El domingo 08 de diciembre de 2024, en Las Malvinas, ciudad de Guayaquil, fue un día cálido y húmedo. La temperatura promedio bordeó los 22 grados y la humedad llegó hasta el 66%. Un domingo de ambiente fresco para disfrutar de un partido de fútbol entre amigos aprovechando el apacible clima tropical de la ciudad costera.
El fútbol o balompié es el deporte más popular en Ecuador y fue precisamente en Guayaquil, donde dos hermanos llegados de Inglaterra, fundaron en 1899 el primer equipo de fútbol ecuatoriano el “Club Sport Guayaquil”.
De este trozo de historia deportiva nacional casi nada conocían los hermanos Ismael y Josué Arroyo, de 15 y 14 años, cuando decidieron salir a jugar su partido dominguero habitual junto a sus amigos, Saúl Arboleda y Steven Medina también de 15 y 11 años respectivamente. Lo que más tenían en común los cuatro, era el gusto por ese deporte traído desde Europa hasta la ciudad portuaria allá por el siglo XIX.
Al igual que otros niños que viven en este empobrecido sector, donde la carencia de los más elementales servicios básicos se funde con el auge delictivo, ellos solo buscaban divertirse y compartir la emoción única que el fútbol provoca desde hace tantos años atrás entre los habitantes de Guayaquil.
Ismael, Josué, Saúl y Steven, nunca imaginaron que su pasión por el deporte en aquel domingo los llevaría a enfrentar una experiencia aterradora. A ellos y a sus familias. De repente el barrio entero comenzó a hablar de secuestro, a comprender más de cerca lo que significa la palabra mafia, lo que representa ser raptado y lo que es convertirse en un desaparecido. Estos cuatro niños se convirtieron en la imagen de la violencia real que se vive en su país. Aquel domingo comenzaron a formar parte de la estadística y los casos de análisis sobre la acción criminal que se despliega en su ciudad.
Ahora ellos, los cuatro, se convirtieron en los protagonistas de una historia que forma parte de otro capítulo de los muchos que componen la escalofriante crisis de seguridad interna, dentro de una nación calificada por el mundo como “el país más peligroso de América Latina” en 2024.
Cerca de las nueve de la noche, en una cancha ubicada en la ciudadela Coviem, al sur de Guayaquil, se escuchan tiros. El partido de fútbol terminó. Balas comienzan a dispararse al aire creando una atmósfera de miedo que lo inunda todo a su alrededor. Los vecinos del lugar miran a los niños que acaban de jugar fútbol por última vez. Nadie hace nada más que mirar. Los cuatro menores son obligados a subirse a un auto. Individuos vestidos con indumentaria militar los secuestran.
En la Coviem, los habitantes decidieron encerrarse para combatir la inseguridad y contener la violencia. Las calles del barrio se convirtieron en espacios propicios para cometer asaltos. La frecuencia con la que se producen los robos en el sector obligó a instalar puertas, rejas y cercas a sus moradores. Para quienes viven en el lugar los patrullajes policiales estérilmente controlan y cuidan la zona. Conseguir resultados positivos para frenar la delincuencia en este punto de la ciudad suena a quimera.
Los supuestos militares y sus armas disparando al aire son imágenes naturalizadas entre la cotidianidad vecinal. La gente piensa que se trata de un operativo militar. Están habituados a ellos. Esta es una de las múltiples acciones que, desde el 09 de enero de 2024, se ejecutan como medida operativa para frenar la escalada de violencia a nivel nacional dentro del “conflicto armado interno” con el que el Presidente Daniel Noboa ordenó a las fuerzas armadas ejecutar operaciones militares para neutralizar a los grupos identificados como “organizaciones terroristas y actores no estatales beligerantes”.
Aproximadamente una hora y cuarenta minutos más tarde, la madre de Ismael y Josué, recibió una llamada. En medio de la desesperación, por no conocer el paradero de sus hijos, la voz masculina que se escuchó al otro lado de la línea telefónica afirmó haber encontrado a los cuatro niños, golpeados y desnudos.
“Este hombre dijo que los ayudó”, contó Luis Eduardo Arroyo Valencia, padre de los hermanos Ismael y Josué, dentro del relato recogido en la denuncia formal receptada en la Fiscalía 12 de Delincuencia Organizada, Transnacional e Internacional de Guayaquil. La voz desconocida dijo también que “estaba haciéndoles un favor” antes de compartir una ubicación referencial del paradero de los menores cerca de Taura (parroquia del cantón Naranjal), donde debían ser recogidos.
Desesperado, Luis Eduardo tomó el teléfono en medio de la llamada y pidió hablar con uno de sus hijos para saber que estaba con vida. Los segundos en la llamada fueron en extremo fugaces. “Por favor ven sálvame. Ven rescátame por favor”, escuchó justo antes de que la voz desconocida le advirtiera, previo a colgar, que si no llegaba pronto “la mafia se los iba a llevar”.
