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viernes, noviembre 22, 2024

LA HISTORIA COMO ARMA. Por Jorge Oviedo Rueda

¿Dónde están nuestras raíces?

Se pierden en el tiempo los orígenes de la humanidad. Tenemos noticias del ser humano sólo a partir de la invención de la escritura. Antes vivíamos en cuevas, éramos nómadas, cazadores y recolectores.

La invención de la agricultura nos dio la posibilidad de producir más de lo que necesitábamos, hecho que hizo posible la diferenciación de clases, el surgimiento de la propiedad privada y, concomitantemente, del Estado. Cuando esos elementos estuvieron presentes en la vida cotidiana de las comunidades humanas dimos un salto a las sociedades clasistas, siendo el esclavismo la primera que surge como consecuencia de formas variadas, ricas y diferentes de evolución.

La antigüedad del hombre en América puede suponerse que es de unos quince mil años. Desde el poblamiento del continente hasta la llegada de los españoles a América se desarrollaron en este territorio cientos de pueblos aborígenes que iban desde el paleolítico hasta imperios organizados sin que, en ningún caso, hayan trascendido el estadio de la comunidad primitiva. Los pueblos pre colombinos en América no llegaron a conocer la propiedad privada de la tierra como base de su sistema productivo, ni la esclavitud individual, así como tampoco conocieron la rueda y ningún animal de tiro, pero en la cúspide de su evolución social están imperios colectivistas como el Azteca en el norte y el Inca en el sur.

¿Cómo lo lograron? ¿Por medio del despotismo o del convencimiento? Tema para la investigación y el análisis, lo que no impide aceptar, apriorísticamente que eran sociedades que aprendieron a vivir en armonía con la naturaleza porque llegaron a la comprensión ontológica de que lo que el ser le hace a su entorno se lo está haciendo a sí mismo. Esa forma de vida, erigida sobre una forma específica de producción, es la raíz ancestral de nuestro socialismo.

Hoy, como nunca antes, estamos en condiciones de fusionar las enseñanzas del Sumak Kawsay ancestral con las ricas experiencias dejadas por los procesos fallidos de construcción del socialismo desde el triunfo de la Revolución de Octubre hasta el llamado socialismo del siglo XXI. Mal hacen los neo revolucionarios al condenar esas experiencias, sin comprender que la dialéctica política no es otra cosa que un proceso continuo de acumulación de aciertos y de desplazamiento de errores. La incomprensión de este aspecto hace que la llamada izquierda latinoamericana y, ahora, una trasnochada posición “pachamamista” caigan, constantemente, en la trampa de darle la razón a la derecha política. La asunción franca de los errores cometidos nos da el derecho a seguir por la senda revolucionaria. Condenar al socialismo por los errores cometidos, no es sino la forma atrabiliaria de coincidir con el enemigo.

Esa forma de vida es la raíz histórica de nuestro socialismo, del socialismo americano que propone Ñucanchic Socialismo. Nada tiene que ver con el socialismo trasnochado del APRA peruano ni tampoco con ese romanticismo utópico de José Vasconcelos, el mexicano. Tiene que ver con la forma de vida de los pueblos precolombinos que, durante quinientos años la visión eurocéntrica predominante en todos los campos de la política y la cultura, no sólo que la ocultaron, sino que la despreciaron.

En la base de esta forma de vida está el principio fundamental del colectivismo productivo que, a su vez, se sustenta en la colectivización de la propiedad de los medios de producción. Hay una coincidencia atemporal entre la forma de propiedad de nuestros pueblos originarios y el planteamiento teórico del socialismo científico en cuanto a la propiedad se refiere. Esa coincidencia hay que concretarla en la práctica productiva actual considerando el adelanto científico y tecnológico alcanzado en las sociedades occidentales en estos últimos quinientos años. Esta forma de pensar resuelve con éxito la crisis de las izquierdas latinoamericanas y se constituye en el aporte teórico que  hacemos los revolucionarios andinos al pensamiento de la izquierda mundial.

Las fórmulas aplicadas en los procesos de construcción del socialismo durante el siglo XX y lo que va del XXI pueden decirse que no dieron resultados permanentes positivos. Al cabo del tiempo esas experiencias cedieron a favor de la  de un capitalismo medio, no concentrado, equivalente al capitalismo de libre concurrencia de los primeros tiempos del sistema, lo que demuestra que todavía no están creadas las condiciones históricas para la abolición total de la propiedad y el advenimiento de una sociedad de abundancia. Esta es la sociedad del equilibrio que Ñucanchic Socialismo plantea, ese equilibrio dinámico que permite la distribución equitativa de la riqueza social e impide, de manera efectiva, la acumulación de la riqueza en pocas manos. Es lo que ahora los chinos, vietnamitas e inclusive cubanos llaman el “socialismo de mercado” que no es otra cosa que adaptarse a las necesidades de la Historia y no forzar la Historia como hasta ahora ha hecho las experiencias reales del socialismo.

Los principios de correspondencia, reciprocidad, complementariedad y ciclicidad son aspectos que deduce el pensamiento teórico moderno al estudiar el Sumak Kawsay ancestral y son los que sirven para oponerse a los de individualismo, lucro, democracia, autoritarismo y totalitarismo que prevalecen en las sociedades actuales. Ese equilibrio dinámico que ahora se impone como necesario no es, según la nueva gnoseología en ciernes, un equilibrio eterno e inamovible, sino que se da en un ciclo de duración temporal (500 años o un Pachacutik) a cuyo final la sociedad dará un salto dialéctico hacia arriba y que, en su repetición eterna, va conformando la espiral perfecta de la Historia.

Estas son las raíces históricas en las que Ñucanchic Socialismo sostiene sus planteamientos teóricos para lograr un cambio profundo y duradero de la sociedad actual. Las deducciones lúcidas que podamos hacer al estudiar la forma de vida de los pueblos pre colombinos, sumadas a lo más relevante de la teoría revolucionaria de occidente, es lo que nos servirá para construir la nueva sociedad socialista, sin repetir los gruesos errores cometidos por el socialismo real en el siglo XX y XXI, un nuevo tipo de sociedad, la sociedad del socialismo americano.

*Ensayista, historiador, profesor universitario y editorialista.

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