Por Ela Zambrano y Jorge Basilago*
Las luchas populares y sus protagonistas responden siempre a una historia. A ese hilo invisible que se anuda y marca hitos en fechas o sucesos puntuales, pero que sin los tramos anteriores carecerían de sentido. “Yo soy nieta de Dayuma, una mujer lideresa de mi pueblo”, confirma Nemo Guiquita, actual dirigenta de la Mujer y Salud de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (Confeniae). Y añade: “Crecí con ella en la comunidad de Toñampare y veía sus luchas para defendernos de las empresas petroleras, de las nuevas implantaciones de cultura en nuestros territorios, crecí viendo de cerca lo que es el extractivismo. Todo eso me ha formado como persona y como mujer”.
En el marco de una nueva conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Guiquita evoca los logros de sus predecesoras y sitúa sus propios aportes en el camino de garantizar derechos para las mujeres indígenas. “Trabajé fuertemente al interior de la NAWE (Nacionalidad Waorani del Ecuador), de la que fui vicepresidenta, porque soy de esa nacionalidad y fui una de las creadoras del espacio de mujeres de la organización. Eso me ayudó a forjar el ingreso a la Confeniae”, detalla al comienzo de la entrevista con La Línea de Fuego.
Pero el presente de las mujeres indígenas amazónicas no ofrece razones para conformarse con lo conseguido. Más bien, el incremento de las cifras de violencia de género y de femi(ni)cidios en la región –a partir de estadísticas parciales y distorsionadas por la falta de garantías para denunciar esos hechos- señala que es el momento de acentuar las exigencias a las autoridades y la incidencia social y política. De oír a quienes luchan para dejar de padecer la desigualdad y el maltrato. Como Nemo Guiquita, quien en esta charla se explaya con crudeza acerca de los puntos más oscuros de una realidad que duele.
La organización y la voz
Cualquier persona tiene derecho a elevar su voz pública cuando lo considere oportuno. Sin embargo, en algunos casos se requiere de un amplificador para hacerse oír con mayor claridad: en las luchas feministas –como en muchas otras causas sociales-, es la organización lo que eleva el volumen de sus reclamos por mayor equidad de género y por el cese de la violencia machista. Entre las mujeres amazónicas, la articulación y la construcción conjuntas les han permitido ganar lentamente protagonismo al interior de sus comunidades, para luego proyectarse hacia espacios de relevancia nacional.
La Línea de Fuego: ¿Cuáles fueron las razones que les motivaron a formar el espacio de Mujer y Salud de la Confeniae, Antisuyo Warmikuna?
Nemo Guiquita: La escuela del Antisuyo Warmikuna empieza en el anterior proceso, y nace por una necesidad de las mujeres lideresas. Muchas veces, en nuestros territorios, las mujeres somos las que estamos al frente de la lucha contra la minería, el extractivismo, al cuidado de nuestra familia, de nuestros territorios, de nuestros animales, de nuestros espíritus de la selva. Sin embargo ha sido un trabajo lento, desigual, porque nuestros compañeros varones siempre tienen un paso adelante. Ellos tratan de que las mujeres que estamos liderando en los territorios, no seamos las que forjemos las organizaciones; más bien, dentro del territorio, de las comunidades y en las organizaciones, no nos dan espacios de liderazgo. Hacen ver como que queremos competir con nuestros compañeros y no es eso: las mujeres queremos trabajar hombro a hombro, no quitarles el espacio organizativo político. Más bien queremos ser las compañeras de lucha, porque hemos estado en el paro con nuestros compañeros, luchamos conjuntamente desde el territorio, desde la organización, desde lo político… Siempre lo hemos visto de esa manera, no como algo mezquino.
A raíz de todo esto, porque no había un espacio para empoderar a las mujeres, nace la escuela Antisuyo Warmikuna para fortalecernos en el territorio, en las organizaciones y políticamente. Para que las mujeres seamos las principales voceras, como las defensoras y luchadoras desde el territorio, por nuestros derechos de defensa de las mujeres y de la selva también. No somos competencia de nadie, desde este punto ha nacido la escuela Antisuyo Warmikuna, que hemos trabajado con muchas líderesas jóvenes, mayores, abuelas, quienes también han estado muy interesados en este proyecto que es de aprender del liderazgo desde nuestra cosmovisión y desde nuestros conocimientos.
LDF: Decías que el objetivo de la organización es luchar por los derechos de las mujeres, ¿cuáles son esos derechos?
Guiquita: Nuestro derecho como mujeres es tener nuestra propia voz: no queremos que otros compañeros que lideren, o que estén en espacios importantes, sean los portavoces; y hemos visto que las mujeres tampoco tenemos ese lugar en otros espacios internacionales. Nuestro derecho es también tener una vida sana, sin violencia y ser las voceras principales de nuestros territorios.
