Cada vez es más común escuchar en diferentes ensayos y reportajes el término posverdad para denominar al ambiente comunicacional que vivimos en la actualidad. Palabras como fakenews, viralidad, tendencia, algoritmos son utilizadas para explicarla, sin embargo propongo analizar el término en su uso por parte del poder para construir un relato conducente a la manipulación de la población.
En el 2004, el escritor estadounidense Ralph Keyes publicó el libro: The Post-Truth Era, en el que desarrolla un concepto de posverdad como el proceso de relativización de la verdad, donde se impone el discurso emotivo y se desestima la objetividad de los datos.[1] Es decir un proceso donde las emociones y el sensacionalismo se imponen como accionar permanente en los medios de comunicación por sobre la contrastación y la objetividad.
El diccionario de la Real Academia Española, ha incluido a esta palabra en su catálogo de significados y la define como la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Lo que acertadamente la delimita, pues en esta fabricación de la realidad existe una manipulación del ámbito emocional a fin de imponer la “no-verdad”.
Existe un ejemplo que grafica claramente el funcionamiento de la posverdad como categoría, esta ocurre cuando una persona que crea un perfil de usuario en una de las páginas webs de cualquier “red social”, el usuario coloca una fotografía personal un tanto retocada, junto con información personal un tanto adornada, proyectando a otros usuarios una imagen maquillada, magnificada de sí mismo, es decir irreal. De esta manera, opera la posverdad, se crean relatos y leyendas sobre determinado hecho con la intención de magnificar, minimizar o simplemente distorsionar la imagen, el yo no es el yo, sino es un holograma que no es el yo pero que todos lo reconocerán como ese yo.
Pero ¿qué pasa cuando los grupos políticos a cargo de un gobierno, usan la posverdad para convertirla en un instrumento político cuyo objetivo es manipular a la población? Desde toda perspectiva, utilizar las emociones y valores arraigados de una sociedad para manipular definitivamente es una perversidad sin objeción.
Cuando en cualquier sistema político, el “poder” deja de ser un “medio” para alcanzar el bien común, y es el “fin” para que un grupo ejerza dominación sobre la población, la verdad es una de las primeras afectadas, se la banaliza y se la utiliza como el arma de dicha opresión.
La verdad se vuelve un campo editable a conveniencia de quienes ostentan el poder, con diferentes objetivos como por ejemplo con la difusión de su propaganda, estrategias desinformación, ganar legitimidad o desprestigiar al oponente, en todo caso se busca instrumentalizar al individuo.
El filósofo Michelle Foucault, ya en la década de los setentas, reflexionó sobre la verdad. Fundamentándose en el aforismo de Nietzsche: “…no hay hechos, solo interpretaciones”; y, desarrolla toda una obra en la que sostiene que la verdad no existe, siendo que cada individuo libre de interpretar la verdad, por tanto relativizándola.
Foucault argumenta que la verdad no existe, como tal, sino como creación del poder, quien cuenta con los medios suficientes para producirla e imponerla. Por ese motivo, sostiene que la verdad es un objeto en disputa entre quienes pugnan por el poder.
Es precisamente en sus estudios: La verdad y las formas jurídicas y en Poder y verdad, donde plantea la existencia de una lucha por producir e imponer la verdad, solo quien posee la verdad posee el poder y viceversa. Dirá también que la verdad impuesta por el poder es presentada como razón y, por tanto, la razón ha sido instituida para dominar a los individuos.
Para Foucault, la verdad es un producto que se fabrica en instituciones que estandarizan la verdad y que se encargan de imponerla, como son las universidades, los medios de comunicación, los centros que realizan investigación y sobre todo el Estado, que por su propia naturaleza tiene el objeto de “normalizar”. Pero esta acción de normalizar va más allá de solo fabricar verdad e imponerla, para Foucault el Estado ha dejado de ser un poder que solo reprime para ser uno que normaliza, uno que construye patrones de pensamiento, creando la “normalidad” y expulsando lo que esta fuera de esos formatos de pensamiento.
El aparato normalizador determina lo que es bueno y lo que es malo, lo que es normal y lo que es anormal, quien es el amigo y quien, el enemigo. ¿Qué es la verdad? ¿Qué es mentira? La normalidad al construir verdad construye también “realidad”, pues si determinado grupo cree que la verdad fabricada es real se convierte en verdad.
En este sentido, el poder encuentra en la fabricación de la verdad el mejor instrumento para evangelizar a los ciudadanos, para obtener de los ciudadanos su aceptación y legitimación, pues quien es dueño de la verdad es dueño del poder y viceversa.
La posverdad desde este enfoque se la puede definir entonces como la capacidad de un determinado sujeto político de posicionar como verdad oficial (legitimidad) su discurso político para ganar legitimidad.
Actualmente, en medio de una pandemia por covid-19, hemos observado como los diferentes gobiernos del mundo, con la ayuda de los aparatos propagandísticos, fabrican relatos ideológicos sobre la pandemia y su manejo frente a ella, hemos visto como la posverdad se ha convertido en esa tecnología del poder para manipular a la población en algo tan sensible como es el miedo a esta enfermedad.
Se ha editado la verdad y se seguirá editando la verdad, pues el ejercicio del poder busca dominar, manipular y no permitir que la población conozca la verdad. Una población con miedo y acrítica del relato oficial, es una población a la que se la puede someter.
Ciertamente hay un solo camino para terminar con la manipulación, es reconocer que estamos siendo víctimas de ella, el pensamiento crítico nos permitirá salir de cualquier alucinógeno que pretendan inocular, la organización social también es un conductor que nos puede despertar, estas herramientas debemos evocarlas para romper con el letargo al que nos transporta la posverdad.
El aparato normalizador determina lo que es bueno y lo que es malo, lo que es normal y lo que es anormal, quien es el amigo y quien, el enemigo.
[1] En el mundo anglo se puso de moda el término posverdad a tal punto que en el 2016, los académicos ingleses adoptan este neologismo oficialmente en el Diccionario de Oxford, definiendo al término como la circunstancia en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública en comparación con el uso de las emociones y creencias personales; es decir, la formación de la opinión pública fundamentándose en las subjetividades”.