El 28 de mayo de 1990, un grupo de indígenas y algunos mestizos, entraron a una iglesia en pleno centro histórico de Quito y se encerraron en su interior. Con el tiempo esta parte de la historia sería conocida como la toma de la Iglesia de Santo Domingo, cuyo fin era presionar al entonces gobernante, el socialdemócrata Rodrigo Borja Cevallos, para que impulse acciones en favor de los indígenas, un sector históricamente postergado, excluido y explotado del Ecuador.
El pasado está adelante
Lo que nadie imaginó es que estas acciones fueron el preludio de lo que ocurrió pocos días después. El lunes 4 de junio de ese año empezó el más grande levantamiento indígena del siglo XX, un hecho que marcó una ruptura en la historia del país. La movilización se extendió por tres días en todo el territorio nacional. La toma del templo católico terminó el 7 de junio y desde entonces el movimiento indígena es uno de los grandes protagonistas del quehacer del país.
El movimiento indígena ha sido parte de las caídas de dos expresidentes (Abdalá Bucaram y Jamil Mahuad) y ha realizado acciones de resistencia en contra de gobiernos neoliberales –Sixto Durán Ballén, Gustavo Noboa y Lucio Gutiérrez- y de centro a la izquierda –Rafael Correa-. Se ha organizado políticamente a través de un partido político, Pachakutik, con representación en el Legislativo y a la cabeza de varios gobiernos provinciales, cantonales y parroquiales. Pero algunos de sus líderes –tanto indígenas como mestizos- han recibido también cuestionamientos profundos por su posterior vinculación con grupos de poder político y/o económico a los que en su momento dijeron combatir.
Treinta años después, los hijos de quienes protagonizaron directa o indirectamente esta toma han asumido la conducción del movimiento indígena y han decidido pasar a la acción. Ellos estuvieron en la organización del último gran levantamiento en octubre de 2019, que ha sido catalogada por muchos sectores como un despertar para un país extrañamente aletargado en los últimos 13 años y que ya sentía los efectos del ataque y el garrotazo auspiciado por organismos extranjeros, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
En este contexto, vale la pena preguntarse si la dirigencia del movimiento indígena actual mantiene las mismas posturas y perspectivas que sus padres y abuelos o se encuentran en construcción de otros sentidos y nuevas disputas de las realidades. ¿Mantienen las mismas banderas y postulados de lucha? ¿Cómo entender las acciones y aspiraciones de los pueblos y nacionalidades indígenas en este nuevo contexto marcado por la polarización del país, la ofensiva neoliberal, la influencia transversal de las nuevas tecnologías en la sociedad, la desmovilización social y la amenaza de problemas propios de una era globalizada, como la expansión de pandemias y la ausencia de guías para superar las dificultades?
Varias respuestas a estas interrogantes se generaron durante un webinar organizado en la tarde del pasado 11 de junio por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) y sus filiales de la Amazonía (Confenaie), de la Sierra (Ecuarunari) y la Costa (Conaice), con el apoyo de la fundación FES-Ildis, Ecuador y la Coordinadora de Medios Comunitarios Populares y Educativos del Ecuador (Corape).
“30 años del primer gran levantamiento de Inti Raymi”, así se denominó este conversatorio, en el que pudimos conocer los testimonios de quienes eran niños cuando se produjo el levantamiento de 1990 y que ahora son parte de la dirigencia que busca darle un nuevo impulso a la irrupción política y social de los pueblos y nacionalidades del Ecuador. Lo hacen en medio de un movimiento que mantiene su prestigio ante otros actores sociales y que es visto como una amenaza por los círculos del poder, pero también con evidentes fricciones internas.
“En este renacimiento de las hijas y los hijos del primer levantamiento, estamos demandado derechos y estamos entusiastas por trabajar por nuestras comunidades”.
Pacha Cabascango
La organización es el motor del cambio
Pacha Cabascango tenía siete años cuando se produjo el levantamiento. Tanto ella como el resto de la comunidad de Pijal, provincia de Imbabura, vivieron estas jornadas con esperanza y expectativas, pues sus tierras no eran suyas en ese entonces, sino que eran parte de una hacienda de 304 hectáreas cultivables. En medio del levantamiento, recuerda, los habitantes de la zona colocaron simbólicamente chozas de paja y tierra en varios lugares estratégicos de ese lugar. Con el tiempo, allí edificaron sus casas. Motivados por la creciente fuerza de la movilización social indígena, emprendieron tomas en defensa de su derecho a la tierra y el agua, y se organizaron financieramente para conseguir su objetivo: tener un espacio propio para crecer y vivir en comunidad. “Las tierras no fueron regaladas sino compradas con el aporte de comuneros y comuneras, y con un crédito de 16 millones de sucres”, reseñó durante su video-presentación.