LDF: ¿Voceras en qué aspectos, exactamente?
Guiquita: En la salud, en la educación… Ha sido muy importante para nosotras, porque sin estos derechos estamos siendo vulneradas, aunque lo seguimos siendo actualmente en nuestros territorios. Es muy dura la situación de la salud y la educación, pero sin embargo siempre es minimizada.
También, la voz principal de las mujeres debe ser sobre la violencia que sufrimos en nuestros territorios: la violencia física, sexual y psicológica de la que somos víctimas. Tener compañeros que están en el alcoholismo, o la práctica de algunos usos y costumbres, también nos ha hecho mucho daño. Y la impunidad de los agresores, porque no hay justicia ante todos estos tipos de violencia.
Para eso nos estamos organizando las mujeres, para hacer visible toda la problemática que tenemos y que nuestras voces se escuchen no sólo en nuestros territorios: de alguna manera tienen que llegar a otros niveles del Estado e internacionalmente, porque las mujeres que vivimos en la selva a veces sentimos que nuestros derechos fundamentales no están siendo atendidos. Aunque sé que en la ciudad es duro tener nuestros derechos y no existe la justicia completa, las mujeres al menos son escuchadas de alguna manera, por algún medio… Pero en nuestros territorios no los tenemos, no hay espacios ni posibilidades para hablar con nuestras mujeres por medios locales o internacionales. Para nosotras es fundamental hablar de lo que estamos sufriendo y de nuestra lucha.
LDF: Hace unos años, durante la presidencia de Lenín Moreno, se hizo un diagnóstico de la situación de las mujeres amazónicas en el cual participaron organismos del Estado junto con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ONU Mujeres y otras organizaciones. Se esperaba que esta herramienta sirviera para superar las brechas de género y las violencias que estás comentando ¿Qué sucedió con esa iniciativa?
Guiquita: Nosotros sabemos que hubo esa marcha, el conversatorio con el presidente y todo, pero sólo quedó en lo escrito, como siempre sucede a través del Estado, que recibe quejas, comentarios, pero no articula con las organizaciones para llevarlos a la práctica. Por eso es muy importante trabajar el tema de género desde las mujeres y desde el territorio. Políticamente, para nosotras, la organización de espacios como la escuela Antisuyo Warmikuna es muy importante para continuar con este proceso.
Aunque sabemos que es duro llegar a otras instancias, ahora las mujeres estamos organizadas, poco a poco hemos abierto espacios liderando desde nuestras organizaciones, porque desde ahí empieza la problemática: muchas veces no tenemos el espacio de la mujer dentro de nuestras propias organizaciones. En lugar de respaldarnos, más bien se están cerrando. Actualmente sabemos que hay dos organizaciones indígenas, que son bases de la Confeniae, que están cerrando los espacios de mujeres. Ha sido un golpe duro para nosotras, un retroceso en esta época. Por eso es fundamental seguir organizando con las lideresas, porque no podemos sólo hablar y dejar escrito, el Estado debe articular para trabajar desde los territorios con las mujeres.
LDF: ¿Cuáles son esas dos organizaciones que mencionabas, las que se han cerrado a la posibilidad de tener un espacio de mujeres?
Guiquita: Una es la nacionalidad achuar del Ecuador. En esta organización ya no hay una representación de la mujer ni por equidad de género; se cerró totalmente ese espacio. Están liderando, como en tiempos antiguos, sólo los compañeros varones. Y también tenemos una organización del Napo, pero las mujeres de esa provincia han reaccionado. Estamos en la lucha continua, en reuniones. Como Confeniae acompañamos para que no se anule completamente, y todavía tenemos alguna esperanza. Pero con la nacionalidad achuar está totalmente cerrada la posibilidad de poner a una compañera para hablar sobre género, porque esta nacionalidad está marcada por el machismo. Es duro como mujeres tener que hablar sobre esta situación, en lugar de avanzar estamos retrocediendo.
LDF: ¿Qué argumentos dan los dirigentes achuar para reducir o quitar los espacios para las mujeres?
Guiquita: Ellos creen que las mujeres debemos estar criando a nuestros hijos, en la cocina, haciendo los quehaceres domésticos… que para eso hemos nacido. Yo no lo veo de esta manera. Más bien las mujeres estamos para ayudar, ser compañerismo de trabajo, no sólo de hogar. Política y organizativamente somos la fuerza que cuidamos todo, sin embargo, los compañeros nos ven de esta manera y me parece que es muy injusto que esto suceda en esta época.
LDF: ¿Y cuáles son las posibilidades de que se vuelva a abrir el espacio?