En un artículo publicado hace pocos días por el portal digital Primicias, se indicó que, de acuerdo a estadísticas de la Policía Nacional, “3.292 reportes de secuestros a escala nacional se han registrado entre el 01 de enero y el 01 de diciembre de 2024”. Del total de reportes, 880 corresponden a la Zona 8, la misma que está integrada por tres cantones de la ciudad de Guayaquil. El mismo artículo indica que “en los primeros 10 meses de 2024, la Fiscalía contabiliza 1.118 denuncias por secuestros en la ciudad. Y la cifra supera a los registros de todo 2023, cuando el organismo reportó 1.067 denuncias por plagios en Guayaquil”.
Ismael, Josué, Saúl y Steven, continúan desaparecidos desde el domingo 08 de diciembre. Luis Eduardo, padre de los hermanos Arroyo, tras recibir la llamada avisó a las autoridades y a la Policía Nacional sobre lo que estaba ocurriendo. Estos organizaron un operativo alrededor del punto indicado donde supuestamente se encontraban abandonados los menores. Lastimosamente no consiguieron ningún resultado positivo para encontrarlos.
Tras el operativo, Luis Eduardo consiguió ponerse en contacto nuevamente con el desconocido que había llamado a la familia la primera vez. “Porqué mandaste a la policía, mira que casi me haces coger preso. La mafia se los llevó a esos pelados”, fue todo lo que escuchó antes de perder el contacto con aquella persona, cuenta en su relato recogido en la denuncia presentada sobre el caso.
Con el paso de las horas y los días, los familiares de los cuatro niños comenzaron a difundir y viralizar, a través de redes sociales, mensajes de alerta sobre la desaparición. En este punto a veces la perversidad humana abusa y juega con la sensibilidad de aquellos que desesperadamente buscan a sus seres queridos. Comenzaron a llegar llamadas con información falsa y solicitudes de dinero a cambio de entregar cualquier dato sobre los cuatro niños secuestrados. Una de las madres incluso recibió una cifra económica concreta para la devolución de sus hijos. “Si consigues el dinero yo te lo hago llegar”. El desconocido solicitó $2000 a cambio de información sobre el paradero de los niños.
El 20 de marzo de 2024, la Policía Nacional del Ecuador realizó el lanzamiento de la puesta en marcha del Plan Fuerza Investigativa Contra la Extorsión (FICE). El objetivo central de esta fuerza se enfoca en contener y reducir la incidencia del incremento de los delitos de extorsión y secuestro en cinco distritos del territorio nacional. Entre ellos el Distrito Metropolitano de Guayaquil. Freddy Sarzosa, Director General de Investigaciones, comentó en la presentación de aquel día, que la policía “establecerá estrategias y acciones preventivas con la finalidad de poder evitar el incremento de los secuestros y extorsiones en territorio nacional”.
Nueve meses han pasado desde el lanzamiento de esta nueva fuerza, desde las declaraciones oficiales que hacían alusión a las estrategias y acciones de prevención. ¿Las familias de Ismael, Josué, Saúl y Steven recibieron capacitación, o tan siquiera una socialización de esta información? ¿Los habitantes de Las Malvinas están al tanto de este plan y sus estrategias? ¿En Coviem acaso los vecinos se han enterado de esta iniciativa? El accionar delictivo, la expansión operativa de los Grupos de Delincuencia Organizada, el incremento de la violencia y la inseguridad parecen no dar cabida a las estrategias policiales y los planes de seguridad.
En Ecuador, hace casi ya 36 años, la desaparición, tortura y muerte de los hermanos Restrepo conmovió a todo el país. Tenían 17 y 14 años respectivamente. Los dos hermanos desaparecieron la mañana del viernes ocho de enero de 1988, sin conocerse hasta hoy donde están.
Antes de cerrar el 2024, en el mismo Ecuador, todo un país se encuentra conmocionado y sin respuestas. Para tres familias guayaquileñas nuevamente un ocho en el calendario nacional se convierte en una marca de terror y memoria.
Es diciembre y cuatro niños que aman el fútbol no deberían ser buscados por agentes de la Unidad Antisecuestros y Extorsión (UNASE), tal vez, solo tal vez, en medio de la miseria que los rodea pudieron estar preparándose para recibir la sorpresa de un regalo por navidad. Quizás alguno de los cuatro pudo recibir un balón de fútbol, que felizmente sería estrenado el próximo domingo en un buen partido entre amigos en las canchas de la Coviem.
*Rommel Aquieta Núñez, papá y lector de tiempo completo. Comunicador social, periodista e investigador independiente en temas de memoria política. Magíster en comunicación mención en visualidad y diversidades.
Ilustración de portada: Esteban Moncayo, ilustrador y diseñador gráfico quiteño, con una trayectoria de más de una década en el mundo del arte y el diseño. Su pasión por el arte y el diseño lo ha llevado a explorar diferentes estilos y técnicas, desde la ilustración tradicional hasta el diseño digital.