A Pacha le marcó también la experiencia de ser hija de dirigentes. “Los actos de discriminación y racismo fueron duros pero han fortalecido nuestros lazos familiares y organizativos para resistir y luchar”. Actualmente es parte del Consejo de Gobierno de Pijal y militante de Pachakutik.
Esto le ha brindado una perspectiva clara sobre su papel y su contribución al movimiento indígena:
- Nos cuestionamos cuántos levantamientos más tendremos que hacer y a cuántos hijos más tendremos que contar que ningún gobierno ha podido resolver los problemas de fondo. Cada gobierno ha llegado con plataforma y propuestas de cambio, y luego ha terminado desviándose, como pasó con el gobierno pasado.
- En el momento actual, hemos pasado pandemias, luchas y levantamientos, pero no llegan a cumplirse los derechos que por miles de años pedimos. Hay que resolver los problemas estructurales del Estado, no solucionados por los gobiernos de turno, como la pobreza, la desnutrición, los servicios básicos en el sector rural.
- En octubre, el movimiento indígena tuvo un protagonismo importante. Quien tomo la batuta fue la juventud enardecida que se levantó como un elefante, como un león, como un oso.
- Las izquierdas institucionalizadas han pensado solo en el derecho de la persona. Demandamos el derecho colectivo relacionado con el respeto a la madre tierra.
- La pandemia nos ha abierto los ojos de la necesidad de una visión más integral y de vida.
- Tenemos un proyecto político del movimiento indígena que aborda temas como la identidad ecuatoriana, el desarrollo de las culturas, el diálogo de saberes, la educación intercultural, la salud intercultural, la economía de los pueblos, una nueva política agraria, la industrialización, un Estado plurinacional y una sociedad intercultural, una democracia comunitaria… es un proyecto político indígena pensado para todos los ecuatorianos.
“Las izquierdas institucionalizadas han pensado solo en el derecho de la persona. Demandamos el derecho colectivo relacionado con el respeto a la madre tierra”.
Pacha Cabascango
El relevo generacional apunta al cambio
No entró en detalles, sino que prefirió ir directamente a proponer una visión política que explique la dinámica del movimiento indígena cuando se produjo el histórico levantamiento, al menos desde su perspectiva. Por ello, Leonidas Iza, presidente del Movimiento Indígena de Cotopaxi (MIC), se limitó a recordar que en 1990 tenía ocho años y que las principales luchas de las comunidades estaban determinadas por la vida cotidiana que experimentaban dentro de las grandes haciendas.
En su opinión, cuatro factores explican la fuerza que adquirió el movimiento luego del levantamiento:
- El movimiento indígena no fue solo un actor étnico, pues avanzó hacia una alianza con la iglesia progresista y el sector sindical, entre otros actores. “Es una lucha anclada desde antes en la idea del campo popular. Enfrentamos bajo esta unidad a la discriminación y la explotación”.
- Estaba terminando el huasipungo, pero para 1990 había una débil presencia del Estado en salud, educación y políticas agrícolas.
- Las condiciones económicas de las comunidades eran similares a las del resto de la población.
- Una diversificación de la fuerza de trabajo en el campo.
A partir de esta reflexión, Leonidas demostró por qué luego de las jornadas de octubre de 2019 se ha convertido en uno de los principales rostros indígenas en el campo político. Aquí un repaso de sus principales planteamientos:
- Octubre fue una gesta no solo de los hijos del levantamiento.
- En los cambios generacionales siempre va ha haber la fuerza de la juventud pero con la experiencia de los mayores.
- (Los hechos de octubre fueron) un acumulado histórico de diversas formas de lucha, como el antiextractivismo o las del sector agropecuario, como se dio en enero de 2019 en Cayambe para lograr la estabilización del precio de la leche. Octubre significó el acumulado histórico que el Estado no ha resuelto objetivamente.
- Hay millones de compañeros que se auto identifican con la izquierda y son consecuentes, pero hay otra izquierda que solo mira lo electoral.
- Nuestra propuesta es: se debe hacer una alianza del campo popular; si nuestras tesis de transformación son secuestradas por la lógica electoral querrá decir que no hemos logrado pragmatizar (1) nuestras luchas; y, pasar del sujeto político, en esta coyuntura, al sujeto colectivo para la transformación.
- Ningún proceso político de transformación se ha dado por el caudillismo. En este país deben primar las decisiones y la conducción colectiva.
