Atawallpa Oviedo
08 marzo 2025
Te has preguntado por qué los pobres votan por los ricos. Por qué los siervos aman a sus patrones. Por qué los vasallos creen que es necesario la existencia de los reyes? Por qué ciertas mujeres son sumisas de los maridos y de sus hijos? Por qué los devotos son súbditos de la religión. Por qué la servidumbre defiende a sus amos, hasta con su vida. Etc.
Tienen el complejo o la obsesión o atractivo de ser esclavos, de tener la condición de subordinados, de sentirse bien en la condición de sumisión, de justificar la existencia de los amos y criados. Y esto viene, porque no tienen la característica o condición de ser autónomos, capaces, empoderados. No creen ser talentosos para generar riqueza. No confían en sus propias capacidades. Etc.
A esto, le llamamos sirvifilia (el amar ser sirviente). Es un neologismo nuestro, para hacer referencia a todas esas personas que aceptan y validan su condición y característica de ser dependientes, dominados, sometidos, vigilados, por alguien o por algo (redes sociales).
Han sido convencidos, que es natural y normal de que hayan siervos y que la servidumbre es un honor o una cualidad a apreciar. Llegando a creer que es normal la existencia de ricos y pobres, que siempre han existido y siempre existirán.
Esta gente, que es un buen porcentaje de la población, vota por la derecha, incluso, acepta y promueve el fascismo. Jason Stanley, profesor de filosofía de la Universidad de Yale, autor del libro “Cómo funciona el fascismo” —un libro que desde su publicación en 2018 ha sido traducido a más de 20 idiomas, incluido el español — Stanley está convencido, por ejemplo, de que esa etiqueta se ajusta al gobierno de Donald Trump. Recordemos que Trump ganó, gracias a gente que padece la SIRVIFILIA, entre ellos, muchos obreros.
Lo confirma Stanley, en una entrevista a la BBC: “Sí. En todos los países el 30% de la gente quiere fascismo. La Europa de la posguerra es muy consciente de que las democracias pueden votar para socavarse a sí mismas.”
Y cuando la BBC le pregunta: “Eres profesor de filosofía, que en cierto modo consiste en plantear preguntas. ¿Cuál dirías que es la principal pregunta filosófica que enfrentan los estadounidenses en este momento? Responde: La principal pregunta filosófica es una antigua, la cuestión de la ideología: ¿por qué hay tanta gente dispuesta a sufrir?. Muchos partidarios de Trump sufren terriblemente bajo estas políticas para darle dinero a los multimillonarios. Es una vieja pregunta que también surgió con la monarquía: ¿por qué había tanta gente dispuesta a morir para que un rey pudiera vanagloriarse? ¿Por qué hay tantos estadounidenses dispuestos a sacrificar su bienestar material para que Elon Musk se vuelva más rico?”
Para entender y ejemplificar lo anteriormente anotado nos vamos a valer de la investigación que hizo la socióloga Alizée Delpierre, infiltrándose como sirvienta de los ultrarricos, hablando con más de 300 criados y patrones -conformados, en su mayoría, por milmillonarios- para la investigación que plasmó en el libro ‘Servir a los ricos’ (Península, 2025).
Sandra Vicente, en su artículo publicado el 20 de marzo de 2025 en El Diario de Argentina, dice que Delpierre pudo constatar como, casi sin excepción, estos criados trabajan, casi literalmente, de sol a sol, sin apenas días de descanso ni vacaciones, pero cobrando miles de euros al mes. Bautizó esta situación como “explotación dorada”.
Explica Delpierre, que para que esto sea posible es necesario la voluntad de los criados y trabajadores en general. Es decir, que consideran necesario esta condición o que es conveniente esta situación. “Mientras los ricos consideran indispensable tener criados que les liberen de cualquier acción mundana, los trabajadores creen que contribuyen al éxito de sus empleadores. “Muchos criados aseguran que tienen una ‘misión’ en sus empleos y demuestran orgullo simbólico a la hora de servir a los ricos”
Incluso, los criados “trabajan de forma ilimitada” para “compensar” los regalos y ventajas con las que viven, asistiendo a todas las reclamaciones y caprichos de sus señores. Un regalo es visto como una muestra de afecto, y los ricos saben que con ellos pueden poner a trabajar más a sus empleados”, resalta Delpierre.
“Así sucede en casa de Siham, una mujer argelina de sesenta años que “se desvive” por su patrona y por satisfacer todo lo que le exige. Por ejemplo, pide tener cada domingo huevos con panceta para desayunar, listos y acabados de hacer para cuando se siente. Pero su señora siempre se despierta a una hora diferente y sin preaviso. Pues Siham se levanta a las cinco de la mañana y se instala en el baño situado justo debajo del dormitorio. Y, cuando oye crujir las maderas, corre a la cocina.
No cuenta esta experiencia con rencor ni con desidia, sino que se muestra orgullosa de su ingenio y dedicación: “Muchos criados se creen en deuda con sus señores”, asegura la socióloga. Es más, llegan al extremo de cuando les llaman la atención y hasta se enfurecen por algo que no les gusta a sus amos, se sienten que deben agradecer el honor de que su patrón les dirija la palabra, dice Delpierre.
Y lo peor de todo esto, es que los sirvientes no pueden “relucir los bolsos Chanel, los zapatos Louboutin o los Rolex. “Casi nunca usan los regalos que les dan, porque no pueden salir y, durante sus turnos no pueden maquillarse ni vestir de ciertas maneras”, expresa Delpierre. Así que todos esos presentes se quedan en sus habitaciones que, en ocasiones, se convierten en “expositores y museos de objetos de tremendo valor”. Y solo los usan cuando tienen que venderlos.”
Y la mentalidad de los ricos sigue esa misma tónica, pues no hay esclavo sin amo, ni amo sin esclavo, y a la final, ambos son de alguna manera esclavos, especialmente esclavos del dinero. Los sirvientes que hacen todo eso por dinero y los ricos se vuelven esclavos que dedican su vida a defender su riqueza. Sin que entiendan realmente ambos, que se irán de este mundo sin ese dinero, y la mayoría mueren arrepentidos de la vida que tuvieron, por ejemplo, Steve Jobs, el máximo de Apple.
atawallpa oviedo freire