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martes, noviembre 5, 2024

LA PRAXIS ESQUIZOIDE DE CORREA Y EL DESALOJO DE LA CONAIE. Por: Alfredo Espinosa Rodríguez

 

La decisión gubernamental de desalojar a la Conaie de su sede es un intento por completar el ciclo de violencia que se inició en la época de la conquista y colonización española. Por ello, la acción del Gobierno de Correa va más allá del etnocidio y genocidio, lo que busca es la muerte simbólica del movimiento indígena, ya que el concepto de unidad en la diversidad fue defenestrado por la praxis esquizoide del gobernante que institucionalizó la intimidación, bajo el amparo de la ley, como política de Estado.

Estos desequilibrios emocionales del mandatario se focalizan en su constante temor a la rearticulación de las izquierdas y a los cuestionamientos ciudadanos frente a temas como la criminalización de la protesta social, la reelección indefinida y el paquete de enmiendas constitucionales sin consulta popular previa. En todos estos ámbitos, el movimiento indígena y la Conaie jugaron un papel importante, ya que en sí misma esta organización es la representación viviente de un acumulado histórico de lucha y resistencia frente a la arremetida del neoliberalismo, en la década de los 90 y los primeros años del nuevo siglo.

Mientras que en el Gobierno de la denominada Revolución Ciudadana, esta organización se reafirma como un espacio para la defensa y preservación de los derechos humanos y de la naturaleza, consagrados en la Constitución de Montecristi y que se encuentran por encima del capital internacional ansiado por el Gobierno.

Esta otredad subversiva incomoda al poder, porque en la cotidianidad se articula con obreros, estudiantes, profesionales, activistas e intelectuales para instituir un Sumak Kawsay que sobrepase los linderos de la verborrea sabatina y el afianzamiento del neo-keynesianismo y, por ende, del asistencialismo estatal, cuya principal característica es ser el sustento de la plataforma electoral de Alianza País.

Por ello, la muerte simbólica del movimiento indígena fortalecería la praxis esquizoide de Correa que defiende “la superación del extractivismo con más extractivismo”; la firma de los Tratados de Libre Comercio (encubiertos bajo el lema de acuerdos comerciales multipartes); y el ingreso desmedido de transnacionales chinas en sectores estratégicos como la minería, el petróleo y las hidroeléctricas. Todas ellas en perjuicio del territorio y los valores ancestrales de las comunidades indígenas e incluso de los derechos laborales de los trabajadores de esas empresas.

Si bien es cierto la Conaie y el movimiento indígena son más que un edificio, no puede quedar desapercibido que el trasfondo de la medida adoptada por el régimen implica la imposición de un Estado blanco-mestizo conformado por indígenas “blanqueados” en este gobierno, que busca subsumir a cualquier Otredad subversiva frente a la visión monolítica del Presidente.

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