- Los hijos esperamos consecuencia y firmeza hasta lograr las transformaciones estructurales.
“Hay millones de compañeros que se auto identifican con la izquierda y son consecuentes, pero hay otra izquierda que solo mira lo electoral”.
Leonidas Iza
El legado es la clave
Severino Sharupi estaba probándose como parte activa de la sociedad a sus doce años, que es la edad que tenía cuando se produjo el levantamiento de 1990. Sin embargo, pese a ser hijo de un dirigente, no se enteró del levantamiento. El joven presidente de la Comunidad Shuar en Pastaza destacó que esta aparente desconexión se produjo porque los taitas de la comunidad –que sí sabían de las acciones- impulsaban las luchas en los territorios.
“A partir del levantamiento del noventa se generó un gran impacto en la Amazonia. En 1991 empezamos tomas de hacienda en esta región. En esa fecha a mi padre lo eligieron como dirigente de territorios y participó en tomas. Lo acompañamos desde pequeños”, aclara. Luego vinieron varios hitos: la marcha de la OPIP y el Primer Encuentro de los Pueblos de Abya Yala, en 1992; la construcción del proyecto político del movimiento en 1994; las reformas constitucionales y la caída de Bucaram, en 1997; entre otros.
“Ser hijos del levantamiento significa continuar con el legado de lucha de nuestras taitas y mamas”, destaca a través de la imagen transmitida desde su morada en la Amazonia ecuatoriana.
Con esa convicción, no teme plantear posturas que explican los anteriores y los actuales escenarios políticos, incluso con críticas respecto a la actual conducción dentro del propio movimiento indígena:
- Las izquierdas en el Ecuador han dejado de hacer trabajo en las masas y en el sector obrero, por eso tenemos sindicatos débiles y dirigentes que están más de 25 o 30 años, es necesario el recambio.
- El movimiento indígena es amplio, no es un partido político sino que es un espacio donde se disputan un conjunto de ideologías, tesis y propuestas. Por eso, el movimiento indígena, cuando toma decisiones, no lo hace inmediatamente, pues requiere procesos de consultas.
- Este momento el movimiento está atravesado por una serie de disputas. Esto tiene su lado positivo –se demora pero se llega a consenso y se impulsa la lucha- y el negativo, porque retarda trabajos y eso hace que la sociedad ecuatoriana desconfíe de la lucha indígena.
- En octubre, en la primera fila, estuvieron los jóvenes. Los mayores sostuvieron la lucha desde las comunidades. La juventud estuvo en las calles, direccionada por lo que decían nuestros taitas y mamas.
- Se ha ido fraguando y colocando en el discurso que debe haber continuidad de la lucha de los noventa. Esto es lo que se evidenció en octubre.
- Octubre se mostró como una respuesta inmediata para dar una salida a una crisis generada por los grupos económicos. Sin embargo, no han dejado de lado las políticas a mediano y largo plazo, como se ve en el documento del Parlamento.
“Las izquierdas en el Ecuador han dejado de hacer trabajo en las masas y en el sector obrero, por eso tenemos sindicatos débiles y dirigentes que están más de 25 o 30 años. Es necesario el recambio”.
Severino Sharupi
Dos temas de debate obligado: plurinacionalidad y futuras acciones
Leonidas Iza
Tras la sorpresa que generó el levantamiento indígena de 1990 en el mundo urbano, el gobierno se sentó a negociar pero también trató de deslegitimar los postulados que movieron la protesta. Este es el caso de uno de los principales pedidos que enarboló el movimiento indígena y que aún es considerado como un asunto pendiente en el país: la plurinacionalidad.
El Gobierno de Rodrigo Borja, desde la lógica occidental, calificó dicho planteamiento como una irracionalidad, al señalar que no concebía construir un Estado dentro de otro Estado. Si bien la Constitución vigente desde 2008 reconoce la plurinacionalidad como una de las características del Estado ecuatoriano (artículo 1) y se incluyeron asuntos relacionados con los derechos colectivos, en la práctica este tema es asumido como pendiente por parte de las organizaciones del movimiento indígena.
Para Severino Sharupi, 30 años después de la primera vez que se levantó públicamente esta propuesta, debe ser asumida no solo por el movimiento indígena sino por todo el país y en su dimensión combativa, porque implica la defensa de la vida y de los territorios, así como la construcción de una sociedad sin explotación. De allí que, desde su reflexión, la práctica política del movimiento indígena de 2020 debe apuntar hacia la articulación en conjunto con la organización indígena urbana. “Si el movimiento no lo hace tenderá a debilitarse como otras organizaciones. Hay que organizar a las y los trabajadores indígenas de campo y ciudad para copar esas nuevas realidades, además de fortalecer el tejido social nacional con otras organizaciones del pueblo, para amasar una propuesta de país pero basada en su realidad”, concluye.