Guiquita: Actualmente ya su estatuto no nos permite hacerlo. Nosotros, como organización de la Confeniae, no podemos intervenir. Quizás se pueda con un nuevo candidato, después de tres años. Queremos seguir trabajando durante este tiempo, para ver si podemos incidir y crear nuevamente ese espacio. En los territorios de nuestras compañeras shuar es muy lamentable la situación para las mujeres, no podemos interactuar tampoco unas con otras, si yo soy de la nacionalidad waorani. Si yo llego a visitar, tengo que hablar con los líderes de la comunidad y no con las mujeres, para nosotras esto es muy preocupante.
Matar y dejar morir
Hay distintas formas de ejercer violencia o de atentar contra la vida de alguien. Existen responsabilidades directas en la mano que golpea, dispara o apuñala y, por detrás de ella, puede esconderse otra que es capaz de curar, contener o cobijar, pero no lo hace. Cuando se combinan, la víctima sufre una agresión doble: mientras una mano intenta matarla, la otra la deja morir. Y si alguna de ellas pertenece al Estado, se quiebran los acuerdos básicos que garantizan la confianza y la convivencia. Las pueblos y nacionalidades de la Amazonía, y en especial sus mujeres, llevan en el cuerpo las marcas de ambos tipos de agresión.
“(…) la justicia indígena para nosotras, en los territorios amazónicos, no funciona. Yo he visto que los compañeros de la Sierra tienen más articulado esto, hay castigos, pero en nuestros territorios los agresores quedan en la impunidad, es penoso encontrarnos en esta situación actualmente”.
Nemo Guiquita
LDF: Nemo, mencionabas al comienzo la falta de justicia, es decir de herramientas para que, ante casos de violencia de género, se pueda denunciar y lograr un castigo para el agresor ¿En qué medida se ha avanzado en este aspecto, o qué logros aprecian ustedes?
Guiquita: Me da pena comentar lo que está sucediendo, pero nosotros no tenemos ningún mecanismo, ni una articulación de Justicia en nuestros territorios. Todo ha quedado en la impunidad, no hay justicia para nuestras mujeres que están sufriendo violencia, abuso sexual, psicológico… Es un territorio cerrado, parece que viviéramos en otro planeta, quizás podría decirlo así, es lamentable lo que sucede.
Hay madres con las que nos hemos reunido en las comunidades y nos comentan la dura realidad que han tenido que vivir a frente a los abusos sexuales, de violencia, que han sufrido sus hijas. Y no tienen dónde acudir, dónde denunciar, porque la justicia indígena para nosotras, en los territorios amazónicos, no funciona. Yo he visto que los compañeros de la Sierra tienen más articulado esto, hay castigos, pero en nuestros territorios los agresores quedan en la impunidad, es penoso encontrarnos en esta situación actualmente.
LDF: ¿Y han podido, como organización, exigir o buscar algún acercamiento con las autoridades de justicia? ¿Qué respuesta del Estado han tenido?
Guiquita: Nosotras siempre estamos trabajando en este sentido, para dialogar y tener estos acercamientos. Pero cuando hay casos de abusos en nuestros territorios, y no llegamos a denunciar, es por falta de recursos. Entonces, la justicia ordinaria tampoco nos sirve porque para denunciar lo que viven nuestras mujeres, necesitamos de recursos económicos para poder salir a la ciudad, estar ahí y también para pagar a los abogados. Ni el Estado mismo tiene para pagar un vuelo y enviar a hacer algún examen a los territorios. El ingreso es tan complicado por los altos costos de las avionetas, que siempre tenemos una respuesta negativa, no hay justicia para nosotras las mujeres.
Todo queda en la impunidad porque no podemos costear nosotras a los abogados, ni tenemos la posibilidad de llegar a la ciudad y quedarnos en un sitio para llevar la demanda hasta las últimas consecuencias, porque en Puyo tampoco existe una casa de acogida. Las mujeres tenemos que valernos por nosotras mismas. Somos las que llevamos nuestra casa, la familia, no podemos pasar tanto tiempo fuera, también tenemos que cuidar a nuestros hijos pequeños. Entonces también nos complica la situación, el viaje a la ciudad. Y si el Estado mismo no nos garantiza siquiera la educación y la salud, la justicia brilla por su ausencia en nuestros territorios indígenas.
LDF: Para dimensionar mejor las dificultades que afrontan las mujeres amazónicas por las distancias, ¿podrías darnos un ejemplo del tiempo y el costo que implica salir o llegar a una comunidad remota?
