Los términos correísmo y correísta, en sí mismos, no son peyorativos. Quienes se oponen obcecadamente a esa tendencia, generalmente los neoliberales, sus seguidores y afines, pero también alguna gente de izquierda o cercana a la misma, pretenden hacer peyorativos esos términos, pero no necesariamente logran su objetivo, y muchas veces despiertan más bien lástima o risa por su obsesión.
Los sufijos “ismo” e “ista” que se añaden a algunos sustantivos y los transforman, se usan tanto en las artes, como en las ciencias y la política. Significan, respectivamente: una tendencia, una doctrina o un movimiento; y a los seguidores del mismo.
En Latinoamérica, pocos personajes políticos han sido merecedores de ese sufijo, que da un halo de importancia al personaje, aun cuando en algunos casos se trate de tiranos, como el nicaragüense Anastasio Somoza (somocismo) o el dominicano Rafael Leónidas Trujillo (trujillismo).
En el panorama latinoamericano, cuando un movimiento político ha tenido fuertes y firmes bases ideológicas, generalmente no se utiliza el apellido del líder más el sufijo “ismo” para caracterizarlo. Tal vez una de las pocas excepciones ha sido el sandinismo, aunque hoy apropiado por una familia que ha traicionado sus principios originarios y que abusa del término y del poder.
El personaje político latinoamericano tal vez más importante en torno al que se ha generado un movimiento sostenido a lo largo de muchas décadas, sin duda fue el General Juan Domingo Perón (peronismo), gobernante de Argentina en dos períodos entre 1946 y 1974, cuyo último gobierno tuvo continuidad a través de su esposa María Estela Martínez de Perón (Isabelita).
El peronismo (o “justicialismo”, como también se le conoce) es un fuerte movimiento político hasta la actualidad, lo cual lo acerca a casi un siglo de vida. Ha sido capaz de poner diez presidentes de la República, incluyendo al último, Alberto Fernández. Sin embargo, los movimientos políticos fundados en base al fuerte liderazgo de caudillos, tienden a idolatrar a sus líderes y no necesariamente tienen una identidad política única.
El peronismo ha tenido en su interior diferentes tendencias que van desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda. Al mismo general Perón se le reconoce como colaborador del nazismo, se sabe que brindó facilidades para que varios nazis encuentren refugio en territorio argentino o en otros países latinoamericanos. En el otro extremo, el movimiento guerrillero peronista Montoneros, surgido en la década de 1970, formó parte de la resistencia contra la dictadura militar, fue sin duda una de las alas más radicales de izquierda dentro del peronismo.
Entre las diferentes corrientes del peronismo se puede identificar: el peronismo histórico, el peronismo ortodoxo, el neoperonismo, el “peronismo revolucionario” en el que estuvo incluida la “Tendencia”, el peronismo sindical, la derecha peronista, el menemismo, el kirchnerismo, el peronismo federal en el que está incluido el Frente Renovador, el peronismo feminista…
A nadie se le ocurriría hablar en serio de “mahuadismo”, “morenismo” o “lassismo”, porque se trata de personajes insignificantes. Aunque en algunas ocasiones se use esos términos en tono de mofa.
En el Ecuador, sólo se puede identificar claramente a tres líderes que han dado lugar a corrientes o movimientos políticos fuertes y duraderos, en torno a su figura: Eloy Alfaro (alfarismo), José María Velasco Ibarra (velasquismo) y Rafael Correa (correísmo).
Se ha tratado de dar el mismo sentido a otros movimientos, que han sido sin embargo más exiguos, como el bucaramismo o una pretendida continuidad del mismo como roldocismo. Sin embargo, en esos casos se ha tratado de líderes que no han logrado una importante y sostenida presencia política. Algunas veces se ha usado también los términos febrescorderismo y borjismo, pero a pesar de la importante presencia de León Febres Cordero en la ultraderecha y de Rodrigo Borja en la socialdemocracia, su huella finalmente no ha sido tan trascendente.