Por su parte, para Pacha Cabascango, la plurinacionalidad es un proyecto vivo en las comunidades pero que entra en disputa con la lógica y el pensamiento de quienes se encuentran en los gobiernos. “El ejercicio de la plurinacionalidad lo hacemos desde las comunidades, pueblos y nacionalidades, pero entramos en disputa con el gobierno de turno que no reconoce nuestras prácticas. Por ejemplo, en educación intercultural, ¿hasta dónde llega la competencia del Ministerio de Educación? Esta es una disputa de poder, de clase, de política de fondo”, señala. Pero, además, cree que la política plurinacional es posible de aplicarla, como lo demostraría la experiencia de Cayambe.
Por ello, Cabascango considera que el trabajo debe continuar sosteniendo los procesos del campo y la ciudad, y fortaleciendo a los líderes mientras se genera esperanza en el país. Esto implica, además, ser coherentes. “Hay principios como el Ama Quilla, Ama Shua y Ama Llulla, que debemos sostener con el corazón”, dijo.
Finalmente, Leonidas Iza aboga por la superación de la actual institucionalidad. Además, desde su perspectiva, la tesis de la plurinacionalidad es una alternativa civilizatoria para evitar el colapso. “La tarea debe ser una lucha enmarcada en cómo pragmatizar (SIC) ese Estado que cambio en lo legal pero que en la práctica es un Estado uninacional, colonial y altamente racista”.
En consecuencia, Iza considera que levantar la bandera de la plurinacionalidad implica poner en duda el actual andamiaje del Estado y la misma democracia liberal. “Los sistemas democráticos no están diseñados para la participación sino para el control político. Necesitamos cuestionar y generar condiciones de alternativa en el tema de estructura económica, que ahora no permite gozar del trabajo que todos hacemos. Aquí está la economía comunitaria, probada por miles de años y que es válida en estos momentos de crisis”, señala. Este cuestionamiento abarca también problemas como el de la corrupción, que se es parte de la propia estructura del sistema. “¿Qué tipo de educación tuvieron hace diez años en campo y ciudad para tener el tipo de dirigentes que tenemos ahora? La educación debe recoger los conocimientos, la ciencia y las formas de vida de pueblos y nacionalidades, para transformar la realidad, y que no se quede vista como un tema cultural”. En conclusión, la tesis de la plurinacionalidad es transversal. “Hay que plurinacionalizar la institucionalidad del Estado e interculturalizar la sociedad”.
En este contexto, el movimiento indígena comienza a intuir cuál es su papel de cara al próximo proceso electoral. Para esto, tanto Cabascango como Iza tienen claro que hay que pensar en una plataforma política amplia, pero poniendo como límite el campo popular y social. “Los principios del movimiento indígena no pueden ser usados como eslogan en campaña. Hay que caminar diciendo y haciendo, hay que resignificar los tiempos y pragmatizar (SIC, ver referencia al pie) los principios. Consecuentes con la vida, no hay que entregar el proyecto a cualquier foráneo”, resalta Iza.
Sin embargo, en el movimiento indígena parece no primar por ahora la unidad. Para Severino Sharupi esto se explica por la propia dinámica de consulta y consensos al que está acostumbrado históricamente el movimiento indígena. De allí que su posición se enfoque en el énfasis de no llevar agendas personales ni grupales, además de que se inclina más por una participación hacia el Legislativo antes que a cooptar el poder Ejecutivo. “No creo que debamos apuntar a la Presidencia, porque no debemos cargar toda esta crisis a los hombros”, afirmó.
Al final se lanzó una pregunta directa a Leonidas Iza, en el sentido de si es cierto que es precandidato presidencial. No hubo respuesta porque el tiempo del encuentro virtual terminó, pero en el ambiente quedó flotando esta inquietud.
“Hay que plurinacionalizar la institucionalidad del Estado e interculturalizar la sociedad”.
Leonidas Iza
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Pragmatizar es una palabra que no existe en el idioma español, pues no está registrada en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Sin embargo, esta palabra sí se encuentra en el portugués, en donde significa: “Planear una idea, elaborar un plano detallado. Hacer una definición de un asunto. Solucionar uno o más problemas”. https://www.dicionarioinformal.com.br/pragmatizar/