Guiquita: Claro, muchas veces tenemos que viajar desde el Puyo a distintos puntos: a Canelos, para poder viajar hasta sarayacu; a Curaray, para ir a los territorios waorani; hasta Bobonaza, para viajar a Montalvo… Son situaciones de cinco, seis, siete u ocho horas, dependiendo también del río: si es que ha llovido, al día siguiente puedes navegar más pronto; pero si el río está seco, a veces te toca dormir a mitad de camino.
Toma hasta dos días poder llegar a algunos lugares. Y el pasaje de avioneta para una sola persona podría costar 250 dólares, que para nosotros es imposible de pagar. También, muchas veces, las mujeres que sufren violencia en nuestros territorios han muerto por falta de ambulancia, porque tampoco hay presupuesto para las avionetas de emergencia. Hace poco, una compañera waorani que vive en un sector muy remoto, sufrió una mordedura de culebra. Batallamos cinco días con el Estado, el gobernador, los militares… nadie quiso ingresar porque el costo del helicóptero era de alrededor de 8 mil dólares. Tuvimos que mover todo para que pueda llegar un helicóptero que no fue una ayuda del gobierno: fueron nuestros compañeros influencers indígenas los que movieron los fondos para lograrlo.
Los pueblos indígenas que vivimos en nuestros territorios ni siquiera podemos pensar en enfermarnos, tenemos que ser resistentes a todo. Practicamos nuestras medicinas ancestrales, pero no es suficiente: cuando te rompes un hueso no podemos curarlo con medicina ancestral, tienes que salir al hospital. Es tan dura la realidad en los territorios amazónicos que si tú sufriste agresiones te tienes que quedar ahí, al día siguiente te levantas con todo lo que has sufrido y empiezas como un día normal.
LDF: ¿Qué tipo de propuestas o planes de contingencia se pueden pensar, para no depender de la buena voluntad de influencers o de la sociedad? ¿Han comentado este tipo de situaciones con el gobierno?
Guiquita: La triste realidad de la situación en estas mesas de diálogo en que estuve participando con los ministros de salud, y en el informe que dieron, es que no hay suficientes recursos. Tenemos una ambulancia para toda la Amazonía, según nos leyeron en ese reporte; no tenemos canoas porque no hay recursos; no tenemos motor fuera de borda porque no hay recursos que alcancen para las emergencias en la Amazonía ¿Cómo podemos siquiera pensar que la vida de los pueblos indígenas vale menos porque vivimos en la selva o por el hecho de ser indígenas? ¿Cómo es posible que nuestro territorio sea el lugar de donde salen los recursos para todo el país, como el petróleo que tanto daño hace a nuestros pueblos, y que no exista un presupuesto para los territorios indígenas? Para nosotros fue un golpe tan bajo escuchar todo lo que la ministra decía, porque siempre se justifican con eso de que todo es culpa de los que estuvieron diez años antes… Está bien, los pueblos amazónicos siempre hemos estado olvidados, pero ya es hora de que actúen: hace un año que está el presidente (Guillermo) Lasso, si ven que algo no está funcionando, ya, pongamos un presupuesto para que empiece a funcionar. Pero si solo estamos culpando a lo que pasó tiempo atrás, ¿cómo podemos avanzar?
Para nosotros no hay canoas, que es una cosa tan simple y la necesitamos para poder movernos. Los pueblos indígenas hemos podido gestionar y tener un motor fuera de borda por nuestros propios medios, pero sin embargo el combustible también es un alto costo para nosotros. Tenemos subcentros (de salud) en nuestros territorios, pero son tan precarios que sólo son cuatro paredes: no tienen medicinas, no funciona nada, no tienen equipos… Sólo hay pasantes cada año, no hay médicos de planta. El gobierno se justifica en que han ingresado en el presupuesto enviando a médicos practicantes, pero nosotros ya no somos para que nos sigan practicando.
Sí es cruda la realidad de la Amazonía, porque tenemos que sufrir mucho los pueblos indígenas: destruyen nuestros recursos, pero, ¿por qué no dan, de esos recursos, una salud y educación mejor para nuestros territorios? Siempre van a las grandes ciudades y siempre van a otros países, pero los pueblos que siempre estamos cuidando nuestro territorio no somos valorados, somos discriminados, violentados y por último no tenemos un presupuesto que articule para que los pueblos indígenas podamos vivir dignamente.
LDF: En casos como el de Andrea Gualinga, si no logras sacarle de su comunidad o conseguir un espacio en la canoa, ¿la opción es simplemente morir?
Guiquita: Así es. Muchas veces, en los pueblos indígenas, pasa que si no logras alcanzar una canoa –porque quienes tienen canoas tienen su propio combustible, que usan en caso de emergencia para sus propias familias-, es tan duro que tienes que salir caminando horas de horas. Las mujeres mueren en el camino, porque no puedes vivir tres días, cinco horas, ocho horas en canoa bajo el sol, ahí se desgasta la vida. Como mujeres indígenas, si algo pasa y la ayuda no llega proto, nosotras ya sabemos cómo va a terminar.