A nadie se le ocurriría hablar en serio de “mahuadismo”, “morenismo” o “lassismo”, porque se trata de personajes insignificantes. Aunque en algunas ocasiones se use esos términos en tono de mofa.
En el panorama latinoamericano, cuando un movimiento político ha tenido fuertes y firmes bases ideológicas, generalmente no se utiliza el apellido del líder más el sufijo “ismo” para caracterizarlo. Tal vez una de las pocas excepciones ha sido el sandinismo, aunque hoy apropiado por una familia que ha traicionado sus principios originarios y que abusa del término y del poder.
En el caso del gobierno de Salvador Allende en Chile, que, luego de la revolución cubana, fue el ejercicio más importante para construir una sociedad socialista en Latinoamérica; que se sepa, jamás se ha usado el término allendismo (ni similares en alusión a personajes), siempre se habló de la Unidad Popular, como un gran frente que aglutinó a partidos y movimientos políticos de izquierda, así como a organizaciones sindicales, campesinas, populares y estudiantiles.
Respecto de Cuba, la derecha detractora de la revolución ha pretendido referirse al régimen cubano como castrista o castrismo, en este caso para referirse a los dos más influyentes personajes de la revolución, los hermanos Fidel y Raúl Castro Ruz. Pero más pesa el enorme legado de la revolución cubana, como un proceso histórico, de masas y único, antes que esos intentos de desprestigiar el proceso con la personalización del mismo.
En el caso de Venezuela, el peso de Hugo Chávez en la llamada revolución bolivariana, es tan fuerte, que luego de más de una década de su fallecimiento, sigue siendo el referente fundamental.
Regresando al Ecuador y al correísmo. Quienes no nos identificamos con esa tendencia, muchas veces hemos usado despectivamente el término. Incluso en ocasiones un término como “correato”, de connotaciones aún más fuertes. Que lo usen malintencionadamente la derecha neoliberal y sus seguidores (paradójicamente algunos procedentes de sectores empobrecidos y clase media), es entendible, en el marco de la ignorancia u obnubilación política. Pero, que sectores de izquierda o cercanos a la izquierda, siete años después de terminado el gobierno de Rafael Correa, obsesiva e insistentemente sigan usando el término “correísmo” como un insulto, como que la contradicción fundamental fuera “correísmo” vs “anticorreísmo”, no es un buen signo de salud mental.
Los últimos sucesos, como el referendo y la consulta popular del presidente Noboa, o el asalto a la embajada mexicana; permitieron ver que no sólo la derecha neoliberal, sino esos supuestos izquierdistas o ex izquierdistas, haciendo gala de su odio ciego y recalcitrante al correísmo, no tuvieron empacho alguno en alinearse con la derecha, promoviendo el SI irreflexivo y absoluto en la consulta o avalando el asalto a la embajada, bajo un supuesto de soberanía nacional.
Es cierto que estuvimos furiosos cuando el gobierno de Correa persiguió a dirigentes y organizaciones populares, cuando creó un marco legal represivo para ello, que finalmente sirvió mucho a la derecha neoliberal (ese fue quizá el peor e imperdonable pecado de Correa y sus seguidores). Cuando se firmó al apuro el TLC (acuerdo comercial) con la Unión Europea, que benefició únicamente a algunos grupos empresariales importadores y exportadores. Cuando cogobernó con sectores y personajes de la oligarquía y la derecha. Cuando el mismo ex presidente Correa o sus colaboradores cercanos, como ese nefasto personaje Alexis Mera, insultaron a las mujeres de su misma tienda política que tuvieron la valentía de sumarse a la despenalización del aborto en casos de violación; cuando en general muchos de los líderes del correísmo se opusieron y se oponen a derechos sexuales y reproductivos, tanto como a derechos ambientales. Y la enumeración podría continuar.
