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domingo, diciembre 22, 2024

Lasso Presidente: la culpa es de los otros

Por Hugo Noboa Cruz *

No, yo no tengo la culpa. La culpa es de los otros, de los indios, de los izquierdistas infantiles, de los ecologistas infantiles, de las feministas infantiles, de los yakuistas infantiles, que llamaron a votar nulo. Yo, soy libre de pecado, soy progresista y puro.

Claro, solo eso faltaba, que achaquen la culpa de su derrota a los otros, a Pachakutik, a los indios, a la izquierda…

Creíamos que echar la culpa a los demás, por nuestros fracasos y errores, era propio de los ecuatorianos. No, qué va, resulta ser un mal un poquito más universal, desde el inefable Atilio Borón (que ha sido pues el más indicado para el análisis de la situación nacional del Ecuador, pasando por Harvard y no por Ibarra), hasta analistas políticos en nuestro propio territorio, unos claramente alineados con el progresismo ecuatoriano, y otros, incluso queridos amigos, con los que siempre me he identificado por su coraje crítico.

Y manejan los números a su antojo. Resulta que ahora los indios son una inmensa mayoría en el país; ponen presidentes neoliberales, pero también se reparten para votar por el progresismo que los persiguió, y hasta queda sobrando un 17% que vota nulo. ¡Qué alcance tienen estos indios! El ex Presidente Rafael Correa, con su típico discurso procaz y abusivo, luego de la derrota, dijo que el “violento” Jaime Vargas (presidente prorrogado de la CONAIE que apoyó personalmente al candidato de la Revolución Ciudadana, Andrés Arauz), no le había aportado ni “medio voto”, más bien le había restado en Quito.

Según el último censo nacional de población (INEC 2010, pues el del 2020 no pudo realizarse), de los entonces 14’483.499 ecuatorianos, el 71,9% se autoidentificó como mestizo, el 7,4% como montubio, el 7,2% como afroecuatoriano, el 7% como indígena y el 6,1% como blanco. Seguramente los pueblos y nacionalidades indígenas del Ecuador son más que ese 7%, muchos no quieren identificarse como tales, porque el colonialismo impuso la vergüenza de nuestras raíces andinas, entre otros males. Muchos creen que autoidentificarse como indígenas puede ser motivo de mayor discriminación y de continuar sometidos a las atrocidades del Estado y de los grupos de poder, incluidos los progresistas.

Si de dar beneficios a los pueblos y nacionalidades se tratara, reducirían en todo lo posible ese 7%. Pero, como queremos endilgarles culpas, que no les corresponden, entonces si son muchos. Claro, los indios del centro de la Sierra y de la Amazonía dieron el triunfo al representante del sector bancario y financiero, Guillermo Lasso, y son los responsables de la debacle que vendrá en los próximos cuatro años con la derecha neoliberal más reaccionaria, bla, bla, bla…

Como que ya no lo hubiéramos vivido también con el progresismo correísta y morenista en los últimos 14 años (porque, otra vez, no van a negar que Moreno fue vicepresidente de Correa y es parte de las filas del progresismo). Como que no lo hubiéramos vivido con todos los gobiernos y dictaduras después de la revolución alfarista, con pocas excepciones. Pero incluso dentro de esas excepciones, el corto gobierno de Jaime Roldós, que surgió de un partido populista, tuvo de vicepresidente a lo más recalcitrante de la derecha, el demócrata cristiano Oswaldo Hurtado; o en el período socialdemócrata, Rodrigo Borja (ID), tuvo también sus deslices, como cogobernar con su supuesto archienemigo León Febres Cordero (PSC), cuando veían amenazado el establishment por los levantamientos populares.

En el último período, desde el llamado “retorno a la democracia” (1979), los gobiernos que más han violado los derechos humanos han sido el de León Febres Cordero, Rafael Correa y Lenín Moreno (Octubre-2019). Eso no se borra de la memoria de la población, aunque algunos crean que es muy olvidadiza. Y ello impacta en las urnas, en los votos, no lo duden.

Pero no solo a Pachakutik, a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), a los pueblos y nacionalidades, a los indios, se achaca la pérdida de Arauz y el triunfo del neoliberal Guillermo Lasso. Que, por otro lado, no debe sorprendernos. En una sociedad de clases, autoritaria y con los órganos de poder bajo el control de los grupos dominantes, el hecho de que un oligarca tome directamente las riendas del poder no es raro; el triunfo de Lasso venía porque venía, le toca ahora gobernar y continuar con el libreto del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de la oligarquía criolla; “la mesa no está servida”, pero el camino si está allanado.

En el 2017, Lasso no quiso asumir la presidencia, porque había aún bastante trabajo sucio por hacer, Moreno debía continuar con lo iniciado por Correa, construir infraestructura para lucro de las corporaciones privadas, arrancar con un agresivo proceso privatizador de los bienes públicos, abrir las puertas al FMI, y dejar el marco legal para reprimir duramente a los trabajadores, al pueblo y a los subversivos.

Por ello, es conveniente también imputar el triunfo de Lasso a la izquierda y a los movimientos sociales que votamos en primera vuelta por Yaku Pérez y que, en la segunda estuvimos por el voto nulo o nos abstuvimos de ir a votar, porque no tenía sentido optar por ninguno de los dos finalistas.