LDF: Y estas muertes, ¿cómo se registran? Es decir, ¿se registran?
Guiquita: En nuestros territorios no hay ningún registro de femicidios, no existe un índice, no tenemos nada. Desde la Confeniae estamos trabajando para poder, aunque sea desde las organizaciones, registrar estas muertes violentas que tenemos: hay desapariciones de mujeres, simplemente ha quedado en la impunidad toda violencia, toda muerte de mujeres ha sido silenciada y enterrada. Es preocupante, de alguna manera el gobierno tiene que asimilar esta situación en los territorios indígenas, tienen que articular para poder trabajar conjuntamente con el Ministerio de Salud, debe haber un presupuesto para las mujeres, para la salud en los territorios indígenas. No queremos seguir siendo una cruz más en nuestros territorios, algo que desaparece y se acabó la vida de las mujeres indígenas, como si valiéramos menos que las otras personas.
LDF: Es llamativo el tema de las desapariciones, en comunidades que si bien están alejadas, son pequeñas y todos se conocen, ¿cómo puede haber desapariciones?
Guiquita: Ha pasado en varias comunidades que una compañera que vivía en otra comunidad fue a visitar al papá de sus hijos y de repente ya nunca más volvió pero obviamente todos sabían lo que sucedió y dijeron ya, pues era el marido que podamos hacer y nunca más asomó la chica y otro también ahí de una otra compañía y era que le fue a visitar al papá de su hijo, pero había estado enamorado deç una profesora y el día siguiente nunca más apareció ni el bebé ni la mamá, entonces todos empezaron a buscar y encontraron en la playa enterrados al bebé y a la mamá, estaba golpeada, rota todo, ya sabían lo que sucedió. Le entregaron el cuerpo a la familia y ya no pasó nada. Entonces cosas así han estado sucediendo a los territorios, entonces todo queda en la impunidad.
LDF: ¿Qué posibilidades hay de aplicar la justicia indígena en algunos de estos casos? Por ejemplo, los que tú mencionabas: violación, femicidio, este entiendo que hay mucha incidencia también de incesto.
Guiquita: Es una realidad que vivimos las mujeres día a día, hay casos de incesto que quedan en la impunidad. Las mujeres tienen que estar calladas y tener hijos de sus padres, de sus hermanos y también hay casamientos de niñas de ocho a doce años, que se les entregan por costumbre a los adultos mayores, a los viejos. Hubo un caso reciente en que la organización tuvo que intervenir, para poder coordinar con la Dinapen y pagar vuelos para ir a rescatar a la niña. La justicia indígena no nos sirve a nosotras, las mujeres indígenas. El gobierno debe trabajar, articular e incidir en los territorios indígenas para parar todo lo que está sucediendo, la violencia, el incesto, los abusos que sufrimos… Y todas las veces, los agresores quedan en la impunidad. No hay justicia para nosotras.
LDF: ¿Y no se ha logrado incidir para aumentar la condena comunitaria hacia los agresores? Es decir, si no logramos que tengan una pena o un castigo efectivo, al menos hacerles sentir el rechazo social hacia su conducta.
Guiquita: Eso no sucede. Muchas de las veces que convocan a una reunión, conversan y luego simplemente dicen “vamos a dar consejos para que ya no vuelva a suceder”. Entonces, ¿qué tipo de justicia tenemos ahí? Que le den una charla y ya se acabó. Esto no es justicia, cuando tu hija ha sido abusada o violada. Y el agresor continúa con su vida cotidiana y no ha pasado nada.
LDF: ¿Qué posibilidades hay de que la justicia indígena la administren las mujeres?
Guiquita: El problema es que la justicia indígena está basada en la ciudad, no en los territorios indígenas, porque cada nacionalidad tiene diferente visión y costumbres: por ejemplo, en la nacionalidad waorani, la justicia es matar al agresor y se acabó el problema. Entonces, si queremos hacer justicia en nuestros territorios, aun si la manejamos las mujeres, tenemos que tener un espacio donde podamos acusarlo y luego este agresor pague su condena en las cárceles comunes ¿Cómo hacemos para que funcione esto en nuestros territorios?
También necesitamos recursos para implementar este tipo de cosas. Porque nos dicen que tenemos que denunciar en los Consejos Cantonales, pero quedan a muchas horas y kilómetros de distancia. Entonces, si vives esta violencia y vas nueve horas caminando, lo denuncias y ¿quién lo va a ir a apresar en la comunidad? No hay policía, no hay militares, la Guardia Indígena sólo se activa para proteger nuestros territorios… no hay una posición fuerte para que se implemente una articulación con el Gobierno Nacional, para que empiece a funcionar en nuestros territorios la justicia indígena.