Pero, luego de ver los tres últimos nefastos gobiernos neoliberales de Moreno, Lasso y Noboa, las brutales represiones al movimiento popular en octubre 2019 y junio 2022, el asalto a la embajada de México en el 2024, o en general el incremento desmedido de la violencia (se ha facilitado ¿intencionalmente? el acceso a armas de fuego por parte de grupos violentos), la falta de futuro para la mayoría de jóvenes de sectores populares y clase media, el retroceso en políticas de protección social (cuidado); no queda ninguna duda de que es hora de superar los viejos resentimientos y apuntar a un proceso unitario de diversas fuerzas, que incluyan al “progresismo” ecuatoriano (con o sin Correa), o al menos al sector más democrático dentro del mismo, para tratar de evitar una mayor calamidad para el país y el pueblo ecuatoriano.
Construir esa unidad amplia, es una tarea extremadamente difícil, pero tal vez nuestra última oportunidad ante el embate de la derecha neoliberal y fascista.
Y no se trata precisamente del próximo proceso electoral del año 2025. Sino de ir más allá. Formar un amplio frente diverso donde confluyan todos y todas quienes quieran defender la vida frente a los desmesurados afanes de acumulación de los capitalistas criollos y transnacionales. Un frente de resistencia, que incluya a las organizaciones de pueblos y nacionalidades, a las organizaciones sindicales, feministas, ecologistas, movimientos de derechos humanos, movimientos LGBTI, jóvenes, estudiantes, artistas populares, intelectuales y activistas de izquierda, y todos los sectores populares del campo y la ciudad que estén dispuestos a defender el presente y el futuro de nuestros hijos e hijas, frente a la voracidad capitalista depredadora.
Ya ha habido ejemplos recientes de que sí es posible dar pasos unitarios sobre objetivos comunes. La despenalización del aborto en casos de violación; la protección del Yasuní (por la que votaron muchas de las bases del correísmo, a pesar del llamado contrario de su candidata presidencial); la condena al asalto a la embajada mexicana; la solidaridad con el pueblo palestino ante el genocidio sionista; o el reciente triunfo frente al decreto 645 del expresidente Lasso, que atentaba contra derechos fundamentales y beneficiaba grandes intereses comerciales; son sólo algunos ejemplos de que se puede avanzar sin los prejuicios que descalifican a los aliados y potenciales aliados en esas luchas. Sin embargo, muchos no consiguen o no quieren superar esos prejuicios.
Sin duda, cualquier proceso unitario requiere definir una plataforma común, donde se precise líneas rojas (políticas, éticas, de derechos humanos y de la naturaleza) que jamás se podrá sobrepasar, las mismas que serán en última instancia la garantía de una unidad posible y sostenible, más allá de procesos electorales que generalmente desunen.
Construir esa unidad amplia es una tarea extremadamente difícil, pero tal vez nuestra última oportunidad ante el embate de la derecha neoliberal y fascista.
Sin duda, cualquier proceso unitario requiere definir una plataforma común, donde se precise líneas rojas (políticas, éticas, de derechos humanos y de la naturaleza) que jamás se podrá sobrepasar, las mismas que serán en última instancia la garantía de una unidad posible y sostenible, más allá de procesos electorales que generalmente desunen.
*Versión editada del texto publicado originalmente en: https://hugonoboacruz.blogspot.com/2024/05/urgen-procesos-unitarios-no-al.html
Ud. a pesar de ser historiador, tengo entendido con un Ph.D no ha entendido algo fundamental: no existe neo liberalismo en Ecuador ni como ideología ni como tendencia histórica (y mucho menos fascismo). En cuanto al correismo no es mas que un proyecto de una lumpen oligarquía nueva que planea apoderarse del poder para siempre para continuar con la depredación y el empobrecimiento del pueblo como ya lo han hecho otras a las cuales Ud. defiende como el castrismo y el chavismo. Por tanto, esas son las lineas rojas de los que nos consideramos de izquierda.
Como conclusión: nunca la izquierda racional puede unirse al correismo.
(en cuanto al asalto de la embajada mexicano, no se lo puede condenar porque se apreso a un delincuente destacado de cuello blanco).
En el anterior comentario cometí un error, si hay fascismo en el Ecuador, se llama “correismo”.
https://www.planv.com.ec/ideas/ideas/el-correismo-fascismo