6 de Septiembre 2015
“La libertad sólo para los partidarios del gobierno, sólo para los miembros de un partido, por numerosos que ellos sean, no es libertad. La libertad es siempre libertad para el que piensa diferente” Rosa Luxemburgo
El señor presidente seguramente estará convencido de que lidera un proceso revolucionario en el Ecuador (y como su ego es tan grande… creerá que en Latinoamérica), a pesar de que reconoce en la práctica, que a lo más que puede contribuir es a modernizar el capitalismo, utilizando los subterfugios del “capitalismo verde”, un capitalismo “más humano”, “ecológicamente responsable”, dirá.
No hay capitalismo más humano ni ecológico, el capitalismo por su naturaleza es destructor de seres humanos y de La Tierra. De tal manera que es una gran contradicción hablar de revolución en el marco del fortalecimiento o modernización del capitalismo. Al menos si hablamos de revolución socialista o comunista, que es la que nos plantearon Marx y Engels, y la que anhelan las organizaciones de izquierda a lo ancho de todo el mundo.
Pero, hacer la revolución, al parecer es un proceso largo y muy complejo, más de lo que creían los propios líderes revolucionarios mundiales, no sólo Marx y Engels, sino Lenin, Mao y Fidel. Tal vez sólo pocos, como Trotsky, defenestrado del buró político, de la comandancia del ejército rojo, desterrado y perseguido por Stalin hasta asesinarlo, supo entender (precisamente por esa persecución temprana en el primer ensayo de revolución socialista triunfante), que no bastaba con tomarse el poder, que cualquier tirano puede abusar de ese poder, que la revolución es un proceso permanente que requiere de otras visiones y tolerancias, más allá de las herramientas que nos brinda el marxismo.
Cuando la ex URSS y los países del bloque socialista de Europa del Este creían haber construido para siempre un nuevo modelo de sociedad y de seres humanos, vieron minarse el proyecto en sus propias entrañas y no sólo por la acción de los gobiernos enemigos, sino por el unipartidismo, la concentración del poder, el estatismo a ultranza, el burocratismo, los nuevos privilegios y sobre todo por su burda política represiva que asesinó y encerró en las mazmorras a sus propios hermanos de lucha y a quienes divergieron ideológicamente o reclamaron libertades individuales, amén de la competición por el desarrollo de las fuerzas productivas y tecnológicas, con resultados en general muy pobres e insostenibles, distantes de los logros que iba alcanzando el capitalismo de occidente y oriente en ese campo.
La revolución, en realidad estaba muy lejana.
El aniquilamiento a punta de tanques y balas de un camino diferente y esperanzador que se vislumbraba en la Primavera de Praga y su simbólica literatura libre, hizo notar que los burócratas seudorevolucionarios estaban dispuestos a todo para proteger su absurdo y sus privilegios. Y no fue el único episodio, ocurrió en otra escala y en diferentes momentos en la Plaza de Tiananmén o con las misteriosas muertes de Camilo Cienfuegos, Haydee Santamaría, Osvaldo Dorticós… en Cuba.
De qué sirvieron 70 y más años de revolución soviética y tantas décadas de revolución china, coreana o cubana, tanto derramamiento de sangre, si al final terminamos construyendo muros, pisoteando la dignidad de nuestros hermanos a los que acusamos de traidores o disidentes, sin llegar a entender las razones de su desesperada fuga y de su otredad.
Hoy China, no puede dejar de dar el espectáculo más triste que una revolución socialista lo hubiera imaginado, con su neo capitalismo salvaje y su régimen autocrático. ¿Son esos los modelos que queremos? El de Stalin y el del capitalismo depredador chino. ¿Queremos el oscurantismo monárquico de Corea del Norte? Incluso ¿queremos como referente a la antes tan respetada revolución cubana? que hoy vende su alma a los seudorevolucionarios de Ecuador, Venezuela o Nicaragua, por una mal entendida solidaridad o por una migaja de divisas. Cuba le dolía a Galeano antes de su muerte, por muchas razones.
Por ello es que da gracia y pena ver al señor presidente y su piti ala de ex – izquierdistas, construyendo su caricatura de “revolución ciudadana”, con mano dura, musas sumisas y aliados ultraconservadores, creyendo que en 8 años de saqueo y desgobierno han instituido las bases irreversibles de su “revolución”, ni siquiera un partido político fueron capaces de levantar, sólo chantajeadas hordas clientelares.
Después de un siglo de ensayo de “revoluciones socialistas”, de cualquier color y matiz, la humanidad debe darse un respiro, sobre la marcha, para dilucidar cual mismo es el ideal de revolución que queremos, o mejor aún, los múltiples ideales. No podemos reproducir tiranos, ni execrables prácticas genocidas y destructoras del ambiente, a nombre de la revolución. La revolución socialista y comunista no necesita competir ni parecerse al capitalismo, sino no hay mundo que alcance, debe ser diferente, modesta y en armonía con la Madre Tierra… por eso lamentablemente está tan distante. Debemos aprender de las sabias prácticas y de la paciencia de las culturas ancestrales de todos los rincones del mundo. Debemos encontrar nuestras raíces, para no perdernos. Pero –y paradójicamente- debemos también darnos prisa, porque no podemos seguir tolerando tanta miseria, inequidad y destrucción.
A estas alturas de la civilización humana, la idea de revolución debe replantearse radicalmente, sobre la base del marxismo y otras tendencias revolucionarias, será una suma de revoluciones diversas, pero será mundial y será humana, será permanente, circular, ecológica, anti patriarcal, libertaria, fraterna e intercultural, o volverá a extraviarse en el camino.
Hay que reeler el marxismo, esta ideología es precisamente la causa de las tiranías mesiánicas por sus pretensión de científico.
Estimado José:
Coincido en que hay que releer el Marxismo, pero no el que con seguridad has y hemos leído, completamente deformado por las necesidades de mantener y mantenerse en el poder, vigente desde los fines del leninismo, como bien apunta Hugo, al mencionar la historia de Trotski.
Aparentemente, la experiencia más cercana al marxismo fue la Comuna de París, pero es muy poco lo que se conoce y difunde de ella, ojalá puedas conseguir alguna bibliografía sobre ella.
Por de pronto, te cuento que lo que menos tiene el Marxismo, es alguna tendencia mesiánica, el mismo Marx reventaba cuando alguien tenía alguna actitud por la que se pudiera suponer una condición mesiánica para sí mismo, recordemos que una de las cosas más combatidas por la crítica de izquierda en época de la URSS, era precisamente el culto a la personalidad, precisamente, porque es una expresión burguesa de concentración solapada de poder, porque ningún individuo es capaz de organizarlo todo, lo que lo obliga o “invita” a rodearlo para construir el verdadero poder: dominante, opresivo, explotador. Exacto, ningún mesías es realmente poder, todos son solo títeres de quienes le rodean y le mantienen en pie mientras es funcional al sistema.
¿Quiere pruebas? Pregúnteles a Bolívar y Nariño, a Alfaro y Plaza, a Noriega y la CIA.
Por eso coincido con Hugo, más aún, creo que es necesario que entendamos que la palabra revolución es ininteligible per se, requiere inexorablemente su caracterización, su apellido, por los fines que piense, diga y practique, sin permitir que nuestras esperanzas modulen el entendimiento de lo que percibimos.
Recuerde: son pocas las personas que escuchan lo que oyen…
Las revoluciones por su caracter violento (o hay revoluciones no violentas) requieren de líderes militares y de ejercitos con obediencia ciega y de ahí al mesianismo solo hay un paso.