LDF: Está clara la responsabilidad estatal y organizacional en la falta de atención hacia las mujeres. En estos casos, muchas veces se generan espontáneamente redes alternativas de cuidado o defensa entre las propias víctimas, ¿qué experiencias nos podrías comentar en este sentido?
Guiquita: Nosotras, como mujeres de la Amazonía, lo que hacemos es ayudar a la víctima, alentando, acompañando en el juzgado, haciendo plantones para que sean más visibles las denuncias. Las mujeres en este sentido hemos sido muy unidas ante los casos de violencia y femicidio. Estamos unidas haciendo nuestros pasquines de información, marchando, hablando en los medios para que se haga visible y que las autoridades no dejen en la impunidad los casos de femicidio, la violencia y los abusos.
LDF: Por todo el entramado que nos has contado, se entiende entonces que las estadísticas de las provincias amazónicas con relación a los casos de femicidios son completamente inexactas o falsas, porque según el último reporte hubo sólo un femicidio este año en la provincia de Pastaza…
Guiquita: La Fundación Aldea sacó alrededor de siete femicidios en la Amazonía. Los que son informados salen en la estadística, pero del resto, de los que están en las comunidades, nadie ha entregado datos y están en la impunidad. No se sabe la realidad, hay muchas mujeres que están quedando invisibilizadas. Nosotras hablamos en octubre con la Fundación Aldea, para poder articular dentro de los territorios indígenas y reportar los casos de femicidio, para que ellos pueden ingresarlos en sus datos. Aún estamos en conversaciones. Ha sido también por la parte económica, que nos impide viajar para empezar a trabajar en nuestros territorios, porque las distancias hacen que sea muy complicado viajar de una comunidad a otra. Se necesitan grupos de personas organizadas para poder ingresar a todos los territorios.
LDF: Hace un momento mencionabas la falta de una casa de acogida para las mujeres que deben salir de su comunidad cuando necesitan denunciar, realizar trámites o recibir algún servicio. Esto podría resolverse sin demasiados inconvenientes, de contar con los recursos o el apoyo de las organizaciones y el Estado ¿Han presentado algún proyecto en este sentido? ¿Qué respuesta tuvieron?
Guiquita: Nosotras aquí hemos conversado con el Municipio, para ver cómo podemos articular, pero ellos simplemente dicen que no hay recursos para construir una casa de acogida. También han intervenido varias organizaciones para hacer un conversatorio con la Prefectura y con el Municipio, pero la respuesta fue la misma. Además, si es que creamos una casa de acogida, necesitamos un presupuesto para seguir manteniéndola, porque ese es otro problema: las autoridades dicen “no es que no tenemos, no nos alcanza para este año, vamos a ver el próximo”. Llegamos al siguiente año y dicen “no, es que ya se asignaron los presupuestos, vamos a ver el próximo”, y así va pasando el tiempo. Es desolador para nosotras llegar, tocar puertas y que te sigan diciendo “ya vamos a ver”. El Estado no quiere hacer su parte de trabajo, articular con los pueblos indígenas de la Amazonía. Eso nos hace pensar que la vida de las mujeres indígenas vale menos o no vale nada.
LDF: Entre los aspectos que mencionabas que requieren atención, hablabas también de la educación ¿Qué está pasando en ese campo con los pueblos y nacionalidades indígenas amazónicas y, específicamente, con las mujeres?
Guiquita: Para nosotras, en nuestras comunidades, la educación es muy precaria. No puedes comparar la educación de la ciudad con la que recibes en tu comunidad. Más en el caso de las mujeres, que muchas de las veces sólo podemos terminar el colegio. No podemos soñar siquiera con ingresar a una universidad, porque nuestros padres y las comunidades no nos dan ese espacio, peor la organización. O sea, si estás creciendo en la comunidad, tu destino tiene que ser de esposa, tener hijos, trabajar en el campo y el resto de tu vida va a ser esa. Entonces, cuando hay apoyo desde las comunidades se prepara a los compañeros varones, a ellos siempre se les permite que vayan a estudiar a las universidades.
Los padres en los territorios indígenas no tenemos un trabajo y una remuneración fija como en las ciudades. Cuando uno de los hijos desea estudiar, o quieres apoyarle, tú debes tener recursos para que vaya, porque tienes que pagar su alimentación, vivienda, vestimenta… Para nosotras es muy complicado salir a estudiar desde la comunidad y, además de esa educación tan precaria que tenemos, encontrarte con otro mundo, con otra sociedad y sufrir la discriminación de los profesores y de los compañeros porque no puedes hablar bien el español o tu educación no fue tan buena como la suya. Tenemos lo básico, pero no para competir con los jóvenes que han estudiado en la ciudad. Para nosotras, las mujeres indígenas, ha sido sumamente complicado el tema de pensar en estudiar en una universidad.
