos a la lectura compulsiva de la “Z” en lugar de la “A”. En nuestro primer artículo señalamos que a pesar de la condena que el autor del primer artículo lanza sobre los intelectuales latinoamericanos por citar ideas “del norte”, su propio enfoque teórico está basado en conceptos “norteños” de “la maldición de los recursos” y la “enfermedad holandesa”. Estos conceptos, tal como ya lo puntualizamos, provienen de la economía neoclásica y de la teoría de la acción racional –es decir del pensamiento burgués– lo cual es una limitación que consideramos mucho más grave que el origen geográfico de una teoría con pretensiones de movilizar políticas anti-capitalistas. En lugar de responder a nuestro cuestionamiento respecto a este tema, una vez más, el autor lee ‘Z’ en lugar de ‘A’, sugiriendo que hemos interpretado “las alertas ante la megaminería o la explotación petrolera en la Amazonía” como “fruto del pensamiento burgués” y que, en este sentido, somos cómplices de la megaminería por insinuar que es “una estrategia anticapitalista”. En ninguna parte de nuestro artículo decimos algo que pueda ser plausiblemente interpretado bajo estos términos. Aquí reiteramos la invitación, ya hecha, a consultar los documentos de trabajo publicados en el website de CENEDET. Hemos notado que Gudynas no se tomó en serio esta invitación, y aun así se considera autorizado para hacer pronunciamientos públicos sin sustento respecto al contenido político de nuestro trabajo.

Solo podemos concluir que él ha decidido mal interpretar deliberadamente nuestros argumentos para eludir la confrontación con los fundamentos burgueses de su propio marco teórico. Desafortunadamente, sus malinterpretaciones aparentemente intencionadas no terminan aquí. En su primer artículo indica que “los abordajes del geógrafo británico discurren sobre todo en un alto nivel de abstracción, muy enfocados en la dinámica de un capitalismo planetario” incapaz de captar “lo que pasa en la Amazonía”. Respondimos puntualizando que una de las grandes fortalezas de la teoría de la acumulación por desposesión de Harvey es precisamente su capacidad para mediar la relación dialéctica entre los procesos globales y locales, utilizando como ejemplo la relación entre el capital sobreacumulado en China y la desposesión de comunidades indígenas en la Amazonía. Ahora, en el segundo artículo, cambiando su postura, reconoce que el marco de Harvey es útil en este respecto pero afirma que tales procesos de desposesión también involucran al Estado local y nacional, lo cual Harvey supuestamente pasa por alto, mientras argumenta con astucia que justamente “ese era el punto de mi artículo”.

En otras palabras, Gudynas planteó un argumento, nosotros respondimos a él, entonces él cambió los términos de su argumento inicial y pretende ahora demostrar que nosotros no hemos acertado en nuestra respuesta. Este juego podría ser de nunca acabar… pero siendo esta nuestra última palabra sobre el asunto, simplemente indicamos que la lectura más básica del concepto de acumulación por despojo deja claro el papel de los Estados en estos procesos.

Finalmente, es importante atraer la atención de los lectores sobre la persistente malinterpretación de la teoría del valor de Marx. En su primer artículo, asevera que “bajo el marxismo clásico de Harvey, sólo hay valor en los humanos y en su trabajo, y con ello no tendrían cabida los derechos de la Naturaleza”. Sin embargo en este punto está mezclando peras con manzanas, pues confunde la crítica inmanente de la forma del valor en las sociedades capitalistas con un análisis ético de los distintos órdenes morales, concluyendo que Marx “valora” el trabajo humano en el sentido moral del término. Esto es simplemente equivocado.

La lógica de la teoría del valor de Marx es demostrar cómo la explotación es posible en una sociedad regida por relaciones de intercambio formalmente igualitarias. Bajo condiciones “normales” de explotación, el trabajador realmente recibe el valor total de su fuerza de trabajo –es decir el costo de su reproducción. En este intercambio, el capitalista compra el valor de uso de la fuerza creativa del trabajo por un periodo de tiempo dado. Pero la fuerza de trabajo tiene la capacidad única de producir más valor que lo que cuesta su propia reproducción. Este plusvalor es la fuente de la ganancia del capitalista, y esta es la manera como puede darse la explotación bajo condiciones de intercambio formalmente igualitarias. Mientras tanto, la mediación de relaciones directas de explotación por el valor de cambio, abre la posibilidad para la “acumulación sin fin” del capital, y la lucha competitiva por la producción del plusvalor empuja a la sociedad capitalista hacia la “acumulación por la acumulación”, sin considerar las limitaciones sociales o ecológicas de este proceso que cada vez se vuelve más automático.

Esta comprensión del valor no tiene nada que ver con valores éticos, más allá del hecho innegable de que, bajo el capitalismo, todos los órdenes morales están subordinados inevitablemente a la regla abstracta del dinero. Es por esta razón (entre otras) que cualquier política anticapitalista debe buscar la transición desde una sociedad dominada por el valor de cambio a una sociedad basada en la apropiación colectiva de los valores de uso. El fracaso de Gudynas para comprender esta realidad lo lleva a la estrambótica conclusión de que el énfasis que Harvey pone en “pasar del valor de cambio al valor de uso […] resulta muy parecido al discurso de varios gobernantes que dicen, por ejemplo, que tienen que seguir siendo extractivistas porque no hay alternativas al capitalismo global”. A pesar de todo el esfuerzo que hacemos, no podemos encontrar ninguna similitud entre estas dos posturas diametralmente opuestas.

En cambio Gudynas parece creer que una sociedad no-capitalista del futuro debe estar necesariamente basada en una relación espiritual con la ‘Naturaleza’, inspirado en la noción “indígena” del Sumak Kawsay o Buen Vivir. Inclusive, si este fuera el caso, no excedería el concepto de Marx de valor de uso, como reiteradamente afirma. Un valor de uso es simplemente definido como algo que responde a una necesidad o a un deseo humano. Esto obviamente incluye necesidades y deseos espirituales y emocionales, como por ejemplo el anhelo de Gudynas del objeto perdido de una Naturaleza armoniosa y benevolente. No vamos hacer aquí comentarios sobre la coherencia filosófica o la viabilidad política de su planteamiento sobre los ‘derechos de la Naturaleza’. Solo nos queda evidenciar que este concepto ha sido utilizado por los mismos gobiernos progresistas frente a los cuales se declara ser opositor. (De hecho, parecería ser de mayor utilidad al respecto que el supuesto “colonialismo simpático” de David Harvey y del CENEDET).

No tenemos duda alguna de que Gudynas va a sentirse impelido a responder a este artículo con más declaraciones de su inocencia combinadas con la repetición de pérfidas ofensas. No tenemos ningún interés en continuar con este debate, y no vamos a responder a más provocaciones. En conclusión, nos limitaremos a hacer una última observación. El autor concluyó sus dos artículos haciendo un llamado a “romper el cerco de la modernidad”. No tenemos idea de qué significa esto y dudamos que él la tenga. Sin embargo, sospechamos que, en lugar de salir de la modernidad, el rechazo del marxismo y su apego a una síntesis obscurantista de la economía política burguesa y la fetichización romántica de una ‘Naturaleza’ ficticia, son sintomáticos de la ‘modernidad barroca’ criticada por el marxista ecuatoriano Bolívar Echeverría. Igual que la modernidad barroca, ‘la crítica barroca’ de Gudynas no es nada más que una mezcolanza confusa de formas modernas fragmentadas, lo cual, en palabras de Echeverría, no tiene la “capacidad de inspirar una alternativa radical de orden político a la modernidad capitalista”.

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