Pero ¿no dicen que la izquierda somos apenas del 3 al 5%, en referencia a los procesos electorales previos, incluyendo las candidaturas del MPD y de Pachakutik en el 2006 y el intento de Alberto Acosta en el 2013? (Lo del 2021 con Yaku Pérez es una excepción, y no es solo voto de izquierda, sino de amplios sectores descontentos de la sociedad). A ello hay que sumar unos tantos que siempre o casi siempre hemos votado nulo, como rechazo a la democracia burguesa que comienza y termina con el voto. Si somos tan pocos, entonces, ¿cómo podemos haber incidido en la pérdida de Arauz o en el triunfo de Lasso?

Que asuman sus responsabilidades los progresistas añejos y los recientemente identificados con esa tendencia. Si perdió Arauz, fue por sus propios errores, por el fuerte rechazo que tiene la figura autoritaria y represora de su caudillo Rafael Correa (65% de rechazo duro, según algunas encuestadoras). Si perdió fue incluso por su desastrosa campaña de segunda vuelta, por la debacle que se produjo al interior de sus propias filas (se habló de rupturas y deserciones de piezas importantes como los estrategas de comunicación del correísmo, los hermanos Alvarado) cuando veían que la intención de voto hacia Lasso crecía quince días antes del balotaje.

Y a propósito de números. ¿De cuándo acá el correísmo y el lassismo – socialcristianismo, hablan de amplio respaldo popular, 47,64% y 52,36% respectivamente? Esos son solo los votos válidos de segunda vuelta, que concentran el voto anticorreísta o antiderecha neoliberal, y no toma en cuenta (como que no existiéramos) las abstenciones, los nulos y los blancos. En la misma segunda vuelta, de 13’107.457 sufragantes acreditados en el padrón electoral: Lasso captó 4’656.426 votos (35,5% del padrón), Arauz 4’236.515 votos (32,3% del padrón) y no votamos por ninguna de las dos opciones, entre abstenciones, nulos y blancos, 4’168.416 personas (31,8% del padrón). Los aires de gran triunfalismo no tienen entonces tanto sustento.

Pero en realidad, la verdadera dimensión de la simpatía popular se mide con el voto en primera vuelta. (Ver cuadro).

Candidato Votos Votos válidos % Padrón Electoral
Andrés Arauz 3’033.791 32,72% 23,1%
Guillermo Lasso 1’830.172 19,74% 14,0%
Yaku Pérez 1’798.057 19,39% 13,7%
Elaboración propia.

Al parecer, ese (el porcentaje en relación al padrón electoral) es el verdadero techo de cada candidato y sus respectivas tiendas políticas a comienzos del año 2021. Por ello la difícil gobernanza que le espera a Lasso.

El mapa de la primera vuelta, además, ubica que la derecha neoliberal, hoy por hoy, ha perdido su tradicional apoyo mayoritario en la Costa (aunque sigue siendo fuerte en Guayaquil, su casa principal) y ha desplazado su base electoral sobre todo a Pichincha. El progresismo correísta (conservador y populista) capta hoy el voto de la Costa que antes iba hacia el socialcristianismo y el populismo del emporio Bucaram (cosa que no les interesa ver, ni al gurú Borón, ni a otros progresistas). Mientras que la resistencia del pueblo parece concentrarse sobre todo en la Sierra centro y sur (del Cotopaxi al Azuay) y en la Amazonía (especialmente centro y sur), aunque el pueblo que resiste en realidad está distribuido en todo el país y fuera de él.

Sepan entonces amigos progresistas, que Arauz y el correísmo perdieron, porque su techo duro está en alrededor del 23% del padrón electoral y máximo puede crecer hasta el 32% del padrón en un balotaje. Con eso no se gana la presidencia, no pueden captar más votos debido a sus propios límites, al menos en los actuales momentos. Así que dejen de llorar y asuman la realidad y sus responsabilidades. Si un Lasso llegó al poder, fue fundamentalmente por los desatinos del progresismo ecuatoriano y por la reconstrucción de la derecha neoliberal, asunto que sí debe preocuparnos.

Pero, no hay que desalentarse. ¿Acaso no sabemos que la lucha de los pueblos es de largo plazo, de resistencia, que no se agota en procesos electorales ni en los relevos del bipartidismo burgués? Es posible que en las próximas décadas lleguen alternadamente gobiernos de la derecha neoliberal (hoy unida, aunque sea con babas y zapatos rojos) y del progresismo, que al parecer se mantiene todavía como el otro polo de tal bipartidismo. Pero no podemos estar seguros de ello, no somos pitonisas. Todo depende también de la fuerza que tengamos los pueblos para resistir e ir construyendo las condiciones, desde lo local, para nuestra utopía de una sociedad sin clases, libre y fraterna, en armonía con la naturaleza (no digo la Pacha Mama para que no me incriminen de “pachamamista”), antipatriarcal, intercultural y tolerante con todas las diversidades. Esa lucha no se agota de ninguna manera en procesos electorales y ojalá no requiera de la violencia revolucionaria, peor de esa absurda violencia de los progresismos en contra de los pueblos, sus organizaciones y dirigentes.

En la resistencia al lassismo – socialcristianismo veremos si nos encontramos.

Si un Lasso llegó al poder, fue fundamentalmente por los desatinos del progresismo ecuatoriano y por la reconstrucción de la derecha neoliberal, asunto que sí debe preocuparnos.

Fotografía principal: Tw/GuillermoLasso.

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