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jueves, mayo 2, 2024

PEDIR PERDÓN… Ileana Almeida*

El presidente  Andrés Manuel López Obrador ha instado al gobierno de España a pedir perdón por los abusos cometido por los conquistadores contra de los pueblos originarios de  México.  De cuando en cuando, alguno que otro español, todavía lo hace  para no  sentirse   cómplice  del  “absurdo  trágico de la historia”.

El “descubrimiento” y la “conquista” de América  fue un episodio histórico inevitable, aunque cruel y destructivo. El desarrollo de algunos elementos culturales traídos por los españoles fue  acompañado por la regresión de  conocimientos esenciales de las culturas indígenas, sus  consecuencias  todavía se hacen sentir. En su reciente libro, Vicente Chato, quichua de Ambatillo, refiriéndose al quebrantamiento de las estructuras sociales indígenas escribe: “nos han humillado, empobrecido, han tratado de excluirnos  y negar nuestros derechos”.

Pero la responsabilidad de la situación indígena no hay que cargarla únicamente sobre el Descubrimiento y la Conquista de América. El Estado-nación que surge en el siglo XIX legalizó y acentuó las desigualdades entre nación y nacionalidades: “las clases sociales son solo una de las formas históricas de desigualdad social, según  Ulrich Beck, hay que mirar al Estado como marco de interpretación histórica  para entender la desigualdad social”.

El hecho de que se declarara al Estado ecuatoriano Plurinacional, sí fue una manera metafórica de pedir perdón a los indígenas, aunque todavía resulte solo “lágrimas de cocodrilo”.

Pero hay más: el sistema de desigualdad social que ahora se impone en el mundo entero, se  establece sin tomar en cuenta las fronteras de los  Estados,  y afecta, sobre todo al medio  natural y a los más pobres. En el Ecuador, sobre todo, son los indígenas los  que tienen que asumir  los riesgos de una globalización, que  cómo un poder difuso se externaliza en el ciberespacio, en el mercado y en el capital mediante las transnacionalizadoras activas que se  alían con en las élites globalizadoras.  Frente a los riesgos de las mineras, el Estado (gobiernos de turno), titubea entre   la defensa nacional del territorio y las ofertas económicas. Este nuevo poder no pide perdón a nadie porque tampoco reconoce a nadie.

Pero en las últimas elecciones del Ecuador y desde el otro lado de los intereses mineros,  se ha levantado un líder indígena llamado Yaku (cómo símbolo del agua y de la fertilidad de la tierra). Triunfó la consulta sobre el cuidado de Kimsacoha y  ganó la prefectura del Azuay.

Resulta  paradójico  que sea precisamente un indígena,  que más allá del  peso de la conquista, de la  indiferencia estatal y de la presión de las trasnacionales,  se haya puesto en el centro  de una lucha que va más allá de las fronteras y del presente, recordándonos que el agua es lo más importante en el mundo en que vivimos. Cuando destruyamos al agua y  tratemos de pedirle perdón será ya muy tarde.

*Filóloga, profesora universitaria y escritora. Entre sus libros figura Mitos cosmogónicos de los pueblos indígenas del Ecuador.

 

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