LDF: ¿La Educación Intercultural Bilingüe ayuda a resolver estas dificultades de acceso a la educación? ¿Hay algún énfasis en el caso de las mujeres indígenas?
Guiquita: La Educación Intercultural Bilingüe está enfocada más en las escuelas, en mejorar la lectura, la cosmovisión, en todo eso sí nos ha ayudado muchísimo, para entender el proceso educativo con visión cultural e identidad en los territorios. Pero llega sólo hasta el colegio, no tenemos un espacio así en las universidades y en estos años han ido quitando presupuesto de la Secretaría de Educación Intercultural Bilingüe, entonces estamos con los mismos temas de hace muchísimos años, no se ha podido trabajar y mejorar en nuevos módulos didácticos, no se han implementado nuevas cosas… Si no hay un presupuesto para la educación general en Ecuador, mínimamente, tampoco va a haber para la Educación Intercultural Bilingüe. El gobierno de alguna manera tendría que resolver en los temas de salud y educación con presupuesto, si no vamos a seguir retrocediendo más.
El territorio y el cuerpo
Según la cosmovisión indígena, las personas que viven en un territorio forman parte de él. De maneras tan sutiles como complejas, entonces, proteger el medioambiente común equivale a resguardar la propia integridad física y mental. Y cualquier ataque contra la flora, la fauna o los ríos, se sufre igualmente en el cuerpo de cada habitante. De acuerdo con esta filosofía, la violencia de género bien puede manifestarse como parte de los efectos de otro tipo de ataques, tal como lo explica Nemo Guiquita:
LDF: ¿Cómo se relaciona el extractivismo con la violencia contra las mujeres?
Guiquita: Es un tema súper fuerte en los territorios indígenas. Cada vez que se abre una nueva carretera, aparecen más casos de comunidades donde las mujeres sufren violencia física. Es duro porque, primero, muchos de los que están ahí se dedican al alcoholismo; luego empieza la contaminación de nuestros ríos, que siempre estamos utilizando para bañarnos, para tomar, porque el río es nuestra fuente de vida. Los pueblos indígenas no vemos nuestra selva como un pozo petrolero ni una mina de oro: para nosotros es nuestra casa, nuestra farmacia, nuestra vida; donde nos dan la tierra, donde podemos cultivar y comer sanamente.
Cuando llegan las empresas extractivas hacen ruido, talan árboles, hay contaminación, más pobreza, más enfermedades y por último es la muerte lo que nos espera. Ni siquiera porque están dañando nuestro territorio ponen un médico para que diagnostique alguna enfermedad. Las petroleras no hacen nada por las comunidades aledañas, tampoco quieren ayudar en la educación de nuestros hijos, que sería algo fundamental. Lo único que hacen es más destrucción, más contaminación y nuestros compañeros varones y nuestros hijos tienen que servir de obreros en nuestros territorios.
Las empresas extractivas causan un derrame cada semana y no lo quieren reportar, ha sido terrible esta situación. Y ahora también estamos sufriendo por las empresas mineras, que están ingresando por toda la Amazonía, destruyendo nuestros ríos, contaminando y regando mercurio… Nos hacen mucho daño a los pueblos indígenas, que siempre vivimos cerca de los ríos, somos los menos favorecidos en temas de educación, de salud y no tenemos ni una ayuda del gobierno.
LDF: Todo esto forma parte de lo que no cuentan las estadísticas, como comentabas antes: aquello que no decimos, parece que no sucede y queda en las sombras ¿Cómo ingresan a sus anchas estas empresas, que dañan el ecosistema, cuando se supone que la Amazonía está protegida?
Guiquita: Todo es como una mafia del Estado, están vinculados los GAD provinciales, las Juntas Parroquiales que han permitido el ingreso y algunos de los mismos concejales, que han sido dueños de las maquinarias que han ingresado a los territorios indígenas a sacar oro. Ahí es donde nosotros hacemos la denuncia para que paren, pero si las mismas autoridades están enviando maquinarias o contratando gente para que vaya a trabajar, donde vayamos a denunciar los pueblos indígenas, o no hay justicia o no hay respuesta. Nosotros hacemos plantones, hemos hecho marchas, paran por dos o tres días todas las maquinarias y después otra vez vuelven. O sea, tienen permisos nuevas personas, pero son los mismos, sólo cambian de nombre y siguen ingresando a destruir nuestra Amazonía.
