Uno de los personajes más controversiales de la política ecuatoriana, nos recibe en su casa para conversar de su vida, de sus logros y sus locros. Quiere limpiar su imagen a como dé lugar, así que le planteamos un cuestionario francamente aterrador, pero ella, con un guiño de ojo, dijo bueno, pregunten lo que quieran.
Luce serena, sonriente, pero percibo un mal aliento. ¿Siempre es así?
(Risas) Bueno, si es un problema que acarreo desde que me besó el Sebas en la Universidad. Pero sólo se me nota cuando hablo en privado.
¿Le molesta que le digan bala y plomo o se siente augusta con el mote?
Cuando huelo pólvora no lo pienso dos veces. Me seduce que los manifestantes pongan el pecho a las balas. Hay una conexión con los disparos que me viene desde pequeña. Con mis primos jugábamos a ladrones y bandidos. Yo siempre era la ladrona y me encantaba ver cómo mis contrincantes caían con los balines de mi pistola.
Pero antes era defensora de derechos humanos y feminista. ¿Qué le pasó? ¿Solo fue una excusa para ascender políticamente?
(Risas) No. Siempre defendí los derechos humanos. De los de mi casta, claro. Los pobres no entienden de derechos, mucho menos de humanos. Y yo soy más feminista que las que se dicen feministas. Entre una mujer y un auto oficial, yo siempre pongo por delante a la mujer.
Dicen que le gusta el café y comer mucho pan. ¿A quién le gustaría amasar como pan y meterlo al horno?
(Mirada coqueta) No sé. Hay veces en que he soñado que el abogado Jaime Nebot hornea panes conmigo, pero ahorita soy ministra. No se puede confesar esas cosas.
¿Qué otros políticos le seducen?
Mmmmm (Piensa) A pesar de su edad, Guillermo Lasso tiene un no se qué, que qué sé yo. Siempre he sentido debilidad por los hombres que buscan el poder a toda costa… y, si tienen mirada de cajero automático, mejor (risas).
¿Qué le causa conflictos? ¿A qué tipo de personas detesta?
Hay gente que me saca de mi centro. Lo bueno es que siempre duermo a la derecha. Lo que me eriza la piel son los pobres. Siempre buscando que el Estado se haga cargo de ellos. Los izquierdosos y progres me asquean. Salió una publicación donde decía que, por lo general, ellos son feos. Debe ser también por eso. Piensan que hay que pasarse la vida protestando. Su resentimiento social no los deja en paz.
¿Y cómo va en el amor? ¿También es de romances de derecha?
(Suspira seis veces) Estoy enamorada, ¿qué cree?
¿Le gustan las lunas de miel en la playa? Pero, ¿no se siente mal al enamorarse de alguien que dice que no tiene plata porque no es Correa?
Iván es un hombre maravilloso. No tendrá plata, pero es un pícaro para hacer chanchullos. Y me ronca al oído como hélice de helicóptero oficial. Es un amor.
Si fuera un género periodístico ¿sería una noticia, una crónica, un editorial?
(Menea los hombros) La verdad soy más crónica roja que reportaje. Pero me adapto a todo tipo de géneros y degenerados.
¿Y qué piensa de las críticas por la portada de la revista Mariela? El potoshop es por demás grotesco.
No fue mi intención incomodar… la verdad es que sí un poquito. Bueno, ¡ya qué chucha!, como diría mi ídolo banquero, sí.
¿Sí, qué?
Siempre he sido una provocadora. Era una forma de decirles a todos esos vándalos de octubre que no me asustan, que si más ojos deben caer, pues que caigan. Y si tanto me critican, mañana le digo a otra revista que me haga una portada en bikini donde florezcan ataúdes de cartón.
En el juego de la salud, ¿usted es la que repartió los hospitales?
No. Yo sólo pregunté si hay interesados. Mi sorpresa fue grande al percatarme la cantidad de adictos a la salud que ha tenido el partido. Rechazo esas acusaciones así sean verdad. A mí nunca me podrán probar nada. Yo he hecho mucho por este país. Y los que no reconocen mi trabajo es porque no saben repartir ni barajas.
¿Cómo le gustaría ser recordada?
Como alguien que donde pone el ojo pone la bala.