LDF: ¿Qué cambios han podido notar en las actividades extractivas desde el inicio del gobierno de Lasso?
Guiquita: Desde que ingresó Lasso se ha triplicado el tema de las nuevas plataformas y la minería se ha disparado en la Amazonía. Todo se complicó más aún en nuestros territorios, es doloroso ver que hay más corrupción y muchísima más minería. Desde que estuvo Rafael Correa ya estaba avanzando, pero ahora se disparó la minería a cielo abierto en todos los territorios indígenas, principalmente en la zona del Napo, Morona Santiago y Zamora Chinchipe. Es terrible porque la minería ilegal está por todos lados, ingresan con sus maquinarias a territorios bien lejanos, para eso sí hay presupuesto. Llegan, ponen sus campamentos, tienen gente armada y también ahí empiezan muchas enfermedades, la prostitución, el alcoholismo… es muy fuerte lo que está sucediendo en los territorios que han implantado la minería.
LDF: ¿Cómo analizan la cuestión del trabajo sexual y qué investigaciones han realizado al respecto?
Guiquita: Sabemos que son niñas, menores de edad que están en esto y no ha sido porque ellas han querido. A veces son forzadas por los padres o por los tíos, o porque hasta la minería paga a sus familiares. Entonces tienen que ir a pasar ahí y esto también es muy grave en nuestros territorios.
LDF: Otro asunto importante es que esa presencia política tan activa de las mujeres indígenas, en defensa de los derechos y los territorios de la Sierra y la Amazonía, no sólo implica peligros o dificultades en el ámbito público, sino también casa adentro… ¿a qué se debe esto?
Guiquita: A veces es por porque tú tienes una familia, tienes tu esposo y también te dicen que tienes que tener respeto hacia tus mayores, entonces a veces la voz de la mujer no es tan fuerte en nuestros territorios. Hay muchas lideresas indígenas que son amenazadas, son violentadas por defender el territorio y nuestros derechos. No sé si escucharon lo que sucedió con una compañera de la Sierra, Alba Bermeo, defensora del agua y activista contra la minería ilegal: la asesinaron y es un caso similar a otros.
Muchas mujeres que son también defensoras han tenido que viajar a otros países para alzar sus voces, pero cuando regresan aquí encuentran violencia de los esposos, les pegan, les dicen que para qué tienen que ir allá, que están perdiendo el tiempo o cosas similares ¿Cómo podemos trabajar si nuestros compañeros mismos nos quieren apagar las voces? El trabajo de la mujer indígena es muy complicado, arriesgamos la vida, por estar al frente de estas luchas sufres discriminación, agresiones, pero aun así estamos protegiendo nuestro territorio. Porque sabemos que es lo único que tenemos ahora, porque es el hogar que nos heredaron nuestros abuelos, entonces las mujeres estamos aquí para para seguir defendiendo lo que es de nosotras.
LDF: Más allá de las deudas históricas del Estado que señalaste previamente, ¿cuáles son los desafíos más urgentes que advierten las mujeres indígenas para empezar a revertir su situación?
Guiquita: La falta de un espacio para poder reconectarnos con todas las comunidades y las nacionalidades de nuestro territorio. Estamos trabajando para poder incidir, claro que para nosotras es sumamente difícil, pero sin embargo hay mujeres que son lideresas dentro de sus comunidades, entonces vamos a articular con ellas para poder empezar a reportar los casos de femicidio y abusos que sufren las mujeres desde los territorios. Y una vez que nosotras logremos concretar estos temas, trabajar con la Fundación Aldea que está llevando a cabo las estadísticas.
“El trabajo de la mujer indígena es muy complicado, arriesgamos la vida, por estar al frente de estas luchas sufres discriminación, agresiones, pero aun así estamos protegiendo nuestro territorio. Porque sabemos que es lo único que tenemos ahora, porque es el hogar que nos heredaron nuestros abuelos, entonces las mujeres estamos aquí para para seguir defendiendo lo que es de nosotras”.
Nemo Guiquita
*Jorge Basilago, periodista y escritor. Ha publicado en varios medios del Ecuador y la región. Coautor de los libros “A la orilla del silencio (Vida y obra de Osiris Rodríguez Castillos-2015)” y “Grillo constante (Historia y vigencia de la poesía musicalizada de Mario Benedetti-2018)”.
*Ela Zambrano, comunicadora y periodista-feminista (en construcción). Ha trabajado en los diarios Hoy, El Universo, El Telégrafo y el Quincenario Tintají. Actual colaboradora de La Línea de Fuego.
Apoyo edición: Kevin Lascano y Paula Aguilar
Fotografía principal: Archivo Personal Nemo Andi
Fotografías: Facebook Conaie Comunicación y